Nuevo personaje: Katja Janosz, Tzimisce

Katja Janosz

Katja de humana
Katja la esclava

Kataja nació a finales del siglo VIII. Lo hizo en las futuras tierras del Rus de Kiev. Era hija de un cacique de la tribu de los Dregoviches, pertenecientes a los eslavos del este.

Siendo todavía una niña su aldea fue atacada por una banda de saqueadores extranjeros, que amparados por la noche, secuestraron a muchos de los aldeanos para después venderlos como esclavos.

Fueron llevados al sur, a una ciudad que se extendía tan lejos como alcanzaba la mirada de los asustados cautivos. Katja, encadenada, jamás imaginó que tanta gente pudiese vivir en un mismo lugar, las altas casas de piedra, murallas gigantescas, barcos de todas las partes del mundo, calles abarrotadas de las más maravillosas mercaderías que jamás hubiera visto.

En el mercado de esclavos fue separada de todos aquellos a los que conocía y la vendieron a un mercader, junto con otras docenas de desafortunados.

Viajó durante varias semanas encerrada en la sucia bodega de un barco hacinada junto al resto de esclavos. Llegaron a otro gran puerto. Hacía mucho calor y las lenguas y las gentes eran aún más extrañas y sorprendentes que del lugar de dónde habían partido.

De nuevo expuesta en un mercado, las horas pasaban mientras la mayoría de los compañeros de Katja eran vendidos individualmente o por lotes. Cuando la noche se acercaba solo quedaba un puñado de esclavos por vender. La mayoría de tratantes, clientes y curiosos fue desapareciendo, pero fueron reemplazados por unas siniestras figuras que se arropaban con las sombras.

Cuando llego el turno de Katja, una imponente figura emergió de la oscuridad. Un egipcio ricamente vestido, pero con un aire peligroso, se fijó en ella. Esa fue la primera vez que vio a Ahmed Salem.

El misterioso extranjero hizo un gesto apenas apreciable y Katja, sin saber siquiera cual había sido su precio, fue trasladada nuevamente. Inquietantemente esta vez no fue devuelta a las sucias celdas de los esclavos, sino a una habitación limpia y bien amueblada.


Ahmed Salem,
Seguidor de Set
Katja la criada

Dentro la esperaba una bella mujer de tez olivácea, se presentó como Fukaina, la cazadora, una servidora de la casa de Ahmed Salem. La dio las mejores ropas que nunca había vestido y la guío a través de un laberinto de estrechas callejuelas, hasta llegar a los muros de un gran palacio. Entraron por una pequeña puerta de servicio y fue llevada a las habitaciones de los sirvientes.

Pasaron días, semanas y meses y Katja había perdido el miedo inicial a que hubiera sido comprada para ser violada o cosas peores. Se encontraba en la ciudad costera egipcia de Damieta, uno de los más importantes puertos de todo el país.

Pertenecía a la base de una clara estructura de castas de esclavos y ella cumplía sus labores como sirvienta. A cambio vivía dignamente, recibía ropa y comida mejores de las que tenía en su antigua aldea. Podía disfrutar de ciertos descansos, incluso en los jardines del palacio, pero no volvió a ver a su imponente amo. Las únicas prohibiciones que jamás podría quebrantar, era que no debía tratar de escapar y que al anochecer, todos los esclavos debían encerrarse en sus habitaciones y no salir, pasase lo que pasase u oyesen lo que oyesen.

Paso un año y Katja aprendió la extraña lengua que utilizaban los demás sirvientes, incluso empezó a hacer amistad con otras jóvenes esclavas de palacio, concubinas, sirvientas y pupilas. Todas sabían a penas rumores sobre su misterioso amo, pero ninguna parecía conocerlo realmente, lo cual acrecentaba el interés que Katja sentía por él.

Una noche la curiosidad pudo más que su cordura, y Katja rompió su prohibición aventurándose al caer la noche fuera de las habitaciones de los esclavos. Deambulo por el desierto palacio, solo se oía a los guardias de la puerta. Pero cuando su corazón, palpitante por la adrenalina, empezó a calmarse al comprobar que nadie la había descubierto, empezó a sentir una creciente vibración que reverberaba bajo sus pies, algo sordo y grave que sentía cosquillear bajo ella. A medida que sus ojos se acostumbraban a la oscuridad podía distinguir un extraño brillo que se colaba tras algunas puertas. 

Fukaina Salem,
la cazadora


Katja inconscientemente y cada vez más intrigada, se guió por la vibración y el débil fulgor hasta unas enormes puertas de madera. Se encontraban en medio de los jardines, donde pasaba tanto tiempo con las demás habitantes del palacio, pero nunca antes había reparado en estas macizas puertas, sin embargo, ahora destacaban contra el cielo nocturno, y un brillo azul se filtraba por las rendijas.

Katja apoyo su mano contra una de las hojas y esta se abrió lentamente, sin hacer un solo ruido. Ahora podía distinguir que la vibración que sentía eran en realidad unos cánticos graves y ominosos que salían de las profundidades de la tierra. Las puertas daban a unos oscuros túneles que se extendían hacia el interior del submundo, pero la luz guiaba a Katja en los recodos e intersecciones. Después de caminar perdida largo tiempo por los pasadizos, llegó a una gran sala abovedada.

Allí pudo distinguir la figura de su amo, algo en ella produjo un pavor instintivo en Katja. Se encontraba rodeado por una docena de acólitos, fuente de los cánticos que la habían guiado. A su lado se alzaba otra misteriosa figura vestida con extraños ropajes.

Paralizada por la visión de su amo, Katja es descubierta y con una velocidad inhumana su amo la apresa.

¡Estúpida chiquilla, incapaz de respetar una maldita norma!, al menos me servirás para algo –la espeta el Setita con voz colérica.

Por primera vez Katja reparó en sus colmillos acercándose a su cuello, mientras la mujer se debatía sin éxito por liberarse de su férreo abrazo. Sintió su beso llenándola todos sus sentidos con una mezcla de fascinación y horror a la vez.

No te precipites, ningún simple esclavo podría haber roto mis sellos y traspasado las barreras como lo ha hecho esta criada, quizás sea más útil de lo que imaginas. Fue lo último que Katja oyó antes de sumirse en una profunda y fría oscuridad. Era una desconocida voz dirigiéndose a su amo Ahmed Salem.

Shukura Salem,
la Senescal

Tras la desafortunada incursión nocturna de Katja, todo cambió muy rápidamente para ella, a sus tareas como criada pronto se añadieron otras obligaciones. Muchas de ellas ya no eran a la luz del día, sino al atardecer y anochecer.

Ahora podía moverse libremente en las horas de vigilia y acceder a las zonas prohibidas del palacio. Fukaina, la bella mujer de tez olivácea que la acogió aquella primera noche que fue comprada cómo esclava, instruyó a Katja en extraños requerimientos cuyos porqués no comprendía. Gestos y símbolos que había que repetir o volver a dibujar antes de que el amo despertase, rituales ajenos incluso a los habitantes nativos del palacio.

Fukaina, era en realidad una especie de cazadora de Ahmed Salem, pero servía a su amo en varias tareas, aunque no se le dieran especialmente bien. Esto sucedía por que el Setita confiaba mucho en su fiel ghoul.

Algunas noches, Katja, también era llamada por Ezra, un brujo originario de Jerusalén. El oscuro hechicero la hacía extrañas preguntas y la enseñaba prodigios maravillosos. Cualquier duda que Katja tuviera acerca de la existencia de la magia pronto quedo disipada por todo lo que el mago la mostraba.

Nailah Salem, la favorita


Aunque sus visitas del Brujo al palacio de su amo eran espaciadas en el tiempo, el viejo judío la instruyo en muchos conocimientos, no sólo místicos sino también de su lengua y cultura. De sus conversaciones Katja concluyó que la relación entre su amo y Ezra era puramente pragmática. Al parecer ambos eran aliados contra otra casa de magos rivales. Ezra cogió cariño a Katja y llegó a advertirla del destino que la esperaba si continuaba por el camino de Set, significase aquello lo que significase para la desconcertada niña.

Los siguientes años pasaron rápidamente, las nuevas obligaciones y horarios nocturnos de Katja la alejaron de casi todas las demás habitantes del palacio, con las que antes tenía relación, además el resto de sirvientes empezaron a tratarla con una respetuosa deferencia que le resultaba agradable pero que al mismo tiempo la excluía de su antiguo mundo. Al parecer había ascendido en la invisible escalera de influencia entre esclavos.

Sus contactos se limitaban a las órdenes que pudiera dar a los criados, las esporádicas visitas de Ezra o a las otras “aspirantes”, cómo las llamaba el amo. Fukaina era el espejo donde Katja trataba de reflejarse, ya que llevaba muchos años con el amo. Katja atendía solicita a todas sus instrucciones y también había otras de su época de criada que habían ascendido a su nuevo estatus aunque con diferentes responsabilidades. Una de ellas especialmente carismática se llamaba Nailah, que se entrenaba día y noche para convertirse en una guerrera útil.

Shukura, era el nombre de la concubina más bella del harén, con la que también se llevaba bien. Las cuatro ghoules llegaron a tener una conexión especial y se ayudaban mutuamente cuando lo requería la situación.

 

Ezra, el Brujo judío
Katja la ghoul Setita

La noche que Katja cumplió los dieciséis años fue llevada por Fukaina ante Ahmed Salem, quien la examinó de arriba abajo, al parecer complacido de ver a la en la mujer en quien se estaba convirtiendo. A una seña suya Fukaina trajo un cáliz de oro exquisitamente repujado:

–Es hora de que seas completamente acogida por la noche. Hora de que abraces todos sus placeres y el poder que te será otorgado. –Dice Ahmed Salem con una voz suave pero poderosa, ordenándola beber– Ezra asegura que no se equivocaba con tu potencial y Fukaina parece que también aprecia tus virtudes…

Mientras Katja bebía aquel néctar divino empezó a deslizarse en los brazos de su amo. Volvió a ver aquellos colmillos que la habían aterrorizado, pero esta vez el miedo se hizo placer. Al despertarse la noche siguiente, Katja no recordaba bien los detalles de lo ocurrido después de beber Vitae de su amo.  Se encontraba desnuda en la cama de Fukaina, y ambas estaban abrazadas. La relación con la cazadora fue desde entonces más intima. 

A partir de aquel día, Katja fue consciente del regalo que su amo la había otorgado, se sentía mucho más viva; Podía sentir la vida palpitando en cada detalle; Se sentía más fuerte, incluso poderosa, y su relación con las demás “aspirantes” se fortaleció.

Ella sabía que ahora era parte de algo mucho mayor, y que sus nuevas “hermanas” eran la familia que había perdido al ser raptada de su aldea. Además, ahora parecía ser respetada por todos los demás habitantes del palacio, cuando se dirigía a los guardias u otros criados esperaba que sus órdenes o suplicas fuesen atendidos inmediatamente.

También empezó a ser instruida en la verdadera naturaleza del amo, en sus nuevos poderes y en un mundo absolutamente oculto para el resto de los mortales.

Las siguientes décadas transcurrieron rápidamente. La relación con el amo se intensifico y muchas noches participaba en sus rituales en honor a Set, que terminaban en celebraciones donde se desataban el éxtasis y las pasiones humanas y no-humanas.

Katja también se sentía muy unida a sus nuevas “hermanas”, y disfrutaba de su nueva posición y poder casi tanto como de las enseñanzas de Ezra.

 

La caída del Seguidor de Set

Sin embargo, una noche todo su mundo se vino abajo nuevamente. Nailah, Fukaina y Shukura, las mejores ghoules de Ahmed Salem, habían sido enviadas por el amo a destruir a sus enemigos. Los muy imbéciles se habían descuidado y dejado al descubierto uno de sus refugios.

El amo utilizó su influencia para enviar a la mayor parte de la soldados de la ciudad y casi todos sus guardias, a una incursión que daría un mortal golpe a sus enemigos, los hijos de Haquim.

Las primeras noticias, llegaron por un mensajero enviado por Nailah, y eran excelentes: casi todos los recursos mortales de sus enemigos habían sido cogidos por sorpresa y masacrados sin dificultad, tan sólo un par de los esbirros algo más poderosos habían representado un cierto desafío. Las tres ghoules habían conseguido cobrarse la no-vida de algún peligroso guerrero enemigo. Sin duda trabajaban bien juntas.

El amo estaba exultante y dio rienda suelta a su gozo despreocupadamente. Pronto quedó patente que quien había caído en la trampa había sido él.

Era finales de mayo del 853 d. C. cuando el puerto de Damieta, prácticamente desprotegido, fue atacado por la armada bizantina, que no encontró obstáculo a su ataque. Fueron tres días de saqueo sin oposición.

El ataque al palacio fue sangriento, los bizantinos acabaron rápidamente con cualquier resistencia, ni tan siquiera Katja pudo hacer gran cosa contra docenas de soldados armados. Utilizo sus encantos para salvar su vida mientras pesaba sonriente en lo que el amo haría a los asaltantes.

Pero lo que ella no sabía es que entre los bizantinos se ocultaban dos asesinos inmortales del clan Assamita. El amo no tuvo ninguna oportunidad, tras dejar que los bizantinos aguantaran el primer ataque, salieron de las sombras y acuchillaron a Ahmed Salem sin miramientos. Sus hojas negras hicieron chillar de dolor al amo y pronto empezó a sangrar por todos sus orificios, vomitando bilis negra, hasta que su imponente figura quedo reducida a un charco de cenizas sanguinolentas.

En aquel mismo instante, un invisible velo cayó de los ojos de Katja y fue consciente de todo lo que su amo la había obligado a hacer. No todo fue malo, o falto de placer, pero Katja no había sido consciente de cuanto había cambiado hasta ese momento, no es que odiase a su antiguo amo, pero toda su fascinación y respeto por él habían desaparecido por completo. Se sintió agradecida por ello hacia los asesinos de su domitor.

Katja, una vez más, presa se dejó conducir, con el resto de cautivos, por los soldados bizantinos de vuelta a sus barcos. Utilizo lo que le restaba de sus poderes para evitar ser maltratada y pronto se convirtió en la favorita del capitán del barco.

Rumbo de vuelta a la gran ciudad de la que había partido hacia Egipto hace tantos años, Constantinopla. Cuando el barco atraco en el Cuerno de Oro, Katja no tuvo mucho problema para convencer a su capitán para que la llevase con él a su casa, tampoco de convencer a su mujer de que podría ser bueno compartir el lecho, a fin de cuentas era lo suficientemente grande para los tres.

El capitán y su esposa eran una familia acomodada y con influencias en la sociedad bizantina. Katja sabía que necesitaría pronto un nuevo amo para poder mantenerse joven  ¿y dónde mejor que entre los señores del lugar?...

Katja, consciente de que sin la Vitae de un domitor se vería abocada a un rápido e incomodo deterioro, no perdió el tiempo y sus hospitalarios hospedadores, bien relacionados en palacio, la presentasen a alguno de sus influyentes amigos. Pronto se descubrió admirando a un fiero Vampiro, parecía ser un guerrero del norte, quizás oriundo de las tierras que vieron nacer a Katja casi un siglo antes.

 

Katja la ghoul Brujah

Enn, cómo se le conocía, aunque su verdadero nombre era Enny Leck, solo se dejaba ver de noche y para quien supiese lo que estaba buscando. Pronto se reveló evidente su pertenencia a la familia de la Estirpe. Sin tiempo que desperdiciar, Katja, preparó un encuentro casual, y disimuladamente se presentó ante el atractivo hombre. Quizás fuese el arrojo o las descaradas palabras de Katja, pero el guerrero norteño, con una sonrisa, aceptó gustoso el ofrecimiento de la ghoul y la acogió sin dudarlo.

Katja sabía que había otros clanes de Vampiros, diferentes a los de su antiguo amo, pero apenas si había oído hablar de los asesinos, de los locos y también de los horripilantes Nosferatu. Pero Enn era de una familia vampírica completamente diferente, la misma fascinante atracción que desprendían los Seguidores de Set, pero con una fuerza y una pasión que enamoraron a Katja casi instantáneamente, iba buscando su Vitae pero encontró más de lo que esperaba, mucho más...

Pronto Katja se convirtió en la más fiel aliada de Enn, ayudándole tanto a buscar los misteriosos artefactos que anhelaba, cómo a sabotear a los “patricios” Ventrue, otro de los clanes vampíricos, uno rival de los Brujah.

El anterior emperador bizantino, influido por los “patricios” había prohibido los iconos religiosos, resultando en la destrucción de muchas de las reliquias que Enn buscaba y poniendo en peligro otras. La madre del todavía menor de edad emperador Miguel III, se había hecho cargo de la regencia y a través de ella, Enn, había restaurado el culto a los iconos. Pronto, sin embargo, Bardas, el tío del emperador y ghoul Ventrue, volvió del destierro, asesinando al primer ministro y recluyendo a la madre del emperador en un convento.

La siguiente década, Katja utilizó todas las artes aprendidas de los Setitas para tratar de ayudar Enn a recuperar la influencia perdida por culpa de sus rivales Ventrue. Casando a la amante del emperador Miguel, llamado “el Beodo”, con uno de sus compañeros de orgías y borracheras, Basilio, ganaron ascendencia en la sociedad mortal.

Enn envió a uno de sus aliados, un guerrero bestial, a acabar con Bardas, pero Basilio demostró ser más hábil de lo que nadie pensaba de un libertino vividor, en realidad un peón de la poderosa Toreador, Danielis de Patras. Basilio fue nombrado co-emperador al año siguiente y asesino a Miguel unos meses después, convirtiéndose en un gran emperador, fuera del control de Enn. 

Tras casi un cuarto de siglo, a pesar del amor que Enn y Katja se profesaban, era bastante patente que sus personalidades y métodos divergían enormemente. Aunque compartían algunos intereses comunes, mientras el Brujah era un apasionado guerrero, Katja estaba más interesada en la hechicería.

Además empezó a sentir una fuerte nostalgia de su tierra. Había sido arrancada hacia un siglo de su añorado hogar. Katja era incapaz de olvidar sus tierras y sus ríos, los olores e incluso el sabor de la turba que rodeaba su aldea. Su país, ahora bajo una aristocracia nórdica, se había convertido en el poderoso Rus de Kiev. Un vikingo, Hrörekr, Rurik, aliado de el Brujah, gobernaba el antiguo país de Katja y ante la insistencia de la ghoul, Enn permitió que ésta fuese cómo su embajadora al norte, para quitarse la nostalgia de regresar a su tierra de origen.

Al volver a su país, Katja sintió inmediatamente una conexión espiritual con la tierra. Ya no quedaba ninguno de sus parientes, ni tampoco eso la importaba demasiado, pero algo telúrico, cómo el maestro Ezra hubiera dicho, surgió del interior de Katja y llorando se dio cuenta de que no podía regresar a Constantinopla con su amo Enn. A pesar de la pasión que sentía por el vínculo con el Brujah, Katja escribió una carta a Enn, empapada con sus lágrimas. En ella la ghoul le explicaba lo que sentía  y que debía seguir su camino. Katja esperaba que guardase esa carta cerca de su muerto corazón.

 

Janosz, Sire de Katja
Katja la ghoul Tzimisce

No pasó mucho tiempo antes de que Katja llamase la atención de un hechicero Koldun, intrigado por la poderosa conexión que la ghoul tenía con la tierra, una capaz de romper el vínculo de sangre con su domitor Brujah. El Tzimisce se presentó cómo Janosz…

Janosz, un vasallo del Voivoda de Nóvgorod, ostentaba su dominio sobre la ciudad de Pinsk, una zona pantanosa pero muy fértil a orillas del rio Prípiat. Sus poderes cómo Koldun proveían a la tierra con abundantes cosechas, que los aldeanos pagaban en sangre. El control de Janosz sobre su rebaño era total y lo que su hechicería no era capaz de doblegar su bestial chiquillo Bogdan lo quebraba brutalmente.

Su refugio era un “castillo”, en realidad un macizo y tosco torreón, pero inexpugnable por el grosor de sus muros y la muralla que lo rodeaba. Situado en un traicionero pantano, protegido por empalizadas y fosos. Guardado por decenas de monstruosos Szlachta y en los fosos, se reservaban cómo desagradable sorpresa los Vozhd, aterradores y mortales ghoules sin mente. En los sótanos del castillo, galerías semi-inundadas conducían a las cámaras secretas del refugio de Janosz y su chiquillo Bogdan.

Katja, acostumbrada a los palacios de Egipto y Constantinopla, a los harenes, mercados y zocos, al lujo y la opulencia en los que había hecho y deshecho gracias a la confianza de sus domitores, se encontró atrapada en una lóbrega mazmorra, humedad, ropas toscas, sirvientes palurdos, comida zafia y cerveza agria.

Bogdan,
hermanastro vampírico de Katja

No ayudaban el despótico trato de su señor Janosz ni la obvia animosidad que le demostró Bogdan, el chiquillo del amo, un guerrero de aspecto antinatural. Katja estaba acostumbrada a los aliados bestiales de Enn, pero Bogdan era monstruoso, cruel y sádico. Se dedicaba a desfigurar horriblemente a los soldados bajo su mando solamente por diversión.

Janosz estaba orgulloso de la siniestra habilidad y del terror que su chiquillo infundía entre “amigos” y enemigos, pero en cuanto a sus capacidades cómo Koldun, Bogdan no podía ser más inepto, este fue el motivo por el que Katja atrajo la atención de Janosz y con ello, todo el rencor y la envidia que podía atesorar el primogénito hacia la nueva ghoul.

La poca paciencia y cruel forma de tratar de Janosz a cualquiera bajo su dominio, era soportada por Katja gracias a la promesa de otorgarle los secretos de la sangre. La hostilidad de Bogdan y sus zancadillas hacían de su vida un infierno, uno donde ella tendría que soportar humillaciones y desprecios continuos.

Aunque a Janosz no le interesaba demasiado si Bogdan torturaba a Katja, había prohibido que se la hiriese, a fin de cuentas necesitaba un ayudante que se ocupase del trabajo tedioso que la hechicería conllevaba. Y en ello Katja era especialmente diligente y sorprendentemente dotada, Janosz estaba muy satisfecho de su elección Un poco de inquina entre chiquillos les mantendría ocupados y centrados en competir por su atención y no contra él.

Las siguientes décadas Katja se aplicó en el estudio de las artes koldunicas y en satisfacer a su señor, pronto se convirtió en imprescindible, demasiado incluso, para continuar siendo ghoul.

Janosz estaba seguro de poseer un refugio inexpugnable, pero necesitaba de otro Koldun para encargarse de cumplir sus órdenes cuando no estuviese, alguien que, a diferencia de Bogdan, tuviera más cerebro que músculos.

 

Katja Janosz, Tzimisce
Katja la inmortal

Su chiquillo era la herramienta perfecta cuando se trataba de infundir terror, pero cuando la sutileza o la diplomacia eran necesarias no podía contar con que sus deseos fuesen cumplidos. Así pues, a finales del siglo IX, Janosz concedió a Katja la inmortalidad.

Katja era pragmática y su objetivo se había cumplido, aun así se vio decepcionada por la forma en que fue abrazada. No es que esperase que Janosz le pidiera su consentimiento, o que fuese a haber una ceremonia formal, pero tampoco la forma fría y despreocupada en que fue convertida al Mundo de Tinieblas.

Janosz necesitaba una herramienta y la fabricó. Aquella noche simplemente la mandó llamar, la desangro y luego le dio de beber su Vitae. Luego fue llevada a las mazmorras, donde los siguientes días completó su transformación. Janosz ni tan siquiera se ocupó de su educación, le dejo la tarea a Bogdan, que disfrutó el encargo…

Si Katja esperaba que su nueva condición supusiese un cambio en su estatus pronto salió de su engaño. Aunque su palabra era ley entre los mortales, para Janosz no era más que un instrumento y para Bogdan, un entretenimiento más resistente de lo habitual, al que torturar sin descanso.

El resentimiento de Katja no hizo más que aumentar año tras año, pero al mismo tiempo se sabía atrapada, necesitaba que Janosz la instruyese en los caminos de la sangre. También tenía claro que su Sire, llegado el momento, no la liberaría de buena gana.

Durante el siguiente siglo, Katja se esmeró en aprender los saberes del Koldun. Actuó cómo su ayudante, emisaria y diplomática. En cada una de esas misiones buscó la forma de escapar del yugo de Janosz, aumentando sus conocimientos y con ellos su poder.

Sin embargo, Janosz no era imbécil, ni ciego, le divertían los fútiles intentos de su chiquilla por liberarse de los lazos que los unían, tanto cómo de la guerra fría entre Bogdan y Katja, pero cada día la ataba más en corto.

El humor de Katja no mejoró al verse recluida cada vez más en el castillo, al menos antes podía escapar, aunque fuese brevemente, del opresivo ambiente al que se veía abocada. Pero con sus tareas, fuera del castillo, restringidas, y la sangrienta diplomacia de Bogdan, infructuosa, se le presento una oportunidad imprevista para Katja: tener su propio chiquillo.


Jaroslav, chiquillo de Katja
Katja la Sire

Aunque no estaba liberada, Janosz no deseaba perder su tiempo en buscar o enseñar a un nuevo chiquillo y menos para tareas mundanas cómo la diplomacia y el correo. Estaba claro que Bogdan no elegiría sino a otro bruto inservible para la tarea, así que delegó el encargo en Katja, dividido entre el hastío de supervisarla y el interés en ver que intriga trataría de llevar a cabo su chiquilla.

Katja, entusiasmada por la posibilidad que el destino le brindaba, buscó un guerrero capaz, quizás necesitase las artes marciales de las que ella carecía. Una noche, en Pinsk, capto su atención el hijo de una familia de la baja nobleza, parecía un soldado que había vivido más de una escaramuza pero lo suficientemente inteligente para tener cierta instrucción.

Además le resultaba atractivo, incluso intrigante. Se acercó a él, presentándose cómo la hija de una noble familia, aunque Jaroslav, cómo se llamaba el joven, se sorprendió por su atrevimiento, pronto se encontró fascinado por la bella mujer. Si Katja hubiera sido doncella, aquella noche habría perdido su virtud, pero estaba lejos de serlo y quien cayó totalmente rendido a los pies de la mujer fue Jaroslav.

Janosz no se mostró disgustado por la elección, a fin de cuentas un guerrero noble capaz y con cerebro podría ser incluso útil para sus propósitos.

Jaroslav, totalmente prendado de Katja, se esforzó para ser merecedor de recibir el Abrazo, aproximadamente sobre el año 1.050 d. C.. Durante medio siglo, Jaroslav estuvo prestando servicio como protector, amante, compañero de su Sire Katja.

También fue mensajero y “hombre” de confianza para el Sire de esta, el cabeza de familia Janosz. Su refugio se encontraba en las catacumbas del castillo de Janosz, pero tras una desafortunada misión cómo embajador de Transilvania, en la que acabó diabolizando a una Ventrue y a un Tremere nada menos, decidió regresar a lamerse las heridas junto a Katja.

Janosz no estaba nada impresionado con su actuación y no perdía oportunidad de recordárselo ni a él ni a Katja, con desdén, a la menor oportunidad, por supuesto para regocijo de Bogdan. El ominoso ambiente se volvía cada vez más opresivo, criados y mortales sentían la tormenta acercándose, como el ganado cuando los lobos están cerca. Cuatro vástagos constreñidos entre muros de piedra, emponzoñándose, destilando décadas de tensiones reprimidas y rencillas filiales.

Jaroslav en Zulo


A pesar del control que Janosz ejercía sobre su chiquilla, Katja por fin había encontrado una forma de atenuar el vínculo que la ataba a su Sire, aunque no podía romperlo del todo, si debilitarlo lo suficiente para escapar de su opresiva influencia.
Una aciaga velada, sentados frente a frente, Katja, soportando las burlas de Bogdan y los menosprecios de Janosz, no pudo contenerse más y estalló atacando por sorpresa consiguiendo herir a Janosz, antes de que este pudiese devolver el ataque.

Bogdan, tampoco fue capaz de reaccionar y herido trató de ayudar desesperadamente a su Sire. Mientras Katja doblegaba e intentaba diabolizar a su Sire, Jaroslav y Bogdan, convertidos en Zulos, cargaron mutuamente enfrentados en un combate sin cuartel.

Criados y guardias que acudían en ayuda de su Señor eran descuartizados, transformados en armas por mor de la Vicisitud o simplemente utilizados como sacos de sangre para recuperar fuerzas.

Al final de la noche, Bogdan, herido, debe de huir mientras que Katja, tras haber diabolizado por fin a Janosz, entra en un frenesí que la lleva a acabar con la vida de cualquier ser vivo en el castillo, momento en el que se sume en un sopor imperturbable.

 

Katja la maldita

“Con los lúgubres muros vacíos de cualquier rastro de vida, me siento caer en la oscuridad, la voz de Janosz resuena dentro de mí. Inconscientemente se que Jaroslav me deposita en el ataúd de Janosz, un sarcófago labrado con demoníacas imágenes y escrituras prohibidas, mágicamente protegido contra la luz solar y los extraños curiosos. Y sin saber a dónde, soy consciente de que nos alejamos de estas tierras dónde he morado estos dos siglos.”

“Siento que mi chiquillo trata de comunicarse conmigo. No soy capaz de entender sus palabras. Tampoco sé si su voz me llega de forma mística o si me las susurra al oído. Solo sé que es él y casi soy capaz de entenderlas, pero cuando creo que estoy a punto de conseguirlo me vuelvo a sumergir en la negrura que me rodea.”

“También siento a otros hablando, moviéndose, conspirando. Hay un ser extremadamente poderoso que hace que mi bestia interior se remueva. Otros son como un soplo, quizás ghoules o criados…”

“Una noche cualquiera, un dolor lacerante atraviesa mi corazón, siento como si estuviese abrasándome, quemándome viva, pero lentamente soy consciente de que no soy yo la que arde en llamas, es ¡Jaroslav! Mi adorado chiquillo abandona su no-vida tras una terrible agonía. Algo se rompe en mi interior. Una cascada de frío fuego abrasa todo mi ser, quemándome cómo las llamas a Jaroslav, inundándome con una rabia ardiente, y entonces… ¡abro los ojos!”

 

Katja maldita por Janosz