Nací en Mulbach, fui el hijo único de una
familia que vivía en un pueblo y el padre de familia era soldado, Dragomir le
gustaría ser como su padre y a escondidas le gusta ver sus entrenamientos
imitando sus habilidades de combate utilizando un palo a modo espada.
También le gusta pasear por el bosque y
observar los animales, le gustaban en especial los zorros debido a su astucia y
sigilo.Un día en su pueblo hay una incursión húngara y arrasó todo prendiéndolo
fuego a todo y matando a todo aquel que se cruzara en su camino, quemando todo y llevándose a los niños como
prisioneros.
Dragomir es atado y llevado junto a los demás
prisioneros en una caravana sin saber sus destinos, pero consigue escapar
cortando las cuerdas que le ataban con una daga y juró vengar a su familia y a
su pueblo algún día.
Sobrevivía en el bosque solo hasta que se
tropezó con un grupo de asaltadores de caminos que a pesar de ser muy fieros le
acogieron y cuidaron de él y aprendió su oficio, convirtiéndose en compañeros
de asaltos y de robos e incursiones, vendiendo joyas e información de sus
botines.
Las Armas preferidas de Dragomir eran la
espada la lanza y siempre un buen escudo a mano.
Por ejemplo llegaron a entrar incluso a
entrar en un palacio fuertemente custodiado haciéndose pasar por otros nobles
que pidieron amablemente un techo para pasar la noche y al día siguiente ya
habían desaparecido junto a la mayoría de objetos de valor.
También hubo otras misiones que realizaron
con métodos menos ortodoxos; una de ellas asaltaron unas caravanas matando a
todos sus ocupantes y guardianes que las custodiaban, dejando a uno solo vivo
para que informara a su señor que a cambio de una gran suma de dinero
devolverían a su dueño dichas caravanas, pero al ver en su interior la gran
cantidad de oro y de armas que había, más de lo que se pensaban, triplicaron su
precio.
Entre sus aventuras conoció a Miruna, la que
pasaría a ser su esposa y se la llevaría con ella junto a sus compañeros
asaltadores.
Este tipo de vida hizo que poco a poco fuera
olvidando esos malos recuerdos de lo que le pasó a su familia y al pueblo de donde
procedía, hasta que la tragedia volvió a irrumpir en su vida; una de sus
incursiones fueron a un pueblo del que escucharon rumores que en una mansión
había una gran cantidad de riquezas tanto de joyas como de ropas, resultó que
ese sitio estaba mejor defendido de lo esperado y acabaron siendo descubiertos
y lucharon por sus vidas. El combate fue muy salvaje causando toda clase de
destrozos, causando incluso un incendio, esto hizo que a la mente en trance de
Dragomir le trajera un terrible recuerdo; el de su pueblo ardiendo y su familia
muerta por el ataque de tropas húngaras cuando solo era un niño.
Este recuerdo hizo que la furia de Dragomir
se descontrolara atacando ciegamente a todo quien se interpusiera delante, en
cuanto vio que se quedó solo en uno de los pasillos vio la catástrofe que él
solo había provocado; no solo había matado a los soldados que defendían esa
mansión, sino que también a sus propios compañeros que en aquel momento
combatían junto a él, pero lo peor de todo fue darse cuenta que su amada Miruna
había muerto bajo el filo de su espada, tal hecho ya le acabó de trastornar y
aunque le dejó de piedra, tuvo la suficiente fuerza para aprovechar la
confusión que reinaba en ese momento y poder escapar con vida de allí, pero con
otro terrible recuerdo que llevar a su memoria.
Tras el terrible acontecimiento que vivió
recientemente estuvo varios días en shock pensando en lo que había hecho, sin
moverse de su sitio, perdido en el bosque donde nadie le encontrara, cuando
medianamente se recuperó mentalmente recapacitó y volvieron sus ganas de
venganza hacia quienes acabaron con su familia pero esta vez con la mente de un
trastornado, se ganó la vida como mercenario combatiendo en batallas entre
rumanos y húngaros, también eliminando objetivos por encargo y a su vez decidió
buscar pistas sobre quiénes fueron los culpables del ataque a su pueblo y
vengar su muerte no sin antes saber los motivos que les llevaron a hacer
semejante atrocidad.
Las pistas que fue consiguiendo unas veces
mediante palabras y otras mediante el afilado acero le llevó a viajar a varios
lugares como por ejemplo en las cruzadas y en varios lugares más aunque su
obsesión era la de venganza.
Una vez que consiga lograr su venganza quiere
dejar las armas y llevar una vida tranquila con sus riquezas ganadas como
mercenario.
Descubrió que el motivo que movió a los
guerreros húngaros a arrasar a su pueblo y a su familia fue que allí la mayoría
de los habitantes, incluido su padre; pertenecían a una orden secreta que se
dedicaban al sabotaje contra el ejército húngaro y que uno de sus hombres, por
dinero, reveló el secreto de la existencia de esta organización, aunque después
los húngaros le condenaron a muerte por pertenencia a pesar de su colaboración
La Venganza
Asesinaron a todo mi pueblo solo porque mi
padre pertenecía a esa orden secreta que se dedicaba a sabotear al Imperio
Húngaro, nuestros captores. Fue una muestra de crueldad como ejemplo para que
nadie se atreviera a seguir sus pasos.
Soy Transilvano, y un Transilvano nunca se
rinde.
Buscando indicios de los asesinos de mi
poblado regresé a Mulbach, mi lugar de origen. Llegué allí sustentándome de
trabajos esporádicos de mercenario y algún asalto puntual a algún noble húngaro
turco de la zona.
Todo estaba muy cambiado, el nuevo señor del
dominio había reconstruido todo y se había encargado de levantar una gran
empalizada para proteger a mi pueblo del Turco. Mulbach volvía a vivir, pero ya
no eran mis parientes quien lo poblaban.
Húngaros magiares y alemanes germanos habían
robado las tierras de mis antepasados y vivían en ellas ahora como si nada
hubiera pasado.
Mis investigaciones me llevaron a la morada
del Voivoda de la región. Un oscuro y cruel ser al que todos temían. Estaba más
cerca que nunca de lograr llevar a cabo mi venganza. Este maldito Voivoda
Húngaro moriría pronto.
Me di cuenta que las noches eran muy activas
en su fortaleza y sin embargo por el día todo se calmaba bastante refugiándose
la mayoría en el interior de la fortaleza, así que decidí atacar al amanecer.
Armado con mi espada mi escudo y mi lanza de
mano a la espalda, me adentré en su
fortaleza en plenos Cárpatos por las cloacas, ningún sitio es inexpugnable y
todos cagan, incluso los nobles. Sortee
a varios de sus monstruosos y desfigurados soldados hasta llegar a sus
aposentos. Algunos de ellos eran horripilantes, les faltaban miembros o tenían
de sobra alguna pierna o brazo. Ninguno tenía boca, todos ellos la tenían como
fundida en carne, como si se la hubieran tapado con la arcilla que nos hizo
Dios a todos. Sus calabozos estaban llenos de personas torturadas que gritaban
y suplicaban la muerte y había cientos de ellos ahí abajo. Tuve que pasar a
cuchillo a varios guardianes que lo protegían en un extraño calabozo bajo
tierra. ¿Esa era la manera de descansar que tenía este bastardo? ¿De día y bajo
tierra como las alimañas?
Llegué a unos aposentos subterráneos
ricamente decorados, y en el centro había un cajón labrado con extraños
símbolos del tamaño de 3 hombres. No había señales de vida cercana y dentro de
la cajón no se oía nada… parecía ¿un sarcófago? ¿Qué clase de ser duerme en un sarcófago?
Intenté abrir la caja por todos los medios, parecía abrirse por dentro…
De pronto un sonido sordo y se abrió desde
dentro y de él salió un hombrecillo pequeño y con rasgos bellísimos rozando lo
inhumano. El terror me paralizó de tal forma que solté mi espada y escudo y solo
pude agarrar fuertemente mi lanza. El hombre iba vestido con una túnica negra
con bordados carmesí y en lugar de pelo parecía tener ¿púas de erizo? Sus ojos
rosáceos se clavaron en mí y saque fuerzas de algún lugar desconocido para
abalanzarme sobre él y clavarle mi lanza en el pecho con todas mis fuerzas.
No salió una gota de sangre y apreté con toda
mi alma recordando que esta era mi razón de vivir, la venganza. Él había matado
a mis seres queridos y a todo mi pueblo, y los niños que habían sobrevivido
ahora serian esclavos o siervos suyos.
Su cara era de sorpresa y de terror. De
alguna manera seguía vivo, empalado por el corazón pero ¿vivo? Me miraba con
esos ojos rosáceos y una expresión de odio que nunca olvidaré. Esos ojos
parecían haber vivido cientos de vidas.
En ese momento recordé un viejo cuento que me
contaba mi abuela para dormir, hablaba de los demonios de la noche y de cómo el
fuego purificador los devolvía al infierno. Improvisé una antorcha con una pata
de silla y unas cortinas y prendí fuego a ese cabrón. Empezó a gritar mientas
se consumía por las llamas. Me quedé hasta que vi cómo se transformaba en
cenizas, ardiendo de una forma rauda como el papel de fumar.
Hui de la fortaleza en llamas mientras
escuchaba los gritos de los prisioneros muriendo calcinados vivos. Al menos
esas pobres almas descansarían de una vez por todas.
Luche contra sus monstruos para salvar mi
vida, aunque mi objetivo de venganza ya había sido saciada y si moría no me
importaba demasiado, regresaría a los brazos de mi amada Miruna que me estaría
esperando en el más allá, sea donde fuera que estuviera.
Me oculte en el bosque en cuevas y madrigueras ya que los soldados del Voivoda me buscaban por todos lados por haber matado a su Señor. Hui durante semanas y me adentré en los peligrosos Cárpatos por no haber salida alguna.
Una noche desperté y una criatura de color
blanco con ojos azules me estaba observando. Era algo terrorífico, seguro que
estaba teniendo una pesadilla, no podía haber nada tan horrible. Empuñe mi espada y él se rio. Vestía una armadura
negra de caballero y tenía una espada enfundada del tamaño de un hombre.
Hablo en mi idioma mientras yo veía cómo
podía escapar de ese horrible ser.
"Dragomir de Mulbach hijo de soldado y de
la madre Transilvania.
No eres consciente de lo que has hecho,
humano.
Y tampoco eres consciente de las
repercusiones de tus actos.”
Dijo mientras sonreía.
“No te deseo mal, al contrario he de
felicitarte por tu gesta.”
Extendió su mano para que me incorporara y
cuando me puse de pie, me di cuenta de lo alto que era ese extraño ser. Por su
forma de hablar parecía de noble cuna, pero en su escudo había un Dragón, no
reconocí su casa noble.
Siguió hablando:
“El Voivoda que has matado era mi enemigo desde
hace siglos. Y por este buen acto voy a recompensarte…con la vida eterna”
Su boca se abrió imposiblemente y sus
colmillos de animal se clavaron en mi cuello.
Sentí el placer más sublime que había sentido
jamás mientras ese ser bebía mi esencia. No podía moverme, estaba paralizado. Notaba que me moría y que mi alma abandonaba
mi cuerpo. Todo se tornó en sombras y fallecí aquella
noche, en aquella fría cueva de los Cárpatos.
Cuando desperté mi cuerpo estaba dolorido y
tenía un ansia que no me dejaba pensar con claridad. Me reflejé en un charco de
agua y vi mis colmillos como los de un animal salvaje. Ese monstruo me había
convertido en algo inhumano…
Salí al exterior y no recuerdo bien las
siguientes noches, solo sé que sacie mi sed de sangre con animales y alimañas de
la montaña.
Tuve que ocultarme de la luz solar en una
madriguera de zorro ya que la luz solar me
quemó como el mismísimo infierno, me prendió fuego y casi muero aquella misma
noche. De no ser por la nieve de los Cárpatos ahora mismo estaría criando
malvas.
Poco a poco fui aprendiendo en que me había convertido.
Era un ser del que mi abuela me había hablado en los cuentos que se inventaba en
las frías noches de Mulbach:
“Los Vampiros, son los señores de la Noche,
siempre lo han sido, criaturas inmortales, malditos y con poderes de la
oscuridad. En su sociedad oculta se alimentan de nosotros lo humanos como si fuéramos
ganado. Nos utilizan para sus campañas y formamos parte de sus legiones hasta
que ellos quieran emplearnos para sus oscuras maquinaciones y guerras. A pesar
de su inmortalidad, pueden morir. Solo el fuego purificador, la luz del sol, y
la decapitación. Las estacas en el corazón los inmovilizan y temen los objetos
y las personas con fe. Los Tzimisce, son el clan de Vampiros que dominan
Transilvania y arrastran a los hombres a
luchar entre ellos por el poder de la tierra, para ellos solo somos carne
maleable en sus manos…”
Ahora sé que no eran cuentos inventados.
Desde entonces he vivido de noche,
aprendiendo a sobrevivir, interactuando poco con los humanos.
Aprendiendo a usar mis disciplinas de Vampiro
Tzimisce y pasando de puntillas por las ciudades, que sin duda están atestadas
de vampiros como yo.
He conseguido viajar y ocultarme de los ojos
de los hombres, bebiendo de ellos cuando lo necesito, y siempre intento que si
uno tiene que morir sea alguien que se lo merezca.
No llamo la atención aunque creo que ha
llegado el momento de presentarme a la sociedad vampira, la misma que me ha
dado la inmortalidad. Ya que mi creador no se molestó en explicarme como debía
emplear mi inmortalidad y si no es por mi capacidad para la supervivencia ahora
estaría muerto sin duda.
Mis pasos me han traído a Jerusalén, ciudad
sagrada regida por los putos Musulmanes y actualmente en tregua tras la tercera
Cruzada de Ricardo corazón de León con Saladino. Dicen las malas lenguas que
Saladino ha muerto y que Jerusalén está a punto de ser tomada de nuevo por la
Cristiandad. Me trae sin cuidado, solo sé que mi destino me ha traído a esta
ciudad y que he estado demasiadas veces a punto de morir como para arriesgarme
más a vivir solo.
He de dar el paso para buscar a otros como yo
y ver cuál es mi lugar entre los de mi especie…