CAPITULO 19: Sierpe sobre brasas II

SIERPE SOBRE BRASAS

Segunda parte 


Palacete Arista,
dominio de Vadjanosz,
barrio cristiano
Asuntos Tzimisce

Vadjanosz ha convocado a Itachi en secreto para tratar asuntos de importancia.  Itachi acepta intrigado y espera que su compañero de clan le diga el lugar del encuentro.

Itachi es un oriental de apariencia normal allí dónde nació. Sin embargo aquí es un ciudadano de segunda, eso dicen todas las miradas de desconfianza de los que se cruzan con él.

Vadjanosz es un noble atractivo aunque muy inquietante. Sus vestimentas son de aristócrata de algún lugar lejano.

Vadjanosz decide que la reunión secreta sea en el Palacio Arista, su dominio, quizás sea el lugar más discreto donde hablar sin ser molestados. Vadjanosz piensa que el refugio comunal parece ser todo menos una tumba para los secretos.

Ambos Tzimisce conversan a solas en una oscura estancia del refugio de Vadjanosz.

Vadjanosz. – Creo que deberíamos mantener la sintonía que hemos demostrado hasta ahora. Si algo nos han demostrado los arrebatos de nuestro amigo Malkavian, es que deberíamos tener un entendimiento sólido para lo que se avecina.

Vamos a hacer tratos con una serpiente y por mucho que nuestro beneficio pueda ser también el suyo. Nos convendría medir hasta donde estamos dispuestos a pagar. ¿Con que secretos vamos a pagar sus favores?

Itachi le escucha atentamente, se sienta en una silla y le mira pensativo.

Vadjanosz. – Está claro que no le vamos a revelar el gran secreto de Mara.

Itachi. – De momento no ha exigido ningún pago. Ella no quiere que el Assamita sufra daño, por lo que dice, qué puede ser mentira tranquilamente, pero contamos con ello. La verdad es que desconozco tus intereses reales a excepción de la petición a Mara acerca de tu Sire.

Vadjanosz. – Yo tengo pocos intereses que no sean conocidos ya por todos. El trato fue darle un secreto si arreglaba un entendimiento. Yo quería discutir que pago la íbamos a dar.

Itachi. – Para mí es sencillo... decirle que el Malkavian tiene muchas personalidades. Él revelo la segunda personalidad de Mara, seria restablecer el equilibrio. Si tan poca importancia tienen esas cosas...

Vadjanosz. – En cuanto a mis intereses, como has dicho, el principal se centra en mi Sire, aunque por supuesto no rechazare ninguna oportunidad de ganar poder.

Itachi. – Entiendo, bastante común. ¿Nada más allá de eso?

Vadjanosz. – Bueno, me gusta la idea de hacer sufrir a los Tremere.

Itachi. – Dime Jaroslav, ¿y si te dijera que conozco a alguien que puede saber cómo despertar a tu Sire? Alguien experto en magia Tzimisce.

Vadjanosz. – En lo importante apoyare a Mara, ya que me satisface doblemente, ganó yo y jodo a los Tremere, si es posible.

¿En magia Tzimisce dices? Si confías en él y puede hacerlo te deberé un gran favor.

Itachi. – Un gran favor, ¿qué darías por tenerla a tu lado de nuevo? Sentirla cerca de ti, escuchar su voz...

Vadjanosz. – Y seguro que mi Sire también se mostrará agradecida.

Itachi. – ¿un gran favor es lo que darías?

Vadjanosz. – ¿Que pago pedirías?

Itachi. – No pongo yo el precio amigo mío. Que estarías dispuesto a dar. Si tu respuesta es sincera moveré hilos. Por supuesto si no obtengo resultados, no deberás nada... piénsalo bien. Solo la más sincera de las respuestas será válida.

Vadjanosz. – Poca influencia o posesiones tengo para ofrecer. Solo mis acciones.

Itachi. – lealtad, absoluta e inquebrantable lealtad. Por una noble causa sin duda, que estoy seguro llegarías a encontrar de tu agrado.

Vadjanosz. – Eso solo se lo debo a mi Sire. Por tanto, no puedo prometer lealtad.

Itachi. – Entonces no puedo ayudarte, aunque seguro que tu Sire querría que aceptases. Bien, estoy de acuerdo de momento.

Vadjanosz. – Solo puedo prometer mi compromiso.

Itachi. – Con que tú y yo estemos en la misma cuerda y el pago a la Setita será el secreto del Malkavian, es algo justo y merecido para el Malkavian.

Vadjanosz. – No había pensado en ello.

Los ojos de Itachi se tornan siniestros.

Vadjanosz. – Yo habría optado por desvelar que "Mara" deseaba la muerte de Inés. Muy en la línea de los Tremere. Pero si crees que comprometer el secreto del Malkavian será suficiente pago. A mí se me antoja que la serpiente querrá morder más que un simple Malkavian.

Itachi. – Jaroslav, es un secreto. Es el pago que ella pidió no vamos a regalarle Jerusalén por mediar en un suceso.

Vadjanosz. – Bien, veo que lo tienes claro.

Itachi. – Además si no, Rashid morirá.

Vadjanosz. – Solo ten en cuenta que me parece un pago pequeño. Espero equivocarme en esto.

Itachi. – ¿Por qué? ¿por mediar con un Assamita que se lía con una Setita a espaldas de su clan? Si se enteran, ambos están muertos.

¿Crees que la Setita quiere que el clan Assamita se entere que está influyendo a uno de los suyos?

En realidad ahora que ella sabe que nosotros sabemos lo que supuestamente sabemos, mediar le beneficia casi más a ella que a nosotros. El pago del secreto del Malkavian es más caridad que necesidad, y justicia kármica.

Vadjanosz. – Je, je, je, me gusta la justicia.

Itachi. – A mí el equilibrio.

Vadjanosz. – Confiaré en tu juicio.

Itachi. – Un consejo Jaroslav. No me conoces. Puedes fiarte de que cumpliré mi parte pero por respeto a tu fama te diré que hasta que no seamos aliados sirvo a mis intereses. Respecto al resto, no te fíes de ellos, ellos no se fían de ti.

Vadjanosz. – No confío en nadie más que en mi mismo. Pero a excepción del Tremere, estoy dispuesto a dar una oportunidad a cualquier posible aliado. Todos servimos a nuestros intereses, pero como bien has dicho mi fama me precede. Es una cruz pero también una ventaja. No tengo nada que perder. Ningún interés aparte del mío. No soy una amenaza ni represento a nadie más que suponga un peligro para los vástagos se Jerusalén. Tampoco tengo apoyo ni quién me vengue.

Itachi. – Bien en el asunto Setita tenemos un acuerdo pues.

Mi oferta acerca de tu Sire, sigue en pie, piénsatela.

Vadjanosz. – Lo tendré en cuenta, pero no voy a prometer mi lealtad a ciegas.

Itachi. – Lo entiendo, es lógico. Pero no te duermas en los laureles, a fin de cuentas ella duerme en una capilla Tremere.

¿Si llegasen a descubrir a Mara y te chantajearan con acabar con la vida de tu Sire qué harías?

Vadjanosz. – Atacar.

Itachi. – O sea, dejarías que muriera y te suicidarías, más o menos.

Vadjanosz. – Pero haciéndoselo pagar. Ya te he dicho que no tengo nada que perder.

Itachi. – A ella, ¿no?

Vadjanosz. – Solo hacérselo pagar a quien me ataque. Mi Sire es quien me ha enseñado a ser así. No nos doblegamos nunca y si es necesario morimos matando.

Itachi. – Fascinante. Espero que despierte pronto, sin duda será alguien digna de conocer.

Vadjanosz. – Así lo espero.

Itachi. – Me llegaron noticias desde Transilvania de la patética situación del clan. Es muy triste.

Vadjanosz. – Nada que no merezcamos.

Itachi. – Estoy de acuerdo.

Vadjanosz. – Quizás una purga purifique el clan.

Itachi. – Sería fabuloso limpiar el clan de todos esos antiguos polvorientos que no se merecen estar donde están.

Vadjanosz. – Quizás perdamos nuestra patria ancestral si con eso salvamos a los Tzimisce.

Itachi. – Sólo unos pocos de ellos aún conservan el verdadero espíritu Tzimisce.

Vadjanosz. – En todo caso, la historia da muchas vueltas.

Itachi. – ¿No te gustaría volver a ver al clan en todo lo alto? ¿que el nombre Tzimisce inspire el temor de antaño?

Vadjanosz. – ¿Quién esperaría que los Salubri fuesen exterminados por unos advenedizos? ¿Que nos traerá el futuro?

Si pudiésemos arrebatar a los Tremere su poder. Quizás nuestro clan volviese a brillar con un nuevo esplendor. Por eso me he unido a Nahum, quizás mate dos pájaros con una flecha.

Itachi. – Bueno, creo que es cuestión de tiempo que el clan Tremere se dé cuenta de que algo raro pasa. Es decir, no creo que esto pueda perdurar en el tiempo de forma prolongada. De momento como tu bien sabes, mi propósito es encontrar al Matusalén Tzimisce llamado Mandalay e intentare que devuelva a los Tzimisce donde merecen estar. O moriré en el intento, cosa bastante probable por cierto.

Vadjanosz. – Tienes mi apoyo en tus intenciones.

Itachi. – Me alegra ver que estamos en la misma dirección. Te ayudare también a investigar el asunto de tu Sire.

Vadjanosz. – Como bien dices los Tremere no son tontos y acabarán por darse cuenta. Espero haberles hecho mucho daño para entonces y haber recibido bastante poder para aguantar el contraataque

Itachi. – En mi humilde opinión, nuestra mejor baza es la falta de una autoridad establecida en Jerusalén. Podría ser la de los Tremere también, pero no conocen tanto la situación como nosotros.

Vadjanosz. – Por eso vine a Jerusalén. Para labrarme un nuevo dominio dónde pudiese empezar lejos de mis enemigos y por eso me conviene hacer amigos. Si no, no andaría en compañía de Toreador, Brujah y Malkavian.

Itachi. – Bien, espero que en el futuro veas que estamos en el mismo barco, seguro que tu Sire cuando despierte aprueba mis intenciones

Vadjanosz. – Me alegro de contar con un compañero Tzimisce tan lejos de casa. Si en algo puedo ayudarte con tu búsqueda, házmelo saber.

Itachi. – Pues sí, si pudieras conseguir o fabricar un tablero de Xaturanga, me seria de gran ayuda. Es un juego de estrategia utilizado por los Príncipes Persas para aprender la habilidad.

Vadjanosz. – No conozco el juego, pero solo necesito huesos y piel para crear lo que desees.

Itachi. – Un placer hermano Vadjanosz, por cierto, si tienes la noche libre me dirijo a un lugar de leyendas y presumiblemente peligroso, por si te aburres.

Vadjanosz. –  Quizás sea el sitio perfecto para encontrar lo que necesitemos para tu tablero.

Itachi. – Quizás. En marcha pues. Nos vamos al teórico emplazamiento de la tumba del Rey David.

Vadjanosz. – Padre de Salomón. ¿Quieres invitar al Brujah? No será difícil de convencer, ya que busca algo de su hijo Salomón.

Itachi. – De ninguna manera. No quiero pensar lo que pasaría si ese descerebrado encuentra lo que busca.

Vadjanosz. – Ja, ja, ja. Bien, vayamos pues.

Itachi. – Sin mencionar el hecho de que se está haciendo muy amigo del Tremere con sus embustes. Si de casualidad existe la mesa de Salomón, solo nosotros los Tzimisce deberíamos poner las manos sobre ella para llevar a cabo nuestros nobles cometidos.

Vadjanosz. – Dudo que pudiésemos tocarla sin arder. Sinceramente, si la encontramos, le dejo el honor de intentarlo a Sven o mejor a Aesir.

Itachi. – Si encontramos indicios de que existe tendremos que pensar en ese pequeño detalle y por supuesto ceder el honor a nuestros compañeros de arder primero como bien dices. Aunque quien sabe, quizás sus intenciones sean de verdad nobles como dicen.

Me encanta que entren nuevos jugadores a la partida. Hace todo mucho más complejo e interesante.

Vadjanosz. – Opino igual.

Itachi. – Veamos juntos como encontrar la tumba de David.

Vadjanosz. – Adelante.

Itachi piensa por dónde empezar y recuerda las palabras de  su contacto el preso encapuchado. Habló de una zona cercana a Jerusalén, cerca de la ciudad, en el desierto…

Vadjanosz. – A alguien podremos preguntar, ¿a un Nosferatu? ¿a Adam, el Capadocio? ¿a algún Tremere?

Itachi. –Adam es un santurrón judío, seguro que sabe algo.

Ambos Tzimisce salen al encuentro de Adam, el Consejero Capadocio de Mara.

 

Aesir, Tremere
Encuentro secreto

Se fragua otra facción interna en el grupo y Jesper ha convocado en secreto a Aesir y a Gabriel para tratar asuntos de suma importancia. Ambos han aceptado y el Malkavian ha decidido el lugar del encuentro.

Jesper, el Malkavian, es un hombre inquietante y poco atractivo. Lleva pinturas en la cara, sin duda es un siniestro bufón. Da muy mala espina, seguro que los humanos no se encuentran cómodos a su lado.

Gabriel, el Anciano Toreador, es un hombre guapo y algo inquietante. Viste con ropajes de una época lejana. Tiene una presencia imponente y un brazo metálico muy realista que acompaña dicha presencia. El viejo herrero no pasa nunca desapercibido.

Aesir, el joven Tremere, es un atractivo brujo que contradictoriamente podría pasar desapercibido. Siempre viste con túnica oscura y lleva un bastón y un gran zurrón con algo muy voluminoso y pesado en él.

Unas extrañas cartas escritas por la mano de un crío o de un lunático, indican a Gabriel y Aesir el lugar y la hora de la cita secreta.

El encuentro se realiza a las afueras de Jerusalén, a la luz de las estrellas y la luna. Con la ciudad de fondo que los arropada en la oscura y espesa noche. Sólo alumbrada por cientos de luces procedentes de los hogares de los humanos de la ciudad.

Jesper. – Buenas, compañeros. Gabriel, Aesir. Gracias por haber asistido. Debéis perdonar al resto de mi familia, no han podido venir, pero tranquilos que yo les mantendré informados de lo que en esta noche se decida.

Os hemos reunido aquí para expresar varias inquietudes.

Gabriel, confío en ti más que cualquier otro vástago de esta ciudad, hemos vivido experiencias intensas juntos. Y tu Aesir, no me gusta cómo te ha acogido la ciudad. Quiero creer que vienes para hacer el bien común, así que por ello te brindo esta oportunidad para demostrarlo.

Deberíamos unirnos como aliados los tres. Pero antes de nada me gustaría hablaros de los asuntos que nos traen a esta reunión.

¿Alguien quiere empezar?

Aesir. – Tú nos has invitado, Jesper. Yo estoy aquí por la pura curiosidad. Bien es verdad que de todos los que me podrían haber citado, solo habría respondido correctamente a los dos presentes, que eso ya es decir mucho, pues no suelo entregar mi confianza a la ligera.

Estoy aquí porque me interesa saber que nos tienes que contar y también, porque tengo muchas preguntas, preguntas que necesitan respuesta, pues la situación que tenéis aquí montada, cuanto menos es llamativa.

Jesper. – Lo que propongo Aesir es precisamente que nos cubramos las espaldas.

Gabriel. – Me parece una decisión acertada.

Jesper. – Después de como Jaroslav amenazo al pequeño Nikolás lll, el manso. Nos escama enormemente. No me fío de los Tzimisce y no quiero seguir compartiendo refugio con ellos.

Pero con vosotros seria otra cosa.

Gabriel. – Yo estoy buscando un refugio y tampoco me fío de esos dos vampiros.

Jesper. – Y la decisión que quieren tomar con el asunto de Inés, sin buscar alternativas. No me gusta nada.

Gabriel. – Les va demasiado lo de ser matones.

Jesper. – Cierto.

Gabriel. – Y cualquier noche podemos ser nosotros el objetivo.

Jesper. – Eso es. O victimas de sus enfados sólo por discrepar.

Gabriel. – No se lo pensarán dos veces. Si el pago es sustancioso.

Jesper. – Opino igual.

¿Os parece que busquemos un refugio los tres entonces?

Tú Aesir, acabas de llegar, creo que mi oferta es justa. Protección mutua y toda la información que requieras. Si necesitas ayuda en algo solo tienes que decirlo.

Gabriel. – Estos días voy a buscar un buen herrero con una herrería para hacer ghoul y quedarme allí como refugio.

Os aconsejo que busquéis un refugio y cercioraros de que esos no sepan dónde encontraros.

Jesper. – Pregunta lo que quieras Aesir. Seré sincero con todas mis respuestas. Aunque no te prometo que todas sean coherentes.

¿Y sobre lo de Inés? ¿Qué opináis?

Yo no pienso ayudar a eso hasta que hable con Nahum.

Y si hay que ir donde ella, yo iré para protegerla en todo caso.

Gabriel. – Inés se supone que se ha ido. Estaría bien que Aesir le echase un ojo a su chiquillo. Para ver que no le han hecho nada estos dos.

Aesir suelta una carcajada al aire al escuchar como los dos vampiros que más tiempo llevan en la ciudad deciden buscar un refugio.

Aesir. –  Yo también ando buscando un refugio. Uno…especial.

Jesper. – ¿Especial? ¿Como de especial?

Aesir. – Mi maestro me enseñó que lo más importante es tener un lugar al que regresar tras un día de trabajo y sentirte seguro. Así que me enseñó ciertos trucos para protegerlo.

Jesper. – ¿A si?...  ¿y que necesitas para montarlo? ¿arena y ladrillos?

Aesir. – ¿Sabéis lo que son las líneas ley? ¿líneas dragón? O como lo llaman los magos, nodos…

Jesper. – No me suena…

Aesir. – Jerusalén tiene, por historia y vivencias, lugares de poder. Lugares que tienen su propia "magia".

Aesir. – Ando buscando uno de esos lugares donde poder instalar mi refugio. Así que os propongo un trato:

Jesper. – ¿Y cómo se busca algo así? Di, suelta por esa boquita...

Aesir. – Iba a buscar algo pequeño y sencillo, pero puedo buscar algo más grande donde poder alojar a más de una persona y que disponga de todo lo necesario.

Jesper. – ¿Como una herrería? Así podríamos estar los tres. Cada uno con sus asuntos. Yo no ocupo mucho, un par de armarios, uno de ellos para cambiar al de los días Shabat.

Por cierto, no digamos nada a los Tzimisce. Que simplemente vean que ya no dormimos allí.

Aesir. – La herrería se podría instalar en el refugio.

Jesper. – Bien. Herrería/biblioteca/doble armario/ sala de amigos. ¡Qué bien!

Gabriel. – Lo de la herrería lo puedo buscar yo, aunque mi refugio principal sea el vuestro.

Aesir. – Conozco alguna forma de hacer seguro el refugio y que sólo los presentes no se vean afectados por ello.

Jesper. – Vale.

Aesir. – Con tiempo y estudio, podría reforzarlo aún más.

Jesper. – Venga, cuenta esos trucos. ¿A que son carteles de "no molestar"?

Aesir. – Te equivocas Jesper, más bien son carteles de “prohibido el paso” y  “cuidado con el perro”.

Jesper. – A vale, así ya me siento más seguro.

Aesir. – ¿Conocéis a alguien que pueda tallar un par de gárgolas tamaño amenazante?

Jesper. – Si, él –Jesper señala a Gabriel.

Aesir. – Podemos usar también la reputación de los Tremere y sus gárgolas. Si ponemos dos gárgolas a la entrada, con forma desafiante, quizá más de uno que conozca esa reputación se lo piense dos veces. Un efecto disuasorio sin gasto ninguno salvo las dos estatuas.

Gabriel. – O al contrario.

Jesper. – Por cierto, si alguno requiere de mis habilidades de Ofuscación para algo sólo tenéis que pedirlo.

Gabriel. – Vamos a ver. ¿Hace falta? ¿Mejor que no destaque no?

Jesper. – Creo que habla de la capilla…

Aesir. – Si, para eso tengo un ritual. Me refiero, a qué si consiguen sortear la primera barrera, de repente se verían con las dos estatuas. Eso sí, he de pediros disculpas. De camino a Jerusalén un grupo de zíngaros que viajaban en una caravana me robaron todas mis pertenencias, con lo que ando escaso de materiales e ingredientes. ¿Conocéis a algún mercader?

Jesper. – Pues creo que sí, y si no, no hay problema te localizo uno. Se me dan muy bien esas cosas. Al igual que escuchar, en ocasiones incluso escucho muertos, pero son unos sosos. Siempre quejándose y lamentándose perpetuamente. Salvo alguna cancioncilla ocurrente…

Aesir. – Pues ya te pasaré una lista de lo que necesito.

Jesper. – Aunque lo del dinero ya es otro cantar. Soy más pobre que una rata.

Aesir. – Y si deseáis algo, y está en mi mano. O conocimientos, contar conmigo.

Jesper. – Volviendo a lo de Inés. ¿Quién fue el último en verla? ¿Estáis seguros de que se marcho? ¿Cuando fue eso?

Gabriel. – Se iba con lo puesto. Ella y su guardaespaldas. No sabemos más.

Jesper. – ¿Sobre qué hablaste con ella? Si puedo preguntar. Te pregunto porque la debo un favor y me gusta pagar mis deudas. Todo lo que pueda saber de ella podría ayudarme a devolvérselo.

Aesir. – Se iba con los suníes creo recordar.

Jesper. – ¿Sabrías hacer un anillo que de fortaleza? Yo tengo aquí varios que hacen cosas. De hecho tengo uno repetido y todo. No los colecciono pero ¡hey! quien sabe.

Aesir. – Se hacer cosas, armas de fuego, estacas mágicas, colgantes guarda secretos. El resto de objetos requerirían estudio y tiempo.

Aesir. – ¿Qué hacen esos objetos que tienes?

Jesper. – Pues uno me otorga Auspex, otro potencia y estos dos anillos anulan las vetas negras. Uno era de mi querido amigo Cadios, ¡Ah! y esta estaca no sé lo que hace, es bonita…

Aesir. – Veo, loco amigo, que posees artefactos poderosos y los llevas encima. Yo no iría mencionándolo por ahí.

Jesper. – Si. Son mis pagos por mi duro trabajo.

Aesir. – Hay gente que mataría por ello.

Jesper. – Soy un loco con suerte.

Aesir. – ¿Todos tenéis verás negras en este grupo?

Jesper. –  Creo que sí.

Aesir. – Vaya, menudo pastel. Aunque si dices que esos anillos anulan las vetas negras, por lo menos dos estaríais protegidos. Si ya borramos el recuerdo de vuestra mente de haber cometido Amaranto, seríais a efectos prácticos, inocentes de todos los cargos.

Jesper. – Pues ahora que lo dices... Gabriel ¿tú tienes vetas de esas?

Aesir. – Pues recordar, que nadie moverá un dedo por defender a un diabolista a no ser que le interese sacar algo de ello. Estáis en grave peligro, en mi opinión.

Jesper. – Yo sé que no tengo.

Aesir. – Tú llevas el anillo.

Gabriel. – Alguna veta negra tengo en mi halo, sí.

Jesper. – Por eso se que no tengo. Pues toma, como presente de nuestra alianza.

Jesper se quita uno de sus anillos de cristal pulido de color negro y al hacerlo éste se vuelve transparente. Después se lo acerca a Gabriel. El Toreador coge el anillo y cuando se lo pone se vuelve de nuevo negro como el abismo, absorbiendo las vetas del aura de Gabriel.  

Gabriel. – Gracias, te debo una.

Jesper. – Con tu amistad y alianza ya me vale.

Aesir. – Pero si te leen la mente sabrían el secreto. O si te interrogan, torturan o Dominaran, Jesper, ¿y si  te hacen confesar tus secretos?

Jesper. – ¡Que lo intenten! No entraría ni yo en mi cabeza. Soy de sexta generación. Tiene que ser muy antiguo para poder hacerme esas cosas.

Aesir. – Seguro que en esta ciudad hay más sextas.

Jesper. – Pero no tan guapos como yo.

Aesir. – ¡Por todo el tas del mundo!, cuanto trabajo tengo por delante.

Gabriel. – Lo único que dijo Inés antes de irse fue que necesitaba un metal o algo muy resistente. Supongo que para romper algo y me preguntó por mi espada.

Jesper. – ¿Para tallar algo?

Gabriel. – No sé.

Aesir. – O proteger algo.

Gabriel. – Puedo hace psicometría y ver que hizo. Porque se la dejé.

Jesper. – Hazlo. Buena idea.

Gabriel desenvaina su antiquísima espada, que sería polvo si no hubiera sido forjada por uno de los mejores Maestros herreros de todo Jerusalén, él mismo. Acaricia suavemente su filo y cierra los ojos concentrándose en las emociones que han podido quedar impresas en la hoja, sobre todo en las más recientes, para ver si así descubre lo que hizo Inés con ella.

Aesir. – La manufactura de esa espada es digna de alabanza.

Jesper y Aesir le observan en silencio.

Aesir comenta a Jesper mientras tanto los temas que ahora mismo hay en el aire: encontrar refugio, proteger bien ese refugio, encontrar un mercader para obtener componentes, ayudar con las vetas negras de sus dos compañeros para que mientras lleven el anillo sea imposible sonsacarles el que cometieron en peor de los delitos. Canibalismo vampírico, Amaranto, ni aunque se les domine un cuarta generación o lea su mente alguien con el nivel más alto de Auspex,  pero para ello el Tremere confiesa a Jesper que necesitaría dos colgantes.

Aesir. – Si queréis que haga eso decírmelo y os explico cómo funcionaría.

Jesper. – Vale.

De pronto Gabriel sufre una punzada en el cerebro que hace que casi se desvanezca de dolor y el Toreador cae al suelo.

Jesper. – Debe estar enfermo, enseguida se le pasará.

Finalmente Gabriel se recompone. Nada, ¡no ha visto NADA!, su poder ha fracasado estrepitosamente.

Aesir. – Entonces y para ir acotando. Nuestro primer objetivo es encontrar un refugio digno y adecuado que cumpla con nuestras exigencias.

Del tema de Inés, ¿deseáis hacer algo o dejarlo como está?

Por otro lado, habéis mencionado un Toreador que le gustan los libros y con el que podríamos tener tratos.

Y que Jesper podría lograr una ruta de algún mercader de materiales desde normales a exóticos.

Vuelvo a mencionar que si queréis más tranquilidad con respecto a vuestros escarceos con la Diablerie me lo comentéis para ir preparando el tema.

Yo creo que el punto del refugio podría realizarse en conjunto, apoyándonos los unos en los otros. Por ejemplo: yo me encargaría de ubicar los posibles emplazamientos óptimos para el refugio. Para ello usaría los datos de la biblioteca Tremere sobre Jerusalén y cercanías.

Jesper podría observar esos emplazamientos y ver el movimiento que allí se realiza así como hablar con los espíritus y preguntarles sus sensaciones sobre el sitio en cuestión.

Y Gabriel podría hacer su magia con lo referente al trato con los humanos para hacer del refugio un REFUGIO. A mí el trato humano no s eme da especialmente bien, por mi condición se suelen olvidar de mí.

Jesper. – Me vale. Yo a eso también le puedo ayudar a Gabriel. Se me da bastante bien conseguir información si se necesitara.

Gabriel. – Sin problema.

Jesper. – Bien, si necesitas ayuda sólo tienes que decirlo.

Aesir. – Pues solucionado el tema uno. Pasamos al dos, lo referente a Inés:

Yo en este poco puedo ayudaros pues no la conozco. Si que puedo, eso sí, intentar acercarme a su chiquillo y comentarle que tanto tú Jesper, como tú Gabriel, estáis preocupados por su Sire. A ver qué me responde.

Jesper. – Gracias. Seria de ayuda. Quid pro Quo. Si estas de nuestro lado sí que puedes ayudar. La conocemos nosotros, es de tu clan y no se merece el destino al que le han condenado injustamente.

Aesir. – Soy amigo de mis amigos y la muerte de mis enemigos.

Jesper. – Perfecto, pensamos igual.

Aesir. – Si se os ocurre en que pueda ayudaros comentármelo.

Jesper. – Pues pensar cómo actuaremos si los Tzimisce nos atacan o intentan algo contra alguno de nosotros tres. Yo digo que si intentan algo sus cabezas rodaran.

Aesir. – Aunque que tengan tratos con una Setita no sé yo hasta qué punto es adecuado.

En cuanto al Toreador ese de los libros, soy aficionado a los libros, así que perfecto por mí.

Jesper. – Sí, tengo que presentaros. Ya le hable a él de ti al igual que a ti de él. Ambos queréis conoceros. Prepara tus cosas si crees que servirá.

Aesir.   Me dirigiré en busca del refugio como os he dicho entes. Iré a la biblioteca de la capilla Tremere.

Jesper. – Yo hablare con espíritus de la Umbra a ver si puedo averiguar donde hay una zona como la que me has descrito, Aesir, llena de ¿energías?

Gabriel. – Iré a la capilla Tremere a ver cómo está el chiquillo de Inés.

Los tres Vástagos se separan y cada uno se encamina a solas hacia su cometido. Pero los tres con un mismo fin, ayudarse mutuamente.

 

Sobek, Nosferatu
Secretos Nosferatu

El encuentro se efectúa en tu terrorífico refugio, bajo tierra, ante las profundas miradas de los amigos muertos y putrefactos de Sobek...

Y'ha-nthlei. – Dime Sobek, ¿Qué tienes para mí?

Sobek. –  Pues creo que me he enterado de algo bastante jugoso. Parece ser que la Regente de la capilla Tremere, no es la Regente de la capilla en verdad.

Y’ha-nthlei mira a Sobek con mucha atención.

Sobek. –  Según parece intento diabolizar a un Salubri, pero no salió muy bien. Y ahora, en secreto, maneja la capilla. Parece que parte de los miembros del grupo son sus "paladines" y conocían su secreto. Pero el Malkavian perdió la cabeza por la llegada de otro Tremere a la ciudad y lo largo todo.

Y’ha-nthlei. –  Malkav. Me perdí su última fiesta durante la primera cruzada. ¡¡¡Dicen que duró semanas!!!

¿Salubri? ¿qué Salubri? La llegada de los Salubri a Jerusalén sólo era un rumor...

Amaranto... el peor de los pecados merece el peor de los castigos. Todo diabolista pagara cien veces su daño. Sedientos de poder y ansiosos de sangre antigua.

Sobek. –  Diría que diabolizar a un Salubri, que te salga mal y te robe el cuerpo y que ahora este dirigiendo la capilla sin que los Tremere lo sepan me parece un buen castigo.

Y’ha-nthlei. –  Si... la verdad.

¿Cómo se llamaba el Salubri al qué intentó diabolizar la Regente? ¿Y quién es la que ostentaba el puesto de Regente? ¿Mara?

Sobek. –  Eso es, Mara. Pero ahora se refieren a él como Nahum. Supongo que será como se hacía llamar el Salubri.

También ha llegado a la ciudad otro Tremere. Parece que su mentor o Sire es aliado de Nahum, así que supongo que son traidores al clan.

Y’ha-nthlei. –  Nahum, el chiquillo de Saulot, lo conocí hace tiempo, lejos de aquí. Fue un gran guerrero. Cuánta información jugosa. Eres bueno Sobek, muy bueno.

Y sobre esos Tremere traidores qué dices, ¿qué me puedes contar?

Sobek. –  Un tal Ezra, un mago que está en guerra con los Tremere y que es el mentor, creo que no su Sire, del nuevo vampiro que ha llegado a Jerusalén, un tal Aesir.

Creo que son amigos o aliados de Nahum, o al menos sabían que algo pasaba en esta capilla y les venía bien.

Nahum ha ordenado a sus paladines que maten a Inés, una Tremere de la capilla que se ha marchado de la ciudad. Creo que piensan que se ha ido por que sospecha algo y por eso Nahum les ha dicho que acaben con ella.

Aunque el Malkavian está decidido a protegerla y quiere hablar con Nahum para que "entre en razón". Que por cierto, parece que está desaparecido.

Y’ha-nthlei. –  Ezra no es vampiro, es un mago y dicen qué ha muerto recientemente. Así que creo qué ese nuevo Tremere se ha quedado sin mentor.

Sobek. –  No es algo que haya comentado.

Y’ha-nthlei. –  Puede que no lo sepa.

Sobek. –  O decir que es un traidor del clan y sin ningún apoyo no sería muy inteligente.

Y’ha-nthlei. –  Así que Nahum en el cuerpo de Mara les ha otorgado una falsa posición pidiéndoles que maten a una Tremere rompiendo la tradición de la eliminación.

Hay demasiados Tremere que no son Tremere. Juegan con las Tradiciones cómo quien juega con fuego.

¡¡¡Que no haya Príncipe no quiere decir qué se pueda romper las Tradiciones a la ligera!!! ¡¡¡Cualquier anciano puede aplastarlos por hacerlo ¿y qué van a decir? ¡¡¡¿Me lo pidió el falso Tremere?!!!

Sobek. –  Los Salubri están en guerra con los Tremere, no es tan raro. El fuerte se come al débil. Otra cosa es matar por matar.

Y’ha-nthlei. –  Eso no es una guerra neonato, es un exterminio. El clan Tremere se alza sobre las cenizas del clan Salubri. Y ya se sabe quién ha ganado lo que tú llamas guerra. No hay que subestimar a los brujos.

Sobek. –  Ni a un animal herido tampoco. Puede hacer mucho daño antes de morir.

Y’ha-nthlei. – No quiero que te veas implicado en ninguna ruptura de las Tradiciones, Sobek. Prométemelo.

Y’ha-nthlei mira muy serio a Sobek.

Y'ha-nthlei, anciano Nosferatu,
mentor de Sobek
Sobek. –  Ya sabes que no mato vampiros por matar. De todos modos que me lo digas tú con la reputación que tienes,  también sorprende.

Y’ha-nthlei. –  Yo no tengo reputación, tengo influencia. No creas nada de lo que dicen.

Sigue así Sobek. Estás haciendo un gran trabajo. Estoy orgulloso de ti. Ahora ve y descubre más cosas jugosas para mí... ve, ve.

Dice Y’ha-nthlei moviendo sus mocosas manos acuáticas.

Sobek. –  Hablando de influencia. Otro Nosferatu se acerco a estos pidiendo apoyo para reclamar un refugio, un sótano en el barrio judío. Se "ganó su gracia" diciéndoles que tuvieran cuidado, que un Nosferatu muy antiguo y poderoso que les vigilaba.

Tenía pensado hacerle una visita para aclarar un poco el tema y que los Nosferatu tenemos que remar juntos y todo eso, ya sabes.

Y’ha-nthlei. –  Me parece perfecto. Supongo que será Almagor. Ese sucio cobarde ¿verdad?

Aclara a esa rata callejera qué la información solamente es útil si acaba llegando a mí. No me gusta que hablen de mí sin mi permiso. Bueno un poco si me gusta –dice Y’ha-nthlei mientras sonríe inquietantemente.

Y’ha-nthlei. –   Si vuelve a hacerlo no tendrá que preocuparse de nada más. Déjaselo claro querido Sobek. Demasiado trato con los limpios de arriba te lleva a eso, a traicionar tus orígenes. Nunca traiciones tus orígenes Sobek.

Sobek. –  ¿Me quieres hacer prometer que no rompa las tradiciones y sin que pase un minuto ya estas pensando en matar a uno? Ves como a veces hay excepciones.

Y’ha-nthlei. –  Para mí no es lo mismo pequeño. Tú eres un neonato. No sabes nada. Yo podría ser el Príncipe de Jerusalén. Estoy en mi derecho de ejercer justicia. Tú, no. ¿Lo has entendido?

Sobek. –  Si, la teoría la entiendo. Solo digo que existen excepciones, como en todo.

Y’ha-nthlei. –  El problema es que a mí nadie me va a venir a castigar, a ti sin embargo, pueden hacerlo.

Ve dónde Almagor, lo encontrarás en las cloacas del barrio cristiano.

Sobek. –  Una cosa más. El Toreador, Duyal sigue como loco por juntarse con los Tremere.

Y’ha-nthlei. –  ¿Por qué razón?

Sobek. –  Pues no tengo ni idea. También está liado con una mujer, que no se de que clan es en realidad, pero nos ha confesado por algún motivo que es Setita.

Y un Assamita llamado Rashid está enamorado, o algo así, de ella. Y a la vez este Assamita nos ha "amenazado" un par de veces por andar haciendo ruido en el barrio musulmán.

Y’ha-nthlei. – Mmmmmmmm, interesante. No se sabe mucho sobre los Seguidores de Set en la ciudad. Me interesa especialmente.

Hace mucho que no veo a una serpiente haciendo de las suyas. Y lo sorprendente es que diga su clan, además de tener un amorío con un enemigo Assamita. Si es que algo de lo que has descubierto es cierto. Si fuera verdad, seguro que los suyos no aprobarían esa relación.

Bonito secreto. Me encantan los secretos. Si  descubres más secretos, cuéntaselos a tu mentor. Los saboreo con gusto –dice Y’ha-nthlei mientras se relame asquerosamente.

Y’ha-nthlei. – Bueno Sobek, ¿te dejas algo?

Sobek. –  Pues creo que eso es todo.

Bueno. Ha llegado un guerrero también, de muy al norte. Está buscando una tabla. Creo que de un gobernante antiguo de Jerusalén

Y’ha-nthlei. –  ¿Clan?

Sobek.   Brujah. El grupo parece un mal chiste.

Y’ha-nthlei. –  Menudo grupo de deshechos no muertos. ¿Un guerrero norteño Brujah buscando una tabla?

Creo que ya lo he escuchado todo...

Sobek. –  Pues creo que ahora sí que esta todo…

¿Si Rashid nos ataca por alguna razón?

Y’ha-nthlei. –  Podría ser el comienzo de una guerra. –se pone muy serio–  Eso no conviene a nadie. Ni a nosotros.

Sobek. –  Pues tampoco parece que atienda a razones. No he tratado con él tampoco, pero parece por lo que dicen, que es bastante cabezota.

Y’ha-nthlei. –  Nadie al qué hayan invadido, asesinado, violado a su familia, humillado y plantado en su dominio una capilla atractora de ataques Tzimisce, va a estar abierto a «razones». No creo que sea cabezota, creo que es bastante razonable.

Sobek. –  No sabía que la capilla estaba en su dominio. Creía que era cercano.

Y’ha-nthlei. –  Lo está. En el barrio musulmán. Sin duda es una estrategia Tremere. Deberían pensarse dos veces atacar el barrio musulmán, por la presencia Assamita, si es que saben que es su dominio, claro está.

Sobek. –  Entonces tampoco entiendo como lo ha permitido.

Y’ha-nthlei. –  Rashid no creo que haya decidido nada, chiquillo. Jamás conoceréis a quienes lo han hecho y seguramente nunca sabréis sus razones. Eres demasiado curioso Sobek. No debes entender todo.

Ale, ya sabes, que ando muy ocupado...

Y’ha-nthlei hace aspavientos para qué Sobek se vaya.

Sobek. –  Tú y tus cosas de sueños. Iré a ver al Nosferatu.

¿Te parece que si tengo la oportunidad de hablar con el Assamita comunicarle que no estamos interesados en disputas, y que en caso de explotar una nos mantendremos al margen?

Y’ha-nthlei. –  No, mejor déjalo. Intenta que sean los zarrapastrosos esos quienes lo hagan.

Sobek. –  No les veo yo con la intención. Estamos hablando de dos Tzimisce aliados con los Tremere, un Tremere y un Brujah.

Y’ha-nthlei. –  Pues entonces igual se merecen lo que les ocurra. Tú ya sabes. Que no salpique mucho aquí abajo.

Sobek. –  Si lo digo por si me pilla por el medio. Que Rashid sepa que solo soy un observador y no tiene que preocuparse. No sea que alguien me ataque.

Y’ha-nthlei. –  Tendrás que ingeniártelas para sobrevivir, es nuestro sino. Eres un observador qué convives con los protagonistas de su ira, a sus ojos, no hay mucho que te diferencie de ellos.

Sobek. –  Yo pienso defenderme.

Y’ha-nthlei. –  Es legítimo. Sería estúpido no hacerlo.

Bien Sobek. Busca al ratero ese de las basuras qué tiene la boca más grande qué tú.

Sobek. –  Veremos a ver qué tal colabora.

Una última pregunta…

Y’ha-nthlei. –  Dime.

Sobek. –  ¿Sabes cómo murió Ezra, el mentor de Aesir? ¿Algún enemigo Tremere?

Y’ha-nthlei. –  Dicen que fue el propio Tremere, el Archimago Primogénito de los Brujos. Fue cerca de Ceoris, en Tirgoviste. Ezra pensaba atacar la capilla central del clan desde dentro. Quizás por eso dejo libre a su aprendiz Aesir. No quiso meterle en semejante peligro, a todas luces un suicidio.

Y’ha-nthlei Se queda pensativo, muy serio.

Y’ha-nthlei. –  Adiós Sobek.

Y’ha-nthlei desaparece hundiéndose en la turbia agua dejando unas burbujitas en la superficie.

Sobek se dirige al barrio cristiano, por atajos entre catacumbas y cloacas que solamente conoce él.

 

Adam, antiguo Capadocio
Adam, el consejero

Vadjanosz e Itachi se dirigen a buscar a Adam. La última vez lo vieron fue en la Sinagoga Tiferet Yisrael, situada en el barrio judío.

Cruzan las murallas del barrio y ante la gran mezquita las bestias interiores se alteran de temor. Ambos Tzimisce se dirigen a la puerta del templo con firmeza. Allí un rabino les dice que Adam no se encuentra en ella. No sabe dónde está, lo lamenta. Quizás venga esta noche, pero no lo puede asegurar.

Itachi sugiere ir a buscar al Capadocio a la capilla Tremere. Así lo hacen y ya en la puerta del templo Tremere, Rusticus, la Gárgola, les permite el paso. Tobit, el soldado, está guardando la entrada pero no ven a Amelia, la ghoul personal de Mara.

Una vez dentro de la capilla Dientes de Sable, en una modesta habitación sobriamente amueblada, se encuentra Adam, estudiando un pergamino en hebreo. Lo recoge y ordena junto a más rollos de escritos y recibe a los Tzimisce.

Adam. – Buenas noches Paladines, ¿queríais verme?

Itachi. – Buenas noches Adam. Si, en efecto.

Adam. – Adelante, os escucho.

Itachi. – Tenía una duda sobre la historia del pueblo judío, quizás tú puedas ilustrarme: he escuchado una leyenda que habla sobre la verdadera tumba del Rey David, situada en algún desierto cercano, ¿que sabes de ello?

Adam. – Nadie sabe dónde está la tumba del Rey David. Es cómo hablar del Santo Grial. Todo lo escrito pertenece a hace miles de años. Jerusalén ha sido arrasada y saqueada varias veces en la Antigüedad. Sería ingenuo pensar que aún existiera un lugar así y menos intacto.

Lo qué has escuchado no es más qué un cuento Itachi. Uno alimentado por la ciudad eterna: Jerusalén.

Itachi. – Entiendo, pero y si existiese, en qué zona del desierto cercana dirías que debería estar, si seguimos la historia fielmente.

Vadjanosz. – ¿o quién crees que pudiera saberlo?

Adam. – No lo sé Itachi. Hay un vampiro que vivió en ésa época y aún camina entre nosotros. Su nombre es Gabriel, es un imponente anciano Toreador, debéis conocerlo, hace poco estuvo aquí mismo.

Itachi. – Gabriel, ¿precisamente él?, bien. Gracias por tu respuesta.

Vadjanosz. – Aunque no sea la verdadera tumba de David, ¿quién puede saber donde los judíos del pueblo creen que está?

Adam. –Vadjanosz, no sabría decirte. Todos los nombres que se me ocurren no se dignaran a hablar con unos neonatos. No me malinterpretéis, no es por desprecio. Cuándo cuentas con miles de años no suelen sacarte de tu refugio si no es por una buena razón, o es que alguien busca tu sangre. Vivimos momentos inciertos. No creo que nadie pueda ayudaros.

¿Y por qué ese interés? ¿No hay asuntos más acuciantes?

Itachi. – Yo tengo mi propósito como bien sabes y Mara decidió ayudarme. Creo que puede haber una relación entre mi propósito y esa leyenda.

Adam. – Los Toreadores y los Nosferatu fueron los primeros que llamaron a Jerusalén hogar. Los primeros vampiros que convivieron en el reinado del Rey David.

Los judíos, ahora mismo el clan que más se yunta con ellos son los Tremere. Algún Tremere quizás pueda dar acceso a su saber.

Vadjanosz. – Ja, ja, ja. Qué bien que Inés se haya largado de Jerusalén. Con lo bien que nos vendría ahora. ¿No dejó a un chiquillo suyo en la Capilla? ¿El que se fue con los sunitas?

Pensé que al menos los mortales tendrían alguna leyenda que nos sirviese para empezar…

Adam. – Los Tremere predecesores de Inés y Mara tenían una estrecha relación con los judíos de la ciudad. ¡¡¡Dicen qué incluso despertaron un Golem!!!

Algún anciano de esos clanes quizás pueda ayudaros, aunque lo veo alto improbable. Gabriel es el único qué sigue dispuesto a interactuar con neonatos.

Vadjanosz. – Me temo Itachi, que no va a resultar tan fácil encontrar ese lugar.

Itachi. – Era de esperar.

Vadjanosz. – Al menos no sin ayuda de Gabriel.

Vadjanosz. – O de nuestro amigo Nosferatu.

Adam. – Tenéis suerte ambos están bien relacionados, Gabriel es chiquillo de Elsh y Sobek, digamos… que tiene un muy buen maestro.

Itachi. – Si fuera tan fácil ya lo habrían encontrado ¿no crees?

Adam. – Es cómo buscar el jardín del Edén o Atlantis.

Itachi. – Has conseguido hablar con Mara, ¿Qué tal se encuentra?

Adam. – No he logrado hablar con ella. Me temo qué sigue igual.

Vadjanosz. – Era de esperar que tardase, pero tampoco hemos tenido oportunidad de estar con ella.

Itachi. – ¿Ha desaparecido sin más?

Adam. – Solo han pasado unas noches. Dadle tiempo.

Vadjanosz. – En cuanto nos dé la oportunidad trataremos de hacerla entrar en razón.

Itachi. – Entiendo que necesite tiempo, pero para nosotros cada día es un reto por sobrevivir Adam. Hay un Assamita que nos acecha y el Malkavian habla más de la cuenta cada noche ¿de cuánto tiempo crees que disponemos?

Adam. – Ahora no desea ver a nadie. Ayudáis si la dejáis tranquila, creedme.

Adam. – Ejercer vuestra posición de Paladines. Ahora es vuestro turno para demostrar que sois dignos de tal responsabilidad. Seréis capaces de solventar esto sin ayuda de antiguos ni ancianos. Esa es la verdadera maduración.

Itachi. – En ello estamos créeme. Ahora tenemos las idas de olla del Malkavian, el otro Paladín. Aunque parece que la cosa ha salido más o menos bien nadie nos garantiza que no se repita algo similar delante de indeseables.

Vadjanosz. – Al menos siempre queda lo de decir que está loco. ¿Bien que deseas hacer Itachi?

Si vamos los dos a preguntar van a pensar que tramamos algo.

Adam. – El Malkavian se merece el mismo respeto que vos, ya que sois tres los Paladines. Así lo ha decidido Mara y así debéis respetarlo. Cada uno con vuestras debilidades y uniendo fortalezas para solventar los retos que se presenten.

Cuándo Mara vuelva querrá ver un grupo unido, leal y honorable. Un grupo que obtiene resultados siguiendo las Tradiciones por encima de todo y no piensa en desviaciones del camino, como el Amaranto.

Adam mira muy serio a Vadjanosz mientras dice esto último.

Vadjanosz. – Desde que llegué a Jerusalén no he violado las tradiciones. Es más, he tenido oportunidad de diabolizar y no la he perseguido. Al contrario, he tratado de defenderlas y ayudar a mis compañeros Vástagos.

Adam. – Y se te ha agradecido con creces. Ahora deberéis estar a la altura de vuestra posición recién adquirida y no seguir pensado y actuando cómo cuándo erais recién llegados.

Tu fama te precede, Jaroslav, no me tienes que convencer a mí. A lo mejor seríais más fuertes si fuerais un grupo de siete, en vez de dos facciones divididas que desconfían la una de la otra.

Mara ha movido ficha. Ahora os toca mover a vosotros. Hacedlo con sabiduría o perderéis la partida, cada decisión cuenta para que el siguiente paso sea… la muerte definitiva.

Vadjanosz. – Mi fama se debe a que encontré la fuerza siguiendo mi naturaleza, así que no me animes a ser fuerte.

Bien Itachi, esta es tu búsqueda. Pero si lo vas a compartir con alguien más del grupo te animo a contárselo a todos o a ninguno. Porque al final lo único que conseguirás es suspicacias de los que se sientan excluidos.

Itachi. – Tendré en cuenta tu consejo. Debo reflexionar sobre ello, no estoy muy seguro de que el Tremere nuevo deba saberlo y menos aun del Brujah. Tiene la boca muy grande.

Vadjanosz. – No estoy tan seguro de que la montaña de músculos sea tan simple como quiere hacernos creer. En mi vida mortal trate con los varegos, pueden parecer brutales y sanguinarios pero también son hábiles comerciantes y después de todo los Brujah también tienen filósofos y políticos entre sus filas.

Itachi. – Lo sé. Pero llegar a un lugar y soltar a desconocidos que buscas un artefacto apocalíptico para tus fines, no me convence.

Vadjanosz. – Ya, pero también le preguntamos cómo había llegado la información a sus manos o quién le enviaba y no recuerdo que respondiese. Se hizo el tonto demasiado bien.

Itachi. – Se daría cuenta que hablo de mas y luego quiso eludir decir la información completa.

Vadjanosz. – Como he dicho, es tu decisión y la respetaré.

Itachi. – Tengo que conocerles un poco más.

Vadjanosz. – ¿Entonces dejamos la tumba del Rey David de momento?

Itachi. – Hablare con Gabriel. A ver que sabe.

Vadjanosz. – Bien, si te parece voy a mirar que encuentro en la biblioteca de la capilla sobre los reyes David y Salomón.

Itachi. – Excelente. Yo iré a buscar al anciano Toreador.

Vadjanosz. – Perfecto.

Itachi y Vadjanosz se separan y se dirigen hacia sus destinos recién anunciados.

 

Itachi, Tzimisce
Buscando a Gabriel

Itachi se encuentra en el barrio cristiano, no sabe por dónde empezar a buscar al Toreador. Recuerda que fue herrero de humano. Las frías y oscuras calles le observan mientras piensa.

El Tzimisce decide ir a dar una vuelta por las calles de Jerusalén, por el barrio armenio, el que ha visto más animado cuando ha callejeado.

Hay ambiente: tabernas llenas de ruido, puestos ambulantes, movimiento de transeúntes, prostitutas en las esquinas, peleas en los callejones, jaleo en cada corrillo de gente, matones mostrando sus armas. Se encuentra en un barrio conflictivo, o al menos el más conflictivo de los cuatro de la ciudad.

Itachi no parece ser bien recibido. Los humanos le asesinan con sus miradas. El guerrero oriental sabe que  como se líe, él se llevará las culpas de todo. La cosa huele mal, así que para que no acabe en pelea descontrolada, Itachi decide regresar al refugio. No debe quedar mucho para el amanecer.

 

Capilla Tremere,
Dientes de sable, 
barrio musulmán
Capilla nocturna

Gabriel, el anciano Toreador, se dirige a la capilla Tremere y una vez frete a ella, llama a la puerta. Rusticus, la Gárgola, abre la puerta y le mira con actitud curiosa. Gabriel ensimismado supera la gran belleza del oscuro y cincelado ser y sonriendo habla con la Gárgola.

Gabriel. – Saludos Rusticus. Quisiera hablar con Amelia sobre un asunto.

Rusticus guía a Gabriel hasta la biblioteca, pero dejando caminar primero al Toreador, para así poder ver todos sus movimientos. Gabriel se fija en si ve a algún Tremere por el camino, pero no es el caso. Está Tobit, el soldado, que hace su ronda nocturna.

Rusticus camina y engatusa con su belleza a Gabriel, que no cesa de girar la cabeza para observar los detalles de la bella Gárgola. No puede olvidar que es una obra maestra y esto le ha costado la razón en más de una ocasión.

Gabriel. – ¿Has visto por aquí a mis compañeros?

Rusticus. – No, ninguno de los tuyos ha venido hoy  –dice Rusticus con voz cavernosa.

Gabriel está hipnotizado por sus detalles, es una impresionante estatua con vida. Rusticus abre la puerta de la biblioteca y mirando dentro le dice al Toreador:

Rusticus. – ¿Quiere que avise a Amelia?

Gabriel. – Dicen que las obras de arte más famosas son las que intentan parecer vivas. Es realmente curioso que seas una obra de arte andante.

Rusticus. – ¿Perdón? ¿habla conmigo?

Gabriel. – Llámala por favor.

Rusticus confundido, se va. Gabriel ve sus alas recogidas a su espalda, le parece una visión sublime.

Por fin Gabriel entra en la biblioteca de la capilla, no es muy grande pero está muy bien ordenada, iluminada con velas, el lugar tiene un aire misterioso. El Toreador mira si hay algún libro en las mesas, pero no hay ni un sólo tomo fuera de su sitio y espera sentado.

Otra belleza andante entra en la habitación, la misteriosa y oscura Amelia. Gabriel queda embobado, no le salen las palabras. La mujer comienza a hablar pero  el Toreador no la escucha, su debilidad por la belleza es una defecto de clan que es imposible superar y esta noche le está poniendo a prueba demasiadas veces.

Gabriel se levanta según entra y se queda petrificado. Durante un tiempo indeterminado la mira a los ojos y ella le aguanta la mirada. Ambos en silencio, en las sombras de la biblioteca. Es un momento mágico y ella no se asusta. Gabriel no puede hablar ni moverse, solamente perderse en sus inmensos ojos negros.

Hasta que de pronto, sale del embrujo a la tenue luz de las velas. Y la melosa voz de Amelia le habla:

Rusticus, Gárgola de Mara
Amelia. – ¿Está bien, Gabriel? Pensaba que le había ocurrido algo…

Gabriel. –... ya lo siento. Vuestra belleza ensordece mis sentidos. ¿Sabía que los Toreador somos más sensibles ante el mundo que nos rodea? Donde alguien puede ver un libro, yo veo una encuadernación exquisita ornamentada con hilo de oro y huelo el cuero de primera calidad.

Amelia seria y muy fría, le mira sin dejarse seducir.

Gabriel. – Fui demasiado terco la última vez. Estaba haciendo su trabajo y me ofendí sin motivo.

Amelia. – No se preocupe Señor. Agua pasada.

Gabriel. – Quería disculparme, ya que pensándolo fríamente. Si me sirviese a mí, no hubiese pedido menos que que no se dejara engatusar por el primero en entrar con porte noble…

Mientras, Vadjanosz viene también de camino a la biblioteca de la capilla en busca de la mismísima Amelia. Ya en el templo, le abre las puertas Rusticus, la Gárgola, que no le quita ojo.

Tobit el soldado, le mira y sigue con su ronda por el interior de la capilla. El Tzimisce se dirige a la biblioteca con sus sentidos incrementados por Auspex. No hay detalle que se le escape y ahora todo puede verse, escucharse y olerse mejor.

Vadjanosz va con la intención de tener una conversación discreta con Amelia y mientras mirar si encuentra algo que ayude a Itachi o a Sven. Cuando el Tzimisce va a entrar a la biblioteca escucha unas voces conocidas, son las de una mujer y un hombre que hablan en el interior. 

Desde fuera el Tzimisce escucha durante unos instantes, con su oído intensificado al doble de su capacidad normal. Después de identificar a Gabriel y a Amelia como interlocutores, entra y se deja ver.

Se abre la puerta y Gabriel y Amelia se giran hacia Vadjanosz. Ambos sorprendidos.

Gabriel. – Hola Vadjanosz. ¡Qué sorpresa verte!

Vadjanosz. – ¡Vaya!, buscaba a Amelia. Pero quizás tú también puedas ayudarme Gabriel.

Gabriel. – Para eso estamos.

Vadjanosz. – Algo que dijo Sven sigue picándome dentro de la cabeza, Tú conociste al padre, ¿no?

Amelia en un segundo plano dice:

Amelia. – Me voy, necesitaran estar a solas para hablar.

Gabriel. – Hasta pronto Amelia.

La mirada de Gabriel es un poema, se entristece solo de pensar en que la mujer se va.

Vadjanosz. – Perdona Amelia, no deseo distraerte de tus quehaceres, pero si luego puedo

Gabriel, anciano Toreador
consultarte unas dudas sobre la biblioteca te estaría profundamente agradecido.

Amelia. – Por supuesto, dice Amelia.

Amelia. – Hasta luego Gabriel. –dice con voz dulce y se dirige a la salida mientras Gabriel sonríe hipnotizado mientras ve cómo se va.

Vadjanosz le hace otra reverencia mientras se vuelve hacía Gabriel. Amelia se ruboriza y abre la puerta de la biblioteca. Cuando la ghoul se marcha ambos vampiros siguen hablando.

Vadjanosz. – Perdona si he interrumpido algo…

Gabriel. – Por eso no te entendía. Fallo mío. Estaba centrado en mis asuntos. Pensaba que hablabas del Sire de Sven, que obviamente no lo conozco.

Vadjanosz. – Y no he prestado atención. Ha sido una descortesía por mi parte.

Gabriel. – ¿Que si conocí a su Sire dices?

Vadjanosz. – ¿Sire? ¿Era un vástago?

Vadjanosz. – Yo me refería a Salomón, conociste a su padre el Rey David ¿verdad?

Gabriel. – A la primera estirpe de Reyes, la conocí un poco, pero entiende que estaban en otro estrato social.

Amelia nerviosa aun con  la puerta de la biblioteca abierta ha quedado paralizada. Un vástago conocido de los personajes está al otro lado. Aesir entra y se presenta. Amelia sorprendida saluda con la mirada y se va.

Gabriel. – Hola Aesir.

Vadjanosz. – Buenas noches compañero vástago.

Aesir. – Buenas Noches. Que concurrida esta biblioteca. –Dice el Tremere sonriendo mientras se dirige a los libros dejando a ambos vampiros charlando cómo estaban.

Vadjanosz. – Como te decía, Gabriel, la tabla de Salomón me hizo pensar.

Gabriel. – ¿Alguna pregunta en concreto sobre el tema?

Vadjanosz. – Que quizás Salomón o su familia tuviesen algún otro objeto que me sirviesen en mi misión. ¿Dónde podría encontrar su palacio? ¿La casa familiar? ¿El panteón de la familia? ¿Dejo descendencia? Su padre dicen que fue un Rey incluso mayor que Salomón. Sin embargo no veo monumentos ni lujosas tumbas cómo sería esperar.

Gabriel. – ¿Qué misión?

Vadjanosz. – Mi Sire se encuentra en un sopor del que soy incapaz de sacarla. Adam ya me ha dicho que no cree que la tabla me ayudase. Pero quizás haya algo que me guie en la dirección correcta.

Gabriel. – Esas reliquias, si existen aún, deben ser muy peligrosas para nosotros, los no muertos.

Vadjanosz. – No es por gusto que las busco. Unirme a una capilla Tremere no fue sino para ganar los conocimientos que me ayuden en mi cometido.

Gabriel. – ¿Y con sangre antigua no has sido capaz de despertarla?

Vadjanosz. – No, si fuese tan simple Mara ya me habría ayudado. Me temo que en esto hay magia. Ha sido maldecida por hechicería Kouldunica. La sangre por sí sola, como es habitual en cualquier sopor, ahora no me es de ayuda.

Gabriel. – ¿Ayudaría saber qué le ocurrió? Puedo hacerle psicometría o leerle la mente.

Vadjanosz. – En estos momentos doy palos de ciego. ¡Ah!, ¿dices a mí Sire?

Gabriel. – Si.

Vadjanosz. – No, estaba delante cuando el Sire de mi Sire la maldijo. Yo conozco algo de magia koldun, pero no la suficiente para deshacer el conjuro.

Gabriel. – Si son maldiciones, no sé nada sobre ellas.

Vadjanosz. – Tampoco Mara parece tener el poder.

Gabriel. – ¿Tu Sire sabría hacerlo?

Vadjanosz. – No lo sé.

Gabriel. – Lo digo por si puedo contactar con ella para que me diga cómo despertarla.

Vadjanosz. – No lo intentaría. Lo he intentado mágicamente y no es buena idea.

La única pista que me han dado es una reliquia que pudo ser enterrada con Salomón o con su padre. Pero parece que a los judíos no os gusta plantar grandes pirámides señalando las tumbas de vuestros reyes. O al menos, no encuentro a ningún mortal que lo recuerde. Preferiría no tener que pasarme meses o años buscando entre libros. Lo mío es más la acción que el estudio.

Gabriel. – Yo mismo entré en sopor cuando atacaron los babilonios...

Vadjanosz. – ¿Eso fue en tiempos de Salomón?

Gabriel. – Año 586 antes de Cristo. Hace más de 1700 años, reinaba Sedecias, el último Rey de la estirpe de Reyes hebreos.

Huimos como ratas para salvarnos. Las catapultas lanzaban bolas de fuego. Los templos caían de uno a uno. Las murallas, tan bien hechas, sucumbían ante la maquinaria pesada de los babilonios. La gente muerta se amontonaba en el suelo, descuartizada sobre ríos de sangre. Poco quedó allí…

Vadjanosz. – No lamento habérmelo perdido.

Gabriel. – El Templo de Jerusalén y el palacio real fueron quemados y arrasados hasta las cenizas. Las columnas de humo negro salían del templo y se veían desde los reinos cercanos. Los movimientos de tierra de las estructuras desplomándose por partes como una gigantesca torre de naipes.

Vadjanosz. – Entonces poco palacio o casa dentro de las murallas voy a hallar…

Gabriel. – Aún recuerdo los gritos y el olor a quemado…

Vadjanosz. – Solo me dejas una opción, buscar tumbas.

Gabriel. – Brujos babilonios se llevaron un gran cajón. Parecía el Arca de la Alianza.

Vadjanosz. – Me imagino que eso acabaría en Babilonia.

Gabriel. – Arrasaron con una luz cegadora que solo dejaba a su paso muerte a la que solo ellos sobrevivían. Hasta que escaparon mientras los ejércitos babilonios arrasaban y expoliaban la ciudad.

El Rey Sedecías y sus nobles huyeron de la ciudad, pero fueron apresados en los llanos de Jericó y llevados a Ribla en la tierra de Hamat, donde se encontraba Nabucodonosor II. Por orden de este, Sedecías presenció el degüello de sus hijos, también se ejecutó a los nobles y luego Sedecías fue cegado y llevado cautivo a Babilonia.

La familia real como ves tampoco disfrutó de una mejor suerte.

Vadjanosz. – ¿Eran descendientes de Salomón?

Gabriel. – Sedecías descendiente la Casa de David, fue el último Rey de Jerusalén y Judá  y dio fin a la primera dinastía familiar hebrea cuya historia se relata en los libros bíblicos de Samuel, Reyes y Crónicas.

Judá tuvo veinte monarcas descendientes de David, segundo rey de Israel y el primero de ellos que reino en Jerusalén, Saúl su padre fue asesinado e invadido por los filisteos.

Se dice que después de que Nabucodonosor II, Rey de Babilonia, invadió Jerusalén, destruyendo el templo y saqueando todos los objetos valiosos del mismo, el Arca temporalmente fue llevada y colocada en un lugar seguro y secreto antes de la invasión y posterior deportación de los judíos. Según el registro de los Macabeos, Jeremías tomó el arca, que representaba el trono de Dios, para ocultarla en el Monte Nebo, en Canaán.

Yo me escondí junto a mi Sire y bastante hice con sobrevivir de esa masacre.

Vadjanosz. – Pocas esperanzas me das de que los invasores dejasen algo que pueda servirme. Pero siendo un Toreador y siendo tu Sire Elsh tan importante: ¿No fuisteis artífices de los sepulcros de Salomón ni de su padre?

¿Tan siquiera sabes si habría un panteón o en que cementerio o lugar fueron depositados sus cuerpos?

Gabriel. – Todo fue destruido y mancillado. Si el sepulcro está en algún sitio debe estar enterrado en escombros.

Vadjanosz. – Vaya, me habían dicho que buscase fuera de las murallas. Pensé que habría una necrópolis o algo así.

Aesir. – Monte Nebo.

Vadjanosz. – ¿Eso está aquí en Jerusalén?

Aesir. – Está fuera de Judá.

Vadjanosz. – ¿Y ahí está enterrado Salomón?

Aesir. – No lo sé. Según ha dicho Gabriel, Jeremías escondió allí el Arca.

Vadjanosz. – No busco el Arca. No quiero arder.

Aesir. – Si consideraban el Arca como el trono de Dios, ¿no la habrían escondido en el sitio que creyeran más seguro? ¿No habrán escondido allí más cosas además del Arca? Puede que con el Arca hubiera más reliquias robadas.

Vadjanosz. – Lo único malo es que este también esté el Arca.

Gabriel. – ¿Donde podremos encontrar esos registros macabeos? En todo caso, ese monte está lejos de estar a nuestro alcance.

Aesir. – Se encuentra en la tierra más allá del Jordán, Transjordania. Quizás Inés…

Vadjanosz. – ¿insinúas que quizás fue allí?

Aesir. – Dios mío, sunies… curioso el giro del destino. En la mano de la que quieres matar yace la llave de tu deseo…

¿Ahora, podríais por favor no hablar tan alto? Necesito concentrarme y esto es una biblioteca.

Vadjanosz. – Uhm, creo que confundes musulmanes con judíos, pero tranquilo, que no es mi deseo distraerte. Gracias por tu tiempo Gabriel.

Aesir. – No confundo nada con nada, te respondo a tu pregunta de con quién se ha marchado.

Vadjanosz. – Con los sunies, no con los macabeos.

Aesir. – Nos dio buena charla sobre las costumbres musulmanas. Los macabeos no pintan nada salvo la mención de sus escritos.

Vadjanosz. – Y yo pregunto por judíos, no por musulmanes.

Aesir. – Qué son escritos que ella encontró. Si no lo ves no seré yo quien te haga de guía.

Vadjanosz. – Pues seguiré a oscuras porque no veo la relación.

Es evidente la tensión acumulada entre el Tremere y el Tzimisce tras la discusión. Vadjanosz abandona la biblioteca dejando a Gabriel y Aesir en ella.

Gabriel. – La tumba me supongo que debía estar en el templo. Vete a saber debajo de qué está si no está hecha pedazos y mancillada.

 Pues parece que no les importa que usemos la biblioteca ¿que vas a buscar? ¿quieres que te ayude?

Aesir. – Si puedes ayudarme sería muy útil. Tú conoces la ciudad desde hace más tiempo que el resto. ¿Puedes ayudarme con los mapas y tus recuerdos? Lugares que fueron importantes, sitios donde ocurrió algo relevante, lugares donde la gente pensase que ocurrían cosas extrañas…

Esos temas, eso puede ayudarme con mi localización geomántica.

Gabriel. – Pues perfecto. Nos ponemos a ello. ¿Por dónde quieres empezar?

Aesir. – Todos los templos con fe, tienen cierta energía. El Templo de Jerusalén, la tiene también. El Santo Sepulcro también y todos los lugares venerados por las religiones presentes. Los sitios que aluden son todos de una fe y una santidad, peligrosa para un vampiro…

Se pasan el resto de la noche buscando dichos textos que aludan a esos emplazamientos en concreto. Todo lo que recuerda Gabriel hace siglos que desapareció. La ciudad ni siquiera parece coincidir con las localizaciones de edificaciones remotas en el tiempo. Sus recuerdos no son muy útiles.

Poco antes de acabar la noche ambos vampiros se recogen juntos al refugio comunal.

 

Vadjanosz, Tzimisce
A solas con Amelia

Vadjanosz sale de la biblioteca de la Capilla con la intención de hablar con Amelia, cómo había acordado con ella. El Tzimisce piensa en contar a Itachi lo poco que ha descubierto hablando con Gabriel.

La bella y oscura ghoul, le está esperando en otra sala de la capilla, una más modesta y apartada que hace labor de alacena.

Amelia. – Mi Señor ¿qué dudas puedo solventarle?

Amelia tiembla y no mira a los ojos de Vadjanosz, es evidente que está aterrada.

Vadjanosz. – Buenas noches Amelia  –y el Tzimisce besa su mano cómo acordaría la etiqueta humana.

Vadjanosz se da cuenta de que es a él a quién teme. Amelia esquiva su mirada y nerviosa espera que la pregunte algo.

Vadjanosz. – Creo que sabes que mi "familia" y a la que tú pertenecerás no son amigas. Pero no has de temer ningún mal de mí. No deseo causarte problema alguno. Cómo puedes ver, tu Señora y yo hemos llegado a una alianza provechosa para ambos.

Amelia permanece en silencio, temblando como un animalillo acorralado. Su voz temblorosa resuena tenue en la estancia:

Amelia. – ¿En qué puedo ayudarle, mi Señor?

Vadjanosz. – No te pediré que traiciones a tu ama de ninguna manera, pero creo que eres una discípula inteligente y capaz. Me gustaría brindarte mi amistad y contar con tu confianza.

Amelia asiente nerviosa y enmudecida. No le salen las palabras.

Vadjanosz. – Solo te pido que te preocupes por el bienestar de mi Sire. Se encuentra en el sarcófago de la sala del Dientes de Sable, dónde aguarda el espíritu de dicho animal. Cualquier peligro que la aceche a ella o a mí, te agradeceré que me lo cuentes.

Amelia. – Así lo haré. –Dice muy segura.

Vadjanosz. – Entonces estaré en deuda contigo. Cualquier favor será pequeño para

Amelia, ghoul de Mara
demostrarte mi gratitud. Seguro que mi Sire opinara de igual forma. Quizás su hechicería sea diferente que la de los Tremere, pero supongo que nunca está de más conocer a una poderosa Koldun.

Amelia abre mucho los ojos, en señal de incredulidad y de miedo. Se le corta la respiración y empalidece aun más.

Amelia. – ¿en dededededeuda? ... no por favor... es lo menos que puedo hacer...

Amelia inclina la cabeza mostrando sumisión y Vadjanosz se la levanta suavemente.

Vadjanosz. – Entre amigos es lo de menos.

Amelia mira al Tzimisce aterrorizada con sus ojos llorosos y asiente con dificultad.

Vadjanosz. – Hasta que nos encontremos, Amelia.

Y Vadjanosz se va lentamente hacia la puerta haciéndole a la mujer una inclinación de cabeza. Cuando está abandonando la estancia se detiene y la pregunta:

Vadjanosz. – Por cierto, ¿sabes algo de dónde pueden estar enterrados los reyes Salomón o David? ¿O quién podría ayudarme?

Amelia. – Su cara de sorpresa es un poema, no procesa su pregunta y se queda bloqueada sin saber cómo reaccionar.

Vadjanosz la mira con una sonrisa amable.

Amelia. – Lo lamento, no lo se... –y mira a Vadjanosz con miedo cerrando los ojos, esperando lo peor.

Vadjanosz. – Ja, ja, ja –ríe el Tzimisce de forma comedida– tranquila, es la respuesta con la que me topo tras cada puerta a la que llamo.

Amelia se ríe nerviosamente.

Vadjanosz. – Pero empiezo a pensar, que si tú lo desconoces, es  posible que no haya una respuesta a esa pregunta. Buenas noches.

Amelia. – Buenas... noches.

Vadjanosz se despide con otra inclinación de cabeza y se dirige a la salida de la capilla, una vez fuera aligera el paso para llegar hasta el palacete Arista, refugio y dominio del Tzimisce, no sería bueno que el amanecer le encontrase por el camino.

 

Alexandrus,
Gangrel contacto de Sven
Confesiones de un neonato

Sven cruza las murallas de Jerusalén, ya a las afueras se encuentra con su «amigo» Alexandrus, que le recibe con una mirada de odio. El Brujah sabia donde encontrarle para que él le levase hasta su Sire, Celine.

Alexandrus  mira a los ojos de Sven de forma intimidante, esperando a ver si el Brujah pierde los papeles.

Sven. – Alexandrus, quiero hablar con Celine.

Alexandrus gruñe, no parece muy de acuerdo.

Sven. – Deja de comportarte así conmigo, que tengo que decirle algo muy importante.

Sven. – O tú podrías mandarla un mensaje muy importante. Aunque mejor se lo digo yo en persona…

Alexandrus. – ¿De verdad tienes qué estar molestándola continuamente?  Espero que sea importante, no querrás verla enfadada.

Sven. – No la va a molestar. Sí, mi pulgoso "amigo", es muy importante. Así que venga, compórtate como un buen compañero y hazme el favor.

Alexandrus levanta su brazo peludo y Sven ve como sus peligrosas uñas crecen ante su cara. En ese instante aparece tu Sire, Celine.

Sven. – Hola Celine, quería hablar contigo.

Celine. – Sven. ¿Qué tal fue tu presentación a la sociedad vampírica? ¿Conociste al hermano bastardo de los Arista? Es de nuestro clan…

Sven. – Pues complicada. Ha pasado de todo y eso que no ha hecho nada más que empezar. He conocido a un grupo variado y variopinto que me han estado ayudando en mi búsqueda.

Celine. – ¿Tan rápido?

Sven. – Sí. No soy el único nuevo que ha entrado en ese grupo. Hay uno más, un mago, un

Sven de Scania, Brujah
Tremere. Parece que nadie se fía de él, yo no le quito ojo de encima. Tengo noticias importantes de las que informarte.

Celine. – Adelante, te escucho.

Sven. – Hay unas Tremere muy poderosas en la ciudad, unas de ellas por lo visto acaba de marcharse de Jerusalén. La otra realmente no es ella. Algo así dijo un Malkavian entre gritos. Debe de estar poseída por un tal Nahum. ¿Lo conoces?

Ah, y los Assamita quieren acabar con ellos.

Sobre la mesa de Salomón por ahora no he conseguido localizarla, de hecho me han dicho que es posible que sea un mito pero seguiré buscándola.

Celine. – Mucha información para digerirla cómo es debido. Te escucho, pero no entiendo tus galimatías.

Sven. – ¿Qué no entiendes?

Celine. – Primero, ¿qué ocurre con los Tremere, te veo alterado?

Sven. – Pues que por lo visto están en guerra con los Assamita. Pero parece que tienen graves problemas internos. Como te he dicho entre las Tremere hay dos mujeres poderosas, una se ha marchado de Jerusalén, no sé el motivo, y la otra parece que está poseída por un tal Nahum. O al menos eso oí gritar a un Malkavian.

Celine. – ¡¡¡Sven!!!  Habla menos y di más. Elige tus palabras. Tienes la cabeza llena de ruido. Solo hay un clan al qué odiar: A los Ventrue, se lo debemos. Y no he oído Ventrue alguno en tus labios... ¿Verdad?

Sven. – No. Verdad.

Celine. – Los Tremere son un bajo clan. Zoquetes recién llegados indignos de nuestra atención.

Sven. – Ah bien.

Celine. – Quizás alguno de ellos pueda darnos información que nos sea útil sobre nuestro cometido.

Sven. – Sí, he hablado con uno y solo me ha dicho que es posible nuestra búsqueda sea un mito. Necesito seguir buscando información.

Celine. – Perfecto. Necesito qué estés templado Sven. No eres un niño

Sven. – ¿templado?

Celine. – Si, sé firme, sereno para el combate.

Sven. – Lo haré. Aunque hay gente que me lo  pone difícil.

Celine. – En cuanto al Malkavian...

Sven. – ¿Sí?

Celine, Ancillae Brujah,
Sire  de Sven
Celine. – Puedes aprender mucho de los hijos de Malkav, pero deberás tener cautela.

Sven. – Sí. De hecho hay uno que se empeña en que no cumpla mi objetivo.

Celine. – Los Assamitas son otro bajo clan, igual de indigno que los Tremere, harían bien en matarse entre ellos y dejar espacio para los que lo merecemos.

Sven. – Bien, de hecho se me pasó por la cabeza hacerlo así. Respecto a la mesa de Salomón ¿sabes algún sitio por aquí donde puedan darme información que me sea de ayuda?

Celine. – Si lo supiera ¿no crees qué te lo hubiera dicho ya?

Sven. – Cierto.

Celine. – No sé quién es ese Nahum del qué hablas...

Sven. – Nahum es el nombre que grito el Malkavian. Tal vez no sea alguien muy relevante en Jerusalén...

Celine. – En cuanto a la mesa, por supuesto que es una leyenda. Por eso la queremos. Sigue buscándola y comunícame tus adelantos.

Sven. – Bien.

Una cosa más, ¿el Santo Grial en Escocia? explícamelo…

Celine. – Eso dicen. Un grupo de Cruzados Gangrel debe tenerlo en custodia.

Sven. – ¿Cruzados Gangrel?

Celine. – ¡¡¡Céntrate Chiquillo!!! Olvida los Gangrel.

Debes entender Sven, que perteneces a un Alto Clan, Señores del resto de los Vampiros. Buscamos la sabiduría en las obras de los hombres y estamos destinados. No te dejes amedrentar. Tu sangre te predestina a ser GRANDE. Créetelo.

Sven. – Sí, Celine. Si te parece bien seguiré con el grupo con el que me encontré, puede que me sean de ayuda.

Celine. – Es lo mejor que puedes hacer. Si estás sólo en Jerusalén estarás condenado a la muerte definitiva.

Sven. – Sí. ¿Algún consejo sobre mis compañeros?

Celine. – Únete a ellos y haz aliados. De esa forma podrás pedirles ayuda. Y recuerda no eres el sirviente de ninguno de ellos. Aunque sean más viejos qué tú.

Sven. – Bien. ¿Y sobre Alexandrus qué me puedes decir? Me provoca siempre que me ve, y no quiero decepcionarte si nos acabáramos enfrentando.

Celine. – Si lo hacéis, espero que ganes. Si mueres tendría que adoptarle a él.

Celine sonríe fugazmente.

Celine. – Estamos todos en el mismo barco. Cada uno tenemos nuestro sino. Y el de Alexandrus es permanecer a mi lado.

Buenas noches Sven. Para cuando nos veamos ten algo más para mí.

Sven. – Te prometo que encontraré esa mesa Celine.

Sven regresa a Jerusalén con intención de cazar de camino a su refugio.

El Brujah, hachas en mano, busca alimento en los alrededores de la entrada a Jerusalén, su presa: animales nocturnos de la zona.

El aventurero varego se tira el resto de la noche en las inmediaciones de la muralla de Jerusalén pero parece que no hay suerte. Poco antes de amanecer caza unas pocas alimañas, desangrándolas y obteniendo la Vitae suficiente para dar unos insípidos tragos. Sven se limpia la sangre de la comisura de los labios y regresa al refugio comunal situado en el barrio cristiano de Jerusalén.

 

Cloacas de Jerusalén
Ecos de cloaca

Sobek se dirige a buscar a Almagor, compañero de clan. Husmea en las alcantarillas del barrio cristiano, cómo le dijo su mentor. Todo un submundo oscuro, húmedo y oloroso. El lugar parece silencioso y solitario.

El Nosferatu confía en que Almagor este escondido por la zona, así que insiste un poco y no se oculta, quiere que parezca que está buscando a alguien.

De pronto un puñado de ratas delata la localización de un ser “pegado” a una de las húmedas y sucias paredes de la cloaca.

Almagor. –‎ ¿Quién eres, hermano Nosferatu?

Sobek. – Saludos Almogar, me han hablado de ti. Estoy con el grupo en el que estaba Cadios y me han dicho que un compañero Nosferatu les había pedido ayuda para buscar un refugio, así que he venido a conocerte y ver en que podemos ayudar.

Almagor. – Almagor, me llamo Almagor, hermano Nosferatu.

Una lástima la muerte de Cadios. Siempre es doloroso perder un buen contacto, me proveía de jugosa información...

Pues sí, el asunto que traté con tus compañeros continúa pendiente de pago, ya que no me han asegurado qué el dominio que yo reclame, pudiera hacerlo sin riesgo... y yo les di cierta información sensible que sin duda les podía interesar...

Espera... ¿cómo decías que te llamabas?

Sobek. – Yo soy Sobek –dice con una sonrisa que muestra sus gigantescos dientes– De la información que les proporcionaste quería hablarte precisamente...

Al escuchar su nombre, Almagor se tira al suelo y junta sus palmas por encima de la cabeza. Su cara permanece parcialmente sumergida en las aguas fecales. Su expresión es de terror y culpa.

Almagor, Nosferatu
Almagor. – Lo lamento, debí suponer qué tú eras quien le suministraba información a ÉL.

Lo hice para que nos tuvieran en cuenta. Siempre nos dejan de lado. Y bueno… quizás podía sacar algo para mí… lo siento.

Por favor. Trasmítele a ÉL, mis más sinceras disculpas… ¡por favor!

Sobek. – Tranquilo, tranquilo –dice mientras ayuda a levantarse a Almagor– La verdad que no le ha hecho demasiada gracia, pero bueno, estamos aquí para arreglar las cosas. Siendo hermanos deberíamos ayudarnos, ¿no te parece?

Mejor dejemos de pasar información sobre nosotros a desconocidos y empecemos a conseguir saber del resto entre nosotros. Es como debe ser, ¿no te parece? Así funciona una manada, ayudándose.

Almagor estupefacto sonríe nerviosamente...cómo un condenado a muerte absuelto a última hora.

Almagor. – Si... je, je, je, hermanos... tienes razón Sobek. Mis disculpas hacia tu Señor.

¿Una manada? Nunca hemos actuado como animales en grupo. –Dice extrañado– Por mi parte renuncio a mi futuro dominio en la superficie cómo castigo por tal metedura de pata.

¿Podrías transmitirle a ÉL que no volverá a suceder? ¿Cuál sería la mejor forma de subsanar el error?

Se ve claramente que Almagor tiene miedo al mentor de Sobek y se encuentra evidentemente arrepentido.

Sobek. – Sólo me ha pedido que venga a decirte que no vuelvas a hablar de él o de algo que le incumba, no me ha dicho nada de enmendar nada.

¿Porque el interés en el refugio si puede saberse? ¿que tiene ese sótano?

Almagor. – Nada especial, lo juro. Solamente es un agujero dónde poder estar seguro ahí arriba, en la superficie. Si quieres te lo regalo. Bueno, no es mío… en realidad, no aún. –Dice el Nosferatu nerviosamente.

Sobek. – Entonces no puedes regalarme nada.

Almagor. – Si tus compañeros lo aseguran, serás tú el propietario del dominio, ¿te parece?

Sobek. – Aunque la información que les diste fuera una mierda, si te quieren ayudar es cosa de ellos. Primero habrá que enterarse a quien pertenece ahora, luego ya veremos que hacemos. Además yo ya tengo mi refugio. Otro día te lo enseño.

Ambos Nosferatu se despiden y regresan a sus respectivos refugios. Almagor ha vuelto a nacer.

 

Ciudad antigua de Jerusalén
La búsqueda de Jesper

Jesper sale pensativo de la reunión secreta con Gabriel y Aesir. El Malkavian da vueltas a cómo conseguir el propósito de su objetivo: Encontrar un refugio especial, o como dijo Aesir un “nodo” mágico… ¿por donde debería empezar?

El bufón no muerto tiene un pequeño secreto, es digamos, más sensible a los habitantes del más allá. Es lo que los humanos llaman: Médium. El Malkavian posee una afinidad natural para sentir y oír a los espíritus, fantasmas y apariciones. No puede verlos pero es consciente de su presencia, puede hablar con ellos y mediante súplicas o palabras amables puede llamarlos a su presencia. Una vez están cerca Jesper puede pedirles ayuda o consejo, pero siempre existe un precio a pagar por sus favores.

El Malkavian, mientras camina por los oscuros callejones del barrio Cristiano, intenta llamar a espíritus de personas que una vez estuvieron vivos pero ahora permanecen atrapados entre este y el otro mundo. Jesper intenta estar especialmente receptivo al más allá mientras pasea por Jerusalén.

En una calle especialmente oscura y tenebrosa, una voz muy profunda le susurra al oído:

Voz del más allá. – No muerto, yo puedo ayudarte…

Un frío sepulcral invade rápidamente el callejón.

Jesper. – ¿Si?... ¿y quién eres tú?

Voz del más allá. – Mi nombre no es importante, pero sé que buscas algo. ¿Verdad?

Jesper. – Verdad.

De pronto comienza a hacer calor, mucho calor. Tanto que Jesper comienza a sudar sangre en cuestión de segundos.

Voz del más allá. – Me encanta esta parte...  –dice susurrando.

Jesper. – ¡Hey! abre una ventana o deja que corra la brisa. Hace un calor de mil demonios.

Voz del más allá. – Ja, ja, ja –ríe y congela el alma del Malkavian– bien, ¿que buscas?

Jesper. – Antes quisiera hacerte una pregunta ¿puedo?

Voz del más allá. – Adelante.

A ojos de cualquier transeúnte que se fije en el siniestro bufón está hablando sólo en el callejón.

Jesper. – Vale. ¿No serás un demonio o un ser demoniaco malvado de esos? ¿no? porque si es así, mi primo Lucian me mataría si supiera que he hecho tratos con alguien así.

Voz del más allá. – ¿Crees que un demonio te diría la verdad?

Jesper. –  no, pero así me aseguraría de no vender mi alma estúpidamente o hacer algo que me corrompa. No sé si me entiendes  –dice guiñando un ojo.

Tu también quieres algo ¿me equivoco?

Voz del más allá. – Está bien. Me has descubierto. Soy un demonio.

Jesper. – Vaya.

Voz del más allá. – ¿Estas más contento ya?

Un gato negro aparece y pasa por delante de Jesper, levantando su cola y mirándolo con sus ojos amarillos.

Jesper. – ¿Y qué hace un ser como tú por estos lares?

Voz del más allá. – Todos queremos algo. Veamos si puedo ayudarte. Por tercera vez...

Jesper. – Vale, y ¿qué tipo de demonio eres? ¿De los egoístas? ¿o de los que quieren destruir el mundo? 

De los egoístas no me importa. Al fin y al cabo será algo solo para ti.

Voz del más allá. – Madre de Dios, ¿no callas nunca? ¿quieres preguntarme de una vez lo que buscas? ¿o vas a perder el tiempo hasta que se haga de día?

Jesper. –  mmm... ¿Dónde puedo encontrar un lugar parecido a un nodo en ésta ciudad? ¿o cerca de aquí?

Jesper. – Pero antes, dime cual es el pago, y ya decidiré yo si quiero hacerlo.

Voz del más allá. – ¿Nodo?

Jesper. – Si. O un lugar donde confluyan esas energías. Y quiero saber por adelantado, cual es el pago por esa información, no te olvides. Si me parece razonable habrá trato. Si no, me marchare por donde he venido.

Voz del más allá. – Me parece justo ¿de qué energías hablas?

Jesper. – Espirituales, mágicas o ambas.

Voz del más allá. – Bien. Creo que puedo ayudarte.

Jesper. – ¿Estamos hablando de lo mismo? ¿Un lugar en Jerusalén donde esas energías sean propicias?

Voz del más allá. – Lo hay. Podría llevarte a un lugar especial, pero discreto al mismo tiempo.

Jesper. – Especial.

Voz del más allá. – Y mucho.

Jesper. – Me gusta lo especial y además si es mucho pues muchísimo más.

¿Y el pago? ¿Qué quieres por saber donde esta ese emplazamiento?

Voz del más allá. – Déjame pensar... ¡¡¡Ya lo tengo!!! Ya que soy un demonio, deberás sacrificar algo para mí. ¡¡¡Eso es!!! Mata algo en mi nombre.

Jesper. – ¿Algo en tu nombre? ¿Algo así como un cordero? ¿Y qué tengo que hacer? ¿Decir tu nombre o algo así? ¿O como funciona eso?

Voz del más allá. – Tú matas algo y me lo dedicas. ¿Te parece? Eso sí. Debe ser una muerte a la altura de lo que voy a concederte.

Jesper. – ¿Y a nombre de quién? Porque no sé como pretendes que se lo dedique a la voz que escuché en un callejón de Jerusalén, ¿o eso vale?

Voz del más allá. – Es cierto, pero… no quiero decirte mi nombre. ¿Cómo podríamos hacer?

Jesper. – Una cosa. ¡Quiero saber la letra pequeña! ¿Esto no manchara mi alma o la de mis hermanos? ¿no? Me refiero. Esto solo te beneficia a ti y ya está ¿verdad?

Voz del más allá. – ¿Alma? ¿Quien ha hablado de alma?

Jesper. – Dime un anagrama pues, o codifícalo, o ponte un mote…

Voz del más allá. – No. Un sacrificio es algo serio. No debes burlarte.

Jesper. – Vale, vale.

Voz del más allá. – Es un regalo. Una muestra de agradecimiento

Jesper. – De mí hacia ti. Claro ¿Nada más no? En pago a lo ofrecido.

Voz del más allá. – Eso es.

Jesper. – Vale.

Voz del más allá. – Primero te daré el lugar. Tu mismo decididas si lo vale y después sacrificaras algo vivo para mí. Será esta misma noche. No queda mucho tiempo, ¿aceptas?

Jesper. – Vale. Y entonces lo de tu nombre, ¿cómo lo hacemos? ¿te llamo señor gris o algo así?

Voz del más allá. – Te revelare el nombre cuándo todo esté listo.

Comienzan a salir montones de ratas apestosas y sucias de las alcantarillas cercanas.

Jesper. – A ver, que yo me aclare. Yo cojo un conejo o un cordero o lo que sea que respire, y antes de matarlo digo: "Por el señor gris" y seguido lo mato. ¿Es así?

Voz del más allá. – No exactamente…

Jesper. – ¿Y la información? ¿Cómo se que me la dirías cuando yo haya cumplido?

Voz del más allá. – Te doy el lugar. Si te gusta mataras algo en el nombre de quien yo te pida, ¿de acuerdo? de esa forma no te daré el mío y haré un favor a un superior, ya me entiendes...

Jesper. – Vale a ver si lo he entendido: veré el lugar y si es así cazare algo para ti y lo sacrificare en el nombre ese.

Voz del más allá. – Si.

Jesper. – Vale, vale.

Voz del más allá. – Adelante. ¡Sigue a las ratas!

Jesper. – Espera, yo elijo a la víctima, ¡No tú!

Jesper, Malkavian
De pronto un grupo de ratas se arremolina al rededor de Jesper mientras la temperatura baja drásticamente, hace frío, demasiado.

Jesper. – Creo que no nos hemos entendido…

Las ratas corren todas juntas en una dirección. Es como si el suelo hubiera cobrado vida. Jesper camina siguiéndolas mientras habla solo por las calles, esperando una respuesta que no llega.

Jesper. – Tú quieres que sacrifique a alguien concretamente en nombre de otro ¿es eso?

Jesper mientras tanto, por el camino, el Malkavian busca algún tipo de animal que pueda servirle para el sacrificio.

Las ratas le llevan a un viejo edificio en ruinas. Parece un pequeño templo en un lugar no muy concurrido del barrio Cristiano. Está calcinado hasta los cimientos. Nadie se fijaría en él. Las ratas se cuelan por los escombros negruzcos.

Jesper. – ¡Vaya! bonito lugar. Valeee... –dice Jesper en alto mientras sigue al inquietante manto de ratas.

Se mete por agujeros entre rocas ennegrecidas y madera quemada y acaba en una pequeña catacumba, o lo que queda de ella.

Jesper. – ¡Ecooo ecooo!

Parece un viejo templo que fue arrasado por el fuego hace no demasiado tiempo. Jesper se adentra y siente algo inexplicable. Cómo energía fluyendo por el aire.

El Malkavian se concentra en usar su talismán mágico, el que le otorga Auspex, y con él intensifica el sentido de la vista para poder ver con la poca luz que viene del exterior y así poder ver.

Los sentidos agudizados de Jesper notan un cosquilleo semejante a la fe, pero no da miedo. Si aquí hubo fe algún día, ya no la hay. Este sitio es especial. El Malkavian no sabe porque, pero lo nota.

Jesper. – Bien querido compañero. Creo que es hora de ir a por tu cordero. Si quiero más cosas te buscare. Si el pago sigue siendo el mismo, podremos hacer tratos. ¿Me oyes señor gris?

Jesper sigue hablando solo mientras ojea el lugar e intenta calcular cuánto podría medir y donde podría poner sus dos armarios, uno en el que duerme entre semana y otro para el Sabbat.

Jesper. – Una alfombra de oso quedaría genial…

El lugar está muy deteriorado. El Malkavian no cree qué sea muy seguro refugiarse aquí, según está. Puede que llegase algún rayo de luz solar. Está todo destrozado y cubierto de hollín. Pero con recursos o profesionales bien “acondicionados”, seguro se puede arreglar y dejar un refugio digno.

Jesper. – Vale, mi cometido era dar con un lugar más o menos así.

El Malkavian se da cuenta de que hace tiempo no hay ni rastro de la voz, aunque no sabe si le está escuchando.

Jesper. – Nadie me dijo el estado en el que tenía que estar.

El siniestro bufón se ofusca para poder robar un cordero en algún lugar de la superficie.  Lo tiene fácil ya que nadie puede verle, ni siquiera el cordero, que afana de un establo cercano.

Jesper se lleva al asustado animal fuera de la ciudad, lejos de las miradas de curiosos. A una hora de las murallas de Jerusalén, en dirección a ninguna parte. Allí desenvaina un puñal y lo alza diciendo:

Jesper. – Yo sacrifico este cordero en nombre de… ¿no me has dicho el nombre ¿verdad?... pues... ¡por el señor gris! Que la muerte de este animal sea el pago por tu información, gracias y hasta otra.

En el momento en el que  Jesper va a hundir el puñal en el asustado animal, al que parece que se le van a salir los ojos de terror, una voz le susurra un nombre: Kupala.

Jesper piensa: “¿me suena ese nombre?... no, no me suena nada…”

Jesper. – ¡Por Kupala! ¡En pago a tu información, y hasta nunca!

Jesper apuñala al cordero mientras éste se resiste a morir y metiendo la mano saca sus tripas tirando de ellas, aun calientes y desparramándolas por el pedregoso suelo. El animal gime fuertemente mientras la vida se le va y cae al suelo desangrado sobre un gran charco de sangre caliente.

El Malkavian mira al cordero y sonríe.

Jesper. – Pobrecito.

Lo acaba de sacrificar en nombre de Kupala.

En ese instante cae un rayo lejano que rompe la oscuridad iluminando el cielo. Se escucha el trueno segundos después. Parece que va a llover…

Jesper. – Bueno. Yo me marcho que este lugar no me gusta nada.

El animal se desangra y el sacrificio se queda agonizando en la oscuridad de la noche.

Jesper limpia el puñal y se seca las manos y regresa silbando con los brazos en la cabeza como si no hubiera hecho nada malo.

El Malkavian llega a Jerusalén y cuándo traspasa la muralla la voz le dice:

Voz del más allá. – Jesper…

Jesper. – ¿Qué quieres ahora?

Voz del más allá. – Gracias, ha sido un bonito sacrificio.

Jesper. – Ya, bueno. Ese era el trato ¿no?

Y la risa le taladra el cerebro a Jesper hasta que tras unos segundos deja de escucharla y la pierde en un eco lejano en su mente.

Jesper. – Yo no te he visto y tu a mi tampoco, ¡por si preguntan!

El viento silba y Jesper continua hablando solo. Regresa a paso ligero al refugio comunal, quedará poco para el amanecer. Va silbando una vieja melodía que le enseño Cadios, en sus tiempos de juergas infinitas.

Cuando el Malkavian llega a su armario, lo abre, se mete dentro y lo cierra desde el interior. Allí espera el día y la voz le dice:

Voz del más allá. – Jesper…

Jesper. – ¿Si? ¿Qué te pasa ahora?

Voz del más allá. – Tu pago:

Voz del más allá. – Fue un anónimo templo donde un sacerdote menor impartía misa a sus creyentes. Del suelo emanaba FÉ ya que bajo él había dos grandes reliquias cristianas: Un clavo de Cristo y su corona de espinas. Los creyentes de la ciudad acudían a venerar las reliquias regularmente.

Un Brujo Vampiro decidió hacer del lugar su capilla y resultó ser el dominio de un viejo noble vampiro. Todo acabó en un trágico enfrentamiento entre ambos que acabó con sus no vidas y con el templo calcinado hasta los cimientos.

Jesper. – Vaaaaleeee.

Voz del más allá. – Esta es la historia del nodo en el que acabas de estar, debías conocer su pasado reciente.

Jesper. – Gracias señor gris.

Y Jesper se duerme satisfecho y feliz como un bebe después de haber cenado.

Lo que Jesper no sabe, es que el demonio con el que ha entablado relación es el enemigo mortal de Itachi, al que está atado de por vida. Ese al que el Tzimisce le ofrece sacrificios para mantenerlo calmado y no acabe con su no vida. Sacrificios en nombre de Kupala.

El demonio se frota las manos mientras piensa en cómo puede preparar su venganza cuando Itachi no sea capaz de calmarle con sus sacrificios de protección. Este demente puede ayudarle a llevar a cabo el plan. El infeliz, sin saberlo ya ha probado las mieles del infierno…

 

Jerusalén, la ciudad Eterna