Nuevo personaje: Nailah Salem, Seguidora de Set

Nailah Salem, la elegida
Preludio de Nailah Salem

Fui concebida como deseo de mi amo, Ahmed Salem. Un ser rico y poderoso que buscaba tener una corte fuerte y letal bajo su mando.

Comenzamos la instrucción un centenar de niñas y solamente una veintena sobrevivimos a la primera prueba. Las torturas solo eran el comienzo, el primer paso de un oscuro plan. Después de semanas de dolor, comenzó la verdadera enseñanza.

Las pruebas a las que fuimos  sometidas eran inhumanas y todas ellas tenían un factor común: el sufrimiento. Muchas veces, mis compañeras terminaban inconscientes de tanto dolor. A mí nunca me ocurrió, la angustia solo acrecentaba mis ansias de demostrar de lo que era capaz.

Aprendimos todo tipo habilidades de combate y supervivencia. Dormíamos de día y entrenábamos de noche. Comer, dormir y sobrevivir, era lo único que hicimos durante largos y agónicos meses. Para esa época, la mitad ya habían perecido por el camino, sirviendo de alimento para nuestro siniestro señor.

Pasaron los años y ya solo quedábamos tres candidatas. Ahmed Salem no pudo elegir entre nosotras y decidió casarse con las tres. Ahora éramos sus esposas, además de sus guardianas diurnas. A pesar de la rivalidad entre nosotras, todo este sangriento camino nos había unido y ahora eran mis compañeras de cama: Shukura y Fukaina eran sus nombres.

Desde ese momento cada una fuimos formadas en diferentes especialidades.  Debido a mi notable carisma yo fui instruida en el arte de la seducción.  Fukaina fue formada en la habilidad conocida como fullerías, aprendiendo como moverse en los barrios bajos y conseguir información en las calles. A Shukura la enseñaron a ser la mejor y más letal guardiana y senescal.

Las tres demostramos ser útiles sirvientas del amo, pero yo era su favorita, quizás por mi frío temperamento o por mi personalidad sociópata. Ambos coincidíamos en los comportamientos antisociales, si no era para conseguir un fin.

Entonces conocí a Katja, era hermosa y salvajemente intrigante. Algo me decía que no era como las demás y lejos de ver una insana rivalidad, conectamos con ella acogiéndola como compañera en palacio. Mi atracción hacia Katja era reciproca y ambas sabíamos que nuestros futuros estaban ligados, era algo más que un deseo mutuo.

 

Ahmed Salem, Sire de Nailah
El abrazo

Años después el amo había tomado la decisión de elegirme para dar el glorioso siguiente paso: el abrazo. 

Los sirvientes me llevaron a un lugar prohibido hasta entonces. El templo se encontraba oculto bajo el palacio, escondido tras un impenetrable laberinto. Ya en una cúpula abovedada, me esperaban un grupo de monjes encapuchados que rodeaban un altar vacío, que guardaban para mí.

Lo siguiente que recuerdo es que desperté sobre otro frío altar de piedra, en una exquisita estancia digna de la realeza. 

A penas fui consciente de donde me encontraba cuando mi amo y señor se abalanzo hacia mí y me mordió la garganta. Su rostro era bestial, ojos amarillos, fauces de una gran serpiente y su lengua larga y bífida. Placer y dolor a raudales por todo mi organismo. Aquella noche morí y la oscuridad me abrazó de nuevo.

Desperté y me encontraba en el mismo altar de piedra en el que había muerto. Tenía puesta una larga y sedosa túnica verde esmeralda. No es posible describir la sensación que me embargaba. El mundo que me rodeaba era nuevo para mí. La noche tenía otro color, otro olor, otro sabor… Seguía viva, o eso creía. Algo había cambiado, me sentía poderosa… ¡y me gustaba!

Fukaina Salem,
la cazadora

Mi amo, gracias a su hechicería Setita, descubrió que el abrazo había cambiado ciertos rasgos de mi ser. Mi semblante ya no se reflejaba en los espejos y no podía engendrar descendencia no muerta, como era lo habitual entre los demás Vástagos. Debía ser una mujer estéril en vida y por lo visto, mantuve el defecto en muerte.

Poco después de ser abrazada, Ahmed Salem me inmovilizó atravesando mi corazón con una gran estaca de madera. Después me prendió fuego, lo justo para apagarme en un pequeño embalse de sangre fresca, que poseía en una cueva subterránea. Shukura y Fukaina estaba allí, viendo como mi piel abrasada por las llamas calmaba su dolor con la roja Vitae.

Sumergida en el vital elemento, mis ojos se abrieron y mi boca creció como la de un enorme reptil. Con ella succioné una cantidad imposible de sangre regenerando mi cuerpo poco a poco. Así aprendí a curarme.

Tras la traumática experiencia ritual, volvió la calma. Mis compañeras estaban viendo el espectáculo, junto a mi Sire. La única diferencia era que él disfrutaba y ellas sufrían, como era lo habitual en ese palacio demencial.

Un parpadeo y Fukaina me aseaba limpiando la sangre seca adherida a mi piel. Nos encontrábamos en una estancia apacible, iluminada por velas y decorada con imágenes de Dioses egipcios y pasos al inframundo.

Ahmed surgió de las sombras de las velas danzarinas con una malvada sonrisa dibujada en su pétreo rostro. Se encontraba satisfecho, su chiquilla ya formaba parte de su “familia” y los Dioses la habían bendecido.

Shukura Salem,
la senescal

Las siguientes noches fueron dedicadas por el amo, única e intensivamente a enseñarme la Disciplina de los Setitas: Serpentis. 

Mi Sire me enseñó que nosotros,  los Seguidores de Set, no nos considerábamos a nosotros mismos malditos por ningún Dios. Me contó que Serpentis, nuestra Disciplina, nos fue otorgada por el mismo Dios Set.

La naturaleza de la relación del clan con Set nos impedía compartir los secretos de la Disciplina con otros vampiros. Ahmed se reía de la insinuación de que Serpentis podría representar una maldición de algún Dios. Lo más que llegó a admitir es que nosotros representábamos la serpiente del Edén y que somos una maldición sobre la humanidad, en lugar de estar malditos.

Los Seguidores de Set, decía mi amo, saben que Serpentis permite a los elegidos asumir una semblanza de divinidad. La perfección en Serpentis acerca más a los Setitas a la forma metamórfica de Serpiente que identificamos con nuestro Dios fundador, Set.

Tras mi abrazo inmortal, volví a ver a Katja. Ella también había cambiado. Ascendida entre los esclavos de palacio. No tanto como yo, pero subía rápidamente, a este paso recibiría el abrazo antes que Shukura y Fukaina, sobre las que ya se encontraba.

Sus ropajes ya no eran los de una sirvienta y tenía libertad de movimiento por todo el palacio, algo insólito, que ni siquiera yo tuve antes del abrazo. El amo había descubierto algo en la altiva mujer del norte, que nadie conocíamos y eso la hacía más atractiva aún.  

Me esforcé al máximo para complacer a mi Sire, sabiendo que a él le gustaba como era. También le entusiasmaba lo rápido que aprendía y controlaba la Disciplina del clan, como si hubiera nacido para ello. Desarrollé todo mi potencial y exprimí al máximo sus enseñanzas, convirtiéndome en una Maestra de Serpentis en un abrir y cerrar de ojos amarillos.

 

Puerto de Damieta
La noche que todo cambió

Fukaina, Shukura y yo, fuimos enviadas por el amo a un emplazamiento enemigo para destruirlo por completo. Al parecer habían descuidado sus defensas, oportunidad que mi Sire no desperdició, cayendo de cabeza en una horrible trampa que le costaría muy cara.

Liderábamos un ejército nocturno convocado por Ahmed Salem. Íbamos a dar un gran golpe a sus más odiados enemigos, los hijos de Haquim. Yo personalmente me encargue de enviar buenas noticias respaldando la información que tenía mi Sire, su dominio se encontraba desprotegido.

Masacramos con facilidad a los que allí quedaban, incluso acabamos con la no vida de algún neonato Assamita que guardaba el lugar. El amo estaba exultante y dio rienda suelta a su gozo despreocupadamente. Pero pronto quedó patente que quien había caído en la trampa había sido él. 

Con la ciudad desprotegida, la armada bizantina no encontró obstáculo a su ataque. Fueron tres días de saqueo sin oposición. El asalto al palacio fue sangriento, los bizantinos acabaron rápidamente con cualquier resistencia, ni tan siquiera Katja, la única que se encontraba allí con el amo, pudo hacer gran cosa contra docenas de soldados armados.

Lo último que supe de ella fue que salvó su vida siendo apresada como esclava. Era demasiado útil para desperdiciar su potencial matándola junto a los demás humanos de palacio.

Entre los atacantes bizantinos se ocultaban dos Assamita ante los que el amo no tuvo ninguna oportunidad. Fue asesinado cruelmente por sus filos embrujados por sus hechiceros de Alamut. Cuando regresamos lo encontramos convertido en un montón de cenizas sanguinolentas.

Fukaina, Shukura y yo, regresamos a los restos del palacio que tanto placer y dolor nos había otorgado. Todo estaba encarnizadamente silencioso. Pedazos de  sirvientes adornaban el entorno y nada más que muerte había en aquel lugar. Anubis se había cobrado sus almas y Set lo había consentido.

No sentí dolor alguno ante las cenizas de mi Sire, mi alma estaba aliviada. Como si me hubiera quitado un gran peso de encima, una cadena sobrenatural que me obligaba a amar al amo y evidentemente no era real. Ese vínculo había caído y por fin era libre para pensar por mí misma.

 

Nailah Salem, Seguidora de Set
Libre

Por primera vez, era dueña de mis actos. Adopte a Fukaina y a Shukura como ghoules mías, otorgándoles de mi Vitae y saqueé todas las riquezas que Ahmed Salem tenía en los escondites secretos de palacio.

Hubo algo que me dolió en el alma, y era no haber podido acabar yo misma con mi infame Sire y todo su poder. Sus enemigos Assamita lo habían hecho y ahora sentía que me habían privado de algo que por derecho me hubiera pertenecido. La sangre de mi Sire hubiera sido mía una noche u otra.

Partimos de Damieta, Egipto, dejando atrás el palacio en llamas y un pasado que me forjó tal y como era. El sendero de Set se había aparecido en otra dirección a la de mi Sire, y él no era bienvenido a caminarlo junto a mí.

Sin rumbo ni objetivo, decidí acoger como propio el camino de la venganza. Supongo que la libertad no tiene sentido sin una meta en el horizonte, por muy ilógica que fuera, era lo único que conocía. Toda mi existencia había estado llena de violencia y no iba a acabar ahora por que las cadenas de mi amo hubieran caído.

La caza había comenzado. Nos dirigimos al Norte en busca de Katja, algo me decía que sería una ghoul excelente. Pero nunca conseguimos saber donde fue o si había muerto al no encontrar un domitor a tiempo. Era algo por lo que me sentía en parte responsable, ya que como cainita podía haber intercedido por ella y no pude hacerlo. Y ahora ya era tarde…

Garous,
Descendientes de Anubis

Viajamos durante años por la Capadocia y por las islas de Grecia. Aquellas viejas tierras vieron como libramos duros combates contra varias criaturas de la noche. Entre ellas varios de los llamados Garou, hombres chacal, descendientes de Anubis.

Por culpa de una desafortunada Caza de Sangre en Esparta, tuvimos que huir dirección Egipto. Donde seguimos cazando para no perder la costumbre. Bestias cocodrilo y peligrosos cazadores llamados Seguidores de Horus, adornaron nuestro personal panteón de la muerte.

Nunca buscamos reconocimiento, únicamente cazábamos todo aquello que fuera una conminación para las fronteras sobrenaturales de Egipto y por lo tanto una amenaza para los Seguidores de Set.

Habían pasado muchas lunas llenas y una noche, el nombre de Katja llego a mis oídos. Decían que se encontraba en Jerusalén y que era una Cainita inmortal.

Lo sabía y me alegraba enormemente. Tenía claro que no había muerto, era demasiado astuta. Y era cuestión de tiempo que consiguiera el abrazo de algún vampiro poderoso.

Tenia claro que eran los designios del propio Set, quería que Katja entrara en mi nueva vida, ahora era mi igual que yo, pero… ¿qué clan habría elegido para ser inmortal?

Voy camino de Jerusalén buscando a Katja y con esperanzas de que nuestros destinos se unan de nuevo. Una compañera inmortal para soportar la carga del pesado poder de la noche y la dura responsabilidad que este trae consigo...


Katja, el enigma