SIERPE
SOBRE BRASAS
Segunda parte
Asuntos TzimiscePalacete Arista,
dominio de Vadjanosz,
barrio cristiano
Vadjanosz ha
convocado a Itachi en secreto para tratar asuntos de importancia. Itachi acepta intrigado y espera que su
compañero de clan le diga el lugar del encuentro.
Itachi es un oriental
de apariencia normal allí dónde nació. Sin embargo aquí es un ciudadano de
segunda, eso dicen todas las miradas de desconfianza de los que se cruzan con
él.
Vadjanosz es un noble
atractivo aunque muy inquietante. Sus vestimentas son de aristócrata de algún
lugar lejano.
Vadjanosz decide que
la reunión secreta sea en el Palacio Arista, su dominio, quizás sea el lugar
más discreto donde hablar sin ser molestados. Vadjanosz piensa que el refugio
comunal parece ser todo menos una tumba para los secretos.
Ambos Tzimisce
conversan a solas en una oscura estancia del refugio de Vadjanosz.
Vadjanosz. – Creo que deberíamos mantener la sintonía que
hemos demostrado hasta ahora. Si algo nos han demostrado los arrebatos de
nuestro amigo Malkavian, es que deberíamos tener un entendimiento sólido para
lo que se avecina.
Vamos a hacer tratos con una serpiente y por mucho que
nuestro beneficio pueda ser también el suyo. Nos convendría medir hasta donde
estamos dispuestos a pagar. ¿Con que secretos vamos a pagar sus favores?
Itachi le escucha
atentamente, se sienta en una silla y le mira pensativo.
Vadjanosz. – Está claro que no le vamos a revelar el gran
secreto de Mara.
Itachi. – De momento no ha exigido ningún pago. Ella
no quiere que el Assamita sufra daño, por lo que dice, qué puede ser mentira
tranquilamente, pero contamos con ello. La verdad es que desconozco tus
intereses reales a excepción de la petición a Mara acerca de tu Sire.
Vadjanosz. – Yo tengo pocos intereses que no sean
conocidos ya por todos. El trato fue darle un secreto si arreglaba un
entendimiento. Yo quería discutir que pago la íbamos a dar.
Itachi. – Para mí es sencillo... decirle que el
Malkavian tiene muchas personalidades. Él revelo la segunda personalidad de
Mara, seria restablecer el equilibrio. Si tan poca importancia tienen esas
cosas...
Vadjanosz. – En cuanto a mis intereses, como has dicho, el
principal se centra en mi Sire, aunque por supuesto no rechazare ninguna
oportunidad de ganar poder.
Itachi. – Entiendo, bastante común. ¿Nada más allá de
eso?
Vadjanosz. – Bueno, me gusta la idea de hacer sufrir a
los Tremere.
Itachi. – Dime Jaroslav, ¿y si te dijera que conozco a
alguien que puede saber cómo despertar a tu Sire? Alguien experto en magia
Tzimisce.
Vadjanosz. – En lo importante apoyare a Mara, ya que me
satisface doblemente, ganó yo y jodo a los Tremere, si es posible.
¿En magia Tzimisce dices? Si confías en él y puede
hacerlo te deberé un gran favor.
Itachi. – Un gran favor, ¿qué darías por tenerla a tu
lado de nuevo? Sentirla cerca de ti, escuchar su voz...
Vadjanosz. – Y seguro que mi Sire también se mostrará
agradecida.
Itachi. – ¿un gran favor es lo que darías?
Vadjanosz. – ¿Que pago pedirías?
Itachi. – No pongo yo el precio amigo mío. Que
estarías dispuesto a dar. Si tu respuesta es sincera moveré hilos. Por supuesto
si no obtengo resultados, no deberás nada... piénsalo bien. Solo la más sincera
de las respuestas será válida.
Vadjanosz. – Poca influencia o posesiones tengo para
ofrecer. Solo mis acciones.
Itachi. – lealtad, absoluta e inquebrantable lealtad.
Por una noble causa sin duda, que estoy seguro llegarías a encontrar de tu
agrado.
Vadjanosz. – Eso solo se lo debo a mi Sire. Por tanto, no
puedo prometer lealtad.
Itachi. – Entonces no puedo ayudarte, aunque seguro
que tu Sire querría que aceptases. Bien, estoy de acuerdo de momento.
Vadjanosz. – Solo puedo prometer mi compromiso.
Itachi. – Con que tú y yo estemos en la misma cuerda y
el pago a la Setita será el secreto del Malkavian, es algo justo y merecido
para el Malkavian.
Vadjanosz. – No había pensado en ello.
Los ojos de Itachi se
tornan siniestros.
Vadjanosz. – Yo habría optado por desvelar que
"Mara" deseaba la muerte de Inés. Muy en la línea de los Tremere.
Pero si crees que comprometer el secreto del Malkavian será suficiente pago. A
mí se me antoja que la serpiente querrá morder más que un simple Malkavian.
Itachi. – Jaroslav, es un secreto. Es el pago que ella
pidió no vamos a regalarle Jerusalén por mediar en un suceso.
Vadjanosz. – Bien, veo que lo tienes claro.
Itachi. – Además si no, Rashid morirá.
Vadjanosz. – Solo ten en cuenta que me parece un pago
pequeño. Espero equivocarme en esto.
Itachi. – ¿Por qué? ¿por mediar con un Assamita que se
lía con una Setita a espaldas de su clan? Si se enteran, ambos están muertos.
¿Crees que la Setita quiere que el clan Assamita se
entere que está influyendo a uno de los suyos?
En realidad ahora que ella sabe que nosotros sabemos lo
que supuestamente sabemos, mediar le beneficia casi más a ella que a nosotros.
El pago del secreto del Malkavian es más caridad que necesidad, y justicia
kármica.
Vadjanosz. – Je, je, je, me gusta la justicia.
Itachi. – A mí el equilibrio.
Vadjanosz. – Confiaré en tu juicio.
Itachi. – Un consejo Jaroslav. No me conoces. Puedes
fiarte de que cumpliré mi parte pero por respeto a tu fama te diré que hasta
que no seamos aliados sirvo a mis intereses. Respecto al resto, no te fíes de
ellos, ellos no se fían de ti.
Vadjanosz. – No confío en nadie más que en mi mismo. Pero
a excepción del Tremere, estoy dispuesto a dar una oportunidad a cualquier
posible aliado. Todos servimos a nuestros intereses, pero como bien has dicho
mi fama me precede. Es una cruz pero también una ventaja. No tengo nada que
perder. Ningún interés aparte del mío. No soy una amenaza ni represento a nadie
más que suponga un peligro para los vástagos se Jerusalén. Tampoco tengo apoyo
ni quién me vengue.
Itachi. – Bien en el asunto Setita tenemos un acuerdo
pues.
Mi oferta acerca de tu Sire, sigue en pie, piénsatela.
Vadjanosz. – Lo tendré en cuenta, pero no voy a prometer
mi lealtad a ciegas.
Itachi. – Lo entiendo, es lógico. Pero no te duermas
en los laureles, a fin de cuentas ella duerme en una capilla Tremere.
¿Si llegasen a descubrir a Mara y te chantajearan con acabar
con la vida de tu Sire qué harías?
Vadjanosz. – Atacar.
Itachi. – O sea, dejarías que muriera y te
suicidarías, más o menos.
Vadjanosz. – Pero haciéndoselo pagar. Ya te he dicho que
no tengo nada que perder.
Itachi. – A ella, ¿no?
Vadjanosz. – Solo hacérselo pagar a quien me ataque. Mi
Sire es quien me ha enseñado a ser así. No nos doblegamos nunca y si es
necesario morimos matando.
Itachi. – Fascinante. Espero que despierte pronto, sin
duda será alguien digna de conocer.
Vadjanosz. – Así lo espero.
Itachi. – Me llegaron noticias desde Transilvania de
la patética situación del clan. Es muy triste.
Vadjanosz. – Nada que no merezcamos.
Itachi. – Estoy de acuerdo.
Vadjanosz. – Quizás una purga purifique el clan.
Itachi. – Sería fabuloso limpiar el clan de todos esos
antiguos polvorientos que no se merecen estar donde están.
Vadjanosz. – Quizás perdamos nuestra patria ancestral si
con eso salvamos a los Tzimisce.
Itachi. – Sólo unos pocos de ellos aún conservan el verdadero
espíritu Tzimisce.
Vadjanosz. – En todo caso, la historia da muchas
vueltas.
Itachi. – ¿No te gustaría volver a ver al clan en todo
lo alto? ¿que el nombre Tzimisce inspire el temor de antaño?
Vadjanosz. – ¿Quién esperaría que los Salubri fuesen exterminados
por unos advenedizos? ¿Que nos traerá el futuro?
Si pudiésemos arrebatar a los Tremere su poder. Quizás
nuestro clan volviese a brillar con un nuevo esplendor. Por eso me he unido a
Nahum, quizás mate dos pájaros con una flecha.
Itachi. – Bueno, creo que es cuestión de tiempo que el
clan Tremere se dé cuenta de que algo raro pasa. Es decir, no creo que esto
pueda perdurar en el tiempo de forma prolongada. De momento como tu bien sabes,
mi propósito es encontrar al Matusalén Tzimisce llamado Mandalay e intentare
que devuelva a los Tzimisce donde merecen estar. O moriré en el intento, cosa
bastante probable por cierto.
Vadjanosz. – Tienes mi apoyo en tus intenciones.
Itachi. – Me alegra ver que estamos en la misma
dirección. Te ayudare también a investigar el asunto de tu Sire.
Vadjanosz. – Como bien dices los Tremere no son tontos y
acabarán por darse cuenta. Espero haberles hecho mucho daño para entonces y
haber recibido bastante poder para aguantar el contraataque
Itachi. – En mi humilde opinión, nuestra mejor baza es
la falta de una autoridad establecida en Jerusalén. Podría ser la de los
Tremere también, pero no conocen tanto la situación como nosotros.
Vadjanosz. – Por eso vine a Jerusalén. Para labrarme un
nuevo dominio dónde pudiese empezar lejos de mis enemigos y por eso me conviene
hacer amigos. Si no, no andaría en compañía de Toreador, Brujah y Malkavian.
Itachi. – Bien, espero que en el futuro veas que
estamos en el mismo barco, seguro que tu Sire cuando despierte aprueba mis intenciones
Vadjanosz. – Me alegro de contar con un compañero Tzimisce
tan lejos de casa. Si en algo puedo ayudarte con tu búsqueda, házmelo saber.
Itachi. – Pues sí, si pudieras conseguir o fabricar un
tablero de Xaturanga, me seria de gran ayuda. Es un juego de estrategia
utilizado por los Príncipes Persas para aprender la habilidad.
Vadjanosz. – No conozco el juego, pero solo necesito
huesos y piel para crear lo que desees.
Itachi. – Un placer hermano Vadjanosz, por cierto, si
tienes la noche libre me dirijo a un lugar de leyendas y presumiblemente
peligroso, por si te aburres.
Vadjanosz. – Quizás
sea el sitio perfecto para encontrar lo que necesitemos para tu tablero.
Itachi. – Quizás. En marcha pues. Nos vamos al teórico
emplazamiento de la tumba del Rey David.
Vadjanosz. – Padre de Salomón. ¿Quieres invitar al
Brujah? No será difícil de convencer, ya que busca algo de su hijo Salomón.
Itachi. – De ninguna manera. No quiero pensar lo que
pasaría si ese descerebrado encuentra lo que busca.
Vadjanosz. – Ja, ja, ja. Bien, vayamos pues.
Itachi. – Sin mencionar el hecho de que se está
haciendo muy amigo del Tremere con sus embustes. Si de casualidad existe la
mesa de Salomón, solo nosotros los Tzimisce deberíamos poner las manos sobre
ella para llevar a cabo nuestros nobles cometidos.
Vadjanosz. – Dudo que pudiésemos tocarla sin arder. Sinceramente, si la encontramos, le dejo el
honor de intentarlo a Sven o mejor a Aesir.
Itachi. – Si encontramos indicios de que existe
tendremos que pensar en ese pequeño detalle y por supuesto ceder el honor a
nuestros compañeros de arder primero como bien dices. Aunque quien sabe, quizás
sus intenciones sean de verdad nobles como dicen.
Me encanta que entren nuevos jugadores a la partida. Hace
todo mucho más complejo e interesante.
Vadjanosz. – Opino igual.
Itachi. – Veamos juntos como encontrar la tumba de
David.
Vadjanosz. – Adelante.
Itachi piensa por
dónde empezar y recuerda las palabras de
su contacto el preso encapuchado. Habló de una zona cercana a Jerusalén,
cerca de la ciudad, en el desierto…
Vadjanosz. – A alguien podremos preguntar, ¿a un Nosferatu?
¿a Adam, el Capadocio? ¿a algún Tremere?
Itachi. –Adam es un santurrón judío, seguro que sabe
algo.
Ambos Tzimisce salen
al encuentro de Adam, el Consejero Capadocio de Mara.
Encuentro secretoAesir, Tremere
Se fragua otra
facción interna en el grupo y Jesper ha convocado en secreto a Aesir y a
Gabriel para tratar asuntos de suma importancia. Ambos han aceptado y el Malkavian
ha decidido el lugar del encuentro.
Jesper, el Malkavian,
es un hombre inquietante y poco atractivo. Lleva pinturas en la cara, sin duda
es un siniestro bufón. Da muy mala espina, seguro que los humanos no se
encuentran cómodos a su lado.
Gabriel, el Anciano
Toreador, es un hombre guapo y algo inquietante. Viste con ropajes de una época
lejana. Tiene una presencia imponente y un brazo metálico muy realista que
acompaña dicha presencia. El viejo herrero no pasa nunca desapercibido.
Aesir, el joven
Tremere, es un atractivo brujo que contradictoriamente podría pasar
desapercibido. Siempre viste con túnica oscura y lleva un bastón y un gran
zurrón con algo muy voluminoso y pesado en él.
Unas extrañas cartas
escritas por la mano de un crío o de un lunático, indican a Gabriel y Aesir el
lugar y la hora de la cita secreta.
El encuentro se
realiza a las afueras de Jerusalén, a la luz de las estrellas y la luna. Con la
ciudad de fondo que los arropada en la oscura y espesa noche. Sólo alumbrada
por cientos de luces procedentes de los hogares de los humanos de la ciudad.
Jesper. – Buenas, compañeros. Gabriel, Aesir.
Gracias por haber asistido. Debéis perdonar al resto de mi familia, no han
podido venir, pero tranquilos que yo les mantendré informados de lo que en esta
noche se decida.
Os hemos reunido aquí para expresar varias inquietudes.
Gabriel, confío en ti más que cualquier otro vástago de
esta ciudad, hemos vivido experiencias intensas juntos. Y tu Aesir, no me gusta
cómo te ha acogido la ciudad. Quiero creer que vienes para hacer el bien común,
así que por ello te brindo esta oportunidad para demostrarlo.
Deberíamos unirnos como aliados los tres. Pero antes de
nada me gustaría hablaros de los asuntos que nos traen a esta reunión.
¿Alguien quiere empezar?
Aesir. – Tú nos has invitado, Jesper. Yo estoy aquí
por la pura curiosidad. Bien es verdad que de todos los que me podrían haber
citado, solo habría respondido correctamente a los dos presentes, que eso ya es
decir mucho, pues no suelo entregar mi confianza a la ligera.
Estoy aquí porque me interesa saber que nos tienes que
contar y también, porque tengo muchas preguntas, preguntas que necesitan
respuesta, pues la situación que tenéis aquí montada, cuanto menos es
llamativa.
Jesper. – Lo que propongo Aesir es precisamente que nos
cubramos las espaldas.
Gabriel. – Me parece una decisión acertada.
Jesper. – Después de como Jaroslav amenazo al pequeño
Nikolás lll, el manso. Nos escama enormemente. No me fío de los Tzimisce y no
quiero seguir compartiendo refugio con ellos.
Pero con vosotros seria otra cosa.
Gabriel. – Yo estoy buscando un refugio y tampoco me
fío de esos dos vampiros.
Jesper. – Y la decisión que quieren tomar con el
asunto de Inés, sin buscar alternativas. No me gusta nada.
Gabriel. – Les va demasiado lo de ser matones.
Jesper. – Cierto.
Gabriel. – Y cualquier noche podemos ser nosotros el
objetivo.
Jesper. – Eso es. O victimas de sus enfados sólo por
discrepar.
Gabriel. – No se lo pensarán dos veces. Si el pago es
sustancioso.
Jesper. – Opino igual.
¿Os parece que busquemos un refugio los tres entonces?
Tú Aesir, acabas de llegar, creo que mi oferta es justa.
Protección mutua y toda la información que requieras. Si necesitas ayuda en
algo solo tienes que decirlo.
Gabriel. – Estos días voy a buscar un buen herrero con
una herrería para hacer ghoul y quedarme allí como refugio.
Os aconsejo que busquéis un refugio y cercioraros de que
esos no sepan dónde encontraros.
Jesper. – Pregunta lo que quieras Aesir. Seré sincero
con todas mis respuestas. Aunque no te prometo que todas sean coherentes.
¿Y sobre lo de Inés? ¿Qué opináis?
Yo no pienso ayudar a eso hasta que hable con Nahum.
Y si hay que ir donde ella, yo iré para protegerla en
todo caso.
Gabriel. – Inés se supone que se ha ido. Estaría bien
que Aesir le echase un ojo a su chiquillo. Para ver que no le han hecho nada
estos dos.
Aesir suelta una
carcajada al aire al escuchar como los dos vampiros que más tiempo llevan en la
ciudad deciden buscar un refugio.
Aesir. – Yo
también ando buscando un refugio. Uno…especial.
Jesper. – ¿Especial? ¿Como de especial?
Aesir. – Mi maestro me enseñó que lo más importante
es tener un lugar al que regresar tras un día de trabajo y sentirte seguro. Así
que me enseñó ciertos trucos para protegerlo.
Jesper. – ¿A si?...
¿y que necesitas para montarlo? ¿arena y ladrillos?
Aesir. – ¿Sabéis lo que son las líneas ley? ¿líneas
dragón? O como lo llaman los magos, nodos…
Jesper. – No me suena…
Aesir. – Jerusalén tiene, por historia y vivencias,
lugares de poder. Lugares que tienen su propia "magia".
Aesir. – Ando buscando uno de esos lugares donde
poder instalar mi refugio. Así que os propongo un trato:
Jesper. – ¿Y cómo se busca algo así? Di, suelta por
esa boquita...
Aesir. – Iba a buscar algo pequeño y sencillo, pero
puedo buscar algo más grande donde poder alojar a más de una persona y que
disponga de todo lo necesario.
Jesper. – ¿Como una herrería? Así podríamos estar los
tres. Cada uno con sus asuntos. Yo no ocupo mucho, un par de armarios, uno de
ellos para cambiar al de los días Shabat.
Por cierto, no digamos nada a los Tzimisce. Que
simplemente vean que ya no dormimos allí.
Aesir. – La herrería se podría instalar en el
refugio.
Jesper. – Bien. Herrería/biblioteca/doble armario/
sala de amigos. ¡Qué bien!
Gabriel. – Lo de la herrería lo puedo buscar yo, aunque
mi refugio principal sea el vuestro.
Aesir. – Conozco alguna forma de hacer seguro el
refugio y que sólo los presentes no se vean afectados por ello.
Jesper. – Vale.
Aesir. – Con tiempo y estudio, podría reforzarlo aún
más.
Jesper. – Venga, cuenta esos trucos. ¿A que son
carteles de "no molestar"?
Aesir. – Te equivocas Jesper, más bien son carteles
de “prohibido el paso” y “cuidado con el
perro”.
Jesper. – A vale, así ya me siento más seguro.
Aesir. – ¿Conocéis a alguien que pueda tallar un par
de gárgolas tamaño amenazante?
Jesper. – Si, él –Jesper señala a Gabriel.
Aesir. – Podemos usar también la reputación de los
Tremere y sus gárgolas. Si ponemos dos gárgolas a la entrada, con forma
desafiante, quizá más de uno que conozca esa reputación se lo piense dos veces.
Un efecto disuasorio sin gasto ninguno salvo las dos estatuas.
Gabriel. – O al contrario.
Jesper. – Por cierto, si alguno requiere de mis
habilidades de Ofuscación para algo sólo tenéis que pedirlo.
Gabriel. – Vamos a ver. ¿Hace falta? ¿Mejor que no
destaque no?
Jesper. – Creo que habla de la capilla…
Aesir. – Si, para eso tengo un ritual. Me refiero, a
qué si consiguen sortear la primera barrera, de repente se verían con las dos
estatuas. Eso sí, he de pediros disculpas. De camino a Jerusalén un grupo de
zíngaros que viajaban en una caravana me robaron todas mis pertenencias, con lo
que ando escaso de materiales e ingredientes. ¿Conocéis a algún mercader?
Jesper. – Pues creo que sí, y si no, no hay problema
te localizo uno. Se me dan muy bien esas cosas. Al igual que escuchar, en ocasiones
incluso escucho muertos, pero son unos sosos. Siempre quejándose y lamentándose
perpetuamente. Salvo alguna cancioncilla ocurrente…
Aesir. – Pues ya te pasaré una lista de lo que
necesito.
Jesper. – Aunque lo del dinero ya es otro cantar. Soy
más pobre que una rata.
Aesir. – Y si deseáis algo, y está en mi mano. O
conocimientos, contar conmigo.
Jesper. – Volviendo a lo de Inés. ¿Quién fue el último
en verla? ¿Estáis seguros de que se marcho? ¿Cuando fue eso?
Gabriel. – Se iba con lo puesto. Ella y su
guardaespaldas. No sabemos más.
Jesper. – ¿Sobre qué hablaste con ella? Si puedo
preguntar. Te pregunto porque la debo un favor y me gusta pagar mis deudas.
Todo lo que pueda saber de ella podría ayudarme a devolvérselo.
Aesir. – Se iba con los suníes creo recordar.
Jesper. – ¿Sabrías hacer un anillo que de fortaleza?
Yo tengo aquí varios que hacen cosas. De hecho tengo uno repetido y todo. No
los colecciono pero ¡hey! quien sabe.
Aesir. – Se hacer cosas, armas de fuego, estacas mágicas,
colgantes guarda secretos. El resto de objetos requerirían estudio y tiempo.
Aesir. – ¿Qué hacen esos objetos que tienes?
Jesper. – Pues uno me otorga Auspex, otro potencia y
estos dos anillos anulan las vetas negras. Uno era de mi querido amigo Cadios, ¡Ah!
y esta estaca no sé lo que hace, es bonita…
Aesir. – Veo, loco amigo, que posees artefactos
poderosos y los llevas encima. Yo no iría mencionándolo por ahí.
Jesper. – Si. Son mis pagos por mi duro trabajo.
Aesir. – Hay gente que mataría por ello.
Jesper. – Soy un loco con suerte.
Aesir. – ¿Todos tenéis verás negras en este grupo?
Jesper. – Creo que
sí.
Aesir. – Vaya, menudo pastel. Aunque si dices que
esos anillos anulan las vetas negras, por lo menos dos estaríais protegidos. Si
ya borramos el recuerdo de vuestra mente de haber cometido Amaranto, seríais a
efectos prácticos, inocentes de todos los cargos.
Jesper. – Pues ahora que lo dices... Gabriel ¿tú
tienes vetas de esas?
Aesir. – Pues recordar, que nadie moverá un dedo por
defender a un diabolista a no ser que le interese sacar algo de ello. Estáis en
grave peligro, en mi opinión.
Jesper. – Yo sé que no tengo.
Aesir. – Tú llevas el anillo.
Gabriel. – Alguna veta negra tengo en mi halo, sí.
Jesper. – Por eso se que no tengo. Pues toma, como
presente de nuestra alianza.
Jesper se quita uno
de sus anillos de cristal pulido de color negro y al hacerlo éste se vuelve
transparente. Después se lo acerca a Gabriel. El Toreador coge el anillo y
cuando se lo pone se vuelve de nuevo negro como el abismo, absorbiendo las
vetas del aura de Gabriel.
Gabriel. – Gracias, te debo una.
Jesper. – Con tu amistad y alianza ya me vale.
Aesir. – Pero si te leen la mente sabrían el secreto.
O si te interrogan, torturan o Dominaran, Jesper, ¿y si te hacen confesar tus secretos?
Jesper. – ¡Que lo intenten! No entraría ni yo en mi
cabeza. Soy de sexta generación. Tiene que ser muy antiguo para poder hacerme
esas cosas.
Aesir. – Seguro que en esta ciudad hay más sextas.
Jesper. – Pero no tan guapos como yo.
Aesir. – ¡Por todo el tas del mundo!, cuanto trabajo
tengo por delante.
Gabriel. – Lo único que dijo Inés antes de irse fue que
necesitaba un metal o algo muy resistente. Supongo que para romper algo y me
preguntó por mi espada.
Jesper. – ¿Para tallar algo?
Gabriel. – No sé.
Aesir. – O proteger algo.
Gabriel. – Puedo hace psicometría y ver que hizo.
Porque se la dejé.
Jesper. – Hazlo. Buena idea.
Gabriel desenvaina su
antiquísima espada, que sería polvo si no hubiera sido forjada por uno de los
mejores Maestros herreros de todo Jerusalén, él mismo. Acaricia suavemente su
filo y cierra los ojos concentrándose en las emociones que han podido quedar impresas
en la hoja, sobre todo en las más recientes, para ver si así descubre lo que
hizo Inés con ella.
Aesir. – La manufactura de esa espada es digna de
alabanza.
Jesper y Aesir le
observan en silencio.
Aesir comenta a
Jesper mientras tanto los temas que ahora mismo hay en el aire: encontrar refugio,
proteger bien ese refugio, encontrar un mercader para obtener componentes, ayudar
con las vetas negras de sus dos compañeros para que mientras lleven el anillo
sea imposible sonsacarles el que cometieron en peor de los delitos. Canibalismo
vampírico, Amaranto, ni aunque se les domine un cuarta generación o lea su
mente alguien con el nivel más alto de Auspex,
pero para ello el Tremere confiesa a Jesper que necesitaría dos
colgantes.
Aesir. – Si queréis que haga eso decírmelo y os
explico cómo funcionaría.
Jesper. – Vale.
De pronto Gabriel
sufre una punzada en el cerebro que hace que casi se desvanezca de dolor y el
Toreador cae al suelo.
Jesper. – Debe estar enfermo, enseguida se le pasará.
Finalmente Gabriel se
recompone. Nada, ¡no ha visto NADA!, su poder ha fracasado estrepitosamente.
Aesir. – Entonces y para ir acotando. Nuestro primer
objetivo es encontrar un refugio digno y adecuado que cumpla con nuestras
exigencias.
Del tema de Inés, ¿deseáis hacer algo o dejarlo como
está?
Por otro lado, habéis mencionado un Toreador que le
gustan los libros y con el que podríamos tener tratos.
Y que Jesper podría lograr una ruta de algún mercader de
materiales desde normales a exóticos.
Vuelvo a mencionar que si queréis más tranquilidad con
respecto a vuestros escarceos con la Diablerie me lo comentéis para ir
preparando el tema.
Yo creo que el punto del refugio podría realizarse en
conjunto, apoyándonos los unos en los otros. Por ejemplo: yo me encargaría de
ubicar los posibles emplazamientos óptimos para el refugio. Para ello usaría
los datos de la biblioteca Tremere sobre Jerusalén y cercanías.
Jesper podría observar esos emplazamientos y ver el
movimiento que allí se realiza así como hablar con los espíritus y preguntarles
sus sensaciones sobre el sitio en cuestión.
Y Gabriel podría hacer su magia con lo referente al trato
con los humanos para hacer del refugio un REFUGIO. A mí el trato humano no s
eme da especialmente bien, por mi condición se suelen olvidar de mí.
Jesper. – Me vale. Yo a eso también le puedo ayudar a
Gabriel. Se me da bastante bien conseguir información si se necesitara.
Gabriel. – Sin problema.
Jesper. – Bien, si necesitas ayuda sólo tienes que
decirlo.
Aesir. – Pues solucionado el tema uno. Pasamos al
dos, lo referente a Inés:
Yo en este poco puedo ayudaros pues no la conozco. Si que
puedo, eso sí, intentar acercarme a su chiquillo y comentarle que tanto tú
Jesper, como tú Gabriel, estáis preocupados por su Sire. A ver qué me responde.
Jesper. – Gracias. Seria de ayuda. Quid pro Quo. Si
estas de nuestro lado sí que puedes ayudar. La conocemos nosotros, es de tu
clan y no se merece el destino al que le han condenado injustamente.
Aesir. – Soy amigo de mis amigos y la muerte de mis
enemigos.
Jesper. – Perfecto, pensamos igual.
Aesir. – Si se os ocurre en que pueda ayudaros
comentármelo.
Jesper. – Pues pensar cómo actuaremos si los Tzimisce
nos atacan o intentan algo contra alguno de nosotros tres. Yo digo que si intentan algo sus cabezas
rodaran.
Aesir. – Aunque que tengan tratos con una Setita no
sé yo hasta qué punto es adecuado.
En cuanto al Toreador ese de los libros, soy aficionado a
los libros, así que perfecto por mí.
Jesper. – Sí, tengo que presentaros. Ya le hable a él
de ti al igual que a ti de él. Ambos queréis conoceros. Prepara tus cosas si
crees que servirá.
Aesir. – Me
dirigiré en busca del refugio como os he dicho entes. Iré a la biblioteca de la
capilla Tremere.
Jesper. – Yo hablare con espíritus de la Umbra a ver
si puedo averiguar donde hay una zona como la que me has descrito, Aesir, llena
de ¿energías?
Gabriel. – Iré a la capilla Tremere a ver cómo está el
chiquillo de Inés.
Los tres Vástagos se
separan y cada uno se encamina a solas hacia su cometido. Pero los tres con un mismo
fin, ayudarse mutuamente.
Secretos NosferatuSobek, Nosferatu
El encuentro se
efectúa en tu terrorífico refugio, bajo tierra, ante las profundas miradas de
los amigos muertos y putrefactos de Sobek...
Y'ha-nthlei. – Dime Sobek, ¿Qué tienes para mí?
Sobek. – Pues creo
que me he enterado de algo bastante jugoso. Parece ser que la Regente de la capilla
Tremere, no es la Regente de la capilla en verdad.
Y’ha-nthlei mira a
Sobek con mucha atención.
Sobek. – Según
parece intento diabolizar a un Salubri, pero no salió muy bien. Y ahora, en
secreto, maneja la capilla. Parece que parte de los miembros del grupo son sus
"paladines" y conocían su secreto. Pero el Malkavian perdió la cabeza
por la llegada de otro Tremere a la ciudad y lo largo todo.
Y’ha-nthlei. – Malkav.
Me perdí su última fiesta durante la primera cruzada. ¡¡¡Dicen que duró
semanas!!!
¿Salubri? ¿qué Salubri? La llegada de los Salubri a
Jerusalén sólo era un rumor...
Amaranto... el peor de los pecados merece el peor de los
castigos. Todo diabolista pagara cien veces su daño. Sedientos de poder y
ansiosos de sangre antigua.
Sobek. – Diría
que diabolizar a un Salubri, que te salga mal y te robe el cuerpo y que ahora
este dirigiendo la capilla sin que los Tremere lo sepan me parece un buen
castigo.
Y’ha-nthlei. – Si... la
verdad.
¿Cómo se llamaba el Salubri al qué intentó diabolizar la
Regente? ¿Y quién es la que ostentaba el puesto de Regente? ¿Mara?
Sobek. – Eso es,
Mara. Pero ahora se refieren a él como Nahum. Supongo que será como se hacía
llamar el Salubri.
También ha llegado a la ciudad otro Tremere. Parece que
su mentor o Sire es aliado de Nahum, así que supongo que son traidores al clan.
Y’ha-nthlei. – Nahum,
el chiquillo de Saulot, lo conocí hace tiempo, lejos de aquí. Fue un gran
guerrero. Cuánta información jugosa. Eres bueno Sobek, muy bueno.
Y sobre esos Tremere traidores qué dices, ¿qué me puedes
contar?
Sobek. – Un tal
Ezra, un mago que está en guerra con los Tremere y que es el mentor, creo que
no su Sire, del nuevo vampiro que ha llegado a Jerusalén, un tal Aesir.
Creo que son amigos o aliados de Nahum, o al menos sabían
que algo pasaba en esta capilla y les venía bien.
Nahum ha ordenado a sus paladines que maten a Inés, una
Tremere de la capilla que se ha marchado de la ciudad. Creo que piensan que se
ha ido por que sospecha algo y por eso Nahum les ha dicho que acaben con ella.
Aunque el Malkavian está decidido a protegerla y quiere
hablar con Nahum para que "entre en razón". Que por cierto, parece
que está desaparecido.
Y’ha-nthlei. – Ezra no
es vampiro, es un mago y dicen qué ha muerto recientemente. Así que creo qué
ese nuevo Tremere se ha quedado sin mentor.
Sobek. – No es
algo que haya comentado.
Y’ha-nthlei. – Puede
que no lo sepa.
Sobek. – O decir
que es un traidor del clan y sin ningún apoyo no sería muy inteligente.
Y’ha-nthlei. – Así que
Nahum en el cuerpo de Mara les ha otorgado una falsa posición pidiéndoles que
maten a una Tremere rompiendo la tradición de la eliminación.
Hay demasiados Tremere que no son Tremere. Juegan con las
Tradiciones cómo quien juega con fuego.
¡¡¡Que no haya Príncipe no quiere decir qué se pueda
romper las Tradiciones a la ligera!!! ¡¡¡Cualquier anciano puede aplastarlos
por hacerlo ¿y qué van a decir? ¡¡¡¿Me lo pidió el falso Tremere?!!!
Sobek. – Los
Salubri están en guerra con los Tremere, no es tan raro. El fuerte se come al
débil. Otra cosa es matar por matar.
Y’ha-nthlei. – Eso no
es una guerra neonato, es un exterminio. El clan Tremere se alza sobre las
cenizas del clan Salubri. Y ya se sabe quién ha ganado lo que tú llamas guerra.
No hay que subestimar a los brujos.
Sobek. – Ni a un
animal herido tampoco. Puede hacer mucho daño antes de morir.
Y’ha-nthlei. – No quiero que te veas implicado en ninguna
ruptura de las Tradiciones, Sobek. Prométemelo.
Y’ha-nthlei mira muy
serio a Sobek.
Sobek. – Ya sabes
que no mato vampiros por matar. De todos modos que me lo digas tú con la
reputación que tienes, también
sorprende.Y'ha-nthlei, anciano Nosferatu,
mentor de Sobek
Y’ha-nthlei. – Yo no
tengo reputación, tengo influencia. No creas nada de lo que dicen.
Sigue así Sobek. Estás haciendo un gran trabajo. Estoy
orgulloso de ti. Ahora ve y descubre más cosas jugosas para mí... ve, ve.
Dice Y’ha-nthlei
moviendo sus mocosas manos acuáticas.
Sobek. – Hablando
de influencia. Otro Nosferatu se acerco a estos pidiendo apoyo para reclamar un
refugio, un sótano en el barrio judío. Se "ganó su gracia"
diciéndoles que tuvieran cuidado, que un Nosferatu muy antiguo y poderoso que les
vigilaba.
Tenía pensado hacerle una visita para aclarar un poco el
tema y que los Nosferatu tenemos que remar juntos y todo eso, ya sabes.
Y’ha-nthlei. – Me
parece perfecto. Supongo que será Almagor. Ese sucio cobarde ¿verdad?
Aclara a esa rata callejera qué la información solamente
es útil si acaba llegando a mí. No me gusta que hablen de mí sin mi permiso.
Bueno un poco si me gusta –dice Y’ha-nthlei mientras sonríe inquietantemente.
Y’ha-nthlei. – Si vuelve a hacerlo no tendrá que
preocuparse de nada más. Déjaselo claro querido Sobek. Demasiado trato con los
limpios de arriba te lleva a eso, a traicionar tus orígenes. Nunca traiciones
tus orígenes Sobek.
Sobek. – ¿Me
quieres hacer prometer que no rompa las tradiciones y sin que pase un minuto ya
estas pensando en matar a uno? Ves como a veces hay excepciones.
Y’ha-nthlei. – Para mí
no es lo mismo pequeño. Tú eres un neonato. No sabes nada. Yo podría ser el
Príncipe de Jerusalén. Estoy en mi derecho de ejercer justicia. Tú, no. ¿Lo has
entendido?
Sobek. – Si, la
teoría la entiendo. Solo digo que existen excepciones, como en todo.
Y’ha-nthlei. – El
problema es que a mí nadie me va a venir a castigar, a ti sin embargo, pueden
hacerlo.
Ve dónde Almagor, lo encontrarás en las cloacas del
barrio cristiano.
Sobek. – Una cosa
más. El Toreador, Duyal sigue como loco por juntarse con los Tremere.
Y’ha-nthlei. – ¿Por qué
razón?
Sobek. – Pues
no tengo ni idea. También está liado con una mujer, que no se de que clan es en
realidad, pero nos ha confesado por algún motivo que es Setita.
Y un Assamita llamado Rashid está enamorado, o algo así,
de ella. Y a la vez este Assamita nos ha "amenazado" un par de veces
por andar haciendo ruido en el barrio musulmán.
Y’ha-nthlei. – Mmmmmmmm, interesante. No se sabe mucho sobre
los Seguidores de Set en la ciudad. Me interesa especialmente.
Hace mucho que no veo a una serpiente haciendo de las
suyas. Y lo sorprendente es que diga su clan, además de tener un amorío con un
enemigo Assamita. Si es que algo de lo que has descubierto es cierto. Si fuera
verdad, seguro que los suyos no aprobarían esa relación.
Bonito secreto. Me encantan los secretos. Si descubres más secretos, cuéntaselos a tu
mentor. Los saboreo con gusto –dice Y’ha-nthlei mientras se relame
asquerosamente.
Y’ha-nthlei. – Bueno Sobek, ¿te dejas algo?
Sobek. – Pues
creo que eso es todo.
Bueno. Ha llegado un guerrero también, de muy al norte.
Está buscando una tabla. Creo que de un gobernante antiguo de Jerusalén
Y’ha-nthlei. –
¿Clan?
Sobek. –
Brujah. El grupo parece un mal chiste.
Y’ha-nthlei. – Menudo
grupo de deshechos no muertos. ¿Un guerrero norteño Brujah buscando una tabla?
Creo que ya lo he escuchado todo...
Sobek. – Pues
creo que ahora sí que esta todo…
¿Si Rashid nos ataca por alguna razón?
Y’ha-nthlei. – Podría ser
el comienzo de una guerra. –se pone muy serio– Eso no
conviene a nadie. Ni a nosotros.
Sobek. – Pues
tampoco parece que atienda a razones. No he tratado con él tampoco, pero parece
por lo que dicen, que es bastante cabezota.
Y’ha-nthlei. – Nadie al
qué hayan invadido, asesinado, violado a su familia, humillado y plantado en su
dominio una capilla atractora de ataques Tzimisce, va a estar abierto a
«razones». No creo que sea cabezota, creo que es bastante razonable.
Sobek. – No sabía
que la capilla estaba en su dominio. Creía que era cercano.
Y’ha-nthlei. – Lo está.
En el barrio musulmán. Sin duda es una estrategia Tremere. Deberían pensarse
dos veces atacar el barrio musulmán, por la presencia Assamita, si es que saben
que es su dominio, claro está.
Sobek. – Entonces
tampoco entiendo como lo ha permitido.
Y’ha-nthlei. – Rashid
no creo que haya decidido nada, chiquillo. Jamás conoceréis a quienes lo han
hecho y seguramente nunca sabréis sus razones. Eres demasiado curioso Sobek. No
debes entender todo.
Ale, ya sabes, que ando muy ocupado...
Y’ha-nthlei hace
aspavientos para qué Sobek se vaya.
Sobek. – Tú y tus
cosas de sueños. Iré a ver al Nosferatu.
¿Te parece que si tengo la oportunidad de hablar con el
Assamita comunicarle que no estamos interesados en disputas, y que en caso de
explotar una nos mantendremos al margen?
Y’ha-nthlei. – No,
mejor déjalo. Intenta que sean los
zarrapastrosos esos quienes lo hagan.
Sobek. – No les
veo yo con la intención. Estamos hablando de dos Tzimisce aliados con los
Tremere, un Tremere y un Brujah.
Y’ha-nthlei. – Pues
entonces igual se merecen lo que les ocurra. Tú ya sabes. Que no salpique mucho
aquí abajo.
Sobek. – Si lo
digo por si me pilla por el medio. Que Rashid sepa que solo soy un observador y
no tiene que preocuparse. No sea que alguien me ataque.
Y’ha-nthlei. – Tendrás que ingeniártelas para sobrevivir, es
nuestro sino. Eres un observador qué convives con los protagonistas de su ira,
a sus ojos, no hay mucho que te diferencie de ellos.
Sobek. – Yo
pienso defenderme.
Y’ha-nthlei. – Es
legítimo. Sería estúpido no hacerlo.
Bien Sobek. Busca al ratero ese de las basuras qué tiene
la boca más grande qué tú.
Sobek. – Veremos
a ver qué tal colabora.
Una última pregunta…
Y’ha-nthlei. – Dime.
Sobek. – ¿Sabes
cómo murió Ezra, el mentor de Aesir? ¿Algún enemigo Tremere?
Y’ha-nthlei. – Dicen
que fue el propio Tremere, el Archimago Primogénito de los Brujos. Fue cerca de
Ceoris, en Tirgoviste. Ezra pensaba atacar la capilla central del clan desde
dentro. Quizás por eso dejo libre a su aprendiz Aesir. No quiso meterle en
semejante peligro, a todas luces un suicidio.
Y’ha-nthlei Se queda
pensativo, muy serio.
Y’ha-nthlei. – Adiós Sobek.
Y’ha-nthlei desaparece
hundiéndose en la turbia agua dejando unas burbujitas en la superficie.
Sobek se dirige al
barrio cristiano, por atajos entre catacumbas y cloacas que solamente conoce
él.
Adam, el consejeroAdam, antiguo Capadocio
Vadjanosz e Itachi se
dirigen a buscar a Adam. La última vez lo vieron fue en la Sinagoga Tiferet
Yisrael, situada en el barrio judío.
Cruzan las murallas del
barrio y ante la gran mezquita las bestias interiores se alteran de temor. Ambos
Tzimisce se dirigen a la puerta del templo con firmeza. Allí un rabino les dice
que Adam no se encuentra en ella. No sabe dónde está, lo lamenta. Quizás venga
esta noche, pero no lo puede asegurar.
Itachi sugiere ir a
buscar al Capadocio a la capilla Tremere. Así lo hacen y ya en la puerta del
templo Tremere, Rusticus, la Gárgola, les permite el paso. Tobit, el soldado,
está guardando la entrada pero no ven a Amelia, la ghoul personal de Mara.
Una vez dentro de la capilla
Dientes de Sable, en una modesta habitación sobriamente amueblada, se encuentra
Adam, estudiando un pergamino en hebreo. Lo recoge y ordena junto a más rollos
de escritos y recibe a los Tzimisce.
Adam. – Buenas noches Paladines, ¿queríais verme?
Itachi. – Buenas noches Adam. Si, en efecto.
Adam. – Adelante, os escucho.
Itachi. – Tenía una duda sobre la historia del pueblo
judío, quizás tú puedas ilustrarme: he escuchado una leyenda que habla sobre la
verdadera tumba del Rey David, situada en algún desierto cercano, ¿que sabes de
ello?
Adam. – Nadie sabe dónde está la tumba del Rey
David. Es cómo hablar del Santo Grial. Todo lo escrito pertenece a hace miles
de años. Jerusalén ha sido arrasada y saqueada varias veces en la Antigüedad.
Sería ingenuo pensar que aún existiera un lugar así y menos intacto.
Lo qué has escuchado no es más qué un cuento Itachi. Uno
alimentado por la ciudad eterna: Jerusalén.
Itachi. – Entiendo, pero y si existiese, en qué zona
del desierto cercana dirías que debería estar, si seguimos la historia
fielmente.
Vadjanosz. – ¿o quién crees que pudiera saberlo?
Adam. – No lo sé Itachi. Hay un vampiro que vivió en
ésa época y aún camina entre nosotros. Su nombre es Gabriel, es un imponente
anciano Toreador, debéis conocerlo, hace poco estuvo aquí mismo.
Itachi. – Gabriel, ¿precisamente él?, bien. Gracias por
tu respuesta.
Vadjanosz. – Aunque no sea la verdadera tumba de David,
¿quién puede saber donde los judíos del pueblo creen que está?
Adam. –Vadjanosz, no sabría decirte. Todos los
nombres que se me ocurren no se dignaran a hablar con unos neonatos. No me
malinterpretéis, no es por desprecio. Cuándo cuentas con miles de años no
suelen sacarte de tu refugio si no es por una buena razón, o es que alguien
busca tu sangre. Vivimos momentos inciertos. No creo que nadie pueda ayudaros.
¿Y por qué ese interés? ¿No hay asuntos más acuciantes?
Itachi. – Yo tengo mi propósito como bien sabes y Mara
decidió ayudarme. Creo que puede haber una relación entre mi propósito y esa
leyenda.
Adam. – Los Toreadores y los Nosferatu fueron los
primeros que llamaron a Jerusalén hogar. Los primeros vampiros que convivieron
en el reinado del Rey David.
Los judíos, ahora mismo el clan que más se yunta con
ellos son los Tremere. Algún Tremere quizás pueda dar acceso a su saber.
Vadjanosz. – Ja, ja, ja. Qué bien que Inés se haya largado de
Jerusalén. Con lo bien que nos vendría ahora. ¿No dejó a un chiquillo suyo en
la Capilla? ¿El que se fue con los sunitas?
Pensé que al menos los mortales tendrían alguna leyenda
que nos sirviese para empezar…
Adam. – Los Tremere predecesores de Inés y Mara
tenían una estrecha relación con los judíos de la ciudad. ¡¡¡Dicen qué incluso
despertaron un Golem!!!
Algún anciano de esos clanes quizás pueda ayudaros,
aunque lo veo alto improbable. Gabriel es el único qué sigue dispuesto a
interactuar con neonatos.
Vadjanosz. – Me temo Itachi, que no va a resultar tan
fácil encontrar ese lugar.
Itachi. – Era de esperar.
Vadjanosz. – Al menos no sin ayuda de Gabriel.
Vadjanosz. – O de nuestro amigo Nosferatu.
Adam. – Tenéis suerte ambos están bien relacionados,
Gabriel es chiquillo de Elsh y Sobek, digamos… que tiene un muy buen maestro.
Itachi. – Si fuera tan fácil ya lo habrían encontrado
¿no crees?
Adam. – Es cómo buscar el jardín del Edén o
Atlantis.
Itachi. – Has conseguido hablar con Mara, ¿Qué tal se
encuentra?
Adam. – No he logrado hablar con ella. Me temo qué
sigue igual.
Vadjanosz. – Era de esperar que tardase, pero tampoco
hemos tenido oportunidad de estar con ella.
Itachi. – ¿Ha desaparecido sin más?
Adam. – Solo han pasado unas noches. Dadle tiempo.
Vadjanosz. – En cuanto nos dé la oportunidad trataremos
de hacerla entrar en razón.
Itachi. – Entiendo que necesite tiempo, pero para
nosotros cada día es un reto por sobrevivir Adam. Hay un Assamita que nos acecha
y el Malkavian habla más de la cuenta cada noche ¿de cuánto tiempo crees que
disponemos?
Adam. – Ahora no desea ver a nadie. Ayudáis si la
dejáis tranquila, creedme.
Adam. – Ejercer vuestra posición de Paladines. Ahora
es vuestro turno para demostrar que sois dignos de tal responsabilidad. Seréis
capaces de solventar esto sin ayuda de antiguos ni ancianos. Esa es la
verdadera maduración.
Itachi. – En ello estamos créeme. Ahora tenemos las
idas de olla del Malkavian, el otro Paladín. Aunque parece que la cosa ha
salido más o menos bien nadie nos garantiza que no se repita algo similar
delante de indeseables.
Vadjanosz. – Al menos siempre queda lo de decir que está
loco. ¿Bien que deseas hacer Itachi?
Si vamos los dos a preguntar van a pensar que tramamos algo.
Adam. – El Malkavian se merece el mismo respeto que
vos, ya que sois tres los Paladines. Así lo ha decidido Mara y así debéis
respetarlo. Cada uno con vuestras debilidades y uniendo fortalezas para
solventar los retos que se presenten.
Cuándo Mara vuelva querrá ver un grupo unido, leal y
honorable. Un grupo que obtiene resultados siguiendo las Tradiciones por encima
de todo y no piensa en desviaciones del camino, como el Amaranto.
Adam mira muy serio a
Vadjanosz mientras dice esto último.
Vadjanosz. – Desde que llegué a Jerusalén no he violado
las tradiciones. Es más, he tenido oportunidad de diabolizar y no la he
perseguido. Al contrario, he tratado de defenderlas y ayudar a mis compañeros Vástagos.
Adam. – Y se te ha agradecido con creces. Ahora deberéis
estar a la altura de vuestra posición recién adquirida y no seguir pensado y
actuando cómo cuándo erais recién llegados.
Tu fama te precede, Jaroslav, no me tienes que convencer
a mí.
A lo mejor seríais más fuertes si fuerais
un grupo de siete, en vez de dos facciones divididas que desconfían la una de
la otra.
Mara ha movido ficha. Ahora os toca mover a vosotros.
Hacedlo con sabiduría o perderéis la partida, cada decisión cuenta para que el
siguiente paso sea… la muerte definitiva.
Vadjanosz. – Mi fama se debe a que encontré la fuerza
siguiendo mi naturaleza, así que no me animes a ser fuerte.
Bien Itachi, esta es tu búsqueda. Pero si lo vas a
compartir con alguien más del grupo te animo a contárselo a todos o a ninguno.
Porque al final lo único que conseguirás es suspicacias de los que se sientan
excluidos.
Itachi. – Tendré en cuenta tu consejo. Debo
reflexionar sobre ello, no estoy muy seguro de que el Tremere nuevo deba
saberlo y menos aun del Brujah. Tiene la boca muy grande.
Vadjanosz. – No estoy tan seguro de que la montaña de
músculos sea tan simple como quiere hacernos creer. En mi vida mortal trate con
los varegos, pueden parecer brutales y sanguinarios pero también son hábiles
comerciantes y después de todo los Brujah también tienen filósofos y políticos
entre sus filas.
Itachi. – Lo sé. Pero llegar a un lugar y soltar a
desconocidos que buscas un artefacto apocalíptico para tus fines, no me
convence.
Vadjanosz. – Ya, pero también le preguntamos cómo había
llegado la información a sus manos o quién le enviaba y no recuerdo que
respondiese. Se hizo el tonto demasiado bien.
Itachi. – Se daría cuenta que hablo de mas y luego
quiso eludir decir la información completa.
Vadjanosz. – Como he dicho, es tu decisión y la
respetaré.
Itachi. – Tengo que conocerles un poco más.
Vadjanosz. – ¿Entonces dejamos la tumba del Rey David de
momento?
Itachi. – Hablare con Gabriel. A ver que sabe.
Vadjanosz. – Bien, si te parece voy a mirar que encuentro
en la biblioteca de la capilla sobre los reyes David y Salomón.
Itachi. – Excelente. Yo iré a buscar al anciano
Toreador.
Vadjanosz. – Perfecto.
Itachi y Vadjanosz se
separan y se dirigen hacia sus destinos recién anunciados.
Buscando a GabrielItachi, Tzimisce
Itachi se encuentra
en el barrio cristiano, no sabe por dónde empezar a buscar al Toreador. Recuerda
que fue herrero de humano. Las frías y oscuras calles le observan mientras
piensa.
El Tzimisce decide ir
a dar una vuelta por las calles de Jerusalén, por el barrio armenio, el que ha
visto más animado cuando ha callejeado.
Hay ambiente: tabernas
llenas de ruido, puestos ambulantes, movimiento de transeúntes, prostitutas en
las esquinas, peleas en los callejones, jaleo en cada corrillo de gente, matones
mostrando sus armas. Se encuentra en un barrio conflictivo, o al menos el más
conflictivo de los cuatro de la ciudad.
Itachi no parece ser bien
recibido. Los humanos le asesinan con sus miradas. El guerrero oriental sabe
que como se líe, él se llevará las
culpas de todo. La cosa huele mal, así que para que no acabe en pelea
descontrolada, Itachi decide regresar al refugio. No debe quedar mucho para el
amanecer.
Capilla nocturnaCapilla Tremere,
Dientes de sable,
barrio musulmán
Gabriel, el anciano
Toreador, se dirige a la capilla Tremere y una vez frete a ella, llama a la
puerta. Rusticus, la Gárgola, abre la puerta y le mira con actitud curiosa.
Gabriel ensimismado supera la gran belleza del oscuro y cincelado ser y
sonriendo habla con la Gárgola.
Gabriel. – Saludos Rusticus. Quisiera hablar con Amelia
sobre un asunto.
Rusticus guía a
Gabriel hasta la biblioteca, pero dejando caminar primero al Toreador, para así
poder ver todos sus movimientos. Gabriel se fija en si ve a algún Tremere por
el camino, pero no es el caso. Está Tobit, el soldado, que hace su ronda
nocturna.
Rusticus camina y engatusa
con su belleza a Gabriel, que no cesa de girar la cabeza para observar los
detalles de la bella Gárgola. No puede olvidar que es una obra maestra y esto
le ha costado la razón en más de una ocasión.
Gabriel. – ¿Has visto por aquí a mis compañeros?
Rusticus. – No, ninguno de los tuyos ha venido hoy –dice Rusticus con voz cavernosa.
Gabriel está
hipnotizado por sus detalles, es una impresionante estatua con vida. Rusticus
abre la puerta de la biblioteca y mirando dentro le dice al Toreador:
Rusticus. – ¿Quiere que avise a Amelia?
Gabriel. – Dicen que las obras de arte más famosas son
las que intentan parecer vivas. Es realmente curioso que seas una obra de arte
andante.
Rusticus. – ¿Perdón? ¿habla conmigo?
Gabriel. – Llámala por favor.
Rusticus confundido,
se va. Gabriel ve sus alas recogidas a su espalda, le parece una visión sublime.
Por fin Gabriel entra
en la biblioteca de la capilla, no es muy grande pero está muy bien ordenada, iluminada
con velas, el lugar tiene un aire misterioso. El Toreador mira si hay algún
libro en las mesas, pero no hay ni un sólo tomo fuera de su sitio y espera
sentado.
Otra belleza andante
entra en la habitación, la misteriosa y oscura Amelia. Gabriel queda embobado,
no le salen las palabras. La mujer comienza a hablar pero el Toreador no la escucha, su debilidad por la
belleza es una defecto de clan que es imposible superar y esta noche le está
poniendo a prueba demasiadas veces.
Gabriel se levanta
según entra y se queda petrificado. Durante un tiempo indeterminado la mira a
los ojos y ella le aguanta la mirada. Ambos en silencio, en las sombras de la
biblioteca. Es un momento mágico y ella no se asusta. Gabriel no puede hablar
ni moverse, solamente perderse en sus inmensos ojos negros.
Hasta que de pronto, sale
del embrujo a la tenue luz de las velas. Y la melosa voz de Amelia le habla:
Amelia. – ¿Está bien, Gabriel? Pensaba que le había
ocurrido algo…Rusticus, Gárgola de Mara
Gabriel. –... ya lo siento. Vuestra belleza ensordece
mis sentidos. ¿Sabía que los Toreador somos más sensibles ante el mundo que nos
rodea? Donde alguien puede ver un libro, yo veo una encuadernación exquisita
ornamentada con hilo de oro y huelo el cuero de primera calidad.
Amelia seria y muy
fría, le mira sin dejarse seducir.
Gabriel. – Fui demasiado terco la última vez. Estaba
haciendo su trabajo y me ofendí sin motivo.
Amelia. – No se preocupe Señor. Agua pasada.
Gabriel. – Quería disculparme, ya que pensándolo
fríamente. Si me sirviese a mí, no hubiese pedido menos que que no se dejara
engatusar por el primero en entrar con porte noble…
Mientras, Vadjanosz
viene también de camino a la biblioteca de la capilla en busca de la mismísima Amelia.
Ya en el templo, le abre las puertas Rusticus, la Gárgola, que no le quita ojo.
Tobit el soldado, le
mira y sigue con su ronda por el interior de la capilla. El Tzimisce se dirige
a la biblioteca con sus sentidos incrementados por Auspex. No hay detalle que
se le escape y ahora todo puede verse, escucharse y olerse mejor.
Vadjanosz va con la
intención de tener una conversación discreta con Amelia y mientras mirar si
encuentra algo que ayude a Itachi o a Sven. Cuando el Tzimisce va a entrar a la
biblioteca escucha unas voces conocidas, son las de una mujer y un hombre que
hablan en el interior.
Desde fuera el
Tzimisce escucha durante unos instantes, con su oído intensificado al doble de
su capacidad normal. Después de identificar a Gabriel y a Amelia como
interlocutores, entra y se deja ver.
Se abre la puerta y
Gabriel y Amelia se giran hacia Vadjanosz. Ambos sorprendidos.
Gabriel. – Hola Vadjanosz. ¡Qué sorpresa verte!
Vadjanosz. – ¡Vaya!, buscaba a Amelia. Pero quizás tú
también puedas ayudarme Gabriel.
Gabriel. – Para eso estamos.
Vadjanosz. – Algo que dijo Sven sigue picándome dentro de
la cabeza, Tú conociste al padre, ¿no?
Amelia en un segundo
plano dice:
Amelia. – Me voy, necesitaran estar a solas para
hablar.
Gabriel. – Hasta pronto Amelia.
La mirada de Gabriel
es un poema, se entristece solo de pensar en que la mujer se va.
Vadjanosz. – Perdona Amelia, no deseo distraerte de tus
quehaceres, pero si luego puedo
consultarte unas dudas sobre la biblioteca te
estaría profundamente agradecido.Gabriel, anciano Toreador
Amelia. – Por supuesto, dice Amelia.
Amelia. – Hasta luego Gabriel. –dice con voz dulce
y se dirige a la salida mientras Gabriel sonríe hipnotizado mientras ve cómo se
va.
Vadjanosz le hace
otra reverencia mientras se vuelve hacía Gabriel. Amelia se ruboriza y abre la
puerta de la biblioteca. Cuando la ghoul se marcha ambos vampiros siguen
hablando.
Vadjanosz. – Perdona si he interrumpido algo…
Gabriel. – Por eso no te entendía. Fallo mío. Estaba
centrado en mis asuntos. Pensaba que hablabas del Sire de Sven, que obviamente
no lo conozco.
Vadjanosz. – Y no he prestado atención. Ha sido una
descortesía por mi parte.
Gabriel. – ¿Que si conocí a su Sire dices?
Vadjanosz. – ¿Sire? ¿Era un vástago?
Vadjanosz. – Yo me refería a Salomón, conociste a su
padre el Rey David ¿verdad?
Gabriel. – A la primera estirpe de Reyes, la conocí un
poco, pero entiende que estaban en otro estrato social.
Amelia nerviosa aun
con la puerta de la biblioteca abierta
ha quedado paralizada. Un vástago conocido de los personajes está al otro lado.
Aesir entra y se presenta. Amelia sorprendida saluda con la mirada y se va.
Gabriel. – Hola Aesir.
Vadjanosz. – Buenas noches compañero vástago.
Aesir. – Buenas Noches. Que concurrida esta
biblioteca. –Dice el Tremere sonriendo mientras se dirige a los libros
dejando a ambos vampiros charlando cómo estaban.
Vadjanosz. – Como te decía, Gabriel, la tabla de Salomón
me hizo pensar.
Gabriel. – ¿Alguna pregunta en concreto sobre el tema?
Vadjanosz. – Que quizás Salomón o su familia tuviesen
algún otro objeto que me sirviesen en mi misión. ¿Dónde podría encontrar su
palacio? ¿La casa familiar? ¿El panteón de la familia? ¿Dejo descendencia? Su
padre dicen que fue un Rey incluso mayor que Salomón. Sin embargo no veo
monumentos ni lujosas tumbas cómo sería esperar.
Gabriel. – ¿Qué misión?
Vadjanosz. – Mi Sire se encuentra en un sopor del que
soy incapaz de sacarla. Adam ya me ha dicho que no cree que la tabla me
ayudase. Pero quizás haya algo que me guie en la dirección correcta.
Gabriel. – Esas reliquias, si existen aún, deben ser
muy peligrosas para nosotros, los no muertos.
Vadjanosz. – No es por gusto que las busco. Unirme a una capilla
Tremere no fue sino para ganar los conocimientos que me ayuden en mi cometido.
Gabriel. – ¿Y con sangre antigua no has sido capaz de
despertarla?
Vadjanosz. – No, si fuese tan simple Mara ya me habría
ayudado. Me temo que en esto hay magia. Ha sido maldecida por hechicería
Kouldunica. La sangre por sí sola, como es habitual en cualquier sopor, ahora
no me es de ayuda.
Gabriel. – ¿Ayudaría saber qué le ocurrió? Puedo
hacerle psicometría o leerle la mente.
Vadjanosz. – En estos momentos doy palos de ciego. ¡Ah!, ¿dices
a mí Sire?
Gabriel. – Si.
Vadjanosz. – No, estaba delante cuando el Sire de mi Sire
la maldijo. Yo conozco algo de magia koldun, pero no la suficiente para
deshacer el conjuro.
Gabriel. – Si son maldiciones, no sé nada sobre ellas.
Vadjanosz. – Tampoco Mara parece tener el poder.
Gabriel. – ¿Tu Sire sabría hacerlo?
Vadjanosz. – No lo sé.
Gabriel. – Lo digo por si puedo contactar con ella para
que me diga cómo despertarla.
Vadjanosz. – No lo intentaría. Lo he intentado
mágicamente y no es buena idea.
La única pista que me han dado es una reliquia que pudo
ser enterrada con Salomón o con su padre. Pero parece que a los judíos no os
gusta plantar grandes pirámides señalando las tumbas de vuestros reyes. O al
menos, no encuentro a ningún mortal que lo recuerde. Preferiría no tener que
pasarme meses o años buscando entre libros. Lo mío es más la acción que el
estudio.
Gabriel. – Yo mismo entré en sopor cuando atacaron los
babilonios...
Vadjanosz. – ¿Eso fue en tiempos de Salomón?
Gabriel. – Año 586 antes de Cristo. Hace más de 1700
años, reinaba Sedecias, el último Rey de la estirpe de Reyes hebreos.
Huimos como ratas para salvarnos. Las catapultas lanzaban
bolas de fuego. Los templos caían de uno a uno. Las murallas, tan bien hechas,
sucumbían ante la maquinaria pesada de los babilonios. La gente muerta se
amontonaba en el suelo, descuartizada sobre ríos de sangre. Poco quedó allí…
Vadjanosz. – No lamento habérmelo perdido.
Gabriel. – El Templo de Jerusalén y el palacio real
fueron quemados y arrasados hasta las cenizas. Las columnas de humo negro salían
del templo y se veían desde los reinos cercanos. Los movimientos de tierra de
las estructuras desplomándose por partes como una gigantesca torre de naipes.
Vadjanosz. – Entonces poco palacio o casa dentro de las
murallas voy a hallar…
Gabriel. – Aún recuerdo los gritos y el olor a quemado…
Vadjanosz. – Solo me dejas una opción, buscar tumbas.
Gabriel. – Brujos babilonios se llevaron un gran cajón.
Parecía el Arca de la Alianza.
Vadjanosz. – Me imagino que eso acabaría en Babilonia.
Gabriel. – Arrasaron con una luz cegadora que solo
dejaba a su paso muerte a la que solo ellos sobrevivían. Hasta que escaparon mientras
los ejércitos babilonios arrasaban y expoliaban la ciudad.
El Rey Sedecías y sus nobles huyeron de la ciudad, pero
fueron apresados en los llanos de Jericó y llevados a Ribla en la tierra de
Hamat, donde se encontraba Nabucodonosor II. Por orden de este, Sedecías
presenció el degüello de sus hijos, también se ejecutó a los nobles y luego
Sedecías fue cegado y llevado cautivo a Babilonia.
La familia real como ves tampoco disfrutó de una mejor
suerte.
Vadjanosz. – ¿Eran descendientes de Salomón?
Gabriel. – Sedecías descendiente la Casa de David, fue
el último Rey de Jerusalén y Judá y dio
fin a la primera dinastía familiar hebrea cuya historia se relata en los libros
bíblicos de Samuel, Reyes y Crónicas.
Judá tuvo veinte monarcas descendientes de David, segundo
rey de Israel y el primero de ellos que reino en Jerusalén, Saúl su padre fue
asesinado e invadido por los filisteos.
Se dice que después de que Nabucodonosor II, Rey de
Babilonia, invadió Jerusalén, destruyendo el templo y saqueando todos los
objetos valiosos del mismo, el Arca temporalmente fue llevada y colocada en un
lugar seguro y secreto antes de la invasión y posterior deportación de los
judíos. Según el registro de los Macabeos, Jeremías tomó el arca, que
representaba el trono de Dios, para ocultarla en el Monte Nebo, en Canaán.
Yo me escondí junto a mi Sire y bastante hice con
sobrevivir de esa masacre.
Vadjanosz. – Pocas esperanzas me das de que los invasores
dejasen algo que pueda servirme. Pero siendo un Toreador y siendo tu Sire Elsh
tan importante: ¿No fuisteis artífices de los sepulcros de Salomón ni de su
padre?
¿Tan siquiera sabes si habría un panteón o en que
cementerio o lugar fueron depositados sus cuerpos?
Gabriel. – Todo fue destruido y mancillado. Si el
sepulcro está en algún sitio debe estar enterrado en escombros.
Vadjanosz. – Vaya, me habían dicho que buscase fuera de
las murallas. Pensé que habría una necrópolis o algo así.
Aesir. – Monte Nebo.
Vadjanosz. – ¿Eso está aquí en Jerusalén?
Aesir. – Está fuera de Judá.
Vadjanosz. – ¿Y ahí está enterrado Salomón?
Aesir. – No lo sé. Según ha dicho Gabriel, Jeremías
escondió allí el Arca.
Vadjanosz. – No busco el Arca. No quiero arder.
Aesir. – Si consideraban el Arca como el trono de
Dios, ¿no la habrían escondido en el sitio que creyeran más seguro? ¿No habrán
escondido allí más cosas además del Arca? Puede que con el Arca hubiera más
reliquias robadas.
Vadjanosz. – Lo único malo es que este también esté el Arca.
Gabriel. – ¿Donde podremos encontrar esos registros macabeos?
En todo caso, ese monte está lejos de estar a nuestro alcance.
Aesir. – Se encuentra en la tierra más allá del
Jordán, Transjordania. Quizás Inés…
Vadjanosz. – ¿insinúas que quizás fue allí?
Aesir. – Dios mío, sunies… curioso el giro del
destino. En la mano de la que quieres matar yace la llave de tu deseo…
¿Ahora, podríais por favor no hablar tan alto? Necesito
concentrarme y esto es una biblioteca.
Vadjanosz. – Uhm, creo que confundes musulmanes con
judíos, pero tranquilo, que no es mi deseo distraerte. Gracias por tu tiempo
Gabriel.
Aesir. – No confundo nada con nada, te respondo a tu
pregunta de con quién se ha marchado.
Vadjanosz. – Con los sunies, no con los macabeos.
Aesir. – Nos dio buena charla sobre las costumbres
musulmanas. Los macabeos no pintan nada salvo la mención de sus escritos.
Vadjanosz. – Y yo pregunto por judíos, no por musulmanes.
Aesir. – Qué son escritos que ella encontró. Si no lo
ves no seré yo quien te haga de guía.
Vadjanosz. – Pues seguiré a oscuras porque no veo la
relación.
Es evidente la
tensión acumulada entre el Tremere y el Tzimisce tras la discusión. Vadjanosz
abandona la biblioteca dejando a Gabriel y Aesir en ella.
Gabriel. – La tumba me supongo que debía estar en el
templo. Vete a saber debajo de qué está si no está hecha pedazos y mancillada.
Pues
parece que no les importa que usemos la biblioteca ¿que vas a buscar? ¿quieres
que te ayude?
Aesir. – Si puedes ayudarme sería muy útil. Tú
conoces la ciudad desde hace más tiempo que el resto. ¿Puedes ayudarme con los
mapas y tus recuerdos? Lugares que fueron importantes, sitios donde ocurrió
algo relevante, lugares donde la gente pensase que ocurrían cosas extrañas…
Esos temas, eso puede ayudarme con mi localización
geomántica.
Gabriel. – Pues perfecto. Nos ponemos a ello. ¿Por
dónde quieres empezar?
Aesir. – Todos los templos con fe, tienen cierta
energía. El Templo de Jerusalén, la tiene también. El Santo Sepulcro también y
todos los lugares venerados por las religiones presentes. Los sitios que aluden
son todos de una fe y una santidad, peligrosa para un vampiro…
Se pasan el resto de
la noche buscando dichos textos que aludan a esos emplazamientos en concreto. Todo
lo que recuerda Gabriel hace siglos que desapareció. La ciudad ni siquiera parece
coincidir con las localizaciones de edificaciones remotas en el tiempo. Sus
recuerdos no son muy útiles.
Poco antes de acabar
la noche ambos vampiros se recogen juntos al refugio comunal.
A solas con AmeliaVadjanosz, Tzimisce
Vadjanosz sale de la
biblioteca de la Capilla con la intención de hablar con Amelia, cómo había
acordado con ella. El Tzimisce piensa en contar a Itachi lo poco que ha
descubierto hablando con Gabriel.
La bella y oscura
ghoul, le está esperando en otra sala de la capilla, una más modesta y apartada
que hace labor de alacena.
Amelia. – Mi Señor ¿qué dudas puedo solventarle?
Amelia tiembla y no mira
a los ojos de Vadjanosz, es evidente que está aterrada.
Vadjanosz. – Buenas noches Amelia –y el Tzimisce besa su mano cómo acordaría la
etiqueta humana.
Vadjanosz se da
cuenta de que es a él a quién teme. Amelia esquiva su mirada y nerviosa espera
que la pregunte algo.
Vadjanosz. – Creo que sabes que mi "familia" y
a la que tú pertenecerás no son amigas. Pero no has de temer ningún mal de mí.
No deseo causarte problema alguno. Cómo puedes ver, tu Señora y yo hemos
llegado a una alianza provechosa para ambos.
Amelia permanece en
silencio, temblando como un animalillo acorralado. Su voz temblorosa resuena
tenue en la estancia:
Amelia. – ¿En qué puedo ayudarle, mi Señor?
Vadjanosz. – No te pediré que traiciones a tu ama de
ninguna manera, pero creo que eres una discípula inteligente y capaz. Me
gustaría brindarte mi amistad y contar con tu confianza.
Amelia asiente
nerviosa y enmudecida. No le salen las palabras.
Vadjanosz. – Solo te pido que te preocupes por el
bienestar de mi Sire. Se encuentra en el sarcófago de la sala del Dientes de
Sable, dónde aguarda el espíritu de dicho animal. Cualquier peligro que la
aceche a ella o a mí, te agradeceré que me lo cuentes.
Amelia. – Así lo haré. –Dice muy segura.
Vadjanosz. – Entonces estaré en deuda contigo. Cualquier
favor será pequeño para
demostrarte mi gratitud. Seguro que mi Sire opinara de
igual forma. Quizás su hechicería sea diferente que la de los Tremere, pero
supongo que nunca está de más conocer a una poderosa Koldun.Amelia, ghoul de Mara
Amelia abre mucho los
ojos, en señal de incredulidad y de miedo. Se le corta la respiración y
empalidece aun más.
Amelia. – ¿en dededededeuda? ... no por favor... es
lo menos que puedo hacer...
Amelia inclina la
cabeza mostrando sumisión y Vadjanosz se la levanta suavemente.
Vadjanosz. – Entre amigos es lo de menos.
Amelia mira al
Tzimisce aterrorizada con sus ojos llorosos y asiente con dificultad.
Vadjanosz. – Hasta que nos encontremos, Amelia.
Y Vadjanosz se va
lentamente hacia la puerta haciéndole a la mujer una inclinación de cabeza. Cuando
está abandonando la estancia se detiene y la pregunta:
Vadjanosz. – Por cierto, ¿sabes algo de dónde pueden
estar enterrados los reyes Salomón o David? ¿O quién podría ayudarme?
Amelia. – Su cara de sorpresa es un poema, no procesa
su pregunta y se queda bloqueada sin saber cómo reaccionar.
Vadjanosz la mira con
una sonrisa amable.
Amelia. – Lo lamento, no lo se... –y mira a
Vadjanosz con miedo cerrando los ojos, esperando lo peor.
Vadjanosz. – Ja, ja, ja –ríe el Tzimisce de forma
comedida– tranquila, es la respuesta con
la que me topo tras cada puerta a la que llamo.
Amelia se ríe
nerviosamente.
Vadjanosz. – Pero empiezo a pensar, que si tú lo
desconoces, es posible que no haya una
respuesta a esa pregunta. Buenas noches.
Amelia. – Buenas... noches.
Vadjanosz se despide
con otra inclinación de cabeza y se dirige a la salida de la capilla, una vez
fuera aligera el paso para llegar hasta el palacete Arista, refugio y dominio
del Tzimisce, no sería bueno que el amanecer le encontrase por el camino.
Confesiones de un
neonatoAlexandrus,
Gangrel contacto de Sven
Sven cruza las
murallas de Jerusalén, ya a las afueras se encuentra con su «amigo» Alexandrus,
que le recibe con una mirada de odio. El Brujah sabia donde encontrarle para
que él le levase hasta su Sire, Celine.
Alexandrus mira a los ojos de Sven de forma intimidante, esperando
a ver si el Brujah pierde los papeles.
Sven. – Alexandrus, quiero hablar con Celine.
Alexandrus gruñe, no
parece muy de acuerdo.
Sven. – Deja de comportarte así conmigo, que tengo
que decirle algo muy importante.
Sven. – O tú podrías mandarla un mensaje muy
importante. Aunque mejor se lo digo yo en persona…
Alexandrus. – ¿De verdad tienes qué estar molestándola
continuamente? Espero que sea
importante, no querrás verla enfadada.
Sven. – No la va a molestar. Sí, mi pulgoso
"amigo", es muy importante. Así que venga, compórtate como un buen
compañero y hazme el favor.
Alexandrus levanta su
brazo peludo y Sven ve como sus peligrosas uñas crecen ante su cara. En ese instante
aparece tu Sire, Celine.
Sven. – Hola Celine, quería hablar contigo.
Celine. – Sven. ¿Qué tal fue tu presentación a la
sociedad vampírica? ¿Conociste al hermano bastardo de los Arista? Es de nuestro
clan…
Sven. – Pues complicada. Ha pasado de todo y eso que
no ha hecho nada más que empezar. He conocido a un grupo variado y variopinto
que me han estado ayudando en mi búsqueda.
Celine. – ¿Tan rápido?
Sven. – Sí. No
soy el único nuevo que ha entrado en ese grupo. Hay uno más, un mago, un
Tremere. Parece que nadie se fía de él, yo no le quito ojo de encima. Tengo
noticias importantes de las que informarte.Sven de Scania, Brujah
Celine. – Adelante, te escucho.
Sven. – Hay unas Tremere muy poderosas en la ciudad,
unas de ellas por lo visto acaba de marcharse de Jerusalén. La otra realmente
no es ella. Algo así dijo un Malkavian entre gritos. Debe de estar poseída por
un tal Nahum. ¿Lo conoces?
Ah, y los Assamita quieren acabar con ellos.
Sobre la mesa de Salomón por ahora no he conseguido
localizarla, de hecho me han dicho que es posible que sea un mito pero seguiré buscándola.
Celine. – Mucha información para digerirla cómo es
debido. Te escucho, pero no entiendo tus galimatías.
Sven. – ¿Qué no entiendes?
Celine. – Primero, ¿qué ocurre con los Tremere, te veo
alterado?
Sven. – Pues que por lo visto están en guerra con
los Assamita. Pero parece que tienen graves problemas internos. Como te he
dicho entre las Tremere hay dos mujeres poderosas, una se ha marchado de
Jerusalén, no sé el motivo, y la otra parece que está poseída por un tal Nahum.
O al menos eso oí gritar a un Malkavian.
Celine. – ¡¡¡Sven!!!
Habla menos y di más. Elige tus palabras. Tienes la cabeza llena de
ruido. Solo hay un clan al qué odiar: A los Ventrue, se lo debemos. Y no he
oído Ventrue alguno en tus labios... ¿Verdad?
Sven. – No. Verdad.
Celine. – Los Tremere son un bajo clan. Zoquetes recién
llegados indignos de nuestra atención.
Sven. – Ah bien.
Celine. – Quizás alguno de ellos pueda darnos
información que nos sea útil sobre nuestro cometido.
Sven. – Sí, he hablado con uno y solo me ha dicho
que es posible nuestra búsqueda sea un mito. Necesito seguir buscando
información.
Celine. – Perfecto. Necesito qué estés templado
Sven. No eres un niño
Sven. – ¿templado?
Celine. – Si, sé firme, sereno para el combate.
Sven. – Lo haré. Aunque hay gente que me lo pone difícil.
Celine. – En cuanto al Malkavian...
Sven. – ¿Sí?
Celine. – Puedes aprender mucho de los hijos de
Malkav, pero deberás tener cautela.Celine, Ancillae Brujah,
Sire de Sven
Sven. – Sí. De hecho hay uno que se empeña en que no
cumpla mi objetivo.
Celine. – Los Assamitas son otro bajo clan, igual de
indigno que los Tremere, harían bien en matarse entre ellos y dejar espacio
para los que lo merecemos.
Sven. – Bien, de hecho se me pasó por la cabeza
hacerlo así. Respecto a la mesa de
Salomón ¿sabes algún sitio por aquí donde puedan darme información que me sea
de ayuda?
Celine. – Si lo supiera ¿no crees qué te lo hubiera
dicho ya?
Sven. – Cierto.
Celine. – No sé quién es ese Nahum del qué hablas...
Sven. – Nahum es el nombre que grito el Malkavian.
Tal vez no sea alguien muy relevante en Jerusalén...
Celine. – En cuanto a la mesa, por supuesto que es una
leyenda. Por eso la queremos. Sigue buscándola y comunícame tus adelantos.
Sven. – Bien.
Una cosa más, ¿el Santo Grial en Escocia? explícamelo…
Celine. – Eso dicen. Un grupo de Cruzados Gangrel debe
tenerlo en custodia.
Sven. – ¿Cruzados Gangrel?
Celine. – ¡¡¡Céntrate Chiquillo!!! Olvida los Gangrel.
Debes entender Sven, que perteneces a un Alto Clan,
Señores del resto de los Vampiros. Buscamos la sabiduría en las obras de los
hombres y estamos destinados. No te dejes amedrentar. Tu sangre te predestina a
ser GRANDE. Créetelo.
Sven. – Sí, Celine. Si te parece bien seguiré con el
grupo con el que me encontré, puede que me sean de ayuda.
Celine. – Es lo mejor que puedes hacer. Si estás sólo
en Jerusalén estarás condenado a la muerte definitiva.
Sven. – Sí. ¿Algún consejo sobre mis compañeros?
Celine. – Únete a ellos y haz aliados. De esa forma
podrás pedirles ayuda. Y recuerda no eres el sirviente de ninguno de ellos.
Aunque sean más viejos qué tú.
Sven. – Bien. ¿Y sobre Alexandrus qué me puedes
decir? Me provoca siempre que me ve, y no quiero decepcionarte si nos
acabáramos enfrentando.
Celine. – Si lo hacéis, espero que ganes. Si mueres tendría
que adoptarle a él.
Celine sonríe
fugazmente.
Celine. – Estamos todos en el mismo barco. Cada uno
tenemos nuestro sino. Y el de Alexandrus es permanecer a mi lado.
Buenas noches Sven. Para cuando nos veamos ten algo más
para mí.
Sven. – Te prometo que encontraré esa mesa Celine.
Sven regresa a
Jerusalén con intención de cazar de camino a su refugio.
El Brujah, hachas en
mano, busca alimento en los alrededores de la entrada a Jerusalén, su presa: animales
nocturnos de la zona.
El aventurero varego
se tira el resto de la noche en las inmediaciones de la muralla de Jerusalén
pero parece que no hay suerte. Poco antes de amanecer caza unas pocas alimañas,
desangrándolas y obteniendo la Vitae suficiente para dar unos insípidos tragos.
Sven se limpia la sangre de la comisura de los labios y regresa al refugio
comunal situado en el barrio cristiano de Jerusalén.
Ecos de cloacaCloacas de Jerusalén
Sobek se dirige a
buscar a Almagor, compañero de clan. Husmea en las alcantarillas del barrio
cristiano, cómo le dijo su mentor. Todo un submundo oscuro, húmedo y oloroso. El
lugar parece silencioso y solitario.
El Nosferatu confía
en que Almagor este escondido por la zona, así que insiste un poco y no se
oculta, quiere que parezca que está buscando a alguien.
De pronto un puñado
de ratas delata la localización de un ser “pegado” a una de las húmedas y
sucias paredes de la cloaca.
Almagor. – ¿Quién eres, hermano Nosferatu?
Sobek. – Saludos Almogar, me han hablado de ti. Estoy
con el grupo en el que estaba Cadios y me han dicho que un compañero Nosferatu
les había pedido ayuda para buscar un refugio, así que he venido a conocerte y
ver en que podemos ayudar.
Almagor. – Almagor, me llamo Almagor, hermano
Nosferatu.
Una lástima la muerte de Cadios. Siempre es doloroso
perder un buen contacto, me proveía de jugosa información...
Pues sí, el asunto que traté con tus compañeros continúa
pendiente de pago, ya que no me han asegurado qué el dominio que yo reclame,
pudiera hacerlo sin riesgo... y yo les di cierta información sensible que sin
duda les podía interesar...
Espera... ¿cómo decías que te llamabas?
Sobek. – Yo soy Sobek –dice con una sonrisa que
muestra sus gigantescos dientes– De la
información que les proporcionaste quería hablarte precisamente...
Al escuchar su nombre,
Almagor se tira al suelo y junta sus palmas por encima de la cabeza. Su cara
permanece parcialmente sumergida en las aguas fecales. Su expresión es de
terror y culpa.
Almagor. – Lo lamento, debí suponer qué tú eras quien
le suministraba información a ÉL. Almagor, Nosferatu
Lo hice para que nos tuvieran en cuenta. Siempre nos
dejan de lado. Y bueno… quizás podía sacar algo para mí… lo siento.
Por favor. Trasmítele a ÉL, mis más sinceras disculpas…
¡por favor!
Sobek. – Tranquilo, tranquilo –dice mientras ayuda
a levantarse a Almagor– La verdad que no le ha hecho demasiada gracia, pero
bueno, estamos aquí para arreglar las cosas. Siendo hermanos deberíamos
ayudarnos, ¿no te parece?
Mejor dejemos de pasar información sobre nosotros a
desconocidos y empecemos a conseguir saber del resto entre nosotros. Es como
debe ser, ¿no te parece? Así funciona una manada, ayudándose.
Almagor estupefacto
sonríe nerviosamente...cómo un condenado a muerte absuelto a última hora.
Almagor. – Si... je, je, je, hermanos... tienes razón
Sobek. Mis disculpas hacia tu Señor.
¿Una manada? Nunca hemos actuado como animales en grupo.
–Dice extrañado– Por mi parte renuncio a mi futuro dominio en la superficie
cómo castigo por tal metedura de pata.
¿Podrías transmitirle a ÉL que no volverá a suceder? ¿Cuál
sería la mejor forma de subsanar el error?
Se ve claramente que
Almagor tiene miedo al mentor de Sobek y se encuentra evidentemente
arrepentido.
Sobek. – Sólo me ha pedido que venga a decirte que no
vuelvas a hablar de él o de algo que le incumba, no me ha dicho nada de
enmendar nada.
¿Porque el interés en el refugio si puede saberse? ¿que
tiene ese sótano?
Almagor. – Nada especial, lo juro. Solamente es un
agujero dónde poder estar seguro ahí arriba, en la superficie. Si quieres te lo
regalo. Bueno, no es mío… en realidad, no aún. –Dice el Nosferatu nerviosamente.
Sobek. – Entonces no puedes regalarme nada.
Almagor. – Si tus compañeros lo aseguran, serás tú el
propietario del dominio, ¿te parece?
Sobek. – Aunque la información que les diste fuera
una mierda, si te quieren ayudar es cosa de ellos. Primero habrá que enterarse
a quien pertenece ahora, luego ya veremos que hacemos. Además yo ya tengo mi
refugio. Otro día te lo enseño.
Ambos Nosferatu se
despiden y regresan a sus respectivos refugios. Almagor ha vuelto a nacer.
La búsqueda de JesperCiudad antigua de Jerusalén
Jesper sale pensativo
de la reunión secreta con Gabriel y Aesir. El Malkavian da vueltas a cómo
conseguir el propósito de su objetivo: Encontrar un refugio especial, o como
dijo Aesir un “nodo” mágico… ¿por donde debería empezar?
El bufón no muerto
tiene un pequeño secreto, es digamos, más sensible a los habitantes del más
allá. Es lo que los humanos llaman: Médium. El Malkavian posee una afinidad
natural para sentir y oír a los espíritus, fantasmas y apariciones. No puede
verlos pero es consciente de su presencia, puede hablar con ellos y mediante
súplicas o palabras amables puede llamarlos a su presencia. Una vez están cerca
Jesper puede pedirles ayuda o consejo, pero siempre existe un precio a pagar
por sus favores.
El Malkavian,
mientras camina por los oscuros callejones del barrio Cristiano, intenta llamar
a espíritus de personas que una vez estuvieron vivos pero ahora permanecen
atrapados entre este y el otro mundo. Jesper intenta estar especialmente
receptivo al más allá mientras pasea por Jerusalén.
En una calle
especialmente oscura y tenebrosa, una voz muy profunda le susurra al oído:
Voz del más allá. – No muerto, yo puedo ayudarte…
Un frío sepulcral
invade rápidamente el callejón.
Jesper. – ¿Si?... ¿y quién eres tú?
Voz del más allá. – Mi nombre no es importante, pero sé que
buscas algo. ¿Verdad?
Jesper. – Verdad.
De pronto comienza a
hacer calor, mucho calor. Tanto que Jesper comienza a sudar sangre en cuestión
de segundos.
Voz del más allá. – Me encanta esta parte... –dice susurrando.
Jesper. – ¡Hey! abre una ventana o deja que corra la
brisa. Hace un calor de mil demonios.
Voz del más allá. – Ja, ja, ja –ríe y congela el alma del Malkavian– bien, ¿que buscas?
Jesper. – Antes quisiera hacerte una pregunta ¿puedo?
Voz del más allá. – Adelante.
A ojos de cualquier
transeúnte que se fije en el siniestro bufón está hablando sólo en el callejón.
Jesper. – Vale. ¿No serás un demonio o un ser
demoniaco malvado de esos? ¿no? porque si es así, mi primo Lucian me mataría si
supiera que he hecho tratos con alguien así.
Voz del más allá. – ¿Crees que un demonio te diría la verdad?
Jesper. – no,
pero así me aseguraría de no vender mi alma estúpidamente o hacer algo que me
corrompa. No sé si me entiendes
–dice guiñando un ojo.
Tu también quieres algo ¿me equivoco?
Voz del más allá. – Está bien. Me has descubierto. Soy un
demonio.
Jesper. – Vaya.
Voz del más allá. – ¿Estas más contento ya?
Un gato negro aparece
y pasa por delante de Jesper, levantando su cola y mirándolo con sus ojos
amarillos.
Jesper. – ¿Y qué hace un ser como tú por estos lares?
Voz del más allá. – Todos queremos algo. Veamos si puedo
ayudarte. Por tercera vez...
Jesper. – Vale, y ¿qué tipo de demonio eres? ¿De los
egoístas? ¿o de los que quieren destruir el mundo?
De los egoístas no me importa. Al fin y al cabo será algo
solo para ti.
Voz del más allá. – Madre de Dios, ¿no callas nunca? ¿quieres
preguntarme de una vez lo que buscas? ¿o vas a perder el tiempo hasta que se
haga de día?
Jesper. – mmm...
¿Dónde puedo encontrar un lugar parecido a un nodo en ésta ciudad? ¿o cerca de
aquí?
Jesper. – Pero antes, dime cual es el pago, y ya
decidiré yo si quiero hacerlo.
Voz del más allá. – ¿Nodo?
Jesper. – Si. O un lugar donde confluyan esas
energías. Y quiero saber por adelantado, cual es el pago por esa información,
no te olvides. Si me parece razonable habrá trato. Si no, me marchare por donde
he venido.
Voz del más allá. – Me parece justo ¿de qué energías hablas?
Jesper. – Espirituales, mágicas o ambas.
Voz del más allá. – Bien. Creo que puedo ayudarte.
Jesper. – ¿Estamos hablando de lo mismo? ¿Un lugar en
Jerusalén donde esas energías sean propicias?
Voz del más allá. – Lo hay. Podría llevarte a un lugar
especial, pero discreto al mismo tiempo.
Jesper. – Especial.
Voz del más allá. – Y mucho.
Jesper. – Me gusta lo especial y además si es mucho
pues muchísimo más.
¿Y el pago? ¿Qué quieres por saber donde esta ese
emplazamiento?
Voz del más allá. – Déjame pensar... ¡¡¡Ya lo tengo!!! Ya que
soy un demonio, deberás sacrificar algo para mí. ¡¡¡Eso es!!! Mata algo en mi
nombre.
Jesper. – ¿Algo en tu nombre? ¿Algo así como un
cordero? ¿Y qué tengo que hacer? ¿Decir tu nombre o algo así? ¿O como funciona
eso?
Voz del más allá. – Tú matas algo y me lo dedicas. ¿Te parece?
Eso sí. Debe ser una muerte a la altura de lo que voy a concederte.
Jesper. – ¿Y a nombre de quién? Porque no sé como
pretendes que se lo dedique a la voz que escuché en un callejón de Jerusalén,
¿o eso vale?
Voz del más allá. – Es cierto, pero… no quiero decirte mi nombre.
¿Cómo podríamos hacer?
Jesper. – Una cosa. ¡Quiero saber la letra pequeña! ¿Esto
no manchara mi alma o la de mis hermanos? ¿no? Me refiero. Esto solo te
beneficia a ti y ya está ¿verdad?
Voz del más allá. – ¿Alma? ¿Quien ha hablado de alma?
Jesper. – Dime un anagrama pues, o codifícalo, o ponte
un mote…
Voz del más allá. – No. Un sacrificio es algo serio. No debes
burlarte.
Jesper. – Vale, vale.
Voz del más allá. – Es un regalo. Una muestra de agradecimiento
Jesper. – De mí hacia ti. Claro ¿Nada más no? En pago
a lo ofrecido.
Voz del más allá. – Eso es.
Jesper. – Vale.
Voz del más allá. – Primero te daré el lugar. Tu mismo decididas
si lo vale y después sacrificaras algo vivo para mí. Será esta misma noche. No
queda mucho tiempo, ¿aceptas?
Jesper. – Vale. Y entonces lo de tu nombre, ¿cómo lo
hacemos? ¿te llamo señor gris o algo así?
Voz del más allá. – Te revelare el nombre cuándo todo esté
listo.
Comienzan a salir
montones de ratas apestosas y sucias de las alcantarillas cercanas.
Jesper. – A ver, que yo me aclare. Yo cojo un conejo o
un cordero o lo que sea que respire, y antes de matarlo digo: "Por el
señor gris" y seguido lo mato. ¿Es así?
Voz del más allá. – No exactamente…
Jesper. – ¿Y la información? ¿Cómo se que me la
dirías cuando yo haya cumplido?
Voz del más allá. – Te doy el lugar. Si te gusta mataras algo en
el nombre de quien yo te pida, ¿de acuerdo? de esa forma no te daré el mío y
haré un favor a un superior, ya me entiendes...
Jesper. – Vale a ver si lo he entendido: veré el lugar
y si es así cazare algo para ti y lo sacrificare en el nombre ese.
Voz del más allá. – Si.
Jesper. – Vale, vale.
Voz del más allá. – Adelante. ¡Sigue a las ratas!
Jesper. – Espera, yo elijo a la víctima, ¡No tú!
De pronto un grupo de
ratas se arremolina al rededor de Jesper mientras la temperatura baja
drásticamente, hace frío, demasiado. Jesper, Malkavian
Jesper. – Creo que no nos hemos entendido…
Las ratas corren
todas juntas en una dirección. Es como si el suelo hubiera cobrado vida. Jesper
camina siguiéndolas mientras habla solo por las calles, esperando una respuesta
que no llega.
Jesper. – Tú quieres que sacrifique a alguien
concretamente en nombre de otro ¿es eso?
Jesper mientras tanto,
por el camino, el Malkavian busca algún tipo de animal que pueda servirle para
el sacrificio.
Las ratas le llevan a
un viejo edificio en ruinas. Parece un pequeño templo en un lugar no muy
concurrido del barrio Cristiano. Está calcinado hasta los cimientos. Nadie se
fijaría en él. Las ratas se cuelan por los escombros negruzcos.
Jesper. – ¡Vaya! bonito lugar. Valeee... –dice Jesper en alto mientras sigue al inquietante manto
de ratas.
Se mete por agujeros
entre rocas ennegrecidas y madera quemada y acaba en una pequeña catacumba, o
lo que queda de ella.
Jesper. – ¡Ecooo ecooo!
Parece un viejo
templo que fue arrasado por el fuego hace no demasiado tiempo. Jesper se
adentra y siente algo inexplicable. Cómo energía fluyendo por el aire.
El Malkavian se
concentra en usar su talismán mágico, el que le otorga Auspex, y con él
intensifica el sentido de la vista para poder ver con la poca luz que viene del
exterior y así poder ver.
Los sentidos
agudizados de Jesper notan un cosquilleo semejante a la fe, pero no da miedo.
Si aquí hubo fe algún día, ya no la hay. Este sitio es especial. El Malkavian
no sabe porque, pero lo nota.
Jesper. – Bien querido compañero. Creo que es hora de
ir a por tu cordero. Si quiero más cosas te buscare. Si el pago sigue siendo el
mismo, podremos hacer tratos. ¿Me oyes señor gris?
Jesper sigue hablando
solo mientras ojea el lugar e intenta calcular cuánto podría medir y donde
podría poner sus dos armarios, uno en el que duerme entre semana y otro para el
Sabbat.
Jesper. – Una alfombra de oso quedaría genial…
El lugar está muy deteriorado.
El Malkavian no cree qué sea muy seguro refugiarse aquí, según está. Puede que
llegase algún rayo de luz solar. Está todo destrozado y cubierto de hollín.
Pero con recursos o profesionales bien “acondicionados”, seguro se puede
arreglar y dejar un refugio digno.
Jesper. – Vale, mi cometido era dar con un lugar más o
menos así.
El Malkavian se da
cuenta de que hace tiempo no hay ni rastro de la voz, aunque no sabe si le está
escuchando.
Jesper. – Nadie me dijo el estado en el que tenía que
estar.
El siniestro bufón se
ofusca para poder robar un cordero en algún lugar de la superficie. Lo tiene fácil ya que nadie puede verle, ni
siquiera el cordero, que afana de un establo cercano.
Jesper se lleva al asustado
animal fuera de la ciudad, lejos de las miradas de curiosos. A una hora de las
murallas de Jerusalén, en dirección a ninguna parte. Allí desenvaina un puñal y
lo alza diciendo:
Jesper. – Yo sacrifico este cordero en nombre de… ¿no
me has dicho el nombre ¿verdad?... pues... ¡por el señor gris! Que la muerte de
este animal sea el pago por tu información, gracias y hasta otra.
En el momento en el
que Jesper va a hundir el puñal en el
asustado animal, al que parece que se le van a salir los ojos de terror, una
voz le susurra un nombre: Kupala.
Jesper piensa: “¿me suena ese nombre?... no, no me suena
nada…”
Jesper. – ¡Por Kupala! ¡En pago a tu información, y
hasta nunca!
Jesper apuñala al
cordero mientras éste se resiste a morir y metiendo la mano saca sus tripas
tirando de ellas, aun calientes y desparramándolas por el pedregoso suelo. El
animal gime fuertemente mientras la vida se le va y cae al suelo desangrado
sobre un gran charco de sangre caliente.
El Malkavian mira al
cordero y sonríe.
Jesper. – Pobrecito.
Lo acaba de sacrificar
en nombre de Kupala.
En ese instante cae
un rayo lejano que rompe la oscuridad iluminando el cielo. Se escucha el trueno
segundos después. Parece que va a llover…
Jesper. – Bueno. Yo me marcho que este lugar no me
gusta nada.
El animal se desangra
y el sacrificio se queda agonizando en la oscuridad de la noche.
Jesper limpia el
puñal y se seca las manos y regresa silbando con los brazos en la cabeza como
si no hubiera hecho nada malo.
El Malkavian llega a
Jerusalén y cuándo traspasa la muralla la voz le dice:
Voz del más allá. – Jesper…
Jesper. – ¿Qué quieres ahora?
Voz del más allá. – Gracias, ha sido un bonito sacrificio.
Jesper. – Ya, bueno. Ese era el trato ¿no?
Y la risa le taladra
el cerebro a Jesper hasta que tras unos segundos deja de escucharla y la pierde
en un eco lejano en su mente.
Jesper. – Yo no te he visto y tu a mi tampoco, ¡por si
preguntan!
El viento silba y Jesper
continua hablando solo. Regresa a paso ligero al refugio comunal, quedará poco para
el amanecer. Va silbando una vieja melodía que le enseño Cadios, en sus tiempos
de juergas infinitas.
Cuando el Malkavian llega
a su armario, lo abre, se mete dentro y lo cierra desde el interior. Allí espera
el día y la voz le dice:
Voz del más allá. – Jesper…
Jesper. – ¿Si? ¿Qué te pasa ahora?
Voz del más allá. – Tu pago:
Voz del más allá. – Fue un anónimo templo donde un sacerdote
menor impartía misa a sus creyentes. Del suelo emanaba FÉ ya que bajo él había
dos grandes reliquias cristianas: Un clavo de Cristo y su corona de espinas.
Los creyentes de la ciudad acudían a venerar las reliquias regularmente.
Un Brujo Vampiro decidió hacer del lugar su capilla y
resultó ser el dominio de un viejo noble vampiro. Todo acabó en un trágico
enfrentamiento entre ambos que acabó con sus no vidas y con el templo calcinado
hasta los cimientos.
Jesper. – Vaaaaleeee.
Voz del más allá. – Esta es la historia del nodo en el que
acabas de estar, debías conocer su pasado reciente.
Jesper. – Gracias señor gris.
Y Jesper se duerme
satisfecho y feliz como un bebe después de haber cenado.
Lo que Jesper no
sabe, es que el demonio con el que ha entablado relación es el enemigo mortal de
Itachi, al que está atado de por vida. Ese al que el Tzimisce le ofrece
sacrificios para mantenerlo calmado y no acabe con su no vida. Sacrificios en
nombre de Kupala.
El demonio se frota
las manos mientras piensa en cómo puede preparar su venganza cuando Itachi no
sea capaz de calmarle con sus sacrificios de protección. Este demente puede
ayudarle a llevar a cabo el plan. El infeliz, sin saberlo ya ha probado las
mieles del infierno…