Réquiem por una hija II
Katja, Hechicera Koldun Tzimisce |
Danielis de Patras
Katja recibe una
cajita ricamente tallada, con dibujos semejantes a los de su sarcófago, y en
ella hay un dedo meñique de una mujer joven. Es el de Rebeca.
Junto a él una nota
que pone en griego:
“No te preocupes por ella, es una mujer más fuerte de lo
que parece. Mañana nos veremos y solventaremos nuestras diferencias. D. P.”
Katja controla su
bestia interior mientras arruga la nota con rabia hasta hacerla una bola
aplastada en el interior de la palma de su mano. La Tzimisce aprieta los
dientes esperando que Danielis no haya llegado demasiado lejos, o a lo mejor
desea que si lo haya hecho...
Danielis de Patras ha
secuestrado a Rebeca. Katja la envió a Rebeca a husmear a su rival para tenerla
localizada, y algo ha debido ir mal… esto se va a solucionar rápidamente.
Katja decide
desahogar su ira con su propio saco de carne, el último humano que intentó
matarla y ahora es su esclavo. Ashshur, el nuevo ghoul de Katja, permanecía
encerrado en las mazmorras de la torre Arista esperando saber de su destino y
esa noche iba a descubrir el infierno en el que se encuentra por haber elegido
a la victima equivocada, aquella fatídica noche que asaltó a Katja y a los
suyos.
Ashshur, nuevo Ghoul de Katja |
En el barrio armenio,
se alimenta de hasta la última gota de sangre de un desafortunado humano que
deambulaba por allí, para nada bueno, Katja no quiere que relacionen este
cadáver con su refugio y lo deja recostado contra una pared, las bajas
temperaturas de la noche pueden haber acabado perfectamente con él.
Para acabar la noche,
ejecuta uno de sus rituales mágicos con el que potenciará el poder de su
hechicería Koldúnica.
Sarcófago de Katja |
La noche siguiente Katja, que previamente había entrado en el sarcófago de su refugio para descansar, se despertó con un sentimiento extraño, algo no funcionaba bien. Aun desde dentro de la caja, la Tzimisce utiliza su hechicería para percibir lo que la rodea y sus sospechas son ciertas, ya no se encuentra en su dominio. Parece estar en el barrio cristiano pero en un palacio diferente, uno en perfecto estado por dentro y por fuera: ¡la han trasladado durante el día!
Katja abrió la puerta
de golpe y la luz entro en el interior de su lugar de descanso. La Tzimisce
salió del imponente sarcófago tallado en madera negra del bosque de las almas y
confeccionado por los mejores Maestros artesanos y hechiceros Kouldunes. Donde
tiene la tierra de su patria, tan necesaria para su descanso.
–No ha sido muy difícil encontrarte… la bruja que vive en
una casa hechizada donde se oyen extraños ruidos por la noche. Se alimenta de partes
blandas de niños judíos y musulmanes… ¿Por qué no cristianos?… favoritismos
¿eh?–
Danielis de Patras, Toreador |
–Buenas noches Katja. No, no te preocupes, tu putilla no ha abierto la
boca, bueno si, cuando mi mejor torturador le arrancó la lengua, pero no dijo
nada sobre ti… las eliges bien –aparece un esbirro y la arroja a los pies
de Katja, está magulladla, con la mano izquierda vendada y lagrimas de rabia en
sus ojos– aunque es demasiado hermosa…
llama la atención como una vela a una polilla. Se nota que su piel ha sido
moldeada por la mano de un Tzimisce… te vuelves descuidada con la edad Katja y
eso no es bueno para el negocio…
–Como sabes, te estaba buscando –dice Danielis
altiva– debemos colaborar en cierto
trabajito y debía asegurarme que colaborabas… Noooo, lo de tu putilla ha sido –se
acera a la cara de Katja– para que nadie más
piense en invadir mi espacio vital sin permiso, tiene lo que se merece y lo
sabes. Si yo hubiera mandado a alguien a husmear a tu refugio ¿qué le hubieras
hecho? Pues eso, que estamos en paz…
–No estoy aquí para hablar de cómo mutilar espías
incompetentes…
–dice Danielis mirando a Rebeca, que no le faltan ganas de saltar hacia ella pero
no lo hace porque está molida a palos.
La bestia interior de
Katja lucha por salir y aplastar la cabeza de Danielis contra el suelo, para
que estalle como un melón maduro, pero la Tzimisce se controla mirando a los
ojos de la perra Toreador, mientras exhibe una mueca de desprecio en su
inquietante sonrisa.
–Como te decía… tenemos negocios que tratar juntas y
debes ayudarme ¿Por qué? te preguntarás. Para que ambas obtengamos algo a cambio
– Danielis
se pasea por la estancia rodeando el sarcófago de Katja sin quitar ojo a la
hechicera Koldúnica.
Katja se muerde las
venas con sus colmillos para alimentar a su maltrecha e ultrajada sirvienta. La
ghoul bebe de la fuente roja de la eterna juventud, otorgada por su domitora. La
Tzimisce recompensa con su Vitae a su leal criada.
–A diferencia de ti, no necesito que me admiren… –dice Katja– pero he de admitir que has despertado mi
curiosidad.
Danielis sonríe y
piensa las siguientes palabras que pronunciar.
–Estarás molesta porque haya traído… ¡tu sarcófago! –Danielis hace
énfasis es estas dos palabras– hasta mi
presencia. No fue fácil, sobre todo para hacer que el rebaño no viera como lo
sacaban de la casa “encantada” durante el día… y sin despertarte… ha sido un
buen trabajo de mis hombres. Me rodeo de los mejores, cosa que veo que tú,
sigues equivocándote – y mira de nuevo a Rebeca con desprecio, que baja la
cabeza y escupe sangre con trocitos de carne al suelo.
–Esta belleza –dice Danielis acariciando el sarcófago de
madera– fue tallada por los mejores
hechiceros Koldunes para tu Sire: Lord Janosz. Pues bien, mi Sire fue el maestro
artesano que lo diseño y al que Janosz le encargó su construcción. Así que como
tú no eres Janosz y se lo robaste, al haberlo fabricado mi Sire, esta obra de
arte es tan tuya como mía, así que técnicamente nos pertenece a ambas…
–No pretenderás que lo compartamos… –dice Katja en tono
jocoso.
Detalle del Sarcófago de Katja |
–Todo falsas apariencias… –dice Katja– jamás sabrás lo que subyace en el interior
de la realidad. En la profundidad de mi alma… ¡no has entendido nada! … ¡Vamos
Rebeca! –dice Katja ayudando a levantase a su maltrecha sirvienta.
–Espero que hagas que tus secuaces lleven mi sarcófago a
mi refugio, allí donde lo robaste, en mi dominio al que irrumpiste sin
presentación –dice
Katja mientras se dirige a la puerta con Rebeca.
Rebeca, ghoul meretriz de Katja |
–Tú me devolverás a mí el sarcófago y yo te haré llegar
esos textos de Adam –se
da la vuelta Katja y señala a la Toreador que la mantiene la mirada hasta que
la Tzimisce se da la media vuelta para marcharse, sin saber muy bien dónde
dirigirse.
Los hombres de
Danielis acompañan a Katja, y a la herida Rebeca, por una salida secreta y a
través de un laberinto por las alcantarillas, hasta salir por el barrio
cristiano, donde la oscuridad y el silencio arropan a ambas mujeres. Rebeca
mira a Katja con impotencia y llora de rabia abriendo la boca y enseñándola la
herida que la ha dejado sin lengua. Cae de rodillas y llora derrumbada.
Danielis ha llegado a la ciudad…
–Usa la sangre que has bebido de mi –explica Katja a su
inexperta ghoul– hazlo para curar tus
heridas y solo pensándolo, la Vitae regenerará tu lengua… puede que tarde dos o
tres noches, pero volverá a crecerte y hablarás de nuevo.
Ambas mujeres caminan
y se pierden por las frías calles de la ciudad eterna de Jerusalén.
La luz BrujahAlexandrus,
Gangrel contacto de Sven
Alexandrus el
Gangrel, guía a Sven por las inmundas callejuelas del barrio Armenio. Para en
una pequeña taberna llamada: “Hoja
mellada” donde se trafica con vidas humanas; esclavos, prostitutas, mercenarios,
asesinos… lo mejorcito de la alta suciedad.
El salvaje Gangrel
cubre su faz y sus zarpas con una capa con capucha y abre la puerta del lugar,
dejando entrar delante él al joven Brujah, que se topa con un oscuro lugar,
salpicado de sucias mesas con una vela encima de cada una de ellas. El suelo
cubierto de paja mohosa emite un fuerte olor a perro mojado. Grupos de
criminales se sientan alrededor de cada escasa lumbre y maquinan su próxima
puñalada directa a la decencia y a la reputación de Jerusalén.
Poco después de
ellos, Celine, Sire de Sven, entra en el local llamando la atención por su
condición de esbelta mujer. Sin duda es lo más puro y bello que hay y habrá aquí
en mucho tiempo. Las putas presentes la envidian y los sudorosos hombres la
miran con lascivia. Altiva, Celine enseña la empuñadura de su espada,
amenazante, momento en el que todos bajan la cabeza y continúan con lo suyo.
Alexandrus se sitúa
tras ella y mira mal a cada uno de los que escudriñan a su Señora con mana
cara. Algún gruñido hace que más de uno se cague encima y salga corriendo del
lugar.
Celine y Sven se sientan
a la mesa más alejada de la puerta de entrada, la vela tintinea sobre esta y
Alexandrus, en pie, guarda las espaldas de la mujer sin quitar ojo a todos los
maleantes del local.
Celine, Brujah Sire de Sven |
–Uno apoya la cruzada y otro al turco. Guerra y paz ¿pero
cuál es la correcta? No estoy familiarizada con la Yihad de los ancianos de mi
clan, pero lo que sí sé, es que no veré como se hacen matan, mientras podamos
evitarlo.
–Tengo otra empresa para ti –continua Celine– algo más sencillo que encontrar reliquia
alguna... Si tienes oportunidad debes mediar entre ellos para que no llegue la
sangre al rio. Debemos aliarnos contra el verdadero enemigo: Los Ventrue y los
Lasombra. Esos sucios manipuladores que juegan con vidas como quien lo hace con
títeres… ¡pues se acabó el juego! –dice Celine mientras golpea la mesa
haciendo saltar astillas de la misma y dejando la marca de su puño en la
madera.
–Yo hare mis pesquisas y tu haz las tuyas. Entre los dos
conseguiremos hacerles entrar en razón –dice Celine.
–Hablando de los Lasombra –dice Sven– he conocido a uno, un sacerdote cristiano,
que tiene un espejo en el que se refleja… ¿eso no es posible, verdad? En tus
enseñanzas sobre la Estirpe recuerdo que me contaste que los Lasombra no pueden
reflejarse en superficies pulidas…
–Interesante… –dice Celine– puede ser un farsante… no te dejes engañar por él.
Tras un silencio que
para el vikingo es demasiado extenso…
–Necesitaría unas fundas para mis hachas –dice Sven girando
la conversación… ante una atónita Celine.
–¡Sven! ¡céntrate! –dice Celine callando a su chiquillo
con su sola mirada.
–Has conocido ya a un Brujah, el mercader ese que os
metió en el lio de los Nosferatu. Aprovecha ese hilo del que tirar, seguro que
tiene un Señor.
–Recuerda Sven. El clan Brujah debe permanecer unido o
nos volverán masacrar como lo hicieron en Cartago. Era nuestro paraíso, los
humanos vivían en paz con los Vástagos y los Ventrue nos apuñalaron por la
espalda quebrando nuestra paz, por envidia y codicia… como siempre. Esto acabó
con nuestro sueño. Házselo pagar Sven. Escupe sobre sus tumbas. No te sometas a
ningún Ventrue o Lasombra, antes muerto. –Dice Celine con cara de pocos amigos y
su puño derecho cerrado con fuerza ante la cara de su atento chiquillo.
Sven de Scania, Brujah |
–Ah, saluda a Katja de mi parte –dice Celine– me gustará verla cuando tengamos un respiro
y pueda recibirme.
–Así lo haré –dice Sven.
Alexandrus permanece
callado en un segundo plano, tras Celine, ella se gira hacia él, lo mira a los
ojos y los tres salen del local, no sin despertar cierto interés entre los
presentes, que murmuran y rezongan arropados por la oscuridad ante algún rugido
oportuno del protector Gangrel.
–Tengo que hacerte una pregunta –dice Sven a su Sire– hemos conocido a una lunática que dice
saber cómo dejar de ser vampiresa… ¿tu volverías a ser humana si pudieras?
–No, no lo haría –responde Celine– la maldición de Caín me da muchas ventajas que de otro modo jamás
tendría. Por no habar de que soy una mujer en un mundo de hombres… y en la
Estirpe eso no está tan mal visto como entre el ganado… no volvería atrás si
pudiera…
Sven escucha
atentamente y asiente sin hablar. Los tres cainitas salen fuera de la taberna y
lo hacen ante las miradas temerosas de los oscuros parroquianos del lugar.
Fuera, Celine,
ensilla un robusto caballo blanco y Alexandrus se transforma en lobo color
castaño, inquietando al animal, al que Celine tranquiliza acariciando su
hocico.
–Recuerda chiquillo –dice antes de irse– juntos somos más fuertes de lo que jamás
seremos solos. Rodéate de los más leales, eso te salvará.
El caballo se
encabrita poniéndose a dos patas y relinchando galopa por las resbaladizas calles
de Jerusalén. Alexandrus en forma de lobo, les sigue raudo, dejando atrás a
Sven que se encamina hacia el mercado nocturno que conoció hace unas noches.
Tiene algunas compras pendientes y este es el momento adecuado para hacerlas.
Allí Sven, por unas
monedas, consigue que un siniestro marroquinero acepte el encargo de realizar
unas fundas de cuero para sus hachas hechizadas. El artesano pide una de las fulgurantes
armas para hacer perfectamente el trabajo, que tardará tres noches en
completar. Sven sabe que no dirá nada sobre la dudosa naturaleza de sus hachas,
ya que es evidente que su cuello peligra. Aun así, el Brujah no se va tranquilo
dejando allí a Sköll.
Aesir PentagastAesir Pentagast, Tremere
Ha tardado pero tras un duro trabajo Aesir ya tiene un refugio protegido con rituales taumatúrgicos, que lo hacen más mucho seguro. El lugar es un viejo templo subterráneo que en el pasado albergó un santuario donde se guardaban y adoraban viejas reliquias cristianas. Estuvo destinado a ser una capilla Tremere pero al final los planes se truncaron por un sangriento enfrentamiento entre cainitas rivales, que acabó arrasando todo y a casi todos por las llamas del fuego purificador.
Aesir es un tipo madrugador, siempre es el primero en levantarse y el último en acostarse. Suele levantarse por lo menos una hora antes que todos los demás vampiros, pese a haberse quedado despierto hasta el amanecer. Aunque haya pasado la noche de caza, cuando el resto de vampiros están torpes, confusos y aletargados, Aesir sigue despierto, alerta y en plena forma a plenitud de facultades. Siempre recuerda haber tenido la capacidad de sobrevivir con menos descanso, al menos hasta lo que recuerda…
En el refugio se encuentra el solo, arropado por el vacuo calor de las velas que iluminan el antiguo, mancillado y derruido santuario.
Tras hacer todos los rituales para comenzar el día, Aesir se encuentra leyendo su grimorio mágico, el grimorio Sin´dorei.
Este libro mágico posee el saber de toda una biblioteca llena de material ocultista, incluye incluso una versión del Libro de Nod. Aesir aun no ha sido capaz de familiarizarse con todo el contenido del vasto conocimiento de este valioso volumen. Tantas veces en momentos de necesidad, este tomo ha arrojado luz sobre las tinieblas, siendo para Aesir de un valor incalculable. Este grimorio fue un regalo de su mentor Ezra, ahora muerto tras ir a Ceoris para acabar con la no vida del propio Tremere. Está fabricado con materiales desconocidos para todos, menos para el propio Ezra. Es un material único, creado por el mismo, que lo protege de los daños ambientales, incluido el fuego, algo que Ezra siempre usaba para sus creaciones mágicas.
El libro está vinculado a la resonancia mágica de Aesir, solo sus ojos pueden ver su contenido. El grimorio almacena un sin fin de datos de un sin fin de materias y Aesir puede aportar a ese vasto almacén de conocimientos más datos aun, escribiendo en las últimas páginas del libro, interminables por cierto. Las últimas aportaciones del hechicero han sido unos rituales para saber de su ubicación, así como para poder invocarlo y “des-invocarlo” a voluntad.
Ggrimorio Sin´dorei, de Aesir |
El miedo empieza a invadirle y todo a su alrededor comienza a levitar sin control. Las piedras más pesadas vuelan alrededor de Aesir y su grimorio flota en el epicentro de todo este caos físico.
Aesir, henchido de coraje, no sabe por qué está ocurriendo esto, pero es incapaz de controlarlo, ha ocurrido al leer algo concreto. Quizás esté relacionado con su amnesia. Aesir es incapaz de recordar nada sobre su pasado, su familia, su antiguo entorno cuando solo era un humano. Solo recuerda a partir de ser un joven aprendiz de hechicero. Así que puede que esto tenga que ver con su desconocido pasado…
Finalmente todo se tranquiliza y las cosas que volaban en círculos alrededor de Aesir caen al suelo de repente, recuperando su peso físico y armando un estruendo que resuena con eco una y otra vez hasta desaparecer. El grimorio queda abierto por la última página que Aesir estaba leyendo antes de empezar a descontrolarse todo. La última palabra que leyó fue: Giovanni.
El hechicero, lejos de amedrentarse, recoge su grimorio y comienza a buscar en el información sobre los Giovanni:
Son una familia de nigromantes abrazados por los Capadocio, el clan de la muerte. No solo atesoran conocimientos sobe los espíritus y el más allá, también reúnen con recelo múltiples bienes y montañas de capital. En determinados círculos especializados se dice que son los mejores mercaderes de Venecia. Por cierto muy interesados en que se convoque una cuarta cruzada con la que poder ganar pingues beneficios.
Aesir termina la
noche rebuscando entre los humeantes escombros de lo que era la capilla
Tremere, con la esperanza de que se haya salvado alguno de los libros que
guardaba su esotérica biblioteca. Finalmente consigue salvar cinco tomos y se
los lleva a su refugio para ponerlos a buen recaudo.
Amborgino GiovanniAmborgino Giovanni,
Sire de Vinzenzo
Sus huevos iban
siempre por delante de él. Es un hombre conocido en la familia y no
precisamente por nada bueno ¿Crees que a él le importa una mierda? Por eso
camina siempre como si fuera a enfrentarse siempre contra su peor enemigo.
Paso firme, sonrisa
atravesada, trajes caros y perfume a muerte… ese es Amborgino Giovanni.
Chiquillo y Sire se
encontraban en una mansión de Jerusalén. Era amplia, con estilo y el servicio
era eficiente. Tenía salón de invitados, sala de armas, mazmorras y refugios
seguros subterráneos. Aun no habían conocido al dueño de tan impresionante
dominio pero Don Vinzenzo Giovanni tenía el presentimiento de que en breve lo
iba a conocer.
–Bonita choza ¿eh Vinzen?... –dijo Amborgino con tono socarrón– Es tuya.
–¿Así de fácil? –preguntó Vinzenzo a Amborgino– ¿seguro que el regalo no tiene truco?
–Así de fácil si… no hay truco alguno, pero no te mal
acostumbres, no todo es tan fácil de conseguir –responde Amborgino– El anterior dueño, digamos que hizo algo que
nunca se debería hacer si perteneces a la familia Giovanni: traicionarnos.
–¿No me digas que es quien estoy pensando? –pregunta Vinzenzo
sonriente.
En ese momento un
mayordomo entró en la lúgubre estancia con una bandeja de cristal. Goteaba
sangre y sobre ella había una cabeza descompuesta y llena de moscas y gusanos.
El sirviente dejó la bandeja con la cabeza en descomposición encima de la mesa,
de modo que las cuencas vacías del difunto miraban a los dos vampiros.
Amborgino toma una de
las dos copas que la sirvienta le acerca en una bandeja de plata, sin apenas
prestarla atención, la otra es para su chiquillo. Brindan por la familia y mientras
degustan la exquisita cosecha y degustan el sabor de la excelente Vitae,
Amborgino mira la cabeza putrefacta.
–¿No te resulta familiar? –preguntó Amborgino a
Vinzenzo– Es tu antiguo domitor Antonio
Bespuccio. Incompetente cabronazo hijo de una ramera sifilítica… tiene su
merecido. Lástima que no se pueda esclavizar su alma… las perrerías que le
haría hacer. En fin… no te merecía. Mejor así.
–Valiente hijo de perra –dice Vinzenzo
mientras bebe justo después de su Sire–
si, mejor así.
–Antes de matarlo le hice un glifo de los nuestros y
convertí su sangre en vino –continua Amborgino mientras un criado trae
una serie de barrilitos llenos de vino con el año escrito sobre la madera y los
deja ante Vinzenzo– se que te hubiera
gustado hacerlo a ti, pero te he ahorrado mancharte los zapatos y así ya tienes
el tercio de la cosecha que le debes regalar a Abraham. Sabes que siendo tan
anciano, le cuesta más alimentarse…
–Tenía pensado hacerle algún regalo, así que es perfecto. Así lo hare Sire –responde Vinzenzo muy emocionado.
El resto de la
conversación transcurre con la atenta mirada de las cuencas agusanadas de aquel
que le abrió las puertas a la familia a Vinzenzo.
–Sabes que estás aquí por una tremenda mierda olorosa y
nauseabunda. Una de tal envergadura que cubre casi toda la ciudad de Jerusalén.
Su olor ha llegado hasta Venecia pasando por las frías e inmensas cavernas de
Capadocia.
Han matado a un antiguo de nuestro clan y han tapado el
asesinato bajo un montón de cenizas…
Pues bien mi querido Vinzen, deberás desentramar todo
este embuste y traerme la verdad clara y cristalina. Quiero saber que ha
ocurrido y quien ha sido el culpable de que el clan Capadocio no haya podido
prosperar a la sombra del infame clan Tremere.
Amborgino camina por
la estancia, dando vueltas con paso sibilino, con la copa en la mano, mientras saborea
su bebida carmesí a sorbos distanciados en el tiempo.
–Para ello deberás arrimarte a los neonatos que corretean
por la ciudad, como pollo sin cabeza. Puede que debas tragarte más de un sapo,
pero recuerda hacerlo con gusto ya que todo lo que haces, lo haces por la
maravillosa y eterna familia Giovanni… –dice Amborgino elevando la copa por encima
de su cabeza con cierto tono sarcástico.
–¿Te queda claro tu cometido, verdad? –pregunta Amborgino
sin esperar tiempo para su respuesta– Yo
estaré por aquí, disfrutando de la lectura de la biblioteca de uno de los
viejos Capadocio que llevan aquí más tiempo que las piedras, el anciano
Abraham, Sire del asesinado Adam. Seguro que tiene algo interesante.
–Cuando hayas desvelado la verdad, veremos cuál es el
siguiente paso a dar para recuperar la reputación del clan en la ciudad y si te
has ganado la posición de liderar dicho estatus en Jerusalén. Ahora que nos han
arrebatado casi todo en estos lares. –Dice Amborgino tocando el polvo de un mueble
con un dedo. Y soplándolo después.
–El tamaño de la mierda es enorme, ciertamente –asegura Vinzenzo– después de todo no esperaba quedarme en
Venecia mucho más tiempo. Seguro que podemos hacer buenos negocios en
Jerusalén…
–Debemos ver a los Capadocio como ese viejo abuelo que ha
estado en la guerra y que ahora solo quiere descansar con sus heridas y cicatrices,
leyendo un buen texto sobre sus noches pasadas de gloria perdida… son como
familiares lejanos, no podemos olvidarles por ello. Al fin y al cabo ellos nos
han dado el don de la inmortalidad y debemos agradecérselo eternamente.
–No lo dudo –responde Amborgino asintiendo.
–Ve con Dios hijo mío. Espero tus nuevas –dice Amborgino– deberías presentarte a cierta bruja que
vive en un lugar al que nadie quiere acercarse: el palacio Arista, en el barrio
cristiano. Ella te presentará a los demás.
Dale recuerdos de la firme Celine de parte de un amigo. Recuerda
demostrar el carisma Giovanni y no olvides que somos ante todo comerciantes,
siempre tenemos lo que los demás quieren y si no, podemos conseguírselo... por
un módico precio.
Amborgino abre la
puerta de la habitación y hace una reverencia a su chiquillo, Don Vinzenzo
Giovanni, en dirección a la salida. Los ojos huecos de Antonio Bespuccio
observan todo en silencio, desde la bandeja de cristal. Dejó pasar su
oportunidad y caminó por la senda equivocada, esta bandeja es el final de su
camino.
–Un placer Sire, –responde Vinzenzo mientras hace una
reverencia para despedir a Amborgino, que le corresponde antes de irse– como siempre.
Una vez solo, Vinzenzo
da dos palmadas y un criado viene raudo. El Giovanni pide un escriba y poco
después uno trascribe sus palabras en forma de invitación a una ceremonia de
presentación. Será aquí en su nueva mansión y la invitada será la bruja
residente en el palacio Arista. Por supuesto la invitación es extensible a sus
allegados, así lo dice la perfumada carta sellada con una inconfundible G mayúscula.
Vinzenzo manda enviar
todos los barriles menos uno a Abraham y fija su mirada en la cabeza de su
antiguo domitor…
–Intenta defenderte de la familia ahora… ¡hijo de puta! –dice el Giovanni
entrando en frenesí y destrozando la estancia a golpes con la cabeza, que queda
hecha pulpa en el suelo, junto a miles de trocitos de cristal de la carísima
bandeja. Vinzenzo sale del liberador frenesí permitiendo a sus criados que
limpien y arreglen todo el desaguisado que deja tras de sí y apunta:
–No os olvidéis de quemar y deshaceros de esos despojos –dice Vinzenzo
señalando con desprecio los restos de la cabeza de Antonio Bespuccio, el
traidor que una vez lo vendió a un Lasombra por una deuda.
La cartaPalacete Arista,
Refugio de Katja
Aesir, Sven y Katja
se encontraban reunidos en el palacete Arista. Por dentro parecía una
escombrera, efectos secundarios de la hechicería Koldúnica de la Tzimisce.
Aesir no reconoció el
nuevo aspecto de Katja. Parecía una vieja bruja octogenaria, con las uñas
afiladas y mirada penetrante. Katja reunió a todos para invitarles a una
presentación de un nuevo cainita Capadocio, que al parecer acababa de llegar a
la ciudad, su nombre Vinzenzo Giovanni.
Katja les puso al
corriente de los recientes movimientos de la perra de su rival, Danielis de
Patras. Por eso preguntó por la biblioteca del difunto Capadocio llamado Adam,
en ella debía estar el diario que quería Danielis y Katja desea conseguir.
Aesir recordó a sus compañeros que Adam fue diabolizado de la forma más cruenta
y despreciable posible, poco antes de que alguien arrasara la capilla Tremere
quemándola hasta los cimientos, con él dentro. Suerte que Aesir pudo escapar,
aunque la visión del crimen de la caníbal Nosferatu no se le irá de la cabeza
en mucho tiempo.
La conversación les
lleva a hablar sobre su inestable situación. Katja está cansada de no tener un
lugar digno en el entramado político de Jerusalén. Sven no tiene nada que
aportar a este supuesto, mientras que Aesir tiene claro que es apenas un
neonato recién liberado y sus aspiraciones son menores que las de la hechicera
Tzimisce.
Finalmente Katja
enseña la invitación del Capadocio Giovanni y ella quiere extender a los dos presentes.
Al parecer la presentación será en una mansión de construcción italiana situada
en el barrio judío.
Justicia Giovanni
Aesir y Katja hablan
por el camino de cómo defender los refugios y el hechicero le dice a la bruja
que tiene formas de hacerlo, con rituales taumatúrgicos. Ambos concluyen que no
sería tan difícil traducirlos a magia Koldúnica o incluso aprender Taumaturgia,
un pecado mortal para cualquier Tremere. Quizás en un futuro no muy lejano
puedan intercambiar conocimientos arcanos que puedan beneficiarlos a ambos.
Sven los escucha caminando a su lado, pero no entiende nada, hablan en otro
idioma para él.
G de Giovanni |
El jardín a la suave
luz de la luna era un oscuro poema, causaba temor al mismo tiempo que calma
infinita. En el sendero de piedras serpenteante se encontraba Bianca, sirvienta
de su anfitrión. Era una mujer fría y distante, muy observadora, que con pocas
palabras guio a los personajes hacia el interior de la espaciosa mansión.
Ostentosamente imponente, derrochando estilo y con estructuras de calidad, así
era el refugio de Don Vinzenzo Giovanni. A su paso dejaban atrás obras de
incalculable valor y una delicada
decoración de estilo veneciano.
Al fin llegaron a su
destino: un salón comedor con una enorme mesa rectangular, preparada al detalle
para cuatro comensales. En cada una de las esquinas, un criado y de fondo se
escucha a los músicos amenizar la velada desde un foso cercano.
Mansión Giovanni |
Un criado
impecablemente vestido porta una bandeja de plata pulida y sobre ella cuatro
copas de cristal y una tinaja con vino decantado.
–Permítanme decirles que la cosecha de este año ha sido
excelente –dice
el criado sirviéndoles una copa a cada uno y dejando la cuarta servida en el
lugar libre que preside la mesa– el Don,
vendrá pronto.
El sabor del denso
brebaje es intenso y especial, es sangre pero mezclada con vino, y de una forma
que no causa nauseas a los cainitas al probarlo, como sucedería si fuera vino
corriente. Su elaboración es enigmática y el aroma de la uva fermentada choca
con su excelente sabor. Nunca han probado nada igual, acentúa la experiencia de
alimentarse de Vitae, que ya de por sí, es algo increíblemente placentero.
Entra Don Vinzenzo
Giovanni, el anfitrión de esta intima velada. Su apariencia es la de un oscuro
noble mediterráneo. Su capa negra de la mejor calidad y su espadón ricamente
forjado, dan detalle a un vástago pálido, con los rasgos finos y el cabello
largo y rubio. Su porte es claramente superior y en su actitud hay soberbia y
poderío.
El Giovanni hace una reverencia a sus
invitados y se presenta formalmente:
–Gracias por acudir a mi invitación –dice Vinzenzo en tono
agradable– soy Vinzenzo Giovanni,
chiquillo de Amborgino Giovanni, del clan Capadocio.
–Soy Katja Janosz, Tzimisce –dice Katja mientras
Aesir toma asiento en la única silla libre, frente a la Tzimisce.
–Un placer señora… o señorita –dice Vinzenzo
haciendo una reverencia.
–Sven, Brujah –dice Sven.
–Brujah, como Celine –responde Vinzenzo.
–Celine es mi Sire y le manda saludos –añade Sven ante la
aprobación de Vinzenzo que hace un ligero gesto bajando la cabeza y cerrando
los ojos sonriente.
Todos los presentes
miran a Aesir, que permanece en silencio. Katja rompe el incomodo momento:
–Este es Aesir… el misterioso –dice Katja.
–¿Clan? –pregunta Vinzenzo dirigiéndose a Aesir.
–Solo Aesir –sentencia el hechicero no queriendo dar más
detalles al respecto.
El inicio de la
conversación gira en torno al clan Giovanni y Aesir explica sabiamente que son
nigromantes y mercaderes de éxito. Este tema les lleva a los mercaderes de
Jerusalén y salen a la palestra un par de nombres, Yusuf el Brujah y Varsik el
Ravnos. Pero toda esta introducción les lleva al verdadero asunto por el que
Vinzenzo está aquí: el mortal incidente con el clan Capadocio.
–Buscamos la biblioteca de Adam, Capadocio, de tu clan,
de aquí de Jerusalén –dice Katja.
–¡Qué casualidad… ! –añade Vinzenzo– estoy aquí por Adam.
–Está muerto –sentencia Aesir bebiendo un sorbo del vino de
sangre y saboreando el exquisito elixir.
–¿Es de su gusto el vino? –pregunta el Giovanni
a Aesir.
–¿Filandro? –pregunta Aesir saboreando.
–Eneldo –responde Vinzenzo sonriente.
–¿Puedo preguntar cuál es su procedencia? –pregunta Aesir
mirando a su anfitrión a los ojos.
–Cosecha traicionera –responde Vinzenzo cerrando ligeramente
los ojos y apurando su copa.
Sven no quita ojo a
las bandejas de plata que portan los criados, no le gustaría tocar una de
ellas, es tremendamente alérgico a ese jodido metal.
–Katja, y allegados, os he reunido aquí –explica Vinzenzo en
tono elevado– por vuestra cercanía con
Adam, el Capadocio asesinado. Este crimen no puede quedar impune. Mi poderoso
Sire ha dispuesto para que yo medie en este caso. Digamos que a los Capadocio
no se les caracteriza por ser un clan de vampiros muy activos, así que para eso
estamos nosotros los Giovanni, una familia invitada al seno del clan de la
muerte para ayudar en esta delicada situación. Es para mí de vital importancia
desvelar el misterio de su muerte.
Aesir mira a Katja
esperando su reacción que de momento es expectante ante el enigmático
veneciano.
–Estoy dispuesto a deberles un favor por esta información
–dice
Vinzenzo sirviendo más vino en su copa.
–Adam era aliado de mi chiquillo Vadjanosz –dice Katja con
cierto dolor en su rostro– Yo respeto su
relación. Ahora ambos están muertos por causas que escapan a nuestro control.
–No acuso a nadie… –aclara Vinzenzo.
–Las circunstancias de la muerte de Adam fueron
vergonzosas y aberrantes –dice Aesir verdaderamente dolido– pero la culpable está muerta.
–Estamos hablando de Adam, chiquillo de Abraham, alguien
tan viejo como el tiempo, e igual de poderoso –dice Vinzenzo– alguien tiene que pagar…
–Adam fue diabolizado por una hija de puta –dice Aesir con rabia
contenida.
–¿Como y quien fue la culpable? –pregunta Vinzenzo muy
interesado en la respuesta.
–Se llamaba Salma –cuenta Aesir con cierta dificultad– era una neonata Nosferatu que había servido
a un Assamita cuando fue humana. Era una asesina entrenada y por esto no le
costó nada diabolizar a Adam, un estudioso y no un guerrero. Fue recién
abrazada por Hannah, una inconsciente Nosferatu que quería ampliar el clan a
toda costa. Salma se escapo de nuestro cautiverio y acabó matando a Adam en la
capilla Tremere antes de que esta ardiera conmigo dentro… yo vi como terminó el
Amaranto, momento en el que absorbía el alma y la esencia de Adam. Solo sé que
Adam no pudo defenderse… y que el acto de canibalismo fue cobarde y de un
ultraje máximo. Yo tampoco pude hacer nada para evitarlo, me hubiera gustado
hacerlo.
–Me da pena por el… –dice Vinzenzo conmovido– ¿y su asesina?
–Fue un asunto muy turbio –continua Aesir– Salma fue ajusticiada, desmembrada sin
perdón alguno por su Señor Nosferatu. Su Sire, Hannah, también fue castigada
por su familia…
–¿Cómo fue
castigada? –pregunta
Vinzenzo– ¡fue culpable de la diablerie
de un antiguo!
–No lo sabemos –responde Aesir– solo sabemos que no quisieron decir que iban a hacer con ella, pero
seguro que fue un castigo a la altura, a juzgar por la cara del Sire de Hannah,
Ephraim, cuando le preguntamos por ello.
–No me parece suficiente –dice Vinzenzo
increpado– Hannah debe pagar por la
muerte de Adam ¡y los Nosferatu no pueden protegerla!
–Suerte señor –dice Aesir en tono sarcástico.
–Quizás no sea tan buena idea llegar al fondo del asunto –dice Katja
dirigiéndose al veneciano– es un tema de Nosferatu, donde la culpable ya
está muerta. Hannah, su Sire, no la había reclamado, así que está en duda que
fuera su Sire solo por abrazarla sin permiso… pero lo que sí sabemos es que fue
castigada por los Nosferatu. A mi juicio, no hay nada más que hacer.
–Yo la podía haber matado –dice Aesir– incluso me lo
pidió de rodillas, pero dejarla con vida, después de lo que había acontecido
con la prole desbocada que había creado sin permiso… los remordimientos y la
culpa eterna es el peor de los castigos, la muerte solo hubiera sido un alivio
para ella, no la merecía.
–Pero nosotros somos los responsables de nuestros
hermanos –dice
Vinzenzo no conforme– hay otras formas de
castigar ese agravio…
–No sé cuánto tiempo llevas en Jerusalén… –dice Aesir.
–Una noche –responde Vinzenzo.
–Aquí hay cosas que no se han de molestar –continúa Aesir con
cierta intensidad en sus palabras– y una
de ellas es: ¡Kothar el Profeta!
–Nosotros tenemos a Abraham –dice Vinzenzo– que es tan viejo y poderoso como Kothar… y
a Varsik, el Ravnos, antiguo influyente en el comercio de toda Tierra Santa… yo
voy de parte de la familia, ¡deben darme explicaciones!
–Recibió su castigo –dice Katja– apropiado o no, no nos han pedido consejo al respecto. No podemos
pedirles responsabilidades ni reclamar nada ya. A mi parecer Kothar ha actuado
apropiadamente y no creo que haya poderes similares al del anciano Nosferatu.
Poco podemos discutir… ni tampoco en su momento pudimos, aunque no nos gustara
su decisión… yo me quedé con ganas de crucificar a los ghoules de mi chiquillo,
Drazen y Goran, a los que también abrazaron y se acabaron quedando en su
colonia de Hinnom, como Nosferatu.
–Debería ir a ver qué ha ocurrido para satisfacer a mis
antiguos. –Dice
Vinzenzo.
–No te lo aconsejo –dice Katja– la culpable ya ha pagado y su Sire también.
–Me habéis dado más información aquí en esta velada, de
la que podía haber descubierto en todo un año de investigación –dice Vinzenzo
dirigiéndose a los presentes– ¿Qué pago
queréis por ello? ¿Qué puedo hacer por vosotros?
–No es necesario pago alguno –responde Katja– como te he dicho Adam era aliado de mi
chiquillo. Me siento en deuda por su muerte, así que estoy gustosa de haberte
informado. Solamente me gustaría tener acceso a la biblioteca de Adam, petición
que extendería a quien pertenezca ahora…
–Puedo ser yo… –dice Vinzenzo pensativo acariciándose la
barbilla y mirando a la lámpara de araña.
–¿Que buscáis? –pregunta Vinzenzo.
–Un diario, no sé exactamente su contenido –responde Katja.
–¿Para quién? –pregunta de nuevo un curioso Vinzenzo.
–Danielis de Patras –responde Katja apretando los dientes.
–La conozco, es de nuestra quinta y poder –dice Vinzenzo.
–¿Vas a dejarnos leerlo antes de dárselo? –pregunta Aesir sin
recibir respuesta de Katja.
–Se me ocurre algo –dice Vinzenzo sonriendo– os propongo lo siguiente: Si puedo
conseguir ese diario, vosotros podéis decirle a Danielis que yo lo tengo y que
debería negociar conmigo para conseguirlo. Todos ganaríamos.
–Creo que sería mejor ir a las claras –dice Katja– puede que ese diario solo tenga para ella
un valor sentimental y no sea algo valioso por lo que negociar.
–Igualmente podemos fijar un precio –rebate Vinzenzo.
–Hablando de precio –dice Aesir aprovechando– si quieres saldar tu deuda con nosotros…
ando buscando un ghoul…
–El favor es para todos, en conjunto, no un favor para
cada uno –puntualiza
Vinzenzo ante el sagaz hechicero.
–¿El favor de un Giovanni por un ghoul? –pregunta Katja
mirando a Aesir.
–Te voy a dar yo un consejo gratis –dice Aesir viendo
truncada su estrategia de conseguir tajada–
si vas a Hinnom, no volverás con vida.
–Ese Ephraim, Sire de Hannah –dice Vinzenzo– ¿quizás es más accesible?
El final de la
conversación se centra en el dinero, el poder y la codicia, enlazado con la
rival de Katja, Danielis de Patras.
Aesir le insinúa a
Vinzenzo que puede crear oro con su magia, pero resta importancia a tal
argucia. El Giovanni sin embargo le deja claro que el oro es lo que mueve el
mundo y que podría ser muy provechoso en las manos adecuadas.
Mientras los cuatro
vampiros se encuentran enfrascados en su apasionante conversación, Bianca, la
ghoul de Vinzenzo se acerca a este con sumo cuidado y en voz baja, al oído, le
alerta de que un mercader se encuentra en la puerta de la mansión preguntando
por los invitados. El Giovanni se excusa de sus invitados y se dirige a
recibirle personalmente.
Las palabras de YusufYusuf, Brujah
El mercader de tez
oscura y ropajes característicos de los musulmanes, tiene una charla en privado
con Don Vinzenzo en la que pregunta por sus invitados. El Giovanni se siente
ultrajado por semejante ruptura de etiqueta y pregunta quien desea con tanta
urgencia verse con sus invitados. El mercader viene enviado por Yusuf, del clan
Brujah. Vinzenzo hace tragar saliva al mercader y le pide un lugar y una hora
de encuentro. Yusuf se lo da: el estanque de Ezequías esta misma media noche.
Don Vinzenzo vuelve a
la velada y les informa a sus invitados lo ocurrido. Estos le explican su
turbulenta relación con Yusuf, el Brujah. Fue él quien, en nombre de un
misterioso señor desconocido, pidió a los personajes que encontraran para él
una serie de ghoules huérfanos de señor. Si lo hacían tendrían el favor de un
poderoso señor Brujah. Todo salió mal porque estos ghoules fueron abrazados sin
permiso por la Nosferatu llamada Hannah y esta historia enlaza con la que
acaban de contar a Vinzenzo esta misma noche, ya que Yusuf fue quien les metió
en semejante lio. Como todo salió mal, se enfadó con los personajes
amenazándolos con enemistarse con su señor por haber fracasado tan
estrepitosamente en su cometido. Por lo que las relaciones con el mercader
Brujah no se encuentran en el mejor de los estados.
Los tres vampiros
deciden ir a la reunión y Vinzenzo, con su permiso, decide acompañarles, seguro
que puede sacar algo jugoso de todo esto.
Estanque de Ezequias (Barrio Cristiano) |
Descendiendo apresuradamente
por una de las calzadas aparece Yusuf. Es claramente un mercader musulmán de linaje
persa de baja estatura, entrado en carnes. Luce anillos y otros adornos que
indican su posición dentro de la comunidad de mercaderes. Por lo que le conocen
los personajes se muestra locuaz entre aquellos que pueden serle útiles. Su
natural hospitalidad le ha hecho ganar la confianza de muchos contactos.
–Buenas noches Vástagos –dice Yusuf haciendo
una reverencia ante los presentes y presentándose a Vinzenzo que no lo conoce– Mi Sire os dará una oportunidad de
enmendar vuestros fracasos en la empresa que intentasteis hacer para él. Mi
señor pide que para ello invitéis y traigáis con vosotros a Jeanette D´Avignon,
la Malkavian. Quizás eso pueda calmar su ira a propósito de vuestra pifia con
el asunto de los ghoules abrazados Nosferatu… No voy a engañaros, no creo ni
una palabra de esa lunática de Jeanette. Es evidente que todo lo que larga son
paparruchas… pero mi opinión no es relevante, tengo órdenes que cumplir y a
vosotros os interesa agraciaros con mi señor.
–Tus poco veladas amenazas tendrían más efecto si
supiéramos a quien respetar, tu señor… Sire… –responde Katja
tomando la iniciativa.
–Tendréis el placer de conocerle en persona si aceptáis
su generosa invitación –responde Yusuf sonriendo ampliamente.
–La muerte del Antiguo Capadocio Adam –dice Vinzenzo con
tono amenazante– fue iniciada por un mero
comercio de ghoules…
–Reducir una tragedia tal a un paralelismo como ese, no
es justo Vinzenzo –responde
Katja defendiendo al Brujah del ataque dialectico del Giovanni.
–Si no hubiera comenzado ese mercadeo, Adam seguiría con
vida –dice
Vinzenzo a Katja subiendo un todo su voz.
La discusión entre
ambos hace que disten de opinión y Yusuf rompe la tensión entre ellos tomando
la palabra.
–Mi señor quiere conocer a Jeanette. Traedla y esto os
hará enmendar vuestro agravio. –Reafirma Yusuf.
–No sé quien es tu señor, así que no se dé quien estoy
enemistado –dice
Aesir intentando sacarle el nombre.
–No es vuestro enemigo –dice Yusuf– no os gustaría serlo… no sé si he dicho que
es el Brujah más poderoso y viejo de Tierra Santa…
–No sé porque te pones a la defensiva –justifica Aesir– nosotros no hicimos nada malo, simplemente
hubo factores ajenos a nosotros que no nos permitieron cumplir, y lo sabes bien.
Vinzenzo utiliza su
empatía para sentir si Yusuf realmente siente lo que dice o por el contrario
está de farol y simplemente quiere arreglar el desaguisado, quedando bien ante
su señor. Y efectivamente está de farol, parece que no está siendo sincero
sobre el enfado de su señor. El Giovanni está cansado de escuchar a mercaderes
embusteros y vende-biblias en Venecia y ha calado rápidamente a Yusuf, tras su
charlatanería y arrogancia hay miedo y responsabilidad, quizás lealtad extrema,
mal orientada.
–Señor Yusuf –dice Vinzenzo dejando descolocado al mercader
Brujah– creo que ha habido un
malentendido. Quizás podamos ayudar a su señor si tenemos cierto incentivo.
Digamos que queremos mejorar nuestro estatus, y aceptamos su encargo… en ese
caso ¿su poderoso señor podría darnos una recomendación?
–Ciertamente –dice Yusuf agradado por las palabras del
veneciano– veo que comenzamos a hablar el
mismo idioma, no por nada los Giovanni tenéis cierta reputación de granes
mercaderes en Venecia. Ahora solo tienes que explicárselo a tus compañeros para
que lo vean tan claro como vos.
–Sven –dice Vinzenzo dirigiéndose al Brujah varego– creo que como Brujah seguro que te interesa
conocer a su señor.
–Si –responde tajantemente el vikingo.
–Los pecados del chiquillo no debería pagarlos el Sire –dice Katja en tono
enigmático dirigiéndose a Yusuf.
–Os
dejaré que lo discutáis en la intimidad, durante unos minutos, para que
decidáis quienes vais y volveré para llevaros ante mi señor –dice Yusuf alejándose
y perdiéndose entre las callejuelas del barrio cristiano.
Los cuatro vampiros
se quedan discutiendo, en voz baja, alrededor del estanque para ver qué decisión
poder adoptar ante tal disyuntiva.
–¿Y si la mata? –pregunta Aesir sin cortarse ni media.
–Nos vamos –responde Vinzenzo sin ningún tipo de
escrúpulo ni conciencia.
–Me da igual si la mata. Y si se mente con nosotros,
entonces seré yo quien le cortaré la cabeza. –Dice Katja sin
despeinarse.
–Las tradiciones dicen que no se puede matar vampiros. –Dice Aesir.
–A no ser que ocurra en tu dominio, Katja –dice Vinzenzo acariciándose
la barbilla suavemente y mirando a la Tzimisce– en ese caso, es tu dominio y tienes derecho a matar a quien te
amenace en el, eso también lo dicen las Tradiciones.
–No es mi dominio, lo he reclamado y nadie me lo ha
revocado… –apunta
Katja.
El Giovanni y la
Tzimisce hablan sobre el palacete Arista, actual dominio y refugio de Katja y
esta le dice que requiere una reforma urgente, pero no dispone de recursos, ni
de personal para poder afrontarla. Vinzenzo se ofrece a ayudarla con sus
recursos en pro del beneficio de su futura relación.
–Creo que nos toca elegir –continua Katja– yo veo más posibilidades de beneficio que
de perjuicio.
Al final deciden por
unanimidad que será lo mejor acudir al encuentro con el señor Brujah de Yusuf.
Yusuf regresa, acoge
la noticia con gran alegría y les agradece a los personajes su acertada
decisión. Quedarán mañana a media noche ante la cúpula de la Roca y vendrán con
Jeanette. Así lo acuerdan, Vinzenzo y Yusuf se dan la mano cerrando el trato
con una amplia sonrisa del Brujah y una mirada cómplice del Giovanni.
El encuentro con la
madre
La noche siguiente,
tras hacer tiempo para cuadrar bien la cita con Yusuf, Katja propone ir a
buscar a Jeanette, y todos los demás Vástagos la acompañan. Vinzenzo decide ir
también, ha encajado perfectamente en el grupo y desde fuera parecería uno más
de ellos.
Caminan por el barrio
musulmán y se encuentran en el último lugar donde la vieron, hace solo unas
noches. Jeanette está pletórica de felicidad. La zíngara baila y da piruetas
encaminándose hacia el grupo de vampiros. Una vez ante ellos abraza a Katia
fuertemente, la Tzimisce apenas corresponde su abrazo pero no se siente
incómoda. La Malkavian tiene su muñeca abrazada como si de verdad se tratase de
una niña de carne y hueso.
Jeanette D´Avignon, Malkavian |
Por el camino a la
cúpula de la Roca, donde han quedado con Yusuf, Katja le cuenta el encuentro
que tuvieron con el padre Rustucci, Lasombra del barrio cristiano, y la
animadversión que tiene hacia Jeanette. A la Malkavian le trae bastante sin
cuidado, mientras pueda estar con su hija, el resto le da bastante igual.
Encuentro con Azif
Se encuentran en el
Monte del Templo, uno de los lugares más sagrados de Jerusalén. En él se
encuentra, la Cúpula de la Roca, el Muro de las Lamentaciones y la iglesia del
Santo Sepulcro.
Todos los vástagos
presentes deben pasar una prueba de coraje ante la fe, y todos ellos responden
con valentía controlando sus instintos de supervivencia, que les alertan para
que huyan despavoridos del lugar.
Mezquita de Al-Aqsa, La Cúpula de la Roca |
La cúpula se eleva a
32 metros y se extiende 18 metros sobre la Roca del Templo, la piedra desde la
cual el Profeta Jesucristo ascendió al Cielo, el llamado: Viaje Nocturno del
Profeta. La Mezquita fue edificada alrededor de esta sagrada Roca.
Yusuf se encuentra
esperándoles y sonríe al ver a Jeanette. Les saluda a todos alegremente y les
conduce a un oscuro y amplio almacén donde se encontrarán con su señor Azif.
Se encuentran en un
almacén de especias y el olor inunda la estancia. Los sacos con especias de
toda la región llenan el lugar de una forma ordenada.
Yusuf les guía hasta
una pequeña oficina, donde se organizará la gestión del almacén y en ella hay
un peculiar hombre que se levanta al verlos y se presenta como Azif, matusalén
de cuarta generación del clan Brujah.
Todos los presentes
se quedan boquiabiertos al escuchar su generación… ¿chiquillo del primero de
los Brujah? No puede ser… y si lo es, la ciudad Eterna, Jerusalén, puede ser el
lugar donde un Matusalén descase, así que no es tan descabellado…
Azif, Matusalén Brujah |
Todos se presentan
como lo hacen habitualmente. El Brujah mira a Jeanette y agradece a los personajes
su gesto y da por olvidado lo acontecido con los ghoules. Están en paz.
Interesado y asombrado por Jeanette le pregunta por su profecía para liberarse
de la maldición cainita.
Ella se lo cuenta
entusiasmada y en ese momento, la Malkavian pone los ojos en blanco y
arrodillada.
Tiene una visión que
la hace llorar. Azif, la abraza y limpia con cuidado sus lágrimas de sangre. La
mira como quien ve a un hacedor de milagros. Azif parece encariñado de Jeanette
y claramente la toma en serio. Parece que han hecho buenas migas. El Brujah
promete ayudar a la Malkavian y a su hija a ser humanas.
–Mi Sire me encargó una misión –dice Sven
interrumpiendo la conexión entre el anciano Brujah y la Malkavian– me dijo que dos viejos Brujah estaban
enemistados y debía ayudarles a alcanzar la paz ¿Cuál es tu punto de vista
sobre esto?
–¿Paz entre cruzados y musulmanes? –pregunta Azif sin
esperar respuesta– Soy firmemente
anticristiano y musulmán acérrimamente militante. La promesa de erradicar a los
infieles arde oscura en mi espíritu. Deberías preguntar a la otra parte y
preguntarle si realmente quiere la paz…
–¿Como se llama la otra parte? –pregunta Sven.
–Bonifacio –responde con desprecio Azif.
–Hablaré con el –dice Sven.
Azif, como si ver a
Jeanette le diera la vida, la mira y se le cambia la cara amarga que se le
había quedado al hablar de Bonifacio. Ambos, la Malkavian y el anciano Brujah,
se han caído bien y parece que conectan a la perfección.
Yusuf entiende las
señales de su señor y conduce a los personajes fuera del almacén, dejándole a
solas con Jeanette.
–¿No creeréis a una loca como Jeanette verdad? ¿Convertirse en humano después de haber muerto y ser un vampiro? –pregunta
con cierto descontento– Os pido por favor que alejéis a esa lunática
de mi Señor, no quiero que le llene la cabeza de historias inventadas que le
den falsas esperanzas, la maldición cainita no se cura. Y la necesidad de creer
de mi Sire es algo que le hace especialmente vulnerable a la palabrería de la
Malkavian.
–Según me habéis contado, la visión de Jeanette es su
muerte –dice
Aesir– ¿no os habéis dado cuenta? El
calor del sol en sus caras es la descripción de su muerte definitiva.
–Sí, la verdad es que sonaba a su muerte –reitera Katja que
escucho la profecía a viva voz– pero la
profecía no habla de Azif…
–¿Y eso de que Azif es un cuarta generación? –dice Vinzenzo mirando
a Yusuf– es tu Sire… por lo cual tu eres
un quinta… ¿me equivoco?
–No lo soy… pero si, él es mi Sire –dice Yusuf zanjando
el asunto. Seguro que hay alguna explicación para que Azif sea de esa
generación, puede haber diabolizado… ¿pero a alguien de cuarta generación? Todo
en esta historia es tremendamente elevado y poderoso. Muy por encima de las
compañías que frecuentan los presentes.
–Os pido que hagáis entrar en razón a Jeanette –dice Yusuf– alejadla de mi Sire, no será bueno para
nadie, os lo aseguro… vosotros podéis convencerla.
–Hablaremos con ella –dice Aesir mirando al Brujah.
–Si lo conseguís, tendréis mi favor eterno –asegura Yusuf.
–Y de enemigo a tu Sire… –apunta Vinzenzo.
–No –eso no ocurrirá– se
olvidará y se centrará en otros asuntos más vitales para la propia Jerusalén.
–Hablaremos de negocios Yusuf –dice Vinzenzo
convencido de que el Brujah dice la verdad.
¿Vamos donde Rustucci?
–Se me ocurre como podíamos saber dónde encontrar a
Bonifacio –dice
Katja– por lo que se deduce del odio de
Azif, es un cruzado o alguien afín al cristianismo ¿verdad? Conocemos a alguien
que encaja en esa facción y seguramente sepa dónde está: el padre Paliuro
Rustucci, Lasombra. Yo no tuve muy buena conexión con él la ultima vez –dice
mirando a Aesir.
–Yo no estoy interesado en conocerle –responde el
hechicero mirando a Sven.
–Yo… –dice Sven– la
última vez que lo intenté, mis miedos internos me hicieron huir de su dominio,
debería superarlos ¿me acompañarías? –pregunta el vikingo dirigiéndose a
Vinzenzo Giovanni.
–No quiero presentarme sin más donde él –responde Vinzenzo.
–Puedes aprovechar para tratar con él tus asuntos y
negocios, y de paso preguntar por Bonifacio –dice Katja.
–Eso me gusta más –añade Vinzenzo.
–Horus, ve a por una botella de vino especial para
regalarle al padre Paliuro –susurra Vinzenzo al viento, a la nada…
Nadie entiende muy
bien a quien habla el Giovanni, pero pueden especular que no está dirigiéndose
a nadie de este mundo.
–Sven, puedes superar tus miedos y acompañar a Vinzenzo –dice Katja– sería algo apropiado que un comerciante
adinerado lleve un buen guardaespaldas, y nada mejor que un Vikingo Brujah para
el trabajo.
–Sven, aprovecha para fijarte en su espejo –dice Aesir– ese en el que se refleja, aun siendo
Lasombra. Fíjate si tiene runas, marcas o algo peculiar.
Sven asiente
pensativo.
Bianca, ghoul de
Vinzenzo, viene unos minutos después con un pequeño cofre para regalo donde hay
una botella de su vino especial.
–Gracias Bianca –dice amablemente Vinzenzo a su ghoul
recogiendo el cofre– necesito algo más de ti. Deberás buscar el refugio de
Abraham y preguntar por la señora Pods. Ella deberá pedirle a su domitor un
manuscrito en griego, posiblemente un diario, tiene que ver con una Toreador
griega. Es todo lo que se.
La sirvienta asiente
con la cabeza y silenciosa desaparece en las sombras para cumplir su cometido.
Vinzenzo y Sven se
dirigen al Santo Sepulcro, lugar donde se podrán encontrar con el nombrado
Lasombra, por lo que dicen viejo Príncipe de Jerusalén.
Aesir y Katja, los
hechiceros del grupo, deciden ir a hacer una visita a Abraham, el anciano
Capadocio, quizás puedan encontrar el manuscrito que la Tzimisce necesita.
Siguen la vía
dolorosa, que fue la ruta que Jesucristo hizo a través de Jerusalén en su
camino desde el pretorio hasta el lugar de su crucifixión en el monte Calvario.
Esta vía también es
famosa como el tramo principal de las calles para vendedores de cualquier
producto imaginable. Desde lo mundano hasta lo arcano, hay muy poco que no se
pueda comprar si sabes con quien hablar.
La mayor parte de la mercancía vendida en el “Mercado Nocturno” es
robada o ilegal. Los vendedores de esta área no necesitan bazar para pregonar
sus productos. Son sombrías figuras en lóbregos rincones.
Aquí es donde Sven ha
encargado sus fundas, pero aun no las tiene listas, así que no se molesta ni en
saludar.
La vía va a dar a la
iglesia del Santo Sepulcro, que ha sido levantada y destruida varias veces. Su
última reconstrucción casi rivaliza en extensión y grandeza con el Monte del
Templo.
Los monjes que allí
moran los pillan husmeando y los llevan ante el Padre Paliuro Rustucci, que se
encuentra en una modesta iglesia situada
frente a la iglesia del Santo Sepulcro.
La fe que se destila
en el aire de este lugar no es ni de lejos la que puede haber en el Santo
Sepulcro, ambos Vampiros se sienten incómodos pero ambos mantienen el tipo sin
huir del lugar, como sus impulsos primarios les aconsejan.
Sven, la ultima vez no fue capaz de cruzar el umbral de la puerta que les adentraba en la iglesia y huyo como alma que lleva el diablo, en dirección contraria a este Sagrado lugar. El Terror se adueño de sus actos y no pudo pensar con claridad hasta que no dejase de sentir la guadaña de la muerte sobre su gaznate. Pero esta vez su coraje hace acto de presencia y le ayuda a superar su miedo, apretando los dientes, los puños y haciendo un gasto desmesurado de fuerza de voluntad.
Padre Paliuro Rustucci, Antiguo Lasombra |
Las sombras envuelven
todo y el padre Paliuro se presenta:
–Buenas noches Vástagos –dice el padre– soy Paliuro Rustucci, Antiguo Lasombra
¿Quién sois y porque venís a mi dominio?
–Soy Don Vinzenzo Giovanni, del clan Capadocio –dice Vinzenzo sacando
el pequeño sarcófago bajo su capa y acercándoselo a Rustucci.
El Lasombra lo coge y
sonriendo lo abre, saca una esbelta botella de vino y agradece el detalle.
–Soy Sven, del clan Brujah –dice Sven rompiendo
la etiqueta descaradamente mientras Rustucci ve el regalo.
Rustucci cambia un
poco el rictus mirando a Sven y se sienta en su sillón de madera labrada.
–¿Y bien? –pregunta el Lasombra mirando a Vinzenzo y
sonriendo de nuevo.
–Acabo de llegar a Jerusalén –dice Vinzenzo
haciendo una reverencia– tengo un dominio
en el barrio judío y quería presentarme a vos para prestarle mis respetos.
–Veo por vuestra vestimenta que sois de Venetto –dice Paliuro– italiano. Cristiano y hombre de Dios...
–Así es –dice Vinzenzo haciendo sonreír una vez más al
lúgubre hombre de fe.
–Nada más llegar por azares del destino he conocido a dos
Brujah musulmanes mercaderes, Yusuf y su Sire Azif, ¡Matusalén de cuarta
generación! –dice
Vinzenzo para ver si realmente esto es así–
y me gustaría saber más de ellos…
–Azif es un hereje diabolista. ¡Enemigo de Dios y de la
Cristiandad! –dice
Paliuro enervado, reservando su cólera y levantándose como con un resorte.
–Tranquilo padre Rustucci –dice Vinzenzo– estamos en el mismo barco…
–Te escucho –dice el Lasombra sentándose y calmándose.
–Hay una Malkavian que está teniendo visiones proféticas…
–dice
Vinzenzo.
–¡Es una maldita pagana y embustera! –interrumpe Rustucci
volviéndose a enfadar y deduciendo de quien habla Vinzenzo.
–Azif no lo cree así –dice Vinzenzo– se cree las palabras de la lunática. Cree que en esta zona del Santo
Sepulcro puede haber algo peligroso e incontrolable…
–Ya he tomado cartas en el asunto –dice Rustucci muy
serio.
–El chiquillo de Azif, Yusuf, no se cree a la Malkavian –dice Vinzenzo ahora
que tiene la total atención del Lasombra– y
quizás que la lunática desaparezca pueda ser la opción más viable ya que Yusuf
quiere que lo haga. Sería un plan maestro ya que Yusuf realmente tiene razones
para hacerla desaparecer… ¿me explico?
–Agradezco tus ideas, joven Giovanni –responde Paliuro– Yo y los míos ya estamos en ello. No
necesitamos ayuda.
–Como humilde mercader veneciano, he tenido contacto con
Yusuf –dice
Vinzenzo– y al averiguar esto, solo
quería ponérselo en conocimiento. Entiendo que Bonifacio está en su bando, entre
“los suyos”… me gustaría conocerle por otros intereses…
–Bonifacio tiene buen fondo, pero siempre le ha faltado
contundencia. Su desmedida caridad es su clara debilidad. –Dice Paliuro no muy
de acuerdo con las palabras del Giovanni.
–Pero quien perjudique a Bonifacio, indirectamente,
perjudicará a la cruzada –dice Vinzenzo dándose cuenta que hay facciones dentro de
las facciones y que no todo es blanco o negro.
–Sus hospitales atienden por igual a enfermos con alma y
sin ella –dice
Paliuro con rabia– ten mucho cuidado con
Bonifacio, no te dejes influir por su humanidad, hay quien diría que se ha
vendido al Turco.
–Mi colega Sven, aquí presente, tiene un asunto que
tratar con ellos, temas Brujah –dice Vinzenzo mirando al vikingo que hace
tiempo que se aburre de la conversación con el Lasombra.
Sven no está
escuchando y mira con mucha atención el espejo que hay en la pared. Claramente
se ve el reflejo del Lasombra, algo que no es posible a todas luces… se fija en
lo que Aesir le ha dicho y efectivamente ve unas sutiles runas “escritas” en el
marco del espejo. Son casi imperceptibles y se confunden con las filigranas
labradas, hechas para ser disimuladas con el elaborado marco.
–¿Dónde podemos encontrar a Bonifacio? –pregunta Vinzenzo
desviando la atención del Lasombra sobre el absorto Sven que mira el espejo sin
disimulo alguno.
–Podéis encontrarlo en el hospital al–Bimaristan
al–Salahi, aquí en el barrio cristiano. –Dice Paliuro.
Los tres vampiros se
despiden cordialmente y Paliuro se queda ojeando la etiqueta de la botella de
vino, seguro que encuentra algo que festejar para abrir la botella.
Sven y Vinzenzo salen
satisfechos del encuentro, no ha sido para tanto y ya tienen la próxima pista.
Entre calaveras
Mientras tanto Aesir
y Katja buscan la manera de contactar con el anciano Capadocio Abraham, un ser
que tiene siglos a sus espaldas y que de una u otra forma ha estado siempre
ligado a la ciudad Santa de Jerusalén.
Yehuda Ribco, Estudioso de la Torá, Ghoul de Adam |
Yehuda servía
fielmente a Adam, así que seguramente sepa dónde encontrar a Abraham, Sire de
Adam, si no está ya con él, ya que otra de las posibilidades es que ahora sea
ghoul de Abraham, y beba sangre del anciano sirviéndole igual que hacía con su
chiquillo.
Ya en el barrio judío, en uno de los viejos cementerios
hebreos, encuentran a un compungido Yehuda, arrodillado y rezando ante una
tumba sin nombre. La niebla campa a sus anchas entre las tumbas judías, todas
alineadas, frías y silenciosas.
–Yehuda, te doy el pésame por tu perdida –dice Aesir en voz
baja.
El hombre se levanta,
limpia sus ropajes a la altura de las rodillas y mira al hechicero con los ojos
enyagados de tanto llorar.
–Gracias –responde el rabino sin fuerzas.
–¿Necesitas sangre para alimentarte? –pregunta Aesir a
bocajarro.
–No, muchas gracias. Lo hará Abraham… –dice Yehuda– aunque aún no he podido decirle que su
chiquillo Adam ha muerto. Debo aceptar mi destino como mortal si él no aceptase
acogerme…
–¿Tienes miedo de su reacción? –pregunta Aesir.
–Tengo miedo por él, por su dolor, no por mí… –responde Yehuda llorando
lagrimas amargas y brillantes.
–¿Sabes dónde podemos encontrarle? –pregunta Aesir.
–Claro, seguidme –dice Yehuda un poco más recompuesto.
Guiados por el rabino se meten por una tumba vacía y caminan bajo tierra por túneles de piedra pulida. Tras varios quiebros guiados por la luz de la vela que porta Yehuda, llegan hasta un antiguo osario de otra época. Montones de huesos, calaveras apiladas, telarañas que cubren todo y humedad en cada hueco y esquina. El olor a muerte lo envuelve todo. Y al fin llegan ante una serie de nichos oscuros, que como grandes ojos negros observan a los personajes.
Todos los nichos están rellenos de rollos de papel, es
una biblioteca improvisada en un inapropiado lugar, seguramente ya nadie eche
de menos este lugar de descanso que ahora está lleno de cientos de escritos.
Montones de libros apilados en las esquinas y varios pupitres de escriba con
tinteros y plumas. La iluminación corre a cargo de varias velas desgastadas
desperdigadas por toda la fría y enorme estancia.
Es lo que queda de la
vieja biblioteca de la Torá Negra, una hermandad de la antigüedad, liderada por
un Capadocio llamado Meir que reunió a sabios de múltiples disciplinas para
fomentar la guarda de todo el saber relevante, inicialmente hebreo.
Esta biblioteca ha
sido heredada de forma informal a Abraham, Sire de Adam, que no sabe de la
muerte de su chiquillo y sigue utilizando la biblioteca de Adam, como si nada
hubiera pasado. Una peculiar biblioteca y un peculiar Vástago que allí se
encuentra: el Buscador de las Revelaciones Sagradas.
Abraham, el buscador de las Revelaciones Sagradas |
Yehuda se queda en un
segundo plano con la cabeza gacha. El silencio impera en el refugio bajo tierra
y Katja sorprende a Abraham rompiendo el hielo.
–Abraham… lamento la muerte de tu chiquillo Adam… –dice Katja ante el
atónito Capadocio– no tengo nada malo que
decir de él. Fue aliado de mi chiquillo y por lo que se, siempre hizo lo
correcto. No merecía la horrible muerte que tuvo.
–Lamento mucho la muerte de mi chiquillo… –dice Abraham con
dificultad en el habla y con los ojos enjuagados en lágrimas de sangre– le
alerte del precio que pagaría por meterse en la política cainita…
El anciano Capadocio,
se deja caer al suelo y sentado llora su falta y como transportado súbitamente
por un pensamiento queda ausente durante unos instantes.
–Conozco el dolor de perder a un chiquillo cercano, ese
vacío que deja en el corazón –dice Katja.
Abraham clava la
mirada en una ventana imaginaria y vuelve a hablar resueltamente como si
hubiera despertado de un largo sueño.
–Agradezco vuestra información, sé que no será fácil
traer estas noticias… –dice Abraham– ¿Qué
puedo hacer para ayudaros?
–Mentiríamos si no quisiéramos algo de vos –dice Aesir que hasta
ahora había permanecido en silencio.
–Conocimiento –añade Katja– queríamos evitar la pérdida de la biblioteca de Adam. Viendo que está
en buenas manos… quería pedirle algo. Una Toreador llamada Danielis me ha
pedido que encuentre un libro, para ella tiene un valor sentimental.
–Sí, mi ghoul la Señora Pods, me ha pedido, para un
hermano de clan de confianza, un manuscrito en griego, posiblemente un diario, que
presuntamente tiene que ver con una Toreador griega
–El mismo, el Capadocio es Vinzenzo Giovanni, está con
nosotros –dice
Aesir.
–La biblioteca de Adam está a vuestra disposición –dice Abraham.
–Por suerte me hice con unos hallazgos que Adam me ayudó
a conseguir –dice
Aesir sacando unos rollos doblados de su túnica– son unos textos en hebreo sacados de la mesa de Salomón original. Me
gustaría compartirlos con usted…
–¡Son auténticos! –dice Abraham boquiabierto mirándolos con
detenimiento– yo se los traduciré pero le
pediré que estos originales permanezcan en esta biblioteca.
–Perfecto. Acepto –dice Aesir sin dudarlo.
Abraham parece estar
un poco más animado ahora que tiene estos antiguos textos hebreos en sus manos
y poco después se aparta de la conversación, mascullando en voz alta.
Yehuda se acerca al
anciano Capadocio y le mira con pena y miedo. Abraham saca sus colmillos, se
muerde la muñeca y le da de beber de su sangre oscura y densa. El ghoul degusta
con placer la Vitae del Matusalén y todos sus males desaparecen por completo.
–Se de tu búsqueda milenaria de la Torá Negra y respeto
tal dedicación. Si podemos ayudarte en algo… –dice Katja mirando a
Abraham mientras se cura la herida de la muñeca lamiéndosela.
Abraham mira a los
ojos a Katja y tras unos segundos en silencio le dice:
–Ya encontré la Torá Negra hace tiempo. Solo me falta
desvelar todos sus secretos. Agradezco tu disposición.
Mientras Katja y
Abraham hablan, Aesir no pierde el tiempo y busca en la biblioteca. Es una
habilidad que no ha utilizado pocas veces. Cuando solo era un aprendiz, su
mentor le hacía buscar toda clase de textos en bibliotecas mucho más
complicadas. Así que finalmente Aesir encuentra un diario escrito en griego que
por las fechas en su interior podría ser el que buscan…
Diario antiguo |
–El Sire de Danielis regalo este diario a mi chiquillo Adam,
cuando la Vampiresa era aun una neonata… en efecto solamente contiene
información relevante para los implicados, sus historias personales están aquí.
–Es tuyo Katja. Por el apoyo de tu chiquillo al mío. Adam
te lo hubiera dado si estuviera con vida –dice Abraham mientras le ofrece el
texto a Katja, que lo coge asintiendo con la cabeza.
Katja ojea el
manuscrito. En el diario cuenta la historia de Danielis y el proceso del abrazo
con todo lujo de detalles. Explica cosas que seguramente Danielis no quiere que
nadie descubra de ellas, intimidades y asuntos personales que a nadie le
interesan. Trapos sucios y secretos que en las manos adecuadas pueden causar
mucho daño.
La noche se acerca a
su fin y Katja y Aesir se despiden de Abraham y regresan a sus refugios. Mañana
se volverán a encontrar para continuar.
Agonía Tzimisce
Cuando Katja llega a
su refugio, su fiel ghoul Rebeca está en la puerta esperando, parece que ya le
está creciendo la lengua, en un par de noches la tendrá como nueva.
La Tzimisce pregunta
por el sarcófago y Rebeca niega con la cabeza. Katja deja el diario de Danielis
en su biblioteca y tras encerrarse en una de las estancias, ella sola, comienza
a realizar los preparativos para hacer un ritual para invocar a un súcubo.
Shuul-Ar-Tarak, Súcubo |
Las llamas azules rodean a Katja y
del suelo emerge un portal redondo hacia una oscuridad iluminada con llamaradas
de fuego. El súcubo emerge de él. Es una mujer desnuda con una belleza sobrenatural. Es tan atractiva que es difícil de describir.
Mira a Katja y la hechicera le ordena:
–Soy la hechicera que te ha invocado. Soy tu ama y tú, mi vasalla. Debes obedecerme. –La súcubo la mira de reojo hasta que Katja se raja las venas y le ofrece beber su sangre. El ser bebe de ella con ansia y después le dice su nombre con la boca chorreando sangre: “Shuul-Ar-Takan”. Ahora la súcubo es juramentada por Katja y atada a la hechicera hasta que desee liberarla. Los demonios menores eslavos, como también se les llama pueden adoptar virtualmente cualquier forma. Muchos asumen la de animales normales, aunque algunos resultan verdaderamente monstruosos. En este caso Shuul-Ar-Tarak adquiere la forma de una esbelta gata negra.
–Treme el sarcófago de mi Sire Janosz. Se encuentra en un
opulento palacio griego aquí en el barrio cristiano. Te puedes quedar todas sus
almas y disfrutar con ellos antes de matarlos, todo lo que desees. Pero mañana
a la hora del crepúsculo deberás habérmelo traído.
Katja decide irse de su refugio para dormir esta noche. Sabe
que será la peor de su existencia y Rebeca la acompaña para pasar el tortuoso
día a su lado. Juntas van a las ruinas de la capilla Tremere. Se meten por los
sótanos y llegan a una cámara ciega donde la luz del día no molestará a Katja.
Rebeca pasa todo el día con ella, en su acceso y Katja comienza a sudar sangre…
La agonía de este día es tal que Katja apenas tiene
recuerdos de él. La debilidad del clan Tzimisce es que deben dormir con tierra
de su patria o de su tumba y si no sucede, la mayor pesadilla se hace realidad.
El dolor se propaga por todo su cuerpo y el cansancio físico y mental es
aplastante. No es capaz de hacer nada bien y todas sus habilidades y atributos
se ven reducidos a la mitad. El dolor hace que el día sea eterno y al fin tras
una larga eternidad de tormento: con el crepúsculo llega la noche.
Katja exhausta sentada en el suelo y a punto del sopor ve
como la realidad se resquebraja y algo rasga el éter frente así. Es una gata de color negro completamente cubierta de sangre. Su cola se mueve de
derecha a izquierda de forma intermitente y sus puntiagudos dientes están
también manchados de sangre. Se intuye la carnicería de la que ha sido
protagonista.
Shuul-Ar-Tarak en forma de gata negra |
Ocho oras que sirven para sanar y recuperar al completo a la
Tzimisce. Cuando Katja despierta de su descanso, Rebeca le explica que la mujer
gata se despidió de ella y desapareció saltando a través de un espejo, sin
romperlo. Antes de irse la dijo que fue muy divertido seducir, violar y matar a
esos griegos. Criados, soldados, mayordomos, cocineras, cocheros, todos
sucumbieron y se llevó 18 almas nada menos.
Los cuatro Vástagos
se encuentran tras el descanso de Katja y lo hacen ante el palacio Arista, que de
forma espectacular, arde en llamas.
–Harán falta muchos recursos para reformar esto –dice Vinzenzo
sarcásticamente.
Katja no pude más y
la bestia la posee entrando en frenesí y golpeando todo lo que tiene a su lado,
paredes de calles, suelo, dentelladas al aire y todos sus compañeros se apartan
de ella para no sufrir daño.
Aesir invoca unas
cadenas invisibles que la inmovilizan hasta que finalmente se calma. El domino
de Katja sigue ardiendo y nadie parece venir a apagar la casa de la bruja…
A ambos lados de
Katja, se encuentran ahora sus dos ghoules, Rebeca y Ashshur, al que Rebeca ha
liberado de su prisión en las mazmorras o ahora sería un hombre calcinado.
Todos se recogen a un
callejón cercano y allí especulan con posibles enemigos o rivales que hayan
podido quemar el palacete Arista. Puede que alguien quiera inculpar a Danielis
y lo haya hecho para crear una razón para encender la chispa de la discordia y que
de una vez por todas se maten entre sí.
–Mi ghoul Bianca podría descubrir lo sucedido –dice Vinzenzo.
Bianca Giovanni, Ghoul de Vinzenzo |
–Cuidado con eso Katja –dice Vinzenzo
alejándose unos pasos de la Tzimisce y de su calor– en esta ciudad hay fe, y puedes atraer a cazadores poniéndonos a todos
en peligro.
–Soy Tzimisce –responde Katja entre dientes poniéndose la
capucha de su capa.
–Solo has perdido cosas Katja –dice Aesir intentando
restarle importancia.
–Rebeca, busca madera de un árbol partido por un rayo. Tu
Ashshur, búscame estas hierbas y un cachorro vivo de cualquier animal –dice Katja mirando a Rebeca a los ojos y dando un papel escrito a
Ashshur.
Sin mediar palabra
Katja desaparece de la vista de sus compañeros de la Estirpe. Se retira al antiguo
refugio comunal, ahora en desuso, donde se refugiaban sus compañeros antes de
tener cada uno el suyo. El oscuro y sucio sótano de una casa romana en ruinas,
en el barrio cristiano.
–¿Qué tal la visita a Rustucci? –pregunta Aesir a Sven– ¿visteis su espejo?
–Sí, tenía runas. Imperceptibles y disimuladas pero las
tenia –contesta
Sven.
–Entonces es mágico –dice Aesir.
–Puede que el espejo reproduzca lo que se debería ver
para que nadie humano sospeche de el –dice Sven.
Sven pide a sus
compañeros pasar por el mercado nocturno antes de su siguiente movimiento: ir
al hospital al–Bimaristan al–Salahi, en el barrio cristiano. Vinzenzo le
propone esperarle en la puerta del hospital y van echando un vistazo por fuera.
El Brujah varego
acude puntual a su cita con el marroquinero que le tenía que hacer las fundas
de las hachas. Y para el bien de todos, las tiene hechas y encajan
perfectamente a las armas de Sven. El Brujah le paga y ve en los ojos del
hombre que hay temor. No se pude robar a nadie con unas hachas fulgurantes de
fuego sobrenatural, seguramente acabes en el infierno, o algo peor.
Sven se encuentra con
sus compañeros a la puerta del hospital de al–Bimaristan al–Salahi y todo
parece tranquilo por allí.
El otro BrujahHospital al-Bimaristan al-Salahi
El Hospital al–Bimaristan
al–Salahi se encuentra en el corazón del
barrio Cristiano y es uno de los cuatro hospitales de Jerusalén. A todos ellos
se les permitió permanecer en la ciudad tras la reconquista musulmana con
dos condiciones: la de dejar las armas y
la de ayudar a toda la población de la ciudad, sin importar su fe. Así lo han
hecho y han cumplido desde entonces. Así mismo son la mayor ayuda para los
peregrinos cristianos que llegan exhaustos y enfermos a Jerusalén.
El edificio es grande
y solemne y dentro se escuchan los lamentos de los enfermos de cuerpo, mente y
alma. Las enfermeras corren de un lado para otro realizando las tareas más
duras. Los sacerdotes a menudo dan extremas unciones o misas personales a los
enfermos que no pueden valerse por sí mismos para acudir al templo. Y los
hospitalarios han dejado las armas para ser los gestores de la salud de
Jerusalén y todo sin el oro musulmán. Sobreviven a base de limosnas y
financiación de familias devotas que hacen que a duras penas se mantengan los
edificios como este, en pie.
Un sacerdote muy
callado y paliducho, es quien les acompaña en presencia de Bonifacio. Se
encuentran en la pequeña capilla del hospital, que ahora se encuentra vacía. La
fe es escasa en estos tiempos confusos y el lugar a penas emana fe. Así que los
personajes pueden entrar con apenas un escozor incomodo en su piel.
Bonifacio, Antiguo Brujah |
Tras las
presentaciones, Bonifacio se presenta como Antiguo del clan Brujah y como un
sacerdote en el pulpito, no tarda en dar un discurso de presentación ante los
personajes.
–Mi inquebrantable misión es proteger a los peregrinos de
la ciudad de Jerusalén –se presenta Bonifacio para que quede claro a los
presentes– Soy detractor de la masacre de la primera cruzada. Defensor de los
ideales de Saladino. Y temeroso de que tras su muerte se desencadene la
tormenta. Sé que los Lasombra y los Ventrue influencian a los cruzados y por
supuesto estoy en su contra. Yo impulse el tratado de paz de cinco años firmado
en Roma en el 91, en nombre de los cristianos en Tierra Santa. Soy protector de
los cuatro hospitales de Jerusalén y está prohibido alimentarse en ellos sin mi
permiso. Más de un cainita lo ha desoído mi advertencia de no alimento y ha
sido atravesado por una estaca y expulsado de Jerusalén.
–¿Por qué estáis aquí Vástagos? –pregunta Bonifacio altivo.
–Como hermano de clan vengo enviado por mi Sire Celine
para mediar la paz entre los de nuestro clan en Jerusalén. –Dice Sven– no podemos mantener la rivalidad entre los
nuestros. He hablado con Azif y ahora estoy aquí con vos. El quiere mantener la
paz, me dijo que hablara contigo…
–¿Y le has creído? –pregunta con genio vivo Bonifacio– esto es una Guerra Santa y ese engreído diabolista hará lo posible
para ganar adeptos.
–Yo creo que es posible conseguir la paz –dice Sven.
–No sabes nada de nosotros neonato –responde Bonifacio en
tono rudo.
–¿Conocéis a
Jeanette? –pregunta
Vinzenzo– es una Malkavian que dicta
profecías y cree tener la cura para volver a ser humano después de ser vampiro.
Esta mujer le ha caído en gracia… a lo mejor vos teníais algo que ver o que
sacar de ello.
–Lo único que salvará a ese caníbal es el fuego eterno –dice enfadado
Bonifacio– Acaba con Azif y la mayoría de
los males de Jerusalén acabarán con su muerte.
–Gracias por escucharme –dice Sven– piénsatelo. La paz entre los nuestros es
lo único que nos salvará de verdad llegado el momento.
–No hay nada que pensar –dice rudamente
Bonifacio señalando la puerta de salida– si
me disculpan.
Los tres Vástagos se
van en silencio dejando al Brujah pensativo y enervado.
El ataque de Yasmina Yasmina, chiquilla Ravnos de Varsik
Sven, Vinzenzo y
Aesir caminan por el barrio cristiano tras abandonar el hospital al–Bimaristan
al–Salahi y a la altura de la puerta nueva se encuentran con una pequeña
conocida: Yasmina.
Yasmina parece una
niña triste y abandonada. Sus grandes ojos oscuros y la mata de pelo negro y
rizado la hacen más humana. Su ropa harapienta suscita compasión. Por cómo se
mueve es rápida, ágil y vivaracha.
–¿Por qué habéis matado a Jeanette? –les pregunta acusándoles
con el dedo índice y les arroja la muñeca de la Malkavian. Está ensangrentada y
manchada de ceniza.
Los personajes se
excusan y dicen que no pueden haber sido ellos. Y Yasmina dice que no pueden
ocultar su crimen al Auspex.
Yasmina llorosa
cierra los puños con rabia y estos son rodeados por un fuego que no la quema.
Algo semejante a la Taumaturgia de los Tremere.
Yasmina impone sus
manos mostrando sus palmas de llamas hacia Sven y este arde de forma espontanea,
como si la niña tuviera piroquinesis. Las llamas de sus manos se han
transportado imperceptiblemente hasta el Brujah varego y ahora solo puede
arrojarse al suelo y rodar para intentar apagarse.
Vinzenzo y Aesir se
impresionan a ver el fuego y atan en corto a sus bestias interiores para no
salir huyendo, y gracias a su coraje permanecen impasibles ante la escena y
pueden reaccionar racionalmente.
Asir hace un
movimiento con sus manos para apagar las llamas de Sven utilizando su magia
pero… ¡no funciona! ¿Por qué razón? El hechicero no lo entiende, su magia
siempre apaga el fuego… pero este fuego sigue ardiendo y consumiendo a su
compañero, debe ser mágico.
Aesir mira a la niña
y esta vuelve a tener las palmas de las manos en llamas. Y el siguiente en
salir ardiendo es Aesir. Que cae al suelo revolcándose de dolor, como Sven que
se está consumiendo por el fuego sin poder hacer nada para apagarse.
Vinzenzo con sus dos
compañeros abatidos se abalanza sobre la niña, alza su mano y le da un bofetón
que la arroja al suelo de golpe. La pequeña Ravnos sangra por la nariz, mira
con miedo al Giovanni y empieza a llorar, como la niña que es, solo que llora
sangre.
En ese momento Sven y
Aesir dejan de arder y sus quemaduras dejan de escocer y desaparecen. Todo eran
ilusiones hechas con Quimerismo por Yasmina, no eran reales, aunque nadie lo
diría. Los Ravnos manejan las ilusiones a su antojo, y es difícil diferenciar
la realidad del engaño.
Sven, como buen
Brujah, se siente ultrajado y entra en frenesí, solo quiere arrancar la cabeza
a la niña que llora en el suelo. Por suerte Aesir invoca unas cadenas
invisibles que le inmovilizan durante un tiempo hasta que a la fuerza bruta del
vikingo las rompe. Momento en el que Aesir vuelve a hacerlo repetidamente hasta
que, tras una cuantas veces, Sven se tranquiliza y su bestia se calma.
–¿La conocéis? –pregunta Vinzenzo acercándose con cuidado a
la niña sin quitarle ojo.
–Es Yasmina, chiquilla de Varsik –dice Aesir mientras
sigue fijándose en Sven, por si tu autocontrol de Brujah vuelve a fallar.
–Eres Ravnos –dice Vinzenzo tendiéndola la mano– yo conozco a tu Sire Varsik. Quizás podríamos ayudarte…
La niña se aparta del
Giovanni que la ha golpeado y se va corriendo muy enfadada, llorando desconsoladamente.
En el suelo descansa la muñeca de Jeanette, salpicada de sangre seca y de
ceniza negra.
Contádselo a mi SirePuerta nueva (Barrio Cristiano)
Yusuf, estaba
buscando a los personajes y los encuentra en la calle, frente la puerta nueva.
El Brujah ve la muñeca y les advierte que sabía que algo malo ocurriría. Los
personajes defienden su inocencia y niegan haber tenido nada que ver. El Brujah
pide que le acompañen ante su Señor y le den las explicaciones pertinentes. Los
personajes acceden y van a hablar con Azif.
Yusuf les guía hasta
su señor y la muñeca llega a manos de Azif que muy enfadado, asusta a los
personajes y pregunta por qué lo han hecho, que les ha pagado Bonifacio.
Sven no puede evitar
sentir pavor del viejo Brujah y sale corriendo aterrorizado y poseído por la
bestia que quiere sobrevivir a toda costa.
Los personajes le
explican que no tienen nada que ver, mientras Azif llora sangre con la muñeca
en la mano y se la arroja a ellos con rabia.
Aesir la recoge y
explica al Brujah que pude haber sido una conspiración para implicarles.
Azif lo tiene claro:
han mandado matar a Jeanette por miedo a sus profecías y a su conocimiento. Y
sobre todo para evitar que ese conocimiento le beneficiase de alguna u otra
manera.
Ha sido Bonifacio, su
rival de clan. Realmente no cree que tengan nada que ver en esto. Su atrevimiento
ha llegado demasiado lejos, la paz tan anhelada por nuestro clan se tornará en
guerra. Azif llora sangre y echa a los personajes de su dominio.
Mientras se van, reza
un réquiem por la difunta Jeanette, mientras afila su espada y pide a Yusuf que
se prepare y que movilice a todos sus hombres. Yusuf cabizbajo y negando con la
cabeza, se va a obedecer, mirando de reojo a los personajes.
Vinzenzo sale a
buscar a Sven y lo encuentra a unas calles del lugar, asustado por el viejo Azif,
no desea mal con él y su sola presencia le aterroriza. El Giovanni calma al
Brujah y ambos regresan con sus compañeros.
Los personajes se
reúnen con la dolida Katja y le cuentan lo sucedido, los cuatro comienzan a
hablar sobre que deberían hacer en esta situación.
Si no hacen nada es
posible que una matanza encarnizada suceda entre los dos bandos de los viejos
Brujah de la ciudad. Parece inevitable.
Azif está reuniendo
un pequeño ejército y se encaminará al hospital, refugio de su hermano Brujah
Bonifacio y este no se va a quedar quieto… si no hacen anda alguien va a morir.
Ya se escucha cierta
movilización sigilosa en el barrio. El chocar repentino de metales y alguna voz
aislada. La tensión empieza a palparse en el ambiente.
La calma antes de la
tormenta Muñeca de Jeanette (su hija Eina)
Aesir sugiere ir a
ver a Abraham y llevarle la muñeca para que les diga que le ha ocurrido en
verdad a Jeanette. Todos le secundan y se encuentran con él en un viejo
mausoleo del cementerio judío.
Aesir le explica lo
ocurrido y le tiende la muñeca para que ilumine su ignorancia. El viejo
Capadocio cierra los ojos y acaricia la muñeca pelirroja, la hija de Jeanette.
Efectivamente se ve
como los cuatro Vampiros, Sven, Katja, Aesir y Vinzenzo, la rodean y la golpean
hasta el sopor. Después la empalan atravesando su corazón para que no se pueda
mover y la llevan a rastras a las afueras de Jerusalén, donde la luz del día
acaba con ella al amanecer.
En todo el cruento
episodio Jeanette no ha dejado de sonreír con los ojos en blanco, como si no
estuviera allí y en su mano siempre la muñeca que solo soltó cuando el sol
abrasador la convirtió en cenizas al viento.
Abraham da cobijo a
los cuatro Vástagos pero les confiesa que no sabe cómo ayudarles.
Katja hace un ritual
sobre un charco de agua, en el que intenta ver a Jeanette… y efectivamente en
la imagen del charco no aparece nada, ni nadie. Eso significa que
verdaderamente está muerta.
–¿Cómo detendremos el baño de sangre que se avecina? –pregunta Aesir
nervioso– debemos convencer a los Brujah
de que están siendo utilizados.
–¿Te vas a meter en medio acaso? –pregunta Katja.
–Yo no voy a ir –dice Vinzenzo sin ganas de perder la no vida
nada más llegar a Jerusalén.
–Tu Sven deberías ir –dice Aesir señalando al Brujah varego
que comienza a sentir miedo de Azif, solo con pensar encontrarse ante él.
–Yo voy a ir –dice Aesir cogiendo la muñeca de las manos
de un silencioso Abraham– quien quiera
que me siga, creo que debemos hacer lo correcto y a lo mejor incluso podemos
sacar algo bueno de esto. Es la oportunidad que estábamos esperando.
Tras el pequeño y
alentador discurso del hechicero los tres compañeros de Aesir deciden ir al
hospital de Bonifacio. Cada uno por razones diferentes y teniendo claro que se
juegan la no vida.
La Tormenta
Ya ante el hospital.
Han llegado antes que los hombres de Azif. Ahora los personajes deben decidir
si intentan mediar entre los dos Brujah, si dejar que se maten o si ayudarán a
uno de los dos a aplastar al otro.
Raudos entran al
hospital de al–Bimaristan al–Salahi. Una vez dentro se fijan que están
movilizándose para aplacar un posible ataque. Se pertrechan con armas
improvisadas y sacan dagas y espadas escondidas tras los roídos tapices o bajo
los colchones mugrientos.
El hospital está
inusualmente silencioso, parecen hacer resguardado a los enfermos en lugar
seguro y los caballeros hospitalarios se han preparado armados listos para la
llegada del bando musulmán. Sus armaduras son insuficientes y las armas
melladas se nota que están en desuso y desafiladas.
Caballero hospitalario |
Ambos Brujah están
preparados para la batalla, con sus armaduras dispuestas y sus espadas listas.
La cruz blanca de la orden de los hospitalarios sobre el pecho de Bonifacio y
Azif, cimitarra en mano, listo para dar rienda suelta a su celeridad para
rebabar cabezas de infieles.
Los dos bandos están
ansiosos de sangre y se preparan para cargar uno ante el otro. Las sombras
envuelven el lugar y a pesar de no ser más de un centenar de hombres en total,
parecen dispuestos a prender la llama de la guerra que podría dar lugar a la
cuarta cruzada, desencadenando una nueva masacre en la ciudad.
Azif y Bonifacio se
miran por primera vez en siglos, y se dan cuenta que están deseando que esto
empiece de una vez por todas.
Justo en el momento
en el que los bandos están dispuestos a cargar uno contra el otro.
Aesir sale al centro
de ambos agitando un pañuelo blanco como muestra de paz. Junto a él.
Katja con aspecto de
demonio rojizo, sus ojos ensangrentados la delatan y el enfado es palpable en su
rostro.
Sven coge sus hachas
pero no puede quitar la vista de Azif, que le causa un terror abrumador. El
varego aguanta para no huir como un cobarde ante todos guerreros, muchos Brujah
como él.
Guerrero musulmán |
–¡Caballeros! –grita Vinzenzo consiguiendo que ambos
líderes le miren y dejen de fijarse en su oponente.
–Calma señores –añade Aesir apoyando a Vinzenzo– podemos solventar esto de otro modo.
–Un minuto de atención por favor –dice Vinzenzo
cogiendo la muñeca de la mano de Aesir y levantándola por encima de su cabeza.
–Esta muñeca pertenecía a Jeanette –explica en voz alta
Vinzenzo jugándose su no vida en estas palabras– en ella se ve como los cuatro aquí presentes la matamos, pero es
imposible no estábamos juntos cuando sucedió y ni siquiera nos encontrábamos
con ella.
Todos los
contendientes, de ambos bandos, preparados para la lucha, están ahora extrañados
por lo que está ocurriendo y en sus caras se ve que no entienden nada de lo que
dice Vinzenzo, aun así tiene su atención, para bien o para mal.
–La muerte de Jeanette es la chispa que está haciendo que
estéis a punto de mataros –dice Vinzenzo eligiendo sabiamente sus palabras– deberíais preguntaros: ¿Quién quiere que os
masacréis unos a otros? A alguien le interesa esto, dadlo por seguro que es así…
De pronto empieza a
haber murmullo en ambos bandos, sobre todo entre los guerreros más jóvenes.
–Ambos habéis dicho por separado que queríais la paz de
Jerusalén –sigue
Vinzenzo empleándose a fondo para no equivocar ni una sola palabra– Que no queríais daño para los inocentes,
tanto musulmanes residentes, como peregrinos cristianos. Ninguno de vosotros
miente. Si en vez de pelear unos contra otros, nos uniéramos para ir en contra
del verdadero culpable de matar a Jeanette…
Esta noche pueden pagar justos por pecadores. Pensadlo
bien caballeros, esta no es la batalla que queréis librar, no, siendo
manipulados por alguien que se está aprovechando de esto. Sed libres para
mataros ahora mismo o sed libres para no hacerlo. Caballeros, vuestra es la
decisión.
Vinzenzo se asusta de
lo orgulloso que se siente del discurso que acaba de soltar por su boca. Si las
palabras son más poderosas que la espada, este es el momento de demostrarlo.
Esta ha sido la venta más difícil que ha hecho nunca, desde que negociaba los
precios de las telas de oriente en Venecia.
–¿Vosotros no sois el clan de los eruditos y sabios
filósofos? –pregunta
Aesir para poner la guinda, Vinzenzo espera que no la cague ahora– ¿Qué tipo de filosofía es esta? ¿Qué imagen
le dais a los neonatos del clan Brujah si os enfrentáis entre vosotros,
miembros del mismo clan?
–¿Alguien va a alzar la espada sobre su hermano? –pregunta Vinzenzo
mirando a ambos ancianos Brujah.
Azif aprieta los
dientes y da un fuerte espadazo contra el suelo dejando una profunda marca y
haciendo que salten chispas, tras lo cual, enfunda su espada malhumorado.
Bonifacio abre la
visera de su casco y se arrodilla con su espada clavada en el suelo. Cierra los
ojos y reza a un Dios que seguramente no le escuche. Tras él, sus seguidores
hospitalarios hacen lo mismo y todo su bando reza dejando las armas en el suelo.
Azif y los suyos se
retiran raudamente y dejan el lugar desolado y frio. Solamente se escuchan las
oraciones de los hombres de Bonifacio que se levanta y se encamina hacia los
personajes, con paso tranquilo pero firme.
–No puedo negar que seguramente me acabáis de salvar la
vida. Azif es un cuarta generación… se que lo más seguro es que acabase
conmigo… y estaba dispuesto a hacerlo por mi causa –dice Bonifacio
sonriente– Os debo un favor de vida a
cada uno de vosotros. Podréis cobrároslo cuando gustéis… Bienvenidos a
Jerusalén –y el anciano Brujah les despide con una reverencia.