CAPITULO 21: Sierpe sobre brasas IV

 

SIERPE SOBRE BRASAS

Cuarta parte


Aesir Pentagast, Tremere
Hace unas noches…

Aesir, el joven Tremere, se encontraba, en la biblioteca de la Capilla Tremere, buscando información sobre la mesa de Salomón y todo lo relativo a la ubicación de una posible tumba. Mientas investigaba sobre ello se cruzó más de una vez con Noel Kemal, el chiquillo de Inés.

Aesir escribe en secreto dos cartas en sendos pergaminos. Una para Noel y otra para Inés. Son cartas que están escritas con un ritual que hace que solamente el destinatario las pueda descifrar. Cuando encuentra el momento las deja en el libro que Noel se está leyendo, asegurándose que las encuentra.

 




Carta para Noel:

“Tu Sire está en peligro.

Que no venga a la ciudad.

Tiene varios enemigos.

Siento no haberla conocido en mejores circunstancias.

Dale a Inés este segundo papiro.

Deberás confiar en mí.”

 

Carta para Inés:

“Inés, soy Aesir Pentagast.

Parece que compartimos una visión diferente a la normal sobre el clan Tremere.

Si necesitas hablar, no dudes en ponerte en contacto conmigo, aunque cuidado, pues tienes enemigos en esta ciudad.

Siento no haber coincidido en mejores circunstancias, pero que se le va a hacer.”

 

Ciudad y torre de David
Entre bestias

Nuestros protagonistas se encuentran a las puertas de la ciudad de David. Sus bestias acaban de pasar tres pruebas donde sus virtudes han hecho de escudo. Sven y Sobek, han caído en alguna de las pruebas y sus bestias han tomado el control dejándose llevar por sus impulsos más primarios. En el caso de Sven huyendo del lugar hacia donde se dirigían, la muerte acecha en aquella dirección, la bestia lo tiene claro. Sobek ha quebrado su camino sintiéndose culpable por algo que no recuerda haber hecho. El Nosferatu llora sangre a moco tendido y nada puede consolarle.

Con los sollozos de Sobek rompiendo el silencio nocturno, los vampiros, aun en el maltrecho carruaje, se miran exhaustos ya que su fuerza de voluntad ha quedado menguada tras pasar las durísimas pruebas mentales.

Sobek, Nosferatu

Jesper comienza a mutar física y mentalmente al haber un detonante de conciencia. Alice sale a escena. La Malkavian no sabe que hace allí, en este carruaje rodeada de vampiros, en medio de la fría noche. Su lunático cerebro decide romper a reír como si no hubiera un mañana. Le da tal ataque histérico de risa que no pude dejar de llorar sangre mientras se parte el culo de todo lo que sucede a su alrededor.

Gabriel, el anciano Toreador, baja del carruaje y se dirige a su parte trasera, donde se debería guardar el equipaje y Sobek llora desconsoladamente. El amante de la belleza inatenta calmar al horrible ser, prestándole su apoyo.

El Nosferatu, lejos de escuchar las palabras de alivio de su compañero Gabriel, se levanta causando un brusco movimiento en el carro y camina dirección a Jerusalén. Va abatido mientras Gabriel le llama para que regrese. Sobek no hace caso y con la faz llena de sangre, por sus lágrimas, desaparece en el horizonte sin mirar atrás.

A unos kilómetros, Sven toma conciencia. El Brujah para de correr e intenta recordar sin éxito

Alice, Malkavian

que demonios le ha asustado tanto para tomar la decisión de huir como un cobarde. Su naturaleza aventurara le hace dar media vuelta y enfrenarse a su miedo, la Ciudad de David.

El vikingo varego se encara ante su recién adquirido terror y tras un gran esfuerzo de fuerza de voluntad, supera el pavor y camina firme hacia sus compañeros, cruzándose con Sobek lloroso, que no le hace ni caso.

El Brujah cura sus heridas causadas cuando se arrojó del carro en marcha y cuando está físicamente como nuevo, llega al lugar donde otra virtud, la conciencia, se pone a prueba.

Allí se detiene y comienza  sentir cierta vergüenza y culpabilidad haciendo que dude de su decisión de regresar y hace que su senda se tambalee. Finalmente, igual que a Sobek, algo en su interior se le quiebra y la culpa hace que rompa a llorar sangre acodillándose a unos metros de sus compañeros.

Gabriel, que miraba en esa dirección, se fija en Sven y acude en su busca con la intención de consolarle, quizás con el Brujah tenga éxito.

Itachi desciende alerta del carruaje y comienza a investigar si hubiera mucho transito en los caminos en los que se encuentran. Tras un rato en ello se percata de que no hay mucho movimiento, lo justo para justificar que haya una población, pero no hay un trajín excesivo en las sendas cercanas.

Todos los vampiros que quedaban en el carro bajan, Aesir, Vadjanosz y Alice, que cae al suelo aun partiéndose de risa sin poder parar. Cada acción por muy mundana que sea hace que la Malkavian llore de risa sin poder hacer nada para evitarlo. Las carcajadas de la enloquecida mujer se escuchan por todo el lugar, sonorizando un eco siniestro que asusta a las alimañas y alerta a los lugareños, seguramente muertos de miedo encerrados en sus casas. Si querían llegar sin llamar la atención, es evidente que no lo han conseguido.

Gabriel acaba tranquilizando a Sven y el Brujah recupera la compostura limpiándose la sangre de la cara. No recuerda muy bien que sucedió, pero el cansancio mental es extraordinario, como una losa sobre su alma.

Eres un Brujah fuerte, animo. Levanta –le dice Gabriel a Sven.

–¡Atarme si es necesario! –dice Sven mientras se levanta con rabia.

Gabriel y Sven regresan para reunirse con los demás, escuchando aun la escandalosa, y ya incómoda, risa de Alice.

La Malkavian ve a la pareja de vampiros dirigirse a ellos y le causa todavía más mofa,

Itachi, Tzimisce

señalándoles y abriendo mucho sus grandes ojos. Sven escucha su risa y ve a Alice señalándole y riendo de tal forma que parece que se carcajea de él y sus desgracias, no sería nada importante si no fuera Brujah y la bestia lucha por salir y descabezar a la molesta Malkavian. El Brujah intenta contenerse haciendo un esfuerzo sobrehumano y acaba quedándose inconsciente y cayendo al suelo a plomo. Esto hace que Alice ría con más intensidad y caiga al suelo revolcándose de risa.

Gabriel, con mucha paciencia, se acerca a la Malkavian y diciéndola que se calme, la ayuda a salir de su ataque histérico, lográndolo y viendo en los ojos de Alice que la lamentable realidad es que la mujer no sabe lo que ocurre.

La mujer se limpia la sangre de la cara y el silencio reina por fin en el lugar, mientras el eco de la risa de Alice desaparece en lontananza.

Aesir, el joven mago, se asegura que todas sus pertenencias se encuentran en orden y repasando los rituales que pude usar, se acerca a Sven e intenta despertarle dándole unos pequeños sopapos en la cara. El Brujah no lo hace y el Tremere se juega el tipo si Sven se despierta y la bestia lo posee.

Al no conseguir despertarle, Aesir acude a sus conocimientos de medicina y presiona un punto en el cuello del vikingo para que vuelva en sí. El Brujah lo hace y al ver que el Tremere le está causando dolor, debe retener a la bestia para no destriparle y por el esfuerzo se queda de nuevo inconsciente.

Gabriel, mira el carruaje parado fijándose en el hueco dejado por Sven, que arrancó la puerta en pleno trayecto. Se percata de que no hay forma de tapar el agujero para que el sol no entre por él. Descarta dormir en él durante el día si lo necesitasen.

Alice se fija en que Aesir no pude despertarle y sin pensárselo dos veces se acerca al varego, metiéndole su mano helada en la entrepierna, por dentro de los pantalones y aprieta con todas sus fuerzas con su, poco entrenada, Disciplina de Potencia.

Sven se despierta y al ver a la mujer debe controlarse para que la bestia no le posea y tome el control de la situación, todos sabemos cómo acabaría tal desastre. Mientras el Brujah se controla, la Malkavian le provoca y le acaricia el escroto, como quien acaricia un gatito perdido.

–¡Quita de aquí! –le dice Sven a Alice mientras la empuja violentamente.

La bella lunática cae al suelo humillada y no es capaz de controlarse entrando en frenesí por

Nicolás III, el Manso,
Malkavian

la ofensa. Su cuerpo es poseído por su bestia que comienza a transformarse de nuevo, esta vez en Nicolás, el manso, personalidad que aparece con detonantes de auto-control.

El payaso enloquecido salta a por Aesir, sin ninguna lógica, lo hace en frenesí y queriendo desfogar su violencia con el primero que tenga a mano. El Tremere gesticula con las manos y activa uno de sus rituales: “Invisibles Cadenas de Vinculación”. Este ritual permite a Aesir crear una fuerza sobrenatural que mantiene inmóvil a un objetivo con cadenas invisibles e intangibles.

Alice queda “encadenada” al suelo, pero no hay nada físico que la ate. La Malkavian trata de moverse gritando en frenesí, pero no consigue romper las ilusorias cadenas.

Gabriel, con toda su buena intención, se acerca a la escena para calmar los ánimos, con tan mala pata que su bestia, al sentirse alterada por los gritos y la tensión, toma el control del Toreador y se encara contra Aesir cargando como un loco para atacarle.

En este momento algo inesperado ocurre. El Toreador comienza a levitar a un par de metros del suelo y queda suspendido como un satélite a Aesir, en frenesí, pero sin poder alcanzarlo.

El Tremere tiene a dos vampiros frenéticos deseando beberse su sangre y arrancarle los miembros, pero ambos se encuentran inmovilizados ante el claramente nervioso y tensionado Aesir.

Vadjanosz observa curioso la escena cierta sorna, e Itachi molesto no puede creer lo que esta “Tierra Santa” está haciendo con las bestias de los presentes. Las azuza como quien zarandea un tarro de hormigas al sol…

–¡CALMAOS TODOS! ¡QUE OS PASA! –Grita Sven en medio de todo el meollo de gritos y violencia.

Tras unos minutos de voces y nervios a flor de piel, Gabriel deja de levitar y cae al suelo, momento en el que se calma, se levanta sacudiendo sus ropajes y pensando que ha ocurrido, lo no recuerda. Nicolás recupera la consciencia, aun inmóvil, encadenado al suelo con cadenas invisibles. El Malkavian no recuerda cómo ha llegado a este punto, pero pregunta sonriendo cual es el truco que le mantiene inmóvil.

Aesir, más tranquilo, se limpia el sudor de sangre de su frente y concentrándose en Nicolás murmura algo en una lengua ignota, haciendo que sus grilletes mágicos desaparezcan.

–Lo de Gabriel volando, ¿ha sido cosa tuya? –pregunta Vadjanosz a Aesir.

–Digamos que sí pero no –responde enigmáticamente el hechicero.

–¿puede activarse a voluntad? –pregunta Vadjanosz.

–Es algo así como una medida de seguridad –responde Aesir.

–Pero ¿ha ocurrido por estar en este lugar tan… “especial”? –insiste Vadjanosz.

–Cuando me siento en peligro, ocurren cosas. Lo lamento. Alguna vez ha sido mucho peor… –dice Aesir arrepentido.

–Interesante… –concluye Vadjanosz pensativo.

Vadjanosz da órdenes a su ghoul, Drazen, para que guarde el carro y cuide a los caballos hasta su regreso. Gabriel le sugiere que tape el hueco de la puerta con una manta o algo parecido.

Una vez todo vuelve a la normalidad, el silencio reina de nuevo en la oscuridad y los seis Vástagos se dirigen caminando hacia la ciudad de David.

Itachi se pone su gorro de paja para que nadie pueda ver su cara y así no llamar la atención en el pueblo.

 

Duyal Al-Malatya, Toreador

La muerte de Duyal

El grupo de Vástagos se adentra en la silenciosa y asolada ciudad, atravesando unas viejas y derruidas murallas. Es un pueblo pequeño, aunque se llame ciudad de David. Nadie camina por las calles y puertas y ventanas están cerradas a cal y canto.

Gabriel intenta recordar si alguno de los lugares que ve le resulta familiar, hace siglos él vivió en la antigua Jerusalén. Pero no hay suerte, nada le traslada a aquella lejana época. El anciano Toreador activa su Auspex intensificando sus sentidos y el silencio que percibe es tan abrumador que incomoda.

El anciano Vampiro busca rastro de vida y efectivamente lo hay, pero están en sus casas y establos. A excepción de algún animal callejero que sale disparado al ver a los Vampiros. El Toreador es capaz de percibir un rastro reciente pero se pierde en la villa. Pide ayuda y Nicolás se encarga de seguir las huellas que les guían hacia las afueras del pueblo.

Se encuentran en unas ruinas y Gabriel recibe un fugaz recuerdo proveniente de un pedazo de columna que se encontraba en la entrada de algún templo de su época, hace casi tres mil años. No ubica la zona concreta pero sabe que pasó por aquí, que no es poco.

El lugar está solitario y abandonado. Solamente un torpe rastro que lleva a un caballo atado a una roca. El corcel tiene manchas de tinta en la silla y en las riendas. Nicolás, el Malkavian, decide ofuscarse por si las cosas se pusieran feas, viene siendo su modus operandi habitual.

Sin excesiva dificultad, los personajes ven por allí deambulando a Duyal Al-Malatya. Se encuentran con el sorprendido Toreador que se comporta tremendamente suspicaz con ellos.

–Divina coincidencia –le dice Gabriel saludándole con un gesto al que Duyal responde con una reverencia a su anciano de clan.

–¡El caballo es mío! –dice Duyal mientras se acerca a las riendas y lo aparta de los Tzimisces

Vadjanosz, Tzimisce

mirando con mala cara a Vadjanosz. A lo que el Tzimisce le responde con una socarrona sonrisa.

–¿Qué haces aquí? –pregunta Itachi. El Toreador, enfadado no le responde.

–¿Y vosotros? –pregunta Duyal mirando a Aesir y dejando premeditadamente de lado a los Tzimisce.

–Venimos buscando las cosas del Rey Salomón… –dice Aesir intentando quitar hierro y tensión a la situación.

La bestia de Vadjanosz toca la puerta del control de su cuerpo y el Tzimisce, de momento, la deja cerrada, no con ganas de soltarla para arrancarle los brazos con gusto al desgraciado Toreador.

–¡Escúchame bien pequeño gusano! –dice Vadjanosz mientras se acerca amenazante a un palmo de la cara de Duyal– la única razón por la que sigues respirando es por tu relación con Shahara… –y se da la vuelta no queriendo perder el tiempo hablando con él.

–¡No metas a Shahara en esto! –dice el Toreador armándose de valor y a su vez controlando a su bestia.

–¡No meto a Shahara en nada! –replica Vadjanosz con rabia volviéndose de nuevo hacia Duyal– sus ruegos hacen que perdone tu miserable vida.

–No te consiento que hables mal de ella… –dice Duyal poniéndose de puntillas ante el imponente Tzimisce.

–Hablo mal de ti, estúpido ruin –dice Vadjanosz conteniendo su bestia una vez más.

Duyal finalmente se cansa y recordando la humillación a la que le sometieron los Tzimisce en su propio dominio activa su Disciplina de Presencia. Influyendo en Itachi Vadjanosz y Nicolás. Los tres vampiros se sienten repentinamente fascinados por el Toreador, han sido ellos por ser los más cercanos a él.

–No tengo nada en tu contra… para ya, ¡te lo advierto! –dice Itachi reprimiendo su sentimiento sobrenatural hacia Duyal.

–¿nada en mi contra?... ¿tampoco teníais nada en mi contra cuando me obligasteis a vincularme para siempre a Alice? –dice Duyal apretando los dientes con ira y mirando a Itachi.

–¡Soy consciente de que me obligasteis a vincularme! –dice Duyal con ira en su voz– no puedo ni quiero hacer nada contra Alice, la creó una peón de vuestro juego. Pero vosotros, los Tzimisce, llegáis expulsados de vuestra tierra e imponéis vuestra violencia bárbara por las malas. Sois la chispa de caos que destruyó Jerusalén tantas veces y volveréis a hacerlo si alguien no lo evita. Os merecéis el destierro o algo peor...

Alice permanece ofuscada y en silencio, a pesar de las alusiones hacia ella. No parece importarle mucho la integridad de su contacto Toreador.

–No fue nada personal, repito: ¡deja de influirme! –dice Itachi mientras hace un gran esfuerzo de voluntad para no sentirse fascinado por Duyal.

El resto de vampiros presentes se sienten atraídos y fascinados por el Toreador y los que no, como Sven, Gabriel y Aesir, permanecen al margen esperando acontecimientos…

–¿Cómo os sentís ahora que os obligan a experimentar algo que no deseáis? –dice Duyal con rabia y llorando sangre.

Vadjanosz inmóvil reprime su sentimiento de fascinación y se acerca hacia el Toreador, a cambio de un valioso gasto de fuerza de voluntad, que no le hace ninguna gracia purgar.

–¡No te acerques tanto! –grita Duyal dirigiéndose a Vadjanosz y haciendo que se detenga con sus palabras.

El Valle de Cedrón

Itachi, con otro esfuerzo de voluntad, desenvaina despacio su katana mirando a Duyal a los ojos.

El Toreador sonríe y disfruta del momento, nadie puede acercarse a él, y por un momento se siente poderoso…

–¡Arrodíllate y pídeme perdón! –dice Duyal a Vadjanosz con alta soberbia.

Vadjanosz no lo hace e invierte más fuerza de voluntad para no sentir fascinación por Duyal.

–¿Entendéis ahora la importancia de influir sobre otro ser? –dice Duyal.

–La fascinación se puede volver en tu contra –dice Vadjanosz sonriendo forzadamente y mirando fijamente a Duyal.

Itachi eleva su katana y se acerca al Toreador poniéndosela en el cuello, no va a consentir esta situación ni un instante más.

De pronto todos los presentes se giran hacia Gabriel, el anciano Toreador, que está ejerciendo su propia Presencia. Ahora todos los Vampiros involucrados se encuentran fascinados por el Matusalén de quinta generación.

–¡Ya basta de juegos! –dice Gabriel mientras todos le miran engatusados sin poder hacer nada al respecto, ya que resistirse seria a costa de una valiosa voluntad, “tesoro” que está empezando a escasear entre los presentes.

–Entiendo que estés molesto –dice en tono alto Gabriel– a nadie le hubiera gustado pasar por la humillación que pasaste. Vamos a pasar página. Entiendo tus sentimientos, pero dejémonos de niñerías.

–Duyal, te pido que te vayas y no vuelvas por aquí. Aunque no lo entiendas estoy ayudándote… –dice Gabriel a Duyal, que es el único de todos los presentes que está resistiendo su influjo, mientras llora sangre y aprieta los puños con rabia.

–¿Qué es lo que quieres chiquillo? –pregunta Gabriel a Duyal mientras ambos Toreador se miran a los ojos.

–Quiero que me respeten… –dice Duyal mientras pierde el control y se abalanza sobre Vadjanosz llorando sangre, con su boca abierta mientras crecen sus colmillos puntiagudos y amenazantes.

Vadjanosz es más rápido que el Toreador, que intenta agarrarle y le pasa violentamente la mano por la cara utilizando su Disciplina de Vicisitud. La cara de Duyal se malea como la arcilla fresca y el Tzimisce desfigura la faz del escribano, dejándolo como un autentico Nosferatu.

La bestia de Vadjanosz siente el ataque del Toreador. No pude soportar dicha amenaza tomando el control del Tzimisce que saca sus colmillos y agarra fuertemente al desgraciado Duyal, zarandeándolo como un muñeco de paja.

Itachi se aparta del violento combate entre las bestias de Vadjanosz y Duyal, envainando su katana y oteando que no hubiera nadie provocando este incidente. Parece que la propia Tierra Santa hace que las bestias de todos los Vástagos estén a flor de piel y no la influencia de nadie.

El resto de Vástagos presentes no hacen nada peralejos viendo como ambos Vampiros comienzan a pelearse a muerte. Sven se acerca a la pelea con intención de separarles, pero la bestia de un Brujah no necesita mucho para entrar en frenesí y sumarse a la “fiesta”, así que se controla quedándose paralizado y haciendo un esfuerzo enorme de voluntad.

Duyal muerde a Vadjanosz haciéndole una fea herida en brazo izquierdo, le ha arrancado parte de su muerta carne, que escupe violentamente al aire.

El Tzimisce introduce las manos en el interior de la caja torácica de Duyal con la intención de rompérsela y desangrarle con sus costillas dejándolo inmovilizado. Comienza a meterle las manos por el cuello rompiéndole la mandíbula y varios huesos en su interior que suenan amortiguadamente en la salvaje pelea.

Aesir se concentra y susurrando unas palabras taumatúrgicas, utiliza uno de sus rituales e inmoviliza a ambos vampiros. Ahora se encuentran encadenados al suelo, sus grilletes son invisibles, pero la fuerza que ejercen sobre ellos es inmensa.

Duyal grita en frenesí, herido y enseñando los colmillos mientras Vadjanosz, con gran esfuerzo, rompe sus invisibles cadenas mágicas levantando sus brazos al aire y mirando a Duyal con tremenda cólera. El Toreador ha ido demasiado lejos esta vez...

Vadjanosz vuelve a introducir sus manos en el interior de Duyal y le parte múltiples huesos en el proceso, entre ellos la columna por varias partes y la mayoría de las costillas. Mueve sus manos dentro del Vástago como si manipulara manteca de animal.

El Tzimisce intenta de nuevo dejarle paralizado, utilizando la técnica de Vicisitud por la cual se le clavan las costillas en el estomago por dentro, pero fracasa tan estrepitosamente que hace que Duyal explote de cintura para arriba. El sonido sordo del Toreador reventando y después… llueven trozos de carne, huesos y vísceras que apenas envejecen unos años dejando todo y a todos perdidos de restos de Duyal, sobre todo a Vadjanosz, que no esperaba este resultado.

–Esto lo mantenemos en secreto, ¿no? –dice Sven mientras los trozos del Toreador resbalan por su cara.

Vadjanosz mira el resultado y sonríe feliz. Era lo que quería haber hecho desde el principio. Sea por mala suerte, pero ahora el destino ha querido que Duyal esté esparcido por todas estas ruinas. Esta muerte hace sentirse especialmente bien al Tzimisce, que siente que ha avanzado un paso en su camino, la senda del Diablo.

¿Se acaba de romper la quinta tradición de la ley de Caín?, la tradición de la Destrucción dice así: 

“Tenéis vedado derramar la sangre de otro de vuestra raza que sea más antiguo. Este derecho pertenece sólo a los más próximos a mí y a ningún otro. Está vedado a aquellos de sangre más débil alzarse contra sus antiguos. Este es mi último legado”

Si Duyal era más antiguo que Vadjanosz, se ha infringido la tradición, si no, todo está en orden…

Vadjanosz fue abrazado en el 1050 d. C. y Duyal en el 1175 d. C., con lo cual no se ha roto ninguna Tradición, a no ser que alguien por encima de él reclame su asesinato como un crimen.

Itachi degüella y desangra al caballo de Duyal sin ningún escrúpulo y esconde el cadáver del animal entre las rocas de las ruinas.

Gabriel, el anciano Toreador, con la insensibilidad que le ha otorgado el paso de siglos, se agacha y toca los restos de su joven compañero de clan, recientemente difunto.

Cierra los ojos y con su Auspex consigue ver como Duyal hablaba enérgicamente con Elsh… ¡el Sire del propio Gabriel! Los sentimientos del joven escribano estaban enfrentados, ya que sentía impotencia por lo sucedido pero al mismo tiempo ilusión por poder prosperar en la sociedad vampírica. Gabriel ve como Duyal prepara un caballo y se encamina hacia este lugar para buscar a Inés y que ella le ayude a introducirse entre los Tremere. Quizás ella pueda lograr lo que ni Jesper, ni Alice han conseguido, presentarle a Mara, Regente de la Capilla Tremere de Jerusalén.

Duyal sacaba las fuerzas y los ánimos para prosperar de su aliada Shahara, del clan de los Seguidores de Set. Ella siempre le ha ayudado mucho y como amante y amiga la tenía en una alta estima… nunca más.

El Toreador sentía que le habían manipulado suciamente, la noche en la que los Tzimisce conspiradores irrumpieron en su dominio. Vadjanosz le obligó a beber de la sangre de Alice e Itachi secundó su decisión. Sabe que Alice no es más que un peón inocente en su juego macabro.

El anciano Gabriel abre los ojos y ve los restos de Duyal, tantas emociones vividas y ahora reducidas a pedazos…

Los Vástagos presentes, sin apenas hablar sobre lo ocurrido, comienzan a buscar algo investigando en las ruinas por las que estaba Duyal.

 

Gabriel, anciano Toreador

El templo en ruinas

Gabriel, con sus sentidos intensificados, encuentra un hueco entre rocas de las ruinas. Todos se meten en la brecha tras el Toreador, que antes se da la vuelta y advierte a todos los presentes mirándoles fijamente:

–Si tocáis a Inés, estáis todos muertos. Dejaros de tonterías de chiquillos –amenaza Gabriel que a pesar de no haberle afectado mucho, no se encuentra nada contento con la muerte de Duyal, Toreador como él.

Tras esta amenaza, se da la vuelta e intensificando su vista con Auspex, baja el primero por el agujero que se pierde en la fría oscuridad de las ruinas de la ciudad de David. El resto de Vástagos le siguen en silencio.

El sentido del peligro que posee Gabriel, le alerta de uno y muy grande, ahí abajo, hacia donde se dirigen, pero a pesar de ello sigue descendiendo sin alertar a sus compañeros, ni hacer caso a su instinto. En la boca del lobo obtendrán sus respuestas…

Todos bajan y se deslizan entre catacumbas medio derruidas, llegando a una gran bóveda subterránea iluminada por unas pocas antorchas. Parece parte de un antiguo templo pagano de una época pasada. ¡Gabriel recuerda haber visto este templo en Jerusalén en su época! ¡hace siglos!

Esta en un estado lamentable pero ahora hay un refugio improvisado, con un ataúd, unos arcones llenos de rollos de pergaminos. También hay una mesa llena de probetas, brebajes de colores varios e instrumentos desconocidos, que claramente llama la atención por encontrarse fuera de lugar. Parece… ¿un laboratorio alquímico?

Los personajes comienzan a entrar en la cripta.

Al mismo tiempo, en la superficie, dos figuras que han venido por separado emergen en la noche. Se encuentran en la entrada por donde han bajado los personajes y ambos se miran intimidantes.

Una es Noel, chiquillo de Inés, que ha estado investigando los libros que ha leído Aesir durante estas noches, indicándole la dirección en la que los personajes han venido. No se fía de ellos y teme por la vida de su Sire, así que desobedeciendo las órdenes de Inés, ha abandonado la Capilla para venir en busca del lugar que Aesir ha descubierto, incluso tiene un mapa de esta zona.

La otra figura es Rashid, Assamita amante de Shahara. Cansado de las molestias continúas de los Vástagos recién instalados en el bario musulmán, ha decidido tomar cartas en el asunto, desoyendo los consejos de su aliada Setita. Ofuscado y con su “silencio de la muerte”, un poder sobrenatural otorgado por su Disciplina de Extinción, ha llegado hasta aquí siguiendo el rastro de los personajes para buscar una excusa que le permita quitárselos del medio y liberar Jerusalén de un puñado de infieles.

Ambos Vástagos se miran, no necesitan hablar, ya que saben del contrario, y entienden que no están aquí para pelearse entre ellos, así que deciden continuar y no entorpecerse el uno al otro, seguramente vengan para lo mismo. Ambos se meten en el interior de la oquedad por la que han bajado los personajes. Rashid los arropa con su silencio de la muerte, nadie podrá escuchar cómo llegan…

Ambos Vampiros, inesperados aliados, Assamita y Tremere, se adentran entre los escombros de las ruinas a una distancia prudencial de los personajes, van en su misma dirección, alerta por lo que pueda pasar y esperando su momento.

 

Inés Arista,
Ancillae Tremere

La creación de Inés

Mientras en la cúpula de piedra descubierta por los personajes, también les llama la atención un gran altar cubierto con unas sabanas medio chamuscadas, que cubren un enorme bulto con forma vagamente humanoide. 

A lo lejos, se encuentra Inés sentada en una esquina del lugar, meditando. Junto a ella, de pie, el guardián armado con un hacha de dos manos, alerta mira hacia los personajes.

En este momento la Tremere se levanta y ven que tiene la tez ligeramente quemada y las manos medio calcinadas. Comienza a hablar en voz alta y el eco de su voz resuena en las amplias paredes de olvidada roca.

–Los Cainitas siempre han evitado la zona –dice Inés– había algo que los inquietaba cuando pasaban demasiado cerca de lo que fue antaño el corazón de la Ciudad de David.

Gabriel se acerca a ella desmarcándose de sus compañeros. Todos se preparan por si pudiera haber peligro, preparando sus armas y empleando sangre para potenciar sus atributos.

–Enterrada bajo las arenas del desierto –dice Inés con tono enigmático– oculta bajo toneladas de basura y escombros. Se dice que se encuentra la tumba del Rey David o la de su hijo el sabio Rey Salomón. Pero entre esos escombros había un pedazo de un tesoro imperceptible a simple vista. Un fragmento de un tesoro legendario. La mesa de Salomón.

–La leyenda cuenta como el rey Salomón escribió en ella todo el conocimiento del universo, la fórmula de la creación y el nombre verdadero de Dios: el Shem ha-meforash, que no puede escribirse jamás y solo debe pronunciarse para provocar el acto de crear. Según la tradición cabalística.

Gabriel continua acercándose a Inés con cautela, despacio y desarmado, más bien con actitud amistosa.

Aesir atraído por el laboratorio alquimista, se acerca a éste poco a poco sin llamar la atención.

–Retroceded, no lo hagáis… –advierte Gabriel de nuevo a sus compañeros armados y alerta.

Nicolás, el Malkavian, ofuscado observa la situación como un gato desconfiado ante un desconocido, mirando continuamente hacia la única salida del lugar: el boquete por el que han entrado.

Vadjanosz, espada en mano, mira fijamente al guardián, que tampoco le quita ojo balanceando ligeramente su hacha a dos manos.

Itachi, en un segundo plano, armado con su katana, la que sujeta con ambas manos con un gran estilo. El Tzimisce se prepara para esquivar un posible primer ataque.

Aesir ya en el banco alquimista, ve que los escritos son formulas cabalísticas y rollos escritos en hebreo. En los papeles hay dibujos de un… ¡GOLEM!

Nicolás, ofuscado y temeroso, se acerca a la entrada y allí se queda. Si esto se complica, saldrá corriendo, él no piensa morir aquí…

Sven, con Månegarm y Sköll, sus dos hachas en sus fuertes manos, se encuentra listo para cualquier cosa. Si batalla es lo que hay, bienvenida sea, está preparado para ella, piensa mientras siente el frío hierro de su yelmo contra su cara.

–Entre los pedazos de la mesa –sigue Inés– encontré las pistas necesarias para deducir el Nombre de Dios:

“Y solo Dios puede infundir vida en lo que siempre ha estado muerto. Pero quien conozca su nombre secreto, un nombre prohibido: el Shem ha-meforash, podrá crearla también”

De un rápido tirón, Inés destapa el gran altar mostrando en lo alto de éste, tumbado, un enorme y monstruoso “ser” hecho con roca negra. Parece agrietado y de alguna tosca manera… ¡¿reconstruido?!  

–Como ya os dije –sigue hablando Inés– había encontrado ciertos antiguos escritos judíos que guardaban los primeros Tremere de Jerusalén. Estos hablaban de la figura protectora del Golem. Parece ser que algo fue enviado por Yahvé desde los cielos y eso lo originó. Pero hay otra variante por la cual se puede dar vida encerrando en el cuerpo muerto cierto poder elemental…

En la frente de la criatura hay un símbolo ilegible, parece una runa, una antigua letra hebrea, el nombre secreto de Yahvé, con una variante, se le suma el poder elemental del fuego. Parece que alguien está jugando a ser Dios, intentando hacer un Golem insuflándole vida con… ¡FUEGO!

–Utilicé mi magia –explica Inés– para averiguar cuáles eran las intenciones de Mara y descubrí que os había ordenado matarme.

La Tremere con una daga ritual de color negro de obsidiana en la mano, la sitúa con cuidado

Daga de obsidiana

en la frente del Golem. Coge un cincel de piedra en la otra mano. Inés golpea con fuerza el cincel al estilete y una diminuta esquirla salta por los aires.

Nicolás, el Malkavian sale de su ofuscación mientras va transformándose en Zulo Demoníaco. Su cuerpo alarga e infla, los huesos le crujen imposiblemente, estira sus muertos músculos y muta en un ser enorme y horripilante del tamaño del propio Golem. Aunque su intención no es para nada la de enfrentarse al ser primigenio, si no la de huir para salvar su no vida.

Sven espera en guardia con sus hachas prestas para el combate.

–Entonces has encontrado un fragmento de la mesa de Salomón… –dice Itachi mientras Inés asiente pensativa.

–Es verdad que Mara ordenó matarte, sin embargo la mayoría de los que hemos venido están en contra de ello… –dice Vadjanosz mientras que a continuación se concentra para redirigir su sangre hacia sus atributos físicos para incrementarlos.

Gabriel emplea su Vitae en preparar su Disciplina de Celeridad por si la necesitara emplear.

Nicolás, ahora transformado en Zulo Tzimisce, se dirige hacia la salida y una vez cruza el umbral, saliendo del radio de acción de sus compañeros, en la oscuridad de la gruta, nota como un frío filo de espada se posa en su cuello.

–No te muevas o te decapito –susurra Rashid al enorme Nicolás. Puede hacerlo ya que la cueva no es demasiado amplia y el Malkavian debe agacharse para cruzarla. Nicolás permanece inmovilizado sin hacer, ni decir absolutamente nada.

Mientras tanto en la estancia del templo en ruinas:

 –Jugar con estos poderes no creo que sea muy inteligente… ¿acaso me has utilizado para terminar tu creación? –dice Gabriel mientras mira la espada que tiene enfundada en su cinturón, la misma que Inés le pidió para hacer algún tipo de trabajo hace unas noches…

 

Golem de fuego de Inés


La pérdida de una rebelde

Inés mira a Gabriel con pena en su rostro. Tras de ella el Golem comienza a vibrar, sus huecos entre rocas comienzan a fluir con lava liquida y la criatura se levanta amenazante entre fuertes espasmos. Grita como si estuviera molesto, parece como si un gran dolor le importunase. El rocoso y enorme ser, tiene a Inés ante él, dándole la espalda, mira a la mujer y sin pensarlo dos veces la aplasta brutalmente de una bestial palmada. A penas quedan despojos de la Tremere, que se queman poco a poco por el calor de la “sangre” del Golem.

Inés hecha cenizas sobre el antiguo suelo y la criatura sobre ella, que vocea con voz rocosa, haciendo vibrar todo el lugar. Las paredes se tambalean inestables mientras caen piedrecillas y polvo del techo…

El Golem eleva los brazos amenazante y los Vástagos presentes comienzan a sentir temor que en instantes se transforma en miedo y después en terror. Todos los Vampiros intentan aguantar el temeroso sentimiento y mantienen sus bestias en su interior, ya que luchan por salir y tomar el control, para huir por su supervivencia. Todos lo logran, excepto Vadjanosz, que sale corriendo en Rötschreck dirección a la entrada de la cámara.

Nicolás que estaba en la gruta, inmóvil deja de sentir la espada en su cuello y ve como Vadjanosz corre a los lejos en su dirección, aun desde la morada principal. El Tzimisce corre con el pelo ardiendo. Noel Kemal, el Inquisidor de Chipre, chiquillo de Inés, escondido tras unas rocas cerca de la gruta de entrada a la bóveda, ha utilizado su senda del encanto de las llamas, “Creo Ignem”, creando fuego purificador sobre la testa de Vadjanosz. Noel sonríe mientras el Tzimisce huye y arde a velocidad pasmosa. Los Vástagos se inflaman tan rápido como la paja seca…

Gabriel asustado, se acerca a una de las paredes de la cámara intentando pasar desapercibido para la brutal bestia, que acaba de matar a su contacto la Tremere Inés.

El Guardián, ghoul protector de Inés, siempre fiel a la Tremere, no puede creer lo que ha ocurrido y mientras asimila su muerte, aprieta los dientes y ruge mientas carga contra el Golem elevando su hacha de dos manos sobre su cabeza. El hachazo va directamente dirigido hacia la cabeza de la criatura y la piel del Golem es tan resistente que rompe la poderosa arma en mil pedazos, dejando desarmado al rabioso Ghoul.

Itachi nota como el fuego comienza a prender en su cabeza. El terror invade todo su ser y el Rötschreck hace que la bestia del Tzimisce tome el control, queriendo huir del fuego pero no pudiendo hacerlo, ya que lo tiene en su propio cuerpo. El instinto no le permite pensar que debe apagarse y de esta forma, aterrado corre sin dirección elegida, al azar, sin sentido.

Gabriel ve a Itachi ardiendo y sin pensárselo dos veces, siguiendo la senda de la humanidad, decide acudir en su ayuda y apagar su fuego. El anciano Toreador pasa la prueba de coraje por ver el fuego que ya cubre toda la cabeza del Tzimisce y utilizando su capa le apaga por completo. Lo agarra calmándolo para que no huya del terror a ser quemado.

El Golem alza su enorme mano sobre la cabeza del Guardián que lo mira aterrado. La criatura agarra la cabeza del ghoul y apretándola con fuerza hace que ésta estalle como un melón maduro con un gran chasquido sordo. Huele a quemado y sale humo del cuello sin cabeza del difunto Guardián.

Forma Zulo de Nicolás III

Nicolás, en forma de Zulo, con la cabeza ardiendo, intenta escabullirse hacia la salida de la gruta. El Malkavian también entra en Rötschreck, terror absoluto a causa de sus quemaduras por fuego. Mientras al mismo tiempo y a traición, comienza a sentir cuchilladas de dolor abrasador por la espalda, de algo ofuscado que no quiere que huya con vida de allí. Lo que le ataca lo hace con la Disciplina de Celeridad y hay algunas heridas que Nicolás absorbe pero otras que dañan su aumentado y robusto cuerpo de apariencia infernal.

Sven con mucha tensión, pasa cerca del Tremere, Aesir, cogiéndole y elevándolo por la cintura para sacarlo de ese infierno.

–¡Vamos fuera! –le grita el Brujah varego.

–¡Sven, en la frente! –grita Aesir al Brujah. El vikingo piensa en lo que el Tremere le acaba de decir y la imagen del Guardián rompiendo su enorme hacha de batalla en la cabeza del Golem, no le ayuda a cambiar de opinión y se propone huir. 

El Golem grita y torpemente camina a largos pasos hacia Gabriel e Itachi que se encuentran en el suelo, indefensos, el Toreador acaba de apagar el fuego del Tzimisce e Itachi no puede levantarse al estar fuera de combate. Gabriel agarra a Itachi y lo levanta con intención de sacarlo fuera del lugar y salvar sus no vidas.

Mientras, el ataque incendiario de Noel contra Vadjanosz surte su efecto y se extiende de su cabeza a todo su torso. Va consumiéndole a pasos agigantados pero no puede moverse ya que está resistiendo el impulso primario de correr en dirección opuesta del peligro, que en este caso podría ser la muerte definitiva para Vadjanosz. Esto hace que utilice su fuerza de voluntad para quedarse inmóvil y sigue inflamándose más y más cada segundo.

Gabriel, con Itachi encima, corre hacia Vadjanosz, que ahora mismo es una peligrosa hoguera humana. El anciano Toreador no había calculado que el Tzimisce en llamas estaba en la dirección por la que huían y su bestia se asusta tanto al ver el fuego que entra en Rötschreck, poseyendo la bestia el cuerpo de Gabriel. El Toreador arroja a Itachi al suelo y da media vuelta en dirección directa hacia… ¡el Golem! Por supuesto, todo esto es una reacción inconsciente que hace que el Toreador se encamine hacia su inevitable muerte.

 

Jesper, Malkavian

La muerte de seis lunáticos, un Tzimisce y un Golem

En la gruta de salida los gritos de Nicolás agonizando son audibles por toda la mazmorra. Su atacante ofuscado le está desgarrando por la espalda y esta vez no es con una espada, son garrazos agravados que escuecen como cuchillas de fuego y consiguen matar al enorme Malkavian, que mengua transformándose en su verdadera forma. El lunático queda arrojado como un muñeco roto entre las rocas de un templo olvidado.

Todas las personalidades del Malkavian llegan a su fin: Jesper, Klaus, Nicolás III, Malkav, Alice y Lucian… el clan Malkavian de Jerusalén, ha sufrido un duro golpe con la muerte definitiva de este especial y demente Vampiro.

–¡La espada de Gabriel daña al Golem! ¡Golpéale con ella en la frente! –Grita Aesir a Sven. El Brujah entiende el mensaje que el Tremere le da y durante una milésima de segundo debe decidir qué hacer, atacar al Golem o huir de allí, su naturaleza decidirá por él: Aventurero.

Itachi permanece en el suelo mientras intenta calmar a la bestia, en este maremágnum de emociones, para poder actuar libremente.

Gabriel corre con todas sus fuerzas hacia el Golem mientras Sven, con su Celeridad suelta a Aesir, corre hacia Gabriel, le quita su espada especialmente forjada y apuntando a la frente de la criatura, lanza épicamente la hoja que silba mortalmente dando vueltas y cortando el aire hacia su objetivo.

Ahora mismo, seguramente, este ataque desesperado de Sven, sea la única esperanza de equilibrar la balanza… si sale bien…

Aesir, mira como Vadjanosz se consume por el fuego del ataque Tremere y obtiene la muerte definitiva, convirtiéndose en cenizas al viento.

El último pensamiento de Jaroslav Vadjanosz ha ido dirigido hacia su Sire Katja que seguramente, a pesar de su sueño maldito, ha sentido la muerte de su querido chiquillo. Lo hizo justo antes de morir a causa del fuego causado por Noel, chiquillo de Inés, a quien Vadjanosz quería asesinar por orden de Nahum… ¿justicia poética?

La espada se clava certeramente en la frente del abominable ser. Lo que Sven  no sabe, es

Sven de Scania, Brujah

que Inés utilizó esa misma hoja para tallar en la frente del Golem el desconocido nombre de Yahvé, encontrado en la mesa de Salomón. Y con ella es capaz de destruir la palabra sagrada, cambiando su significado y despojando al ente sobrenatural de todo aliento de vida divina.

Por suerte los conocimientos ocultistas de Aesir, le han permitido saber el punto débil del Golem y la eficaz y heroica maniobra de Sven han conseguido acabar con el tremendo y mortal peligro.

El Golem, con la espada de Gabriel clavada en la frente, nada menos que hasta la mitad de la misma, deja de tener sangre por lava, evaporándose esta rápidamente y tambaleándose el gigante, cae al suelo haciéndose añicos y dejando los restos de su cuerpo como un montón de rocas humeantes.

Pero esto no ha acabado. En la entrada de la gruta, única salida también, aparece, saliendo de su ofuscación, Rashid, el Assamita, tiene ojos rojos como el fuego y sus manos acaban en peligrosas garras ensangrentadas con Vitae de su última víctima, su compañero Nicolás.

Muy cerca, escondido tras una enorme roca, Noel, chiquillo de Inés, agazapado observa y ataca a traición quemado con su Taumaturgia a todo aquel que tiene a la vista. La muerte de su Sire, debe ser compensada con la de estos conspiradores diabolistas.

Itachi, herido por quemaduras de fuego y aun humeante, desde el suelo mira fijamente a Noel

Noel Kemal,
Tremere chiquillo de Inés

y sus ojos cambian a color rojo, apareciendo un extraño dibujo en sus pupilas, fuente del poder que desata el peculiar Tzimisce. A través de sus ojos, Itachi lanza un tremendo y mortal rayo de fuego negro como el abismo que comienza a quemar a Noel mientras éste grita desesperado.

–¡Aprende a hacer fuego, Tremere de mierda! –le grita Itachi a Noel mientras le calcina con su demoníaco fuego negro. El chiquillo de Inés controla su bestia y permanece paralizado mientras se consume rápidamente.

Aesir mira fijamente a Rashid que, con actitud amenazante, les espera en la boca de la gruta de salida. El Tremere crea una llama de fuego en la cabeza del Assamita que se extiende rápidamente por toda su cabeza. Una imagen que esta noche se ha vivido varias veces en este cruento combate.

Aesir aprovecha para que Rashid no se mueva, atándole con su ritual de cadenas invisibles, ya conocido por la mayoría de los presentes.

–Lo siento, sois vosotros o nosotros –dice Aesir justificando sus acciones, que si acaban en muerte definitiva, transgreden la quinta Tradición, ya que Rashid sí que es de mayor edad que Aesir. Aunque esto el Tremere no tiene por que saberlo, ahora mismo solo piensa en salvar su no vida.

El Assamita paralizado intenta soltarse mirando al Tremere, sin duda con la intención de

Ojo de Itachi

abalanzarse sobre él para abrasarle con su propio fuego y darle un último y cálido abrazo. Pero no es posible y se consume hasta la muerte.

Noel, a su vez, grita mientras arde con el inquietante fuego negro del Averno. Esta consumiéndose por el fuego mágico de Itachi, uno muy parecido al que utilizan los blasfemos e infames infernalistas del clan Baali… ¿o es el mismo?

Gabriel sigue intentado salir de la gruta, imbuido en el terror de huir del fuego, pero lo hace sin éxito alguno, ya que araña la tierra de una de las zonas del derruido templo.

Itachi intenta acabar con Noel lanzándole una daga pero no acierta en el Tremere. Al final no

Rashid, Assamita

es necesario porque el Tremere acaba consumiéndose por el inquietante fuego aciago. Sus restos siguen ardiendo con llamas del mismo color.

El Tzimisce oriental reza a Kupala, Señor Demonio eslavo de Transilvania, en magiar antiguo y con su katana carga sobre Rashid que acaba de desatarse del ritual de Aesir mientras éste le vuelve a atar de nuevo de igual manera. Atesta un infalible golpe de hoja que decapita al incendiado Assamita, acabando con su no vida y técnicamente transgrediendo él la quinta Tradición de Caín, si Itachi no tuviera… ¡dos mil años de edad! Aunque esto nadie no sabe, ante un posible juicio, podría ser absuelto ya que no ha matado a nadie más antiguo que él, difícil por otra parte.

Todo se calma y Gabriel consigue controlar su Rötschreck. Dejando todo en silencio iluminado por pequeños fuegos y restos de cuerpos salpicados por la cámara.

Sven mira orgulloso a los restos del Golem caído. Su Sire Celine, estaría orgullosa de él. Aunque no haya conseguido la dichosa mesa de Salomón, ha acabado con una creación indirecta del famoso Rey de la antigüedad. El Brujah varego se siente completamente realizado, habiendo abatido al Golem y viviendo la aventura de su vida y no vida.

Los restos de cinco vampiros, un ghoul y un Golem, se diseminan por la mazmorra; Inés, su chiquillo Noel, el Guardián, Rashid, Nicolás y Vadjanosz.

Itachi, Sven, Aesir y Gabriel han sobrevivido al cruento y salvaje combate.

–Compañero, eres un ejemplo para el clan. De los que buscan la verdadera libertad. Moriste con honor y yo me encargaré de que tu Sire reciba tus restos… –dice Itachi mientras recoge las cenizas de Vadjanosz y las envuelve en los restos de su capa.

Mientras se dirigen a la salida, ven los restos de Jesper junto a una roca. El cadáver del Malkavian les sonríe burlonamente, como si este fuera el final de un chiste malo del que solamente hubiera entendido él.

Aesir se acerca al banco de alquimista y recoge todos los rollos de papel apuntado con estudios cabalísticos, presumiblemente a cerca del Golem y el ritual para despertarlo. Se encuentran escritos en hebreo antiguo, idioma que Aesir no entiende, “quizás pueda encontrar a quien que le ayude a traducirlos o le enseñe el idioma”, piensa el Tremere mientras llena su zurrón.

El Tremere también se agacha para ver los humeantes restos del, aun caliente, Golem, hace poco con vida.

Aesir piensa por que pudo asesinar a Inés, su creadora, nada más despertar y llega a la conclusión de que la impaciencia, las prisas y la temeridad han hecho que Inés pensara que estaba lista para despertar a la criatura y se precipitara en hacer un ritual que no estaba terminado del todo. Aunque poseía desde siempre de un talento innato sobre el elemento del fuego, no tenía la experiencia suficiente para llevar a cabo algo tan grande como: despertar a un Golem de fuego.

Gabriel se cerciora con Psicometría sobre os restos de Inés, que la Tremere llevaba mucho tiempo con este proyecto, dedicada exclusivamente en estudiar cómo despertar a un Golem, en parte continuando los estudios de sus predecesores del clan, tiempo a.

Antes de irse, Sven, coge la daga ritual de obsidiana con la que Inés ha despertado al Golem y se la guarda como trofeo. Su alma vikinga no puede olvidarse de las viejas tradiciones de su pueblo…

Mientras salen, Gabriel, con su fuerza aumentada gracias a su anciana sangre, empuja un pilar situado de la entrada de la gruta, sepultando la misma y parte indeterminada del templo subterráneo. El Toreador prefiere que todo lo que aquí ha ocurrido quede aquí, cómo un secreto enterrado y no salga a la superficie jamás.

El viaje de regreso es largo, tedioso y silencioso. Los cuatro vampiros caminan hasta llegar a Jerusalén, sin encontrar rastro del carruaje de Vadjanosz. Tampoco sienten los efectos de alteración de sus virtudes, ahora que se van del lugar, cómo cuando llegaron. Desconocen la razón e igualmente llegan a Jerusalén.

 

Adam, Antiguo Capadocio

El adiós de Nahum

Tras el duro enfrentamiento los personajes, ya en Jerusalén, se dirigen directamente a la Capilla Tremere. Las bajas actuales deben ser comunicadas inmediatamente a Nahum.

Ya dentro de la Capilla piden a Adam ver a Mara y éste les conduce hacia una especial estancia, quedándose él fuera por si se le necesitara.

Por fin, después de noches sin dar señales de no vida, se encuentran con la desaparecida Mara, Nahum para los amigos. Lo hacen en el interior de la cámara secreta del Dientes de sable.

La Tremere se encuentra arrodillada frente al sarcófago de Katja, Sire de Jaroslav Vadjanosz. Lo mira fijamente como si estuviera hipnotizado.

A través de su pálido rostro se dibuja una lágrima de sangre roja, muy oscura, es la Vitae de Nahum Ben Enosh, el Vástago que posee el cuerpo de Mara, desde su intento de diablerie.

Mara se alza con dificultad y mira a los personajes a los ojos. La tristeza de su semblante es evidente, como lo es el abismo al que se asoman sus oscuros ojos. Sin duda se encuentra en un estado de inestabilidad emocional y cualquiera que se dirija a él debería tener en cuenta dos cosas; Una: es un vampiro de cuarta generación y dos: se encuentra dolido y herido.

–He vivido mil años… –dice Nahum cabizbajo– …y ya no había nada que me atase a este

Mara, Regente Tremere

violento mundo. Mi clan ha sido exterminado y tome la decisión de sumirme en letargo voluntario con la esperanza de dormir y esperar a que el horizonte se despejara, igual que mi alma y mis pensamientos

–Pero no fue así… –mira al suelo apretando los puños– el destino me dio una segunda oportunidad cuando Mara intentó diaboizarme y poseí su cuerpo…

–Pensé que construyendo la Capilla Tremere y afianzándome, como lo he hecho, recuperaría el entusiasmo perdido… –sus ojos se tornan tristes pero no ha sido así. Veo que me estoy apartando de mi camino a pasos agigantados, solo soy una sombra de lo que era. Esa senda que tanto esfuerzo me costó conseguir llegar a la cumbre, El camino de la Caballería… ensuciado ahora por mentiras, conspiraciones… y asesinato… esto no puede continuar.

–No estaba equivocado, con este cuerpo sigo pensando lo mismo dice Nahum mirándose las manos– antes tenía dudas sobre si el letargo era una posible solución, ahora estoy convencido. Tal vez las cosas parezcan mejores en un par de siglos o de milenios…

Debo disculparme ante vosotros –dice Nahum con lagrimas de sangre en sus ojos y juntando

Capilla Tremere, Dientes de sable

sus manos igual que cuando se reza– habéis sido, una vez más, peones de un  anciano y lamento haber sido yo el que moviera esas fichas que erais vosotros. Pensaba que todo seria para mejor… pero no. Si continuo con está mentira puede desembocar en algo mucho peor… la guerra entre hermanos… otra vez… la muerte desatada… temo donde me lleven mis actos…

–Esto no es lo que me enseñó, mi padre, el Antediluviano Saulot –mira al techo y no puedo mancillar su recuerdo de esta horrible forma…

–Buenas noches neonatos… –dice mirando a los ojos de cada uno de los vampiros– os deseo lo mejor en vuestra senda de la inmortalidad…

Cuando por último lugar mira a los ojos de Itachi, iracundo y frustrado, sin pensarlo demasiado le dice:

–¡Así que no vas a pagar lo que nos prometiste…!–dice Itachi muy enfadado– …¡MALDITO EMBUSTERO! –insulta el Tzimisce al sorprendido Matusalén, que durante unos instantes no cree lo que está sucediendo. Él, que ha desnudado su alma, explicando su declive y se ha disculpado ante ellos cómo ningún anciano lo haría… ¿está siendo insultado por un sospechoso de infernalismo?...¿está ocurriendo de verdad?

El inestable Matusalén escucha el insulto de un ser inmortal al que se ha molestado en

Esqueleto de dientes de sable

investigar: el misterioso y siniestro Itachi.

Nahum sabe a ciencia cierta que el Vástago está relacionado con Demonios y del que le han hecho llegar las nuevas de que en ocasiones, lanza fuego negro por sus ojos rojos demoníacos, el mismo que poseen los Baali infernales a los que ha cazado en innumerables ocasiones…

Eso no es la Disciplina de ningún Tzimisce, debe ser de una oscura y desconocida línea de sangre.

El Salubri ha sido capaz de leer el alma del Vampiro en varias ocasiones para cerciorarse de cuál es su alineamiento. Nahum quería saber cuáles eran los pecados de su alma, aquellos que hacen que sea tan hermético y oscuro.  

Nahum descubrió que Itachi, para llegar hasta aquí, había tenido que hacer cosas horribles, entre ellas matar a su familia con sus propias manos, incluido a su amado hermano pequeño Susaki.

El chiquillo de Saulot conoce las historias de su infame y prestigioso mentor, Madara, aquel que inspira desconfianza y miedo u honor y respeto, depende de a quien le preguntes. Pero lo que sí que sabe de él, es que fue el causante de un genocidio allí en el lejano este, en el que Itachi tuvo que estar implicado de alguna forma.

Por supuesto el Matusalén no puede pensar en todo esto en este instante, pero si puede ser la guinda que haga que tome una decisión por puro instinto, ya que para él lo que Itachi representa es la oscuridad y Nahum, aunque tocado, viene de defender la luz y en múltiples ocasiones ha combatido y matado a seres como Madara o Itachi.

Hasta ahora Nahum, había otorgado al oscuro Itachi, el beneficio de la duda, aunque no podían ser más opuestos y algún día sus intereses se enfrentarían. Pero sin duda, suponer que todo iría bien ha sido un error más, piensa Nahum antes de actuar.

Sin duda la vulnerable situación actual del Salubri en el cuerpo de la Tremere, unido con la falta de respeto puntual del oriental, hace que Nahum tome la decisión de agraciar con la muerte definitiva al oscuro y siniestro Vampiro.

Sin pesárselo dos veces, los ojos de Nahum se vuelven blancos, de un blanco tan intenso que emanan luz celestial del trono de Dios Yahvé.

Con solo mirar a Itachi, la pura rabia y la venganza eterna en sus ojos hacen que el Vástago arda envuelto en un intenso fuego blanco que le consume hasta los huesos, enviando su alma directamente al infierno.

Todo Vampiro debe asumir que si insulta a un Matusalén de cuarta generación, de miles de años, con el poder de un Dios, chiquillo de un Antediluviano Primogénito de todo un clan, puede acabar fulminado por la ofensa como un rayo cae sobre una hormiga.

En el más allá se escucha una risa, es la del Demonio que esperaba su muerte y le acompañará al inframundo, donde por fin se vengará de Itachi por toda la eternidad. Algo que no pudo hacer mientras el oriental vivía, ya que lo mantenía a raya con sus sacrificios por medio de Kupala, el poderoso Demonio de Transilvania.

Las cenizas de Itachi humean en el lugar donde hace unos segundos se encontraba y Nahum con pena reitera su decisión de irse a dormir, por cosas como esta no hace más que confirmar su acertada decisión.

Su camino se torció cuando se encontró en el cuerpo de Mara, mientras intentaba diabolizarle. En ese momento comenzaron, los engaños, los subterfugios, las ordenes de asesinatos y por último, esta ultima muerte definitiva, que ensucia sus manos apartándole más de su senda original. Puede que parte de la maldad de la Tremere ayudase a cambiar a Nahum…

–¿Veis? –se justifica lloroso Nahum– soy un peligro, debo irme ya o mi descontrol será

Nahum, Matusalén Salubri

peligroso para todo Jerusalén…

Y diciendo esto se aleja caminando muy despacio, casi arrastrando los pies mientras mira por última vez el elaborado e inmenso sarcófago de la Tzimisce.

Se dirige hacia uno de los muros de la estancia que comienza a distorsionarse como si se tratara de una ilusión. Parece haber un portal que da a unas escaleras de piedra que bajan a la más profunda y negra oscuridad. El gélido frío y el silencio sepulcral que proviene del portal, son claramente sobrenaturales.

Cuando Mara atraviesa la pared adentrándose en ese misterioso plano, durante un parpadeo se ve la imagen de Nahum en vez de la de la Tremere. Después un sonido sordo cierra el portal haciéndolo desaparecer y arrojando al suelo a los personajes, con una gran onda expansiva sin sonido.

 

Katja, Sire de Vadjanosz,
Tzimisce

El despertar

“Katja seguía en letargo y yo era incapaz de despertarla, así que decidí sacarla allí de la forma más segura posible, dentro del sarcófago sagrado de Janosz.

Tallado en madera negra del bosque de las almas y confeccionado por los mejores Maestros artesanos y hechiceros Kouldunes.

La luz no sería capaz de entrar y mi Sire se encontraría protegida de todo mal allí dentro, al menos mientras encontraba la forma de despertarla de ese mágico sueño.”

(Pensamientos pasados de Jaroslav Vadjanosz)

 

Cuando todos se levantan del suelo, desorientados y conmocionados por el asesinato de Itachi, sin asimilarlo aun, escuchan un sonido metálico dentro del gran cajón situado en el centro de la estancia. A continuación un rugido que proviene del aire y en el lugar comienza a descender rápidamente la temperatura.

Poco a poco el gigantesco sarcófago comienza a abrirse con un quejido peculiar y terrorífico. Todos los presentes controlan a su bestia para no huir corriendo de allí, el terror se adueña de la estancia.

La puerta del gran ataúd permanece abierta y en su interior la oscuridad eterna. De pronto de ella emerge una mano blanca y delicada. La acompaña el resto del cuerpo de Katja que sonríe con sus colmillos extendidos.

Su increíble belleza está a la par de su apariencia de un ser peligroso y mortal. Mira a su alrededor y dice con voz aterciopelada casi ronroneando:

–¿Nadie va a ofrecerme nada de comer?, me muero de hambre…

Justo después de decir esto se eleva unos palmos del suelo y comienza a marchitarse a la velocidad del rayo, hasta transformarse en un horrible monstruo que mira al techo de la Capilla con la mirada perdida. Grita en el aire como un verdadero Banshee…

Los personajes la miran atónitos: ¿Quién va a darle la noticia de la muerte definitiva de su chiquillo Vadjanosz?

 

Katja maldita

Carta mágica de Ezra

Esa misma noche, Aesir, ya en el refugio comunal, cierra la puerta de su cuarto y por fin esta noche de pesadilla va a llegar a su fin, pero aun no...

El joven es un hechicero tremendamente maniático. Precisa realizar sus correspondientes quehaceres rutinarios noche tras noche. Ha de hacerlo para poder apartar de su mente la sensación de saber que no ha realizado alguna tarea importante.

Debido a las excéntricas enseñanzas de su mentor, el Archimago Ezra, Aesir adquirió manías impuestas por las rutinas. El Tremere tiende a echarle la culpa de estas obsesiones a los años que pasó de pupilo con Ezra, pero puede que este comportamiento venga de hace más tiempo…

Cómo todas las noches, antes de acostarse, Aesir prepara los rituales de protección del sueño y realiza una comprobación de todo lo que lleva encima para que a la noche siguiente no le falte nada.

Ya hace una hora que se ha hecho de día y Aesir se acuesta para descansar. Entonces, mientras se encuentra entre los brazos de Morfeo, recibe esta misiva onírica. Tiene forma de carta y Aesir la lee en un paisaje paradisiaco.

Se encuentra en el claro de un bosque mientras el sol calienta su piel, el viento sopla agradablemente y se escuchan los pájaros y el agua de un riachuelo correr.

 

“Mi pupilo Aesir,

Si lees esta carta onírica, puede ser que ya esté muerto.

Mi siguiente objetivo es un tanto ambicioso: Matar a Tremere.

He decidido dirigirme a Ceoris y descabezar a la serpiente otorgando la muerte definitiva al Primogénito de los usurpadores, sin él puede que todo esto acabe.

Ya estoy en Tirgoviste, será cuestión de tiempo que me encentren y me lleven ante él para que me ajusticie personalmente. No dejará que nadie lo haga por él, es demasiado rencoroso. Entonces será cuando asesine a Tremere.

Después atacare la Capilla central del clan desde dentro y la convertiré en cenizas.

Esa es la razón por la que te liberé camino a Jerusalén, eres demasiado joven para morir y las probabilidades son tremendamente altas esta vez.

Espero que Nahum te haya recibido como es debido y te sientas arropado por él.

Lleva mis enseñanzas en tu corazón y no dejes ni un Tremere con no vida, nunca.

Ezra”

 

Ezra, el Archimago, mentor de Aesir