CAPITULO 27: Réquiem por una hija II

Réquiem por una hija II



Katja, Hechicera Koldun Tzimisce

Danielis de Patras

Katja recibe una cajita ricamente tallada, con dibujos semejantes a los de su sarcófago, y en ella hay un dedo meñique de una mujer joven. Es el de Rebeca.

Junto a él una nota que pone en griego:

“No te preocupes por ella, es una mujer más fuerte de lo que parece. Mañana nos veremos y solventaremos nuestras diferencias. D. P.”

Katja controla su bestia interior mientras arruga la nota con rabia hasta hacerla una bola aplastada en el interior de la palma de su mano. La Tzimisce aprieta los dientes esperando que Danielis no haya llegado demasiado lejos, o a lo mejor desea que si lo haya hecho...

Danielis de Patras ha secuestrado a Rebeca. Katja la envió a Rebeca a husmear a su rival para tenerla localizada, y algo ha debido ir mal… esto se va a solucionar rápidamente.

Katja decide desahogar su ira con su propio saco de carne, el último humano que intentó matarla y ahora es su esclavo. Ashshur, el nuevo ghoul de Katja, permanecía encerrado en las mazmorras de la torre Arista esperando saber de su destino y esa noche iba a descubrir el infierno en el que se encuentra por haber elegido a la victima equivocada, aquella fatídica noche que asaltó a Katja y a los suyos.

Ashshur, nuevo Ghoul de Katja
La Tzimisce cierra la puerta de la celda de Ashshur tras de sí. El eco del portazo metálico se escucha en la lejanía y la mujer golpea una y otra vez al asustado asesino que encaja cada puñetazo lo mejor que puede. La paliza le rompe varios huesos, la sangre mana abundante de su nariz partida y uno de sus ojos está tan hinchado, que no puede ni abrirse. La hechicera, con los puños ensangrentados con la Vitae de su ghoul, ya más tranquila, decide irse de caza.

En el barrio armenio, se alimenta de hasta la última gota de sangre de un desafortunado humano que deambulaba por allí, para nada bueno, Katja no quiere que relacionen este cadáver con su refugio y lo deja recostado contra una pared, las bajas temperaturas de la noche pueden haber acabado perfectamente con él.

Para acabar la noche, ejecuta uno de sus rituales mágicos con el que potenciará el poder de su hechicería Koldúnica.

Sarcófago de Katja

Durante ese día los hombres de Danielis buscan el refugio de Katja y no tardan en encontrar un lugar en el barrio cristiano donde todo el mundo alerta de que no deberían acercarse. Está embrujado y se dice que una bruja amante de Satán mora allí, alimentándose de los ojos de niñas judías y testículos de niños musulmanes.

La noche siguiente Katja, que previamente había entrado en el sarcófago de su refugio para descansar, se despertó con un sentimiento extraño, algo no funcionaba bien. Aun desde dentro de la caja, la Tzimisce utiliza su hechicería para percibir lo que la rodea y sus sospechas son ciertas, ya no se encuentra en su dominio. Parece estar en el barrio cristiano pero en un palacio diferente, uno en perfecto estado por dentro y por fuera: ¡la han trasladado durante el día!

Katja abrió la puerta de golpe y la luz entro en el interior de su lugar de descanso. La Tzimisce salió del imponente sarcófago tallado en madera negra del bosque de las almas y confeccionado por los mejores Maestros artesanos y hechiceros Kouldunes. Donde tiene la tierra de su patria, tan necesaria para su descanso.

–No ha sido muy difícil encontrarte… la bruja que vive en una casa hechizada donde se oyen extraños ruidos por la noche. Se alimenta de partes blandas de niños judíos y musulmanes… ¿Por qué no cristianos?… favoritismos ¿eh?–

Danielis de Patras,  Toreador

Danielis es una mujer imponentemente hermosa. Su actitud es altiva y desprecia todo que no sea ella misma. Su vestido rojo lleva un escote tan provocador que casi deja ver lo prohibido. Luce una capa de plumas de aves exóticas que combinan a la perfección elevando su elegancia a planos inexplicables para los humanos. Sus labios carmesí contrastan con su piel banca y sus ojos verde esmeralda son tan profundos como el hueco en el que debería estar su corazón.

Buenas noches Katja. No, no te preocupes, tu putilla no ha abierto la boca, bueno si, cuando mi mejor torturador le arrancó la lengua, pero no dijo nada sobre ti… las eliges bien –aparece un esbirro y la arroja a los pies de Katja, está magulladla, con la mano izquierda vendada y lagrimas de rabia en sus ojos– aunque es demasiado hermosa… llama la atención como una vela a una polilla. Se nota que su piel ha sido moldeada por la mano de un Tzimisce… te vuelves descuidada con la edad Katja y eso no es bueno para el negocio…

–Como sabes, te estaba buscando –dice Danielis altiva– debemos colaborar en cierto trabajito y debía asegurarme que colaborabas… Noooo, lo de tu putilla ha sido –se acera a la cara de Katja– para que nadie más piense en invadir mi espacio vital sin permiso, tiene lo que se merece y lo sabes. Si yo hubiera mandado a alguien a husmear a tu refugio ¿qué le hubieras hecho? Pues eso, que estamos en paz…

–No estoy aquí para hablar de cómo mutilar espías incompetentes… –dice Danielis mirando a Rebeca, que no le faltan ganas de saltar hacia ella pero no lo hace porque está molida a palos.

La bestia interior de Katja lucha por salir y aplastar la cabeza de Danielis contra el suelo, para que estalle como un melón maduro, pero la Tzimisce se controla mirando a los ojos de la perra Toreador, mientras exhibe una mueca de desprecio en su inquietante sonrisa.

–Como te decía… tenemos negocios que tratar juntas y debes ayudarme ¿Por qué? te preguntarás. Para que ambas obtengamos algo a cambio – Danielis se pasea por la estancia rodeando el sarcófago de Katja sin quitar ojo a la hechicera Koldúnica.

Katja se muerde las venas con sus colmillos para alimentar a su maltrecha e ultrajada sirvienta. La ghoul bebe de la fuente roja de la eterna juventud, otorgada por su domitora. La Tzimisce recompensa con su Vitae a su leal criada.

–A diferencia de ti, no necesito que me admiren… –dice Katja– pero he de admitir que has despertado mi curiosidad.

Danielis sonríe y piensa las siguientes palabras que pronunciar.

–Estarás molesta porque haya traído… ¡tu sarcófago! –Danielis hace énfasis es estas dos palabras– hasta mi presencia. No fue fácil, sobre todo para hacer que el rebaño no viera como lo sacaban de la casa “encantada” durante el día… y sin despertarte… ha sido un buen trabajo de mis hombres. Me rodeo de los mejores, cosa que veo que tú, sigues equivocándote – y mira de nuevo a Rebeca con desprecio, que baja la cabeza y escupe sangre con trocitos de carne al suelo.

–Esta belleza –dice Danielis acariciando el sarcófago de madera– fue tallada por los mejores hechiceros Koldunes para tu Sire: Lord Janosz. Pues bien, mi Sire fue el maestro artesano que lo diseño y al que Janosz le encargó su construcción. Así que como tú no eres Janosz y se lo robaste, al haberlo fabricado mi Sire, esta obra de arte es tan tuya como mía, así que técnicamente nos pertenece a ambas…

–No pretenderás que lo compartamos… –dice Katja en tono jocoso.

Detalle del Sarcófago de Katja

–No te preocupes, no lo quiero… –responde Danielis– pero sé que tu si, así que empecemos a negociar. He venido a Jerusalén por unos documentos importantes que mi Sire regaló a un aliado Capadocio hace muchos años. Ahora que mi Sire ya no está entre los vivos, ese libro tiene un valor sentimental que reclamo y por ello me gustaría recuperarlo. El Capadocio en cuestión se llama Adam, ostentaba el extraño e improbable puesto de consejero de los Tremere en su recién inaugurada capilla de Jerusalén, pero no he sido capaz de encontrar dicha capilla… ni a Tremere alguno que me diga dónde puedo encontrar a Adam… ¿era todo mentira? cuando de pronto, azares del destino, apareció tu nombre en la historia, como colaboradora ocasional de los Tremere… ¡una Tzimisce traicionando a todo su clan! Como no, eras tú: la infame Katja. No contenta con diabolizar a tu Sire y acabar con su reinado y reputación, te alias con los pérfidos Tremere convirtiéndote su perro guardián. No sé porque no me extraña en demasía. Ya apuntabas maneras de humana y más de ghoul, pero esa tendencia a la autodestrucción, ahora que eres una cainita, no la contemplaba en tu persona, Katja, la verdad que no…

–Todo falsas apariencias… –dice Katja– jamás sabrás lo que subyace en el interior de la realidad. En la profundidad de mi alma… ¡no has entendido nada! … ¡Vamos Rebeca! –dice Katja ayudando a levantase a su maltrecha sirvienta.

–Espero que hagas que tus secuaces lleven mi sarcófago a mi refugio, allí donde lo robaste, en mi dominio al que irrumpiste sin presentación –dice Katja mientras se dirige a la puerta con Rebeca.

Rebeca, ghoul meretriz de Katja

–Así están las cosas vieja compañera: tú me conseguirás ese diario de mi Sire y yo te devolveré el sarcófago que construyo mi creador para el tuyo ¿de acuerdo? –pregunta Danielis a una Katja

–Tú me devolverás a mí el sarcófago y yo te haré llegar esos textos de Adam –se da la vuelta Katja y señala a la Toreador que la mantiene la mirada hasta que la Tzimisce se da la media vuelta para marcharse, sin saber muy bien dónde dirigirse.

Los hombres de Danielis acompañan a Katja, y a la herida Rebeca, por una salida secreta y a través de un laberinto por las alcantarillas, hasta salir por el barrio cristiano, donde la oscuridad y el silencio arropan a ambas mujeres. Rebeca mira a Katja con impotencia y llora de rabia abriendo la boca y enseñándola la herida que la ha dejado sin lengua. Cae de rodillas y llora derrumbada. Danielis ha llegado a la ciudad…

–Usa la sangre que has bebido de mi –explica Katja a su inexperta ghoul– hazlo para curar tus heridas y solo pensándolo, la Vitae regenerará tu lengua… puede que tarde dos o tres noches, pero volverá a crecerte y hablarás de nuevo.

Ambas mujeres caminan y se pierden por las frías calles de la ciudad eterna de Jerusalén.

 

Alexandrus,
Gangrel contacto de Sven
La luz Brujah

Alexandrus el Gangrel, guía a Sven por las inmundas callejuelas del barrio Armenio. Para en una pequeña taberna llamada: “Hoja mellada” donde se trafica con vidas humanas; esclavos, prostitutas, mercenarios, asesinos… lo mejorcito de la alta suciedad.

El salvaje Gangrel cubre su faz y sus zarpas con una capa con capucha y abre la puerta del lugar, dejando entrar delante él al joven Brujah, que se topa con un oscuro lugar, salpicado de sucias mesas con una vela encima de cada una de ellas. El suelo cubierto de paja mohosa emite un fuerte olor a perro mojado. Grupos de criminales se sientan alrededor de cada escasa lumbre y maquinan su próxima puñalada directa a la decencia y a la reputación de Jerusalén.

Poco después de ellos, Celine, Sire de Sven, entra en el local llamando la atención por su condición de esbelta mujer. Sin duda es lo más puro y bello que hay y habrá aquí en mucho tiempo. Las putas presentes la envidian y los sudorosos hombres la miran con lascivia. Altiva, Celine enseña la empuñadura de su espada, amenazante, momento en el que todos bajan la cabeza y continúan con lo suyo.

Alexandrus se sitúa tras ella y mira mal a cada uno de los que escudriñan a su Señora con mana cara. Algún gruñido hace que más de uno se cague encima y salga corriendo del lugar.

Celine y Sven se sientan a la mesa más alejada de la puerta de entrada, la vela tintinea sobre esta y Alexandrus, en pie, guarda las espaldas de la mujer sin quitar ojo a todos los maleantes del local.

Celine, Brujah Sire  de Sven

–Mi querido chiquillo –dice Celine con tono maternal– ha llegado a mis oídos la eterna rivalidad entre viejos Brujah en esta ciudad… –la Brujah mira a los ojos a su chiquillo con verdadera lástima y continúa:

–Uno apoya la cruzada y otro al turco. Guerra y paz ¿pero cuál es la correcta? No estoy familiarizada con la Yihad de los ancianos de mi clan, pero lo que sí sé, es que no veré como se hacen matan, mientras podamos evitarlo.

–Tengo otra empresa para ti –continua Celine– algo más sencillo que encontrar reliquia alguna... Si tienes oportunidad debes mediar entre ellos para que no llegue la sangre al rio. Debemos aliarnos contra el verdadero enemigo: Los Ventrue y los Lasombra. Esos sucios manipuladores que juegan con vidas como quien lo hace con títeres… ¡pues se acabó el juego! –dice Celine mientras golpea la mesa haciendo saltar astillas de la misma y dejando la marca de su puño en la madera.

–Yo hare mis pesquisas y tu haz las tuyas. Entre los dos conseguiremos hacerles entrar en razón –dice Celine.

–Hablando de los Lasombra –dice Sven– he conocido a uno, un sacerdote cristiano, que tiene un espejo en el que se refleja… ¿eso no es posible, verdad? En tus enseñanzas sobre la Estirpe recuerdo que me contaste que los Lasombra no pueden reflejarse en superficies pulidas…

–Interesante… –dice Celine– puede ser un farsante… no te dejes engañar por él.

Tras un silencio que para el vikingo es demasiado extenso…

–Necesitaría unas fundas para mis hachas –dice Sven girando la conversación… ante una atónita Celine.

–¡Sven! ¡céntrate! –dice Celine callando a su chiquillo con su sola mirada.

–Has conocido ya a un Brujah, el mercader ese que os metió en el lio de los Nosferatu. Aprovecha ese hilo del que tirar, seguro que tiene un Señor.

–Recuerda Sven. El clan Brujah debe permanecer unido o nos volverán masacrar como lo hicieron en Cartago. Era nuestro paraíso, los humanos vivían en paz con los Vástagos y los Ventrue nos apuñalaron por la espalda quebrando nuestra paz, por envidia y codicia… como siempre. Esto acabó con nuestro sueño. Házselo pagar Sven. Escupe sobre sus tumbas. No te sometas a ningún Ventrue o Lasombra, antes muerto. –Dice Celine con cara de pocos amigos y su puño derecho cerrado con fuerza ante la cara de su atento chiquillo.

Sven de Scania, Brujah

–He oído que han llegado unos Giovanni a la ciudad. –Continua Celine más tranquila– Uno de ellos se llama Amborgino, es un viejo conocido, puedes fiarte de él y de los suyos. Nos ayudará, por un módico precio o por un favor debido, acepta su mano.

–Ah, saluda a Katja de mi parte –dice Celine– me gustará verla cuando tengamos un respiro y pueda recibirme.

–Así lo haré –dice Sven.

Alexandrus permanece callado en un segundo plano, tras Celine, ella se gira hacia él, lo mira a los ojos y los tres salen del local, no sin despertar cierto interés entre los presentes, que murmuran y rezongan arropados por la oscuridad ante algún rugido oportuno del protector Gangrel.

–Tengo que hacerte una pregunta –dice Sven a su Sire– hemos conocido a una lunática que dice saber cómo dejar de ser vampiresa… ¿tu volverías a ser humana si pudieras?

–No, no lo haría –responde Celine– la maldición de Caín me da muchas ventajas que de otro modo jamás tendría. Por no habar de que soy una mujer en un mundo de hombres… y en la Estirpe eso no está tan mal visto como entre el ganado… no volvería atrás si pudiera…

Sven escucha atentamente y asiente sin hablar. Los tres cainitas salen fuera de la taberna y lo hacen ante las miradas temerosas de los oscuros parroquianos del lugar.

Fuera, Celine, ensilla un robusto caballo blanco y Alexandrus se transforma en lobo color castaño, inquietando al animal, al que Celine tranquiliza acariciando su hocico.

–Recuerda chiquillo –dice antes de irse– juntos somos más fuertes de lo que jamás seremos solos. Rodéate de los más leales, eso te salvará.

El caballo se encabrita poniéndose a dos patas y relinchando galopa por las resbaladizas calles de Jerusalén. Alexandrus en forma de lobo, les sigue raudo, dejando atrás a Sven que se encamina hacia el mercado nocturno que conoció hace unas noches. Tiene algunas compras pendientes y este es el momento adecuado para hacerlas.

Allí Sven, por unas monedas, consigue que un siniestro marroquinero acepte el encargo de realizar unas fundas de cuero para sus hachas hechizadas. El artesano pide una de las fulgurantes armas para hacer perfectamente el trabajo, que tardará tres noches en completar. Sven sabe que no dirá nada sobre la dudosa naturaleza de sus hachas, ya que es evidente que su cuello peligra. Aun así, el Brujah no se va tranquilo dejando allí a Sköll.

 

Aesir Pentagast, Tremere
Aesir Pentagast

Ha tardado pero tras un duro trabajo Aesir ya tiene un refugio protegido con rituales taumatúrgicos, que lo hacen más mucho seguro. El lugar es un viejo templo subterráneo que en el pasado albergó un santuario donde se guardaban y adoraban viejas reliquias cristianas. Estuvo destinado a ser una capilla Tremere pero al final los planes se truncaron por un sangriento enfrentamiento entre cainitas rivales, que acabó arrasando todo y a casi todos por las llamas del fuego purificador.

Aesir es un tipo madrugador, siempre es el primero en levantarse y el último en acostarse. Suele levantarse por lo menos una hora antes que todos los demás vampiros, pese a haberse quedado despierto hasta el amanecer. Aunque haya pasado la noche de caza, cuando el resto de vampiros están torpes, confusos y aletargados, Aesir sigue despierto, alerta y en plena forma a plenitud de facultades. Siempre recuerda haber tenido la capacidad de sobrevivir con menos descanso, al menos hasta lo que recuerda…

En el refugio se encuentra el solo, arropado por el vacuo calor de las velas que iluminan el antiguo, mancillado y derruido santuario.

Tras hacer todos los rituales para comenzar el día, Aesir se encuentra leyendo su grimorio mágico, el grimorio Sin´dorei.

Este libro mágico posee el saber de toda una biblioteca llena de material ocultista, incluye incluso una versión del Libro de Nod. Aesir aun no ha sido capaz de familiarizarse con todo el contenido del vasto conocimiento de este valioso volumen. Tantas veces en momentos de necesidad, este tomo ha arrojado luz sobre las tinieblas, siendo para Aesir de un valor incalculable. Este grimorio fue un regalo de su mentor Ezra, ahora muerto tras ir a Ceoris para acabar con la no vida del propio Tremere. Está fabricado con materiales desconocidos para todos, menos para el propio Ezra. Es un material único, creado por el mismo, que lo protege de los daños ambientales, incluido el fuego, algo que Ezra siempre usaba para sus creaciones mágicas.

El libro está vinculado a la resonancia mágica de Aesir, solo sus ojos pueden ver su contenido. El grimorio almacena un sin fin de datos de un sin fin de materias y Aesir puede aportar a ese vasto almacén de conocimientos más datos aun, escribiendo en las últimas páginas del libro, interminables por cierto. Las últimas aportaciones del hechicero han sido unos rituales para saber de su ubicación, así como para poder invocarlo y “des-invocarlo” a voluntad.

Ggrimorio Sin´dorei, de Aesir

Y es cuando está leyendo el libro que ocurre algo que solamente pasa en contadas ocasiones, algo que Aesir nunca ha conseguido dominar…

El miedo empieza a invadirle y todo a su alrededor comienza a levitar sin control. Las piedras más pesadas vuelan alrededor de Aesir y su grimorio flota en el epicentro de todo este caos físico.

Aesir, henchido de coraje, no sabe por qué está ocurriendo esto, pero es incapaz de controlarlo, ha ocurrido al leer algo concreto. Quizás esté relacionado con su amnesia. Aesir es incapaz de recordar nada sobre su pasado, su familia, su antiguo entorno cuando solo era un humano. Solo recuerda a partir de ser un joven aprendiz de hechicero. Así que puede que esto tenga que ver con su desconocido pasado…

Finalmente todo se tranquiliza y las cosas que volaban en círculos alrededor de Aesir caen al suelo de repente, recuperando su peso físico y armando un estruendo que resuena con eco una y otra vez hasta desaparecer. El grimorio queda abierto por la última página que Aesir estaba leyendo antes de empezar a descontrolarse todo. La última palabra que leyó fue: Giovanni.

El hechicero, lejos de amedrentarse, recoge su grimorio y comienza a buscar en el información sobre los Giovanni:

Son una familia de nigromantes abrazados por los Capadocio, el clan de la muerte. No solo atesoran conocimientos sobe los espíritus y el más allá, también reúnen con recelo múltiples bienes y montañas de capital. En determinados círculos especializados se dice que son los mejores mercaderes de Venecia. Por cierto muy interesados en que se convoque una cuarta cruzada con la que poder ganar pingues beneficios.

Aesir termina la noche rebuscando entre los humeantes escombros de lo que era la capilla Tremere, con la esperanza de que se haya salvado alguno de los libros que guardaba su esotérica biblioteca. Finalmente consigue salvar cinco tomos y se los lleva a su refugio para ponerlos a buen recaudo.


Amborgino Giovanni,
Sire de Vinzenzo
Amborgino Giovanni

Sus huevos iban siempre por delante de él. Es un hombre conocido en la familia y no precisamente por nada bueno ¿Crees que a él le importa una mierda? Por eso camina siempre como si fuera a enfrentarse siempre contra su peor enemigo.

Paso firme, sonrisa atravesada, trajes caros y perfume a muerte… ese es Amborgino Giovanni.

Chiquillo y Sire se encontraban en una mansión de Jerusalén. Era amplia, con estilo y el servicio era eficiente. Tenía salón de invitados, sala de armas, mazmorras y refugios seguros subterráneos. Aun no habían conocido al dueño de tan impresionante dominio pero Don Vinzenzo Giovanni tenía el presentimiento de que en breve lo iba a conocer.

Bonita choza ¿eh Vinzen?... –dijo Amborgino con tono socarrón– Es tuya.

–¿Así de fácil? –preguntó Vinzenzo a Amborgino– ¿seguro que el regalo no tiene truco?

–Así de fácil si… no hay truco alguno, pero no te mal acostumbres, no todo es tan fácil de conseguir –responde Amborgino– El anterior dueño, digamos que hizo algo que nunca se debería hacer si perteneces a la familia Giovanni: traicionarnos.

–¿No me digas que es quien estoy pensando? –pregunta Vinzenzo sonriente.

En ese momento un mayordomo entró en la lúgubre estancia con una bandeja de cristal. Goteaba sangre y sobre ella había una cabeza descompuesta y llena de moscas y gusanos. El sirviente dejó la bandeja con la cabeza en descomposición encima de la mesa, de modo que las cuencas vacías del difunto miraban a los dos vampiros.

Amborgino toma una de las dos copas que la sirvienta le acerca en una bandeja de plata, sin apenas prestarla atención, la otra es para su chiquillo. Brindan por la familia y mientras degustan la exquisita cosecha y degustan el sabor de la excelente Vitae, Amborgino mira la cabeza putrefacta.

–¿No te resulta familiar? –preguntó Amborgino a Vinzenzo– Es tu antiguo domitor Antonio Bespuccio. Incompetente cabronazo hijo de una ramera sifilítica… tiene su merecido. Lástima que no se pueda esclavizar su alma… las perrerías que le haría hacer. En fin… no te merecía. Mejor así.

–Valiente hijo de perra –dice Vinzenzo mientras bebe justo después de su Sire– si, mejor así.

–Antes de matarlo le hice un glifo de los nuestros y convertí su sangre en vino –continua Amborgino mientras un criado trae una serie de barrilitos llenos de vino con el año escrito sobre la madera y los deja ante Vinzenzo– se que te hubiera gustado hacerlo a ti, pero te he ahorrado mancharte los zapatos y así ya tienes el tercio de la cosecha que le debes regalar a Abraham. Sabes que siendo tan anciano, le cuesta más alimentarse…

–Tenía pensado hacerle algún regalo, así que es perfecto. Así lo hare Sire –responde Vinzenzo muy emocionado.

El resto de la conversación transcurre con la atenta mirada de las cuencas agusanadas de aquel que le abrió las puertas a la familia a Vinzenzo.

–Sabes que estás aquí por una tremenda mierda olorosa y nauseabunda. Una de tal envergadura que cubre casi toda la ciudad de Jerusalén. Su olor ha llegado hasta Venecia pasando por las frías e inmensas cavernas de Capadocia.

Han matado a un antiguo de nuestro clan y han tapado el asesinato bajo un montón de cenizas…

Pues bien mi querido Vinzen, deberás desentramar todo este embuste y traerme la verdad clara y cristalina. Quiero saber que ha ocurrido y quien ha sido el culpable de que el clan Capadocio no haya podido prosperar a la sombra del infame clan Tremere.

Amborgino camina por la estancia, dando vueltas con paso sibilino, con la copa en la mano, mientras saborea su bebida carmesí a sorbos distanciados en el tiempo.

–Para ello deberás arrimarte a los neonatos que corretean por la ciudad, como pollo sin cabeza. Puede que debas tragarte más de un sapo, pero recuerda hacerlo con gusto ya que todo lo que haces, lo haces por la maravillosa y eterna familia Giovanni… –dice Amborgino elevando la copa por encima de su cabeza con cierto tono sarcástico.

–¿Te queda claro tu cometido, verdad? –pregunta Amborgino sin esperar tiempo para su respuesta– Yo estaré por aquí, disfrutando de la lectura de la biblioteca de uno de los viejos Capadocio que llevan aquí más tiempo que las piedras, el anciano Abraham, Sire del asesinado Adam. Seguro que tiene algo interesante.

–Cuando hayas desvelado la verdad, veremos cuál es el siguiente paso a dar para recuperar la reputación del clan en la ciudad y si te has ganado la posición de liderar dicho estatus en Jerusalén. Ahora que nos han arrebatado casi todo en estos lares. –Dice Amborgino tocando el polvo de un mueble con un dedo. Y soplándolo después.

–El tamaño de la mierda es enorme, ciertamente –asegura Vinzenzo– después de todo no esperaba quedarme en Venecia mucho más tiempo. Seguro que podemos hacer buenos negocios en Jerusalén…

–Debemos ver a los Capadocio como ese viejo abuelo que ha estado en la guerra y que ahora solo quiere descansar con sus heridas y cicatrices, leyendo un buen texto sobre sus noches pasadas de gloria perdida… son como familiares lejanos, no podemos olvidarles por ello. Al fin y al cabo ellos nos han dado el don de la inmortalidad y debemos agradecérselo eternamente.

Vinzenzo Giovanni, Capadocio

–Estoy de acuerdo –dice Vinzenzo– a los Capadocio les falta la chispa de la emoción y a nosotros nos sobra. Me pondré manos a la obra… ha venido conmigo Bianca Giovanni, mi ghoul investigadora, ella me ayudará con esto.

–No lo dudo –responde Amborgino asintiendo.

–Ve con Dios hijo mío. Espero tus nuevas –dice Amborgino– deberías presentarte a cierta bruja que vive en un lugar al que nadie quiere acercarse: el palacio Arista, en el barrio cristiano. Ella te presentará a los demás.  Dale recuerdos de la firme Celine de parte de un amigo. Recuerda demostrar el carisma Giovanni y no olvides que somos ante todo comerciantes, siempre tenemos lo que los demás quieren y si no, podemos conseguírselo... por un módico precio.

Amborgino abre la puerta de la habitación y hace una reverencia a su chiquillo, Don Vinzenzo Giovanni, en dirección a la salida. Los ojos huecos de Antonio Bespuccio observan todo en silencio, desde la bandeja de cristal. Dejó pasar su oportunidad y caminó por la senda equivocada, esta bandeja es el final de su camino.

–Un placer Sire, –responde Vinzenzo mientras hace una reverencia para despedir a Amborgino, que le corresponde antes de irse– como siempre.

Una vez solo, Vinzenzo da dos palmadas y un criado viene raudo. El Giovanni pide un escriba y poco después uno trascribe sus palabras en forma de invitación a una ceremonia de presentación. Será aquí en su nueva mansión y la invitada será la bruja residente en el palacio Arista. Por supuesto la invitación es extensible a sus allegados, así lo dice la perfumada carta sellada con una inconfundible G mayúscula.

Vinzenzo manda enviar todos los barriles menos uno a Abraham y fija su mirada en la cabeza de su antiguo domitor…

–Intenta defenderte de la familia ahora… ¡hijo de puta! –dice el Giovanni entrando en frenesí y destrozando la estancia a golpes con la cabeza, que queda hecha pulpa en el suelo, junto a miles de trocitos de cristal de la carísima bandeja. Vinzenzo sale del liberador frenesí permitiendo a sus criados que limpien y arreglen todo el desaguisado que deja tras de sí y apunta:

–No os olvidéis de quemar y deshaceros de esos despojos –dice Vinzenzo señalando con desprecio los restos de la cabeza de Antonio Bespuccio, el traidor que una vez lo vendió a un Lasombra por una deuda.

 

Palacete Arista,
Refugio de Katja
La carta

Aesir, Sven y Katja se encontraban reunidos en el palacete Arista. Por dentro parecía una escombrera, efectos secundarios de la hechicería Koldúnica de la Tzimisce.

Aesir no reconoció el nuevo aspecto de Katja. Parecía una vieja bruja octogenaria, con las uñas afiladas y mirada penetrante. Katja reunió a todos para invitarles a una presentación de un nuevo cainita Capadocio, que al parecer acababa de llegar a la ciudad, su nombre Vinzenzo Giovanni.

Katja les puso al corriente de los recientes movimientos de la perra de su rival, Danielis de Patras. Por eso preguntó por la biblioteca del difunto Capadocio llamado Adam, en ella debía estar el diario que quería Danielis y Katja desea conseguir. Aesir recordó a sus compañeros que Adam fue diabolizado de la forma más cruenta y despreciable posible, poco antes de que alguien arrasara la capilla Tremere quemándola hasta los cimientos, con él dentro. Suerte que Aesir pudo escapar, aunque la visión del crimen de la caníbal Nosferatu no se le irá de la cabeza en mucho tiempo.

La conversación les lleva a hablar sobre su inestable situación. Katja está cansada de no tener un lugar digno en el entramado político de Jerusalén. Sven no tiene nada que aportar a este supuesto, mientras que Aesir tiene claro que es apenas un neonato recién liberado y sus aspiraciones son menores que las de la hechicera Tzimisce.

Finalmente Katja enseña la invitación del Capadocio Giovanni y ella quiere extender a los dos presentes. Al parecer la presentación será en una mansión de construcción italiana situada en el barrio judío.

 

Justicia Giovanni

Aesir y Katja hablan por el camino de cómo defender los refugios y el hechicero le dice a la bruja que tiene formas de hacerlo, con rituales taumatúrgicos. Ambos concluyen que no sería tan difícil traducirlos a magia Koldúnica o incluso aprender Taumaturgia, un pecado mortal para cualquier Tremere. Quizás en un futuro no muy lejano puedan intercambiar conocimientos arcanos que puedan beneficiarlos a ambos. Sven los escucha caminando a su lado, pero no entiende nada, hablan en otro idioma para él.

G de Giovanni

Una vez habían traspasado las murallas del barrio judío se encontraron ante una imponente mansión. Frente a ellos una verja de metal negro con una tremenda y elaborada G mayúscula a la altura de sus ojos, les daba la bienvenida. La puerta metálica se abrió de par en par, nadie la había empujado, pero quedaba claro que alguien quería que pasaran.

El jardín a la suave luz de la luna era un oscuro poema, causaba temor al mismo tiempo que calma infinita. En el sendero de piedras serpenteante se encontraba Bianca, sirvienta de su anfitrión. Era una mujer fría y distante, muy observadora, que con pocas palabras guio a los personajes hacia el interior de la espaciosa mansión. Ostentosamente imponente, derrochando estilo y con estructuras de calidad, así era el refugio de Don Vinzenzo Giovanni. A su paso dejaban atrás obras de incalculable valor y una delicada  decoración de estilo veneciano.

Al fin llegaron a su destino: un salón comedor con una enorme mesa rectangular, preparada al detalle para cuatro comensales. En cada una de las esquinas, un criado y de fondo se escucha a los músicos amenizar la velada desde un foso cercano.

Mansión Giovanni

Aesir observa con detenimiento las obras de arte, mientras Katja y Sven se sientan en dos de las cuatro sillas disponibles.

Un criado impecablemente vestido porta una bandeja de plata pulida y sobre ella cuatro copas de cristal y una tinaja con vino decantado.

–Permítanme decirles que la cosecha de este año ha sido excelente –dice el criado sirviéndoles una copa a cada uno y dejando la cuarta servida en el lugar libre que preside la mesa– el Don, vendrá pronto.

El sabor del denso brebaje es intenso y especial, es sangre pero mezclada con vino, y de una forma que no causa nauseas a los cainitas al probarlo, como sucedería si fuera vino corriente. Su elaboración es enigmática y el aroma de la uva fermentada choca con su excelente sabor. Nunca han probado nada igual, acentúa la experiencia de alimentarse de Vitae, que ya de por sí, es algo increíblemente placentero.

Entra Don Vinzenzo Giovanni, el anfitrión de esta intima velada. Su apariencia es la de un oscuro noble mediterráneo. Su capa negra de la mejor calidad y su espadón ricamente forjado, dan detalle a un vástago pálido, con los rasgos finos y el cabello largo y rubio. Su porte es claramente superior y en su actitud hay soberbia y poderío.

 El Giovanni hace una reverencia a sus invitados y se presenta formalmente:

–Gracias por acudir a mi invitación –dice Vinzenzo en tono agradable– soy Vinzenzo Giovanni, chiquillo de Amborgino Giovanni, del clan Capadocio.

–Soy Katja Janosz, Tzimisce –dice Katja mientras Aesir toma asiento en la única silla libre, frente a la Tzimisce.

–Un placer señora… o señorita –dice Vinzenzo haciendo una reverencia.

–Sven, Brujah –dice Sven.

–Brujah, como Celine –responde Vinzenzo.

–Celine es mi Sire y le manda saludos –añade Sven ante la aprobación de Vinzenzo que hace un ligero gesto bajando la cabeza y cerrando los ojos sonriente.

Todos los presentes miran a Aesir, que permanece en silencio. Katja rompe el incomodo momento:

–Este es Aesir… el misterioso –dice Katja.

–¿Clan? –pregunta Vinzenzo dirigiéndose a Aesir.

–Solo Aesir –sentencia el hechicero no queriendo dar más detalles al respecto.

El inicio de la conversación gira en torno al clan Giovanni y Aesir explica sabiamente que son nigromantes y mercaderes de éxito. Este tema les lleva a los mercaderes de Jerusalén y salen a la palestra un par de nombres, Yusuf el Brujah y Varsik el Ravnos. Pero toda esta introducción les lleva al verdadero asunto por el que Vinzenzo está aquí: el mortal incidente con el clan Capadocio.

–Buscamos la biblioteca de Adam, Capadocio, de tu clan, de aquí de Jerusalén –dice Katja.

–¡Qué casualidad… ! –añade Vinzenzo– estoy aquí por Adam.

–Está muerto –sentencia Aesir bebiendo un sorbo del vino de sangre y saboreando el exquisito elixir.

–¿Es de su gusto el vino? –pregunta el Giovanni a Aesir.

–¿Filandro? –pregunta Aesir saboreando.

–Eneldo –responde Vinzenzo sonriente.

–¿Puedo preguntar cuál es su procedencia? –pregunta Aesir mirando a su anfitrión a los ojos.

–Cosecha traicionera –responde Vinzenzo cerrando ligeramente los ojos y apurando su copa.

Sven no quita ojo a las bandejas de plata que portan los criados, no le gustaría tocar una de ellas, es tremendamente alérgico a ese jodido metal.

–Katja, y allegados, os he reunido aquí –explica Vinzenzo en tono elevado– por vuestra cercanía con Adam, el Capadocio asesinado. Este crimen no puede quedar impune. Mi poderoso Sire ha dispuesto para que yo medie en este caso. Digamos que a los Capadocio no se les caracteriza por ser un clan de vampiros muy activos, así que para eso estamos nosotros los Giovanni, una familia invitada al seno del clan de la muerte para ayudar en esta delicada situación. Es para mí de vital importancia desvelar el misterio de su muerte.

Aesir mira a Katja esperando su reacción que de momento es expectante ante el enigmático veneciano.

–Estoy dispuesto a deberles un favor por esta información –dice Vinzenzo sirviendo más vino en su copa.

–Adam era aliado de mi chiquillo Vadjanosz –dice Katja con cierto dolor en su rostro– Yo respeto su relación. Ahora ambos están muertos por causas que escapan a nuestro control.

–No acuso a nadie… –aclara Vinzenzo.

–Las circunstancias de la muerte de Adam fueron vergonzosas y aberrantes –dice Aesir verdaderamente dolido– pero la culpable está muerta.

–Estamos hablando de Adam, chiquillo de Abraham, alguien tan viejo como el tiempo, e igual de poderoso –dice Vinzenzo– alguien tiene que pagar…

–Adam fue diabolizado por una hija de puta –dice Aesir con rabia contenida.

–¿Como y quien fue la culpable? –pregunta Vinzenzo muy interesado en la respuesta.

–Se llamaba Salma –cuenta Aesir con cierta dificultad– era una neonata Nosferatu que había servido a un Assamita cuando fue humana. Era una asesina entrenada y por esto no le costó nada diabolizar a Adam, un estudioso y no un guerrero. Fue recién abrazada por Hannah, una inconsciente Nosferatu que quería ampliar el clan a toda costa. Salma se escapo de nuestro cautiverio y acabó matando a Adam en la capilla Tremere antes de que esta ardiera conmigo dentro… yo vi como terminó el Amaranto, momento en el que absorbía el alma y la esencia de Adam. Solo sé que Adam no pudo defenderse… y que el acto de canibalismo fue cobarde y de un ultraje máximo. Yo tampoco pude hacer nada para evitarlo, me hubiera gustado hacerlo.

–Me da pena por el… –dice Vinzenzo conmovido– ¿y su asesina?

–Fue un asunto muy turbio –continua Aesir– Salma fue ajusticiada, desmembrada sin perdón alguno por su Señor Nosferatu. Su Sire, Hannah, también fue castigada por su familia…

 –¿Cómo fue castigada? –pregunta Vinzenzo– ¡fue culpable de la diablerie de un antiguo!

–No lo sabemos –responde Aesir– solo sabemos que no quisieron decir que iban a hacer con ella, pero seguro que fue un castigo a la altura, a juzgar por la cara del Sire de Hannah, Ephraim, cuando le preguntamos por ello.

–No me parece suficiente –dice Vinzenzo increpado– Hannah debe pagar por la muerte de Adam ¡y los Nosferatu no pueden protegerla!

–Suerte señor –dice Aesir en tono sarcástico.

–Quizás no sea tan buena idea llegar al fondo del asunto –dice Katja dirigiéndose al veneciano  es un tema de Nosferatu, donde la culpable ya está muerta. Hannah, su Sire, no la había reclamado, así que está en duda que fuera su Sire solo por abrazarla sin permiso… pero lo que sí sabemos es que fue castigada por los Nosferatu. A mi juicio, no hay nada más que hacer.

–Yo la podía haber matado –dice Aesir– incluso me lo pidió de rodillas, pero dejarla con vida, después de lo que había acontecido con la prole desbocada que había creado sin permiso… los remordimientos y la culpa eterna es el peor de los castigos, la muerte solo hubiera sido un alivio para ella, no la merecía.

–Pero nosotros somos los responsables de nuestros hermanos –dice Vinzenzo no conforme– hay otras formas de castigar ese agravio…

–No sé cuánto tiempo llevas en Jerusalén… –dice Aesir.

–Una noche –responde Vinzenzo.

–Aquí hay cosas que no se han de molestar –continúa Aesir con cierta intensidad en sus palabras– y una de ellas es: ¡Kothar el Profeta!

–Nosotros tenemos a Abraham –dice Vinzenzo– que es tan viejo y poderoso como Kothar… y a Varsik, el Ravnos, antiguo influyente en el comercio de toda Tierra Santa… yo voy de parte de la familia, ¡deben darme explicaciones!

–Recibió su castigo –dice Katja– apropiado o no, no nos han pedido consejo al respecto. No podemos pedirles responsabilidades ni reclamar nada ya. A mi parecer Kothar ha actuado apropiadamente y no creo que haya poderes similares al del anciano Nosferatu. Poco podemos discutir… ni tampoco en su momento pudimos, aunque no nos gustara su decisión… yo me quedé con ganas de crucificar a los ghoules de mi chiquillo, Drazen y Goran, a los que también abrazaron y se acabaron quedando en su colonia de Hinnom, como Nosferatu.

–Debería ir a ver qué ha ocurrido para satisfacer a mis antiguos. –Dice Vinzenzo.

–No te lo aconsejo –dice Katja– la culpable ya ha pagado y su Sire también.

–Me habéis dado más información aquí en esta velada, de la que podía haber descubierto en todo un año de investigación –dice Vinzenzo dirigiéndose a los presentes– ¿Qué pago queréis por ello? ¿Qué puedo hacer por vosotros?

–No es necesario pago alguno –responde Katja– como te he dicho Adam era aliado de mi chiquillo. Me siento en deuda por su muerte, así que estoy gustosa de haberte informado. Solamente me gustaría tener acceso a la biblioteca de Adam, petición que extendería a quien pertenezca ahora…

–Puedo ser yo… –dice Vinzenzo pensativo acariciándose la barbilla y mirando a la lámpara de araña.

–¿Que buscáis? –pregunta Vinzenzo.

–Un diario, no sé exactamente su contenido –responde Katja.

–¿Para quién? –pregunta de nuevo un curioso Vinzenzo.

–Danielis de Patras –responde Katja apretando los dientes.

–La conozco, es de nuestra quinta y poder –dice Vinzenzo.

–¿Vas a dejarnos leerlo antes de dárselo? –pregunta Aesir sin recibir respuesta de Katja.

–Se me ocurre algo –dice Vinzenzo sonriendo– os propongo lo siguiente: Si puedo conseguir ese diario, vosotros podéis decirle a Danielis que yo lo tengo y que debería negociar conmigo para conseguirlo. Todos ganaríamos.

–Creo que sería mejor ir a las claras –dice Katja– puede que ese diario solo tenga para ella un valor sentimental y no sea algo valioso por lo que negociar.

–Igualmente podemos fijar un precio –rebate Vinzenzo.

–Hablando de precio –dice Aesir aprovechando– si quieres saldar tu deuda con nosotros… ando buscando un ghoul…

–El favor es para todos, en conjunto, no un favor para cada uno –puntualiza Vinzenzo ante el sagaz hechicero.

–¿El favor de un Giovanni por un ghoul? –pregunta Katja mirando a Aesir.

–Te voy a dar yo un consejo gratis –dice Aesir viendo truncada su estrategia de conseguir tajada– si vas a Hinnom, no volverás con vida.

–Ese Ephraim, Sire de Hannah –dice Vinzenzo– ¿quizás es más accesible?

El final de la conversación se centra en el dinero, el poder y la codicia, enlazado con la rival de Katja, Danielis de Patras.

Aesir le insinúa a Vinzenzo que puede crear oro con su magia, pero resta importancia a tal argucia. El Giovanni sin embargo le deja claro que el oro es lo que mueve el mundo y que podría ser muy provechoso en las manos adecuadas.

Mientras los cuatro vampiros se encuentran enfrascados en su apasionante conversación, Bianca, la ghoul de Vinzenzo se acerca a este con sumo cuidado y en voz baja, al oído, le alerta de que un mercader se encuentra en la puerta de la mansión preguntando por los invitados. El Giovanni se excusa de sus invitados y se dirige a recibirle personalmente.

 

Yusuf, Brujah
Las palabras de Yusuf

El mercader de tez oscura y ropajes característicos de los musulmanes, tiene una charla en privado con Don Vinzenzo en la que pregunta por sus invitados. El Giovanni se siente ultrajado por semejante ruptura de etiqueta y pregunta quien desea con tanta urgencia verse con sus invitados. El mercader viene enviado por Yusuf, del clan Brujah. Vinzenzo hace tragar saliva al mercader y le pide un lugar y una hora de encuentro. Yusuf se lo da: el estanque de Ezequías esta misma media noche.

Don Vinzenzo vuelve a la velada y les informa a sus invitados lo ocurrido. Estos le explican su turbulenta relación con Yusuf, el Brujah. Fue él quien, en nombre de un misterioso señor desconocido, pidió a los personajes que encontraran para él una serie de ghoules huérfanos de señor. Si lo hacían tendrían el favor de un poderoso señor Brujah. Todo salió mal porque estos ghoules fueron abrazados sin permiso por la Nosferatu llamada Hannah y esta historia enlaza con la que acaban de contar a Vinzenzo esta misma noche, ya que Yusuf fue quien les metió en semejante lio. Como todo salió mal, se enfadó con los personajes amenazándolos con enemistarse con su señor por haber fracasado tan estrepitosamente en su cometido. Por lo que las relaciones con el mercader Brujah no se encuentran en el mejor de los estados.

Los tres vampiros deciden ir a la reunión y Vinzenzo, con su permiso, decide acompañarles, seguro que puede sacar algo jugoso de todo esto.

Estanque de Ezequias (Barrio Cristiano)

El estanque de Ezequías se encuentra en el barrio cristiano. Se cree que este pequeño estanque de agua dulce pura tiene su origen en el acueducto construido por Ezequías. Aunque pocos lo crean así, hay cierto número de gente que afirma, sin ningún género de dudas, que sus aguas gozan de propiedades sanadoras. Sea como sea, las aguas son frescas y el estanque a menudo sirve como lugar de reunión y punto de encuentro. Y esta vez será lugar de encuentro de cinco Vástagos.

Descendiendo apresuradamente por una de las calzadas aparece Yusuf. Es claramente un mercader musulmán de linaje persa de baja estatura, entrado en carnes. Luce anillos y otros adornos que indican su posición dentro de la comunidad de mercaderes. Por lo que le conocen los personajes se muestra locuaz entre aquellos que pueden serle útiles. Su natural hospitalidad le ha hecho ganar la confianza de muchos contactos.

–Buenas noches Vástagos –dice Yusuf haciendo una reverencia ante los presentes y presentándose a Vinzenzo que no lo conoce– Mi Sire os dará una oportunidad de enmendar vuestros fracasos en la empresa que intentasteis hacer para él. Mi señor pide que para ello invitéis y traigáis con vosotros a Jeanette D´Avignon, la Malkavian. Quizás eso pueda calmar su ira a propósito de vuestra pifia con el asunto de los ghoules abrazados Nosferatu… No voy a engañaros, no creo ni una palabra de esa lunática de Jeanette. Es evidente que todo lo que larga son paparruchas… pero mi opinión no es relevante, tengo órdenes que cumplir y a vosotros os interesa agraciaros con mi señor.

–Tus poco veladas amenazas tendrían más efecto si supiéramos a quien respetar, tu señor… Sire… –responde Katja tomando la iniciativa.

–Tendréis el placer de conocerle en persona si aceptáis su generosa invitación –responde Yusuf sonriendo ampliamente.

–La muerte del Antiguo Capadocio Adam –dice Vinzenzo con tono amenazante– fue iniciada por un mero comercio de ghoules…

–Reducir una tragedia tal a un paralelismo como ese, no es justo Vinzenzo –responde Katja defendiendo al Brujah del ataque dialectico del Giovanni.

–Si no hubiera comenzado ese mercadeo, Adam seguiría con vida –dice Vinzenzo a Katja subiendo un todo su voz.

La discusión entre ambos hace que disten de opinión y Yusuf rompe la tensión entre ellos tomando la palabra.

–Mi señor quiere conocer a Jeanette. Traedla y esto os hará enmendar vuestro agravio. –Reafirma Yusuf.

–No sé quien es tu señor, así que no se dé quien estoy enemistado –dice Aesir intentando sacarle el nombre.

–No es vuestro enemigo –dice Yusuf– no os gustaría serlo… no sé si he dicho que es el Brujah más poderoso y viejo de Tierra Santa…

–No sé porque te pones a la defensiva –justifica Aesir– nosotros no hicimos nada malo, simplemente hubo factores ajenos a nosotros que no nos permitieron cumplir, y lo sabes bien.

Vinzenzo utiliza su empatía para sentir si Yusuf realmente siente lo que dice o por el contrario está de farol y simplemente quiere arreglar el desaguisado, quedando bien ante su señor. Y efectivamente está de farol, parece que no está siendo sincero sobre el enfado de su señor. El Giovanni está cansado de escuchar a mercaderes embusteros y vende-biblias en Venecia y ha calado rápidamente a Yusuf, tras su charlatanería y arrogancia hay miedo y responsabilidad, quizás lealtad extrema, mal orientada.

–Señor Yusuf –dice Vinzenzo dejando descolocado al mercader Brujah– creo que ha habido un malentendido. Quizás podamos ayudar a su señor si tenemos cierto incentivo. Digamos que queremos mejorar nuestro estatus, y aceptamos su encargo… en ese caso ¿su poderoso señor podría darnos una recomendación?   

–Ciertamente –dice Yusuf agradado por las palabras del veneciano– veo que comenzamos a hablar el mismo idioma, no por nada los Giovanni tenéis cierta reputación de granes mercaderes en Venecia. Ahora solo tienes que explicárselo a tus compañeros para que lo vean tan claro como vos.

–Sven –dice Vinzenzo dirigiéndose al Brujah varego– creo que como Brujah seguro que te interesa conocer a su señor.

–Si –responde tajantemente el vikingo.

–Los pecados del chiquillo no debería pagarlos el Sire –dice Katja en tono enigmático dirigiéndose a Yusuf.

 –Os dejaré que lo discutáis en la intimidad, durante unos minutos, para que decidáis quienes vais y volveré para llevaros ante mi señor –dice Yusuf alejándose y perdiéndose entre las callejuelas del barrio cristiano.

Los cuatro vampiros se quedan discutiendo, en voz baja, alrededor del estanque para ver qué decisión poder adoptar ante tal disyuntiva.

–¿Y si la mata? –pregunta Aesir sin cortarse ni media.

–Nos vamos –responde Vinzenzo sin ningún tipo de escrúpulo ni conciencia.

–Me da igual si la mata. Y si se mente con nosotros, entonces seré yo quien le cortaré la cabeza. –Dice Katja sin despeinarse.

–Las tradiciones dicen que no se puede matar vampiros. –Dice Aesir.

–A no ser que ocurra en tu dominio, Katja –dice Vinzenzo acariciándose la barbilla suavemente y mirando a la Tzimisce– en ese caso, es tu dominio y tienes derecho a matar a quien te amenace en el, eso también lo dicen las Tradiciones.

–No es mi dominio, lo he reclamado y nadie me lo ha revocado… –apunta Katja.

El Giovanni y la Tzimisce hablan sobre el palacete Arista, actual dominio y refugio de Katja y esta le dice que requiere una reforma urgente, pero no dispone de recursos, ni de personal para poder afrontarla. Vinzenzo se ofrece a ayudarla con sus recursos en pro del beneficio de su futura relación.

–Creo que nos toca elegir –continua Katja– yo veo más posibilidades de beneficio que de perjuicio.

Al final deciden por unanimidad que será lo mejor acudir al encuentro con el señor Brujah de Yusuf.

Yusuf regresa, acoge la noticia con gran alegría y les agradece a los personajes su acertada decisión. Quedarán mañana a media noche ante la cúpula de la Roca y vendrán con Jeanette. Así lo acuerdan, Vinzenzo y Yusuf se dan la mano cerrando el trato con una amplia sonrisa del Brujah y una mirada cómplice del Giovanni.

 

El encuentro con la madre

La noche siguiente, tras hacer tiempo para cuadrar bien la cita con Yusuf, Katja propone ir a buscar a Jeanette, y todos los demás Vástagos la acompañan. Vinzenzo decide ir también, ha encajado perfectamente en el grupo y desde fuera parecería uno más de ellos.

Caminan por el barrio musulmán y se encuentran en el último lugar donde la vieron, hace solo unas noches. Jeanette está pletórica de felicidad. La zíngara baila y da piruetas encaminándose hacia el grupo de vampiros. Una vez ante ellos abraza a Katia fuertemente, la Tzimisce apenas corresponde su abrazo pero no se siente incómoda. La Malkavian tiene su muñeca abrazada como si de verdad se tratase de una niña de carne y hueso.

Jeanette D´Avignon, Malkavian

Katja presenta a todos a Jeanette y esta presenta a su vez a su muñeca como su hija Eina. La Tzimisce toma la palabra y le explica la situación, debe acompañarles a conocer a un Brujah poderoso, el lo ha pedido, aunque ellos no le conocen. Jeanette accede muy fácilmente preguntando a Katja si puede fiarse del extraño. Katja, sin tenerlo claro, le asegura que estarán juntos en esto, para lo bueno o para lo malo y Jeanette asiente feliz.

Por el camino a la cúpula de la Roca, donde han quedado con Yusuf, Katja le cuenta el encuentro que tuvieron con el padre Rustucci, Lasombra del barrio cristiano, y la animadversión que tiene hacia Jeanette. A la Malkavian le trae bastante sin cuidado, mientras pueda estar con su hija, el resto le da bastante igual.

 

Encuentro con Azif 

Se encuentran en el Monte del Templo, uno de los lugares más sagrados de Jerusalén. En él se encuentra, la Cúpula de la Roca, el Muro de las Lamentaciones y la iglesia del Santo Sepulcro.

Todos los vástagos presentes deben pasar una prueba de coraje ante la fe, y todos ellos responden con valentía controlando sus instintos de supervivencia, que les alertan para que huyan despavoridos del lugar.

Mezquita de Al-Aqsa,
La Cúpula de la Roca

Ahora mismo están ante la imponente Cúpula de la Roca, en el lado noroeste del monte, también conocida como la última mezquita. Es una de las tres únicas mezquitas a las que los musulmanes pueden peregrinar,  junto con la Meca y Medina.

La cúpula se eleva a 32 metros y se extiende 18 metros sobre la Roca del Templo, la piedra desde la cual el Profeta Jesucristo ascendió al Cielo, el llamado: Viaje Nocturno del Profeta. La Mezquita fue edificada alrededor de esta sagrada Roca.

Yusuf se encuentra esperándoles y sonríe al ver a Jeanette. Les saluda a todos alegremente y les conduce a un oscuro y amplio almacén donde se encontrarán con su señor Azif.

Se encuentran en un almacén de especias y el olor inunda la estancia. Los sacos con especias de toda la región llenan el lugar de una forma ordenada.

Yusuf les guía hasta una pequeña oficina, donde se organizará la gestión del almacén y en ella hay un peculiar hombre que se levanta al verlos y se presenta como Azif, matusalén de cuarta generación del clan Brujah.

Todos los presentes se quedan boquiabiertos al escuchar su generación… ¿chiquillo del primero de los Brujah? No puede ser… y si lo es, la ciudad Eterna, Jerusalén, puede ser el lugar donde un Matusalén descase, así que no es tan descabellado…

Azif, Matusalén Brujah

Azif es un mercader de piel oscura para ser un Cainita. Lleva el pelo rizado y muy corto, y se viste de blanco y gris. Está a todas luces acostumbrado al dinero y a ser el centro de atención, se mueve con un aire de carismática opulencia.

Todos se presentan como lo hacen habitualmente. El Brujah mira a Jeanette y agradece a los personajes su gesto y da por olvidado lo acontecido con los ghoules. Están en paz. Interesado y asombrado por Jeanette le pregunta por su profecía para liberarse de la maldición cainita.

Ella se lo cuenta entusiasmada y en ese momento, la Malkavian pone los ojos en blanco y arrodillada.

Tiene una visión que la hace llorar. Azif, la abraza y limpia con cuidado sus lágrimas de sangre. La mira como quien ve a un hacedor de milagros. Azif parece encariñado de Jeanette y claramente la toma en serio. Parece que han hecho buenas migas. El Brujah promete ayudar a la Malkavian y a su hija a ser humanas.

–Mi Sire me encargó una misión –dice Sven interrumpiendo la conexión entre el anciano Brujah y la Malkavian– me dijo que dos viejos Brujah estaban enemistados y debía ayudarles a alcanzar la paz ¿Cuál es tu punto de vista sobre esto?

–¿Paz entre cruzados y musulmanes? –pregunta Azif sin esperar respuesta– Soy firmemente anticristiano y musulmán acérrimamente militante. La promesa de erradicar a los infieles arde oscura en mi espíritu. Deberías preguntar a la otra parte y preguntarle si realmente quiere la paz…

–¿Como se llama la otra parte? –pregunta Sven.

–Bonifacio –responde con desprecio Azif.

–Hablaré con el –dice Sven.

Azif, como si ver a Jeanette le diera la vida, la mira y se le cambia la cara amarga que se le había quedado al hablar de Bonifacio. Ambos, la Malkavian y el anciano Brujah, se han caído bien y parece que conectan a la perfección.

Yusuf entiende las señales de su señor y conduce a los personajes fuera del almacén, dejándole a solas con Jeanette.

–¿No creeréis a una loca como Jeanette verdad? ¿Convertirse en humano después de haber muerto y ser un vampiro? –pregunta con cierto descontento–  Os pido por favor que alejéis a esa lunática de mi Señor, no quiero que le llene la cabeza de historias inventadas que le den falsas esperanzas, la maldición cainita no se cura. Y la necesidad de creer de mi Sire es algo que le hace especialmente vulnerable a la palabrería de la Malkavian.

–Según me habéis contado, la visión de Jeanette es su muerte –dice Aesir– ¿no os habéis dado cuenta? El calor del sol en sus caras es la descripción de su muerte definitiva.

–Sí, la verdad es que sonaba a su muerte –reitera Katja que escucho la profecía a viva voz– pero la profecía no habla de Azif…

–¿Y eso de que Azif es un cuarta generación? –dice Vinzenzo mirando a Yusuf– es tu Sire… por lo cual tu eres un quinta… ¿me equivoco?

–No lo soy… pero si, él es mi Sire –dice Yusuf zanjando el asunto. Seguro que hay alguna explicación para que Azif sea de esa generación, puede haber diabolizado… ¿pero a alguien de cuarta generación? Todo en esta historia es tremendamente elevado y poderoso. Muy por encima de las compañías que frecuentan los presentes.

–Os pido que hagáis entrar en razón a Jeanette –dice Yusuf– alejadla de mi Sire, no será bueno para nadie, os lo aseguro… vosotros podéis convencerla.

–Hablaremos con ella –dice Aesir mirando al Brujah.

–Si lo conseguís, tendréis mi favor eterno –asegura Yusuf.

–Y de enemigo a tu Sire… –apunta Vinzenzo.

–No –eso no ocurrirá– se olvidará y se centrará en otros asuntos más vitales para la propia Jerusalén.

–Hablaremos de negocios Yusuf –dice Vinzenzo convencido de que el Brujah dice la verdad.

 

¿Vamos donde Rustucci?

–Se me ocurre como podíamos saber dónde encontrar a Bonifacio –dice Katja– por lo que se deduce del odio de Azif, es un cruzado o alguien afín al cristianismo ¿verdad? Conocemos a alguien que encaja en esa facción y seguramente sepa dónde está: el padre Paliuro Rustucci, Lasombra. Yo no tuve muy buena conexión con él la ultima vez –dice mirando a Aesir.

–Yo no estoy interesado en conocerle –responde el hechicero mirando a Sven.

–Yo… –dice Sven– la última vez que lo intenté, mis miedos internos me hicieron huir de su dominio, debería superarlos ¿me acompañarías? –pregunta el vikingo dirigiéndose a Vinzenzo Giovanni.

–No quiero presentarme sin más donde él –responde Vinzenzo.

–Puedes aprovechar para tratar con él tus asuntos y negocios, y de paso preguntar por Bonifacio –dice Katja.

–Eso me gusta más –añade Vinzenzo.

–Horus, ve a por una botella de vino especial para regalarle al padre Paliuro –susurra Vinzenzo al viento, a la nada…

Nadie entiende muy bien a quien habla el Giovanni, pero pueden especular que no está dirigiéndose a nadie de este mundo.

–Sven, puedes superar tus miedos y acompañar a Vinzenzo –dice Katja– sería algo apropiado que un comerciante adinerado lleve un buen guardaespaldas, y nada mejor que un Vikingo Brujah para el trabajo.

–Sven, aprovecha para fijarte en su espejo –dice Aesir– ese en el que se refleja, aun siendo Lasombra. Fíjate si tiene runas, marcas o algo peculiar.

Sven asiente pensativo.

Bianca, ghoul de Vinzenzo, viene unos minutos después con un pequeño cofre para regalo donde hay una botella de su vino especial.

–Gracias Bianca –dice amablemente Vinzenzo a su ghoul recogiendo el cofre– necesito algo más de ti. Deberás buscar el refugio de Abraham y preguntar por la señora Pods. Ella deberá pedirle a su domitor un manuscrito en griego, posiblemente un diario, tiene que ver con una Toreador griega. Es todo lo que se.

La sirvienta asiente con la cabeza y silenciosa desaparece en las sombras para cumplir su cometido.

Vinzenzo y Sven se dirigen al Santo Sepulcro, lugar donde se podrán encontrar con el nombrado Lasombra, por lo que dicen viejo Príncipe de Jerusalén.

Aesir y Katja, los hechiceros del grupo, deciden ir a hacer una visita a Abraham, el anciano Capadocio, quizás puedan encontrar el manuscrito que la Tzimisce necesita.

 

Santo Sepulcro

El Santo Sepulcro

Siguen la vía dolorosa, que fue la ruta que Jesucristo hizo a través de Jerusalén en su camino desde el pretorio hasta el lugar de su crucifixión en el monte Calvario.

Esta vía también es famosa como el tramo principal de las calles para vendedores de cualquier producto imaginable. Desde lo mundano hasta lo arcano, hay muy poco que no se pueda comprar si sabes con quien hablar.  La mayor parte de la mercancía vendida en el “Mercado Nocturno” es robada o ilegal. Los vendedores de esta área no necesitan bazar para pregonar sus productos. Son sombrías figuras en lóbregos rincones.

Aquí es donde Sven ha encargado sus fundas, pero aun no las tiene listas, así que no se molesta ni en saludar.

La vía va a dar a la iglesia del Santo Sepulcro, que ha sido levantada y destruida varias veces. Su última reconstrucción casi rivaliza en extensión y grandeza con el Monte del Templo.

Los monjes que allí moran los pillan husmeando y los llevan ante el Padre Paliuro Rustucci, que se encuentra en una modesta  iglesia situada frente a la iglesia del Santo Sepulcro.

La fe que se destila en el aire de este lugar no es ni de lejos la que puede haber en el Santo Sepulcro, ambos Vampiros se sienten incómodos pero ambos mantienen el tipo sin huir del lugar, como sus impulsos primarios les aconsejan.

Sven, la ultima vez no fue capaz de cruzar el umbral de la puerta que les adentraba en la iglesia y huyo como alma que lleva el diablo, en dirección contraria a este Sagrado lugar. El Terror se adueño de sus actos y no pudo pensar con claridad hasta que no dejase de sentir la guadaña de la muerte sobre su gaznate. Pero esta vez su coraje hace acto de presencia y le ayuda a superar su miedo, apretando los dientes, los puños y haciendo un gasto desmesurado de fuerza de voluntad.

Padre Paliuro Rustucci,
Antiguo Lasombra

Sven y Vinzenzo son escoltados por dos monjes que los conducen a una pequeña biblioteca situada bajo la sacristía, pasando un modesto osario. Iluminado por velas nuevas, se encuentran con un imponente sacerdote Católico Romano. El Padre Paliuro Rustucci de humano fue un hombre moreno y hermoso, el ideal de hombría genovesa que aún conserva en su compostura, añadida a una ominosa apariencia. Aunque se dibujan arrugas en su carne, seguramente ocasionada por los tormentos que padece cada noche, su hipnotizante aspecto de hombre santo es suficiente para causar el mayor confort o el más sumo terror, según lo necesite.

Las sombras envuelven todo y el padre Paliuro se presenta:

–Buenas noches Vástagos –dice el padre– soy Paliuro Rustucci, Antiguo Lasombra ¿Quién sois y porque venís a mi dominio?

–Soy Don Vinzenzo Giovanni, del clan Capadocio –dice Vinzenzo sacando el pequeño sarcófago bajo su capa y acercándoselo a Rustucci.

El Lasombra lo coge y sonriendo lo abre, saca una esbelta botella de vino y agradece el detalle.

–Soy Sven, del clan Brujah –dice Sven rompiendo la etiqueta descaradamente mientras Rustucci ve el regalo.

Rustucci cambia un poco el rictus mirando a Sven y se sienta en su sillón de madera labrada.

–¿Y bien? –pregunta el Lasombra mirando a Vinzenzo y sonriendo de nuevo.

–Acabo de llegar a Jerusalén –dice Vinzenzo haciendo una reverencia– tengo un dominio en el barrio judío y quería presentarme a vos para prestarle mis respetos.

–Veo por vuestra vestimenta que sois de Venetto –dice Paliuro– italiano. Cristiano y hombre de Dios...

–Así es –dice Vinzenzo haciendo sonreír una vez más al lúgubre hombre de fe.

–Nada más llegar por azares del destino he conocido a dos Brujah musulmanes mercaderes, Yusuf y su Sire Azif, ¡Matusalén de cuarta generación! –dice Vinzenzo para ver si realmente esto es así– y me gustaría saber más de ellos…

–Azif es un hereje diabolista. ¡Enemigo de Dios y de la Cristiandad! –dice Paliuro enervado, reservando su cólera y levantándose como con un resorte.

–Tranquilo padre Rustucci –dice Vinzenzo– estamos en el mismo barco…

–Te escucho –dice el Lasombra sentándose y calmándose.

–Hay una Malkavian que está teniendo visiones proféticas… –dice Vinzenzo.

–¡Es una maldita pagana y embustera! –interrumpe Rustucci volviéndose a enfadar y deduciendo de quien habla Vinzenzo.

–Azif no lo cree así –dice Vinzenzo– se cree las palabras de la lunática. Cree que en esta zona del Santo Sepulcro puede haber algo peligroso e incontrolable…

–Ya he tomado cartas en el asunto –dice Rustucci muy serio.

–El chiquillo de Azif, Yusuf, no se cree a la Malkavian –dice Vinzenzo ahora que tiene la total atención del Lasombra– y quizás que la lunática desaparezca pueda ser la opción más viable ya que Yusuf quiere que lo haga. Sería un plan maestro ya que Yusuf realmente tiene razones para hacerla desaparecer… ¿me explico?

–Agradezco tus ideas, joven Giovanni –responde Paliuro– Yo y los míos ya estamos en ello. No necesitamos ayuda.

–Como humilde mercader veneciano, he tenido contacto con Yusuf –dice Vinzenzo– y al averiguar esto, solo quería ponérselo en conocimiento. Entiendo que Bonifacio está en su bando, entre “los suyos”… me gustaría conocerle por otros intereses…

–Bonifacio tiene buen fondo, pero siempre le ha faltado contundencia. Su desmedida caridad es su clara debilidad. –Dice Paliuro no muy de acuerdo con las palabras del Giovanni.

–Pero quien perjudique a Bonifacio, indirectamente, perjudicará a la cruzada –dice Vinzenzo dándose cuenta que hay facciones dentro de las facciones y que no todo es blanco o negro.

–Sus hospitales atienden por igual a enfermos con alma y sin ella –dice Paliuro con rabia– ten mucho cuidado con Bonifacio, no te dejes influir por su humanidad, hay quien diría que se ha vendido al Turco.

–Mi colega Sven, aquí presente, tiene un asunto que tratar con ellos, temas Brujah –dice Vinzenzo mirando al vikingo que hace tiempo que se aburre de la conversación con el Lasombra.

Sven no está escuchando y mira con mucha atención el espejo que hay en la pared. Claramente se ve el reflejo del Lasombra, algo que no es posible a todas luces… se fija en lo que Aesir le ha dicho y efectivamente ve unas sutiles runas “escritas” en el marco del espejo. Son casi imperceptibles y se confunden con las filigranas labradas, hechas para ser disimuladas con el elaborado marco.

–¿Dónde podemos encontrar a Bonifacio? –pregunta Vinzenzo desviando la atención del Lasombra sobre el absorto Sven que mira el espejo sin disimulo alguno.

–Podéis encontrarlo en el hospital al–Bimaristan al–Salahi, aquí en el barrio cristiano. –Dice Paliuro.

Los tres vampiros se despiden cordialmente y Paliuro se queda ojeando la etiqueta de la botella de vino, seguro que encuentra algo que festejar para abrir la botella.

Sven y Vinzenzo salen satisfechos del encuentro, no ha sido para tanto y ya tienen la próxima pista.

 

Entre calaveras

Mientras tanto Aesir y Katja buscan la manera de contactar con el anciano Capadocio Abraham, un ser que tiene siglos a sus espaldas y que de una u otra forma ha estado siempre ligado a la ciudad Santa de Jerusalén.

Yehuda Ribco, Estudioso de la Torá,
Ghoul de Adam

Hace un tiempo conocieron a Yehuda Ribco, un estudioso de la Torá, ghoul del difunto Adam, y será con él con quien intenten llegar a Abraham. Cierto es que el ghoul ahora está huérfano de señor y esto quiere decir que si nadie le da su dosis mensual de sangre de vampiro, envejecerá sin remedio y volverá a tener la edad con la que empezó a beber sangre de Adam, y teniendo en cuenta que tenía varios siglos de edad, seguramente Yehuda también los tenga, llegado a este momento, en cuestión de segundos se convertiría en polvo. Los ghoules también detienen el envejecimiento mientras beben sangre de su domitor, pero cuando dejan de hacerlo, el tiempo recupera lo que es suyo. 

Yehuda servía fielmente a Adam, así que seguramente sepa dónde encontrar a Abraham, Sire de Adam, si no está ya con él, ya que otra de las posibilidades es que ahora sea ghoul de Abraham, y beba sangre del anciano sirviéndole igual que hacía con su chiquillo.

Ya en el barrio judío, en uno de los viejos cementerios hebreos, encuentran a un compungido Yehuda, arrodillado y rezando ante una tumba sin nombre. La niebla campa a sus anchas entre las tumbas judías, todas alineadas, frías y silenciosas.

–Yehuda, te doy el pésame por tu perdida –dice Aesir en voz baja.

El hombre se levanta, limpia sus ropajes a la altura de las rodillas y mira al hechicero con los ojos enyagados de tanto llorar.

–Gracias –responde el rabino sin fuerzas.

–¿Necesitas sangre para alimentarte? –pregunta Aesir a bocajarro.

–No, muchas gracias. Lo hará Abraham… –dice Yehuda– aunque aún no he podido decirle que su chiquillo Adam ha muerto. Debo aceptar mi destino como mortal si él no aceptase acogerme…

–¿Tienes miedo de su reacción? –pregunta Aesir.

–Tengo miedo por él, por su dolor, no por mí… –responde Yehuda llorando lagrimas amargas y brillantes.

–¿Sabes dónde podemos encontrarle? –pregunta Aesir.

–Claro, seguidme –dice Yehuda un poco más recompuesto.

Guiados por el rabino se meten por una tumba vacía y caminan bajo tierra por túneles de piedra pulida. Tras varios quiebros guiados por la luz de la vela que porta Yehuda, llegan hasta un antiguo osario de otra época. Montones de huesos, calaveras apiladas, telarañas que cubren todo y humedad en cada hueco y esquina. El olor a muerte lo envuelve todo. Y al fin llegan ante una serie de nichos oscuros, que como grandes ojos negros observan a los personajes.

Todos los nichos están rellenos de rollos de papel, es una biblioteca improvisada en un inapropiado lugar, seguramente ya nadie eche de menos este lugar de descanso que ahora está lleno de cientos de escritos. Montones de libros apilados en las esquinas y varios pupitres de escriba con tinteros y plumas. La iluminación corre a cargo de varias velas desgastadas desperdigadas por toda la fría y enorme estancia.

Es lo que queda de la vieja biblioteca de la Torá Negra, una hermandad de la antigüedad, liderada por un Capadocio llamado Meir que reunió a sabios de múltiples disciplinas para fomentar la guarda de todo el saber relevante, inicialmente hebreo.

Esta biblioteca ha sido heredada de forma informal a Abraham, Sire de Adam, que no sabe de la muerte de su chiquillo y sigue utilizando la biblioteca de Adam, como si nada hubiera pasado. Una peculiar biblioteca y un peculiar Vástago que allí se encuentra: el Buscador de las Revelaciones Sagradas.

Abraham, el buscador de las Revelaciones Sagradas

El cálido y seco aire de su tumba ha reducido el torso de Abraham a una momificada sombra de lo que fue. Su cabello se ha aclarado y ha encanecido, su figura es macilenta y descarnada. A menudo parece profundamente abstraído como si rezara y aparte del mundo que le rodea.

Yehuda se queda en un segundo plano con la cabeza gacha. El silencio impera en el refugio bajo tierra y Katja sorprende a Abraham rompiendo el hielo.

–Abraham… lamento la muerte de tu chiquillo Adam… –dice Katja ante el atónito Capadocio– no tengo nada malo que decir de él. Fue aliado de mi chiquillo y por lo que se, siempre hizo lo correcto. No merecía la horrible muerte que tuvo.

–Lamento mucho la muerte de mi chiquillo… –dice Abraham con dificultad en el habla y con los ojos enjuagados en lágrimas de sangre le alerte del precio que pagaría por meterse en la política cainita…

El anciano Capadocio, se deja caer al suelo y sentado llora su falta y como transportado súbitamente por un pensamiento queda ausente durante unos instantes.

–Conozco el dolor de perder a un chiquillo cercano, ese vacío que deja en el corazón –dice Katja.

Abraham clava la mirada en una ventana imaginaria y vuelve a hablar resueltamente como si hubiera despertado de un largo sueño.

–Agradezco vuestra información, sé que no será fácil traer estas noticias… –dice Abraham– ¿Qué puedo hacer para ayudaros?

–Mentiríamos si no quisiéramos algo de vos –dice Aesir que hasta ahora había permanecido en silencio.

–Conocimiento –añade Katja– queríamos evitar la pérdida de la biblioteca de Adam. Viendo que está en buenas manos… quería pedirle algo. Una Toreador llamada Danielis me ha pedido que encuentre un libro, para ella tiene un valor sentimental.

–Sí, mi ghoul la Señora Pods, me ha pedido, para un hermano de clan de confianza, un manuscrito en griego, posiblemente un diario, que presuntamente tiene que ver con una Toreador griega

–El mismo, el Capadocio es Vinzenzo Giovanni, está con nosotros –dice Aesir.

–La biblioteca de Adam está a vuestra disposición –dice Abraham.

–Por suerte me hice con unos hallazgos que Adam me ayudó a conseguir –dice Aesir sacando unos rollos doblados de su túnica– son unos textos en hebreo sacados de la mesa de Salomón original. Me gustaría compartirlos con usted…

–¡Son auténticos! –dice Abraham boquiabierto mirándolos con detenimiento– yo se los traduciré pero le pediré que estos originales permanezcan en esta biblioteca.

–Perfecto. Acepto –dice Aesir sin dudarlo.

Abraham parece estar un poco más animado ahora que tiene estos antiguos textos hebreos en sus manos y poco después se aparta de la conversación, mascullando en voz alta.

Yehuda se acerca al anciano Capadocio y le mira con pena y miedo. Abraham saca sus colmillos, se muerde la muñeca y le da de beber de su sangre oscura y densa. El ghoul degusta con placer la Vitae del Matusalén y todos sus males desaparecen por completo.

–Se de tu búsqueda milenaria de la Torá Negra y respeto tal dedicación. Si podemos ayudarte en algo… –dice Katja mirando a Abraham mientras se cura la herida de la muñeca lamiéndosela.

Abraham mira a los ojos a Katja y tras unos segundos en silencio le dice:

–Ya encontré la Torá Negra hace tiempo. Solo me falta desvelar todos sus secretos. Agradezco tu disposición.

Mientras Katja y Abraham hablan, Aesir no pierde el tiempo y busca en la biblioteca. Es una habilidad que no ha utilizado pocas veces. Cuando solo era un aprendiz, su mentor le hacía buscar toda clase de textos en bibliotecas mucho más complicadas. Así que finalmente Aesir encuentra un diario escrito en griego que por las fechas en su interior podría ser el que buscan…

Diario antiguo

Abraham se acerca a Aesir y acaricia el lomo del diario cerrando los ojos. Unos instantes después les dice lo que con el Auspex le ha sido revelado:

–El Sire de Danielis regalo este diario a mi chiquillo Adam, cuando la Vampiresa era aun una neonata… en efecto solamente contiene información relevante para los implicados, sus historias personales están aquí.

–Es tuyo Katja. Por el apoyo de tu chiquillo al mío. Adam te lo hubiera dado si estuviera con vida –dice Abraham mientras le ofrece el texto a Katja, que lo coge asintiendo con la cabeza.

Katja ojea el manuscrito. En el diario cuenta la historia de Danielis y el proceso del abrazo con todo lujo de detalles. Explica cosas que seguramente Danielis no quiere que nadie descubra de ellas, intimidades y asuntos personales que a nadie le interesan. Trapos sucios y secretos que en las manos adecuadas pueden causar mucho daño.

La noche se acerca a su fin y Katja y Aesir se despiden de Abraham y regresan a sus refugios. Mañana se volverán a encontrar para continuar.

 

Agonía Tzimisce

Cuando Katja llega a su refugio, su fiel ghoul Rebeca está en la puerta esperando, parece que ya le está creciendo la lengua, en un par de noches la tendrá como nueva.

La Tzimisce pregunta por el sarcófago y Rebeca niega con la cabeza. Katja deja el diario de Danielis en su biblioteca y tras encerrarse en una de las estancias, ella sola, comienza a realizar los preparativos para hacer un ritual para invocar a un súcubo.

Shuul-Ar-Tarak, Súcubo

Katja va a conjurar a algo que algunos llaman Demonio Menor. Este ritual permitirá invocar a Katja a uno de los demonios menores que acechan en tierras eslavas. Estos "demonios" no tienen conexión con seres infernales; son más parecidos a los espíritus reverenciados por los hombres lobo. Con su belleza sobrenatural puede fascinar con facilidad a cualquier mortal o vampiro. Empujando a su víctima a una vorágine de pecados carnales mucho más allá de la mera lujuria.

Las llamas azules rodean a Katja y del suelo emerge un portal redondo hacia una oscuridad iluminada con llamaradas de fuego. El súcubo emerge de él. Es una mujer desnuda con una belleza sobrenatural. Es tan atractiva que es difícil de describir. Mira a Katja y la hechicera le ordena:

Soy la hechicera que te ha invocado. Soy tu ama y tú, mi vasalla. Debes obedecerme.  La súcubo la mira de reojo hasta que Katja se raja las venas y le ofrece beber su sangre. El ser bebe de ella con ansia y después le dice su nombre con la boca chorreando sangre: “Shuul-Ar-Takan”. Ahora la súcubo es juramentada por Katja y atada a la hechicera hasta que desee liberarla. Los demonios menores eslavos, como también se les llama pueden adoptar virtualmente cualquier forma. Muchos asumen la de animales normales, aunque algunos resultan verdaderamente monstruosos. En este caso Shuul-Ar-Tarak adquiere la forma de una esbelta gata negra.

–Treme el sarcófago de mi Sire Janosz. Se encuentra en un opulento palacio griego aquí en el barrio cristiano. Te puedes quedar todas sus almas y disfrutar con ellos antes de matarlos, todo lo que desees. Pero mañana a la hora del crepúsculo deberás habérmelo traído.

Katja decide irse de su refugio para dormir esta noche. Sabe que será la peor de su existencia y Rebeca la acompaña para pasar el tortuoso día a su lado. Juntas van a las ruinas de la capilla Tremere. Se meten por los sótanos y llegan a una cámara ciega donde la luz del día no molestará a Katja. Rebeca pasa todo el día con ella, en su acceso y Katja comienza a sudar sangre…

La agonía de este día es tal que Katja apenas tiene recuerdos de él. La debilidad del clan Tzimisce es que deben dormir con tierra de su patria o de su tumba y si no sucede, la mayor pesadilla se hace realidad. El dolor se propaga por todo su cuerpo y el cansancio físico y mental es aplastante. No es capaz de hacer nada bien y todas sus habilidades y atributos se ven reducidos a la mitad. El dolor hace que el día sea eterno y al fin tras una larga eternidad de tormento: con el crepúsculo llega la noche.

Katja exhausta sentada en el suelo y a punto del sopor ve como la realidad se resquebraja y algo rasga el éter frente así. Es una gata de color negro completamente cubierta de sangre. Su cola se mueve de derecha a izquierda de forma intermitente y sus puntiagudos dientes están también manchados de sangre. Se intuye la carnicería de la que ha sido protagonista.

Shuul-Ar-Tarak en forma de gata negra

Y tras ella el sarcófago de Janosz comienza a surgir del portal. Ha viajado por la tierra de los muertos, por la Umbra y parece que ha tenido éxito en traer el sarcófago con la preciada tierra en su interior, donde Katja cae rendida para volver a recobrar la vitalidad tras descansar durante ocho horas.

Ocho oras que sirven para sanar y recuperar al completo a la Tzimisce. Cuando Katja despierta de su descanso, Rebeca le explica que la mujer gata se despidió de ella y desapareció saltando a través de un espejo, sin romperlo. Antes de irse la dijo que fue muy divertido seducir, violar y matar a esos griegos. Criados, soldados, mayordomos, cocineras, cocheros, todos sucumbieron y se llevó 18 almas nada menos.

Los cuatro Vástagos se encuentran tras el descanso de Katja y lo hacen ante el palacio Arista, que de forma espectacular, arde en llamas.

–Harán falta muchos recursos para reformar esto –dice Vinzenzo sarcásticamente.

Katja no pude más y la bestia la posee entrando en frenesí y golpeando todo lo que tiene a su lado, paredes de calles, suelo, dentelladas al aire y todos sus compañeros se apartan de ella para no sufrir daño.

Aesir invoca unas cadenas invisibles que la inmovilizan hasta que finalmente se calma. El domino de Katja sigue ardiendo y nadie parece venir a apagar la casa de la bruja…

A ambos lados de Katja, se encuentran ahora sus dos ghoules, Rebeca y Ashshur, al que Rebeca ha liberado de su prisión en las mazmorras o ahora sería un hombre calcinado.

Todos se recogen a un callejón cercano y allí especulan con posibles enemigos o rivales que hayan podido quemar el palacete Arista. Puede que alguien quiera inculpar a Danielis y lo haya hecho para crear una razón para encender la chispa de la discordia y que de una vez por todas se maten entre sí.

–Mi ghoul Bianca podría descubrir lo sucedido –dice Vinzenzo.

Bianca Giovanni,
Ghoul de Vinzenzo

Katja no contesta. Ha dejado de tener apariencia humana y ahora su piel tiene un matiz rojizo e irradia calor. Sus ojos son rojos sangre. La hechicera ha tomado el aspecto de su elemento primordial, el fuego. Este ritual que Katja ha invocado se llama la marca del espíritu y le proporciona una impresión de poder sobrenatural y la sensación de la presencia de seres invisibles que estén cerca de ella.

 –Cuidado con eso Katja –dice Vinzenzo alejándose unos pasos de la Tzimisce y de su calor– en esta ciudad hay fe, y puedes atraer a cazadores poniéndonos a todos en peligro.

–Soy Tzimisce –responde Katja entre dientes poniéndose la capucha de su capa.

–Solo has perdido cosas Katja –dice Aesir intentando restarle importancia.

–Rebeca, busca madera de un árbol partido por un rayo. Tu Ashshur, búscame estas hierbas y un cachorro vivo de cualquier animal dice Katja mirando a Rebeca a los ojos y dando un papel escrito a Ashshur.

Sin mediar palabra Katja desaparece de la vista de sus compañeros de la Estirpe. Se retira al antiguo refugio comunal, ahora en desuso, donde se refugiaban sus compañeros antes de tener cada uno el suyo. El oscuro y sucio sótano de una casa romana en ruinas, en el barrio cristiano.

–¿Qué tal la visita a Rustucci? –pregunta Aesir a Sven– ¿visteis su espejo?

–Sí, tenía runas. Imperceptibles y disimuladas pero las tenia –contesta Sven.

–Entonces es mágico –dice Aesir.

–Puede que el espejo reproduzca lo que se debería ver para que nadie humano sospeche de el –dice Sven.

Sven pide a sus compañeros pasar por el mercado nocturno antes de su siguiente movimiento: ir al hospital al–Bimaristan al–Salahi, en el barrio cristiano. Vinzenzo le propone esperarle en la puerta del hospital y van echando un vistazo por fuera.

El Brujah varego acude puntual a su cita con el marroquinero que le tenía que hacer las fundas de las hachas. Y para el bien de todos, las tiene hechas y encajan perfectamente a las armas de Sven. El Brujah le paga y ve en los ojos del hombre que hay temor. No se pude robar a nadie con unas hachas fulgurantes de fuego sobrenatural, seguramente acabes en el infierno, o algo peor.

Sven se encuentra con sus compañeros a la puerta del hospital de al–Bimaristan al–Salahi y todo parece tranquilo por allí.

 

Hospital al-Bimaristan al-Salahi
El otro Brujah

El Hospital al–Bimaristan al–Salahi  se encuentra en el corazón del barrio Cristiano y es uno de los cuatro hospitales de Jerusalén. A todos ellos se les permitió permanecer en la ciudad tras la reconquista musulmana con dos  condiciones: la de dejar las armas y la de ayudar a toda la población de la ciudad, sin importar su fe. Así lo han hecho y han cumplido desde entonces. Así mismo son la mayor ayuda para los peregrinos cristianos que llegan exhaustos y enfermos a Jerusalén.

El edificio es grande y solemne y dentro se escuchan los lamentos de los enfermos de cuerpo, mente y alma. Las enfermeras corren de un lado para otro realizando las tareas más duras. Los sacerdotes a menudo dan extremas unciones o misas personales a los enfermos que no pueden valerse por sí mismos para acudir al templo. Y los hospitalarios han dejado las armas para ser los gestores de la salud de Jerusalén y todo sin el oro musulmán. Sobreviven a base de limosnas y financiación de familias devotas que hacen que a duras penas se mantengan los edificios como este, en pie.

Un sacerdote muy callado y paliducho, es quien les acompaña en presencia de Bonifacio. Se encuentran en la pequeña capilla del hospital, que ahora se encuentra vacía. La fe es escasa en estos tiempos confusos y el lugar a penas emana fe. Así que los personajes pueden entrar con apenas un escozor incomodo en su piel.

Bonifacio, Antiguo Brujah

Allí se encuentra arrodillado y rezando a Cristo, Bonifacio, quien parece ser por sus vestimentas una autoridad eclesiástica. Es un hombre pequeño de rostro delgado y negro cabello tonsurado. Parece estar al final de los cuarenta o principio de los cincuenta. Es delgado y aparenta buena salud, tal como debe ser un asceta monástico. Sus fuertes dedos están manchados de tinta, síntoma inequívoco de que escribe a menudo.

Tras las presentaciones, Bonifacio se presenta como Antiguo del clan Brujah y como un sacerdote en el pulpito, no tarda en dar un discurso de presentación ante los personajes.

–Mi inquebrantable misión es proteger a los peregrinos de la ciudad de Jerusalén –se presenta Bonifacio para que quede claro a los presentes Soy detractor de la masacre de la primera cruzada. Defensor de los ideales de Saladino. Y temeroso de que tras su muerte se desencadene la tormenta. Sé que los Lasombra y los Ventrue influencian a los cruzados y por supuesto estoy en su contra. Yo impulse el tratado de paz de cinco años firmado en Roma en el 91, en nombre de los cristianos en Tierra Santa. Soy protector de los cuatro hospitales de Jerusalén y está prohibido alimentarse en ellos sin mi permiso. Más de un cainita lo ha desoído mi advertencia de no alimento y ha sido atravesado por una estaca y expulsado de Jerusalén.

–¿Por qué estáis aquí Vástagos? –pregunta Bonifacio altivo.

–Como hermano de clan vengo enviado por mi Sire Celine para mediar la paz entre los de nuestro clan en Jerusalén. –Dice Sven– no podemos mantener la rivalidad entre los nuestros. He hablado con Azif y ahora estoy aquí con vos. El quiere mantener la paz, me dijo que hablara contigo…

–¿Y le has creído? –pregunta con  genio vivo Bonifacio– esto es una Guerra Santa y ese engreído diabolista hará lo posible para ganar adeptos.

–Yo creo que es posible conseguir la paz –dice Sven.

–No sabes nada de nosotros neonato –responde Bonifacio en tono rudo.

–¿Conocéis  a Jeanette? –pregunta Vinzenzo– es una Malkavian que dicta profecías y cree tener la cura para volver a ser humano después de ser vampiro. Esta mujer le ha caído en gracia… a lo mejor vos teníais algo que ver o que sacar de ello.

–Lo único que salvará a ese caníbal es el fuego eterno –dice enfadado Bonifacio– Acaba con Azif y la mayoría de los males de Jerusalén acabarán con su muerte.

–Gracias por escucharme –dice Sven– piénsatelo. La paz entre los nuestros es lo único que nos salvará de verdad llegado el momento.

–No hay nada que pensar –dice rudamente Bonifacio señalando la puerta de salida– si me disculpan.

Los tres Vástagos se van en silencio dejando al Brujah pensativo y enervado.

 

Yasmina, chiquilla Ravnos de Varsik
El ataque de Yasmina

Sven, Vinzenzo y Aesir caminan por el barrio cristiano tras abandonar el hospital al–Bimaristan al–Salahi y a la altura de la puerta nueva se encuentran con una pequeña conocida: Yasmina.

Yasmina parece una niña triste y abandonada. Sus grandes ojos oscuros y la mata de pelo negro y rizado la hacen más humana. Su ropa harapienta suscita compasión. Por cómo se mueve es rápida, ágil y vivaracha.

–¿Por qué habéis matado a Jeanette? –les pregunta acusándoles con el dedo índice y les arroja la muñeca de la Malkavian. Está ensangrentada y manchada de ceniza.

Los personajes se excusan y dicen que no pueden haber sido ellos. Y Yasmina dice que no pueden ocultar su crimen al Auspex.

Yasmina llorosa cierra los puños con rabia y estos son rodeados por un fuego que no la quema. Algo semejante a la Taumaturgia de los Tremere.

Yasmina impone sus manos mostrando sus palmas de llamas hacia Sven y este arde de forma espontanea, como si la niña tuviera piroquinesis. Las llamas de sus manos se han transportado imperceptiblemente hasta el Brujah varego y ahora solo puede arrojarse al suelo y rodar para intentar apagarse.

Vinzenzo y Aesir se impresionan a ver el fuego y atan en corto a sus bestias interiores para no salir huyendo, y gracias a su coraje permanecen impasibles ante la escena y pueden reaccionar racionalmente.

Asir hace un movimiento con sus manos para apagar las llamas de Sven utilizando su magia pero… ¡no funciona! ¿Por qué razón? El hechicero no lo entiende, su magia siempre apaga el fuego… pero este fuego sigue ardiendo y consumiendo a su compañero, debe ser mágico.

Aesir mira a la niña y esta vuelve a tener las palmas de las manos en llamas. Y el siguiente en salir ardiendo es Aesir. Que cae al suelo revolcándose de dolor, como Sven que se está consumiendo por el fuego sin poder hacer nada para apagarse.

Vinzenzo con sus dos compañeros abatidos se abalanza sobre la niña, alza su mano y le da un bofetón que la arroja al suelo de golpe. La pequeña Ravnos sangra por la nariz, mira con miedo al Giovanni y empieza a llorar, como la niña que es, solo que llora sangre.

En ese momento Sven y Aesir dejan de arder y sus quemaduras dejan de escocer y desaparecen. Todo eran ilusiones hechas con Quimerismo por Yasmina, no eran reales, aunque nadie lo diría. Los Ravnos manejan las ilusiones a su antojo, y es difícil diferenciar la realidad del engaño.

Sven, como buen Brujah, se siente ultrajado y entra en frenesí, solo quiere arrancar la cabeza a la niña que llora en el suelo. Por suerte Aesir invoca unas cadenas invisibles que le inmovilizan durante un tiempo hasta que a la fuerza bruta del vikingo las rompe. Momento en el que Aesir vuelve a hacerlo repetidamente hasta que, tras una cuantas veces, Sven se tranquiliza y su bestia se calma.

–¿La conocéis? –pregunta Vinzenzo acercándose con cuidado a la niña sin quitarle ojo.

–Es Yasmina, chiquilla de Varsik –dice Aesir mientras sigue fijándose en Sven, por si tu autocontrol de Brujah vuelve a fallar.

–Eres Ravnos –dice Vinzenzo tendiéndola la mano– yo conozco a tu Sire Varsik. Quizás podríamos ayudarte…

La niña se aparta del Giovanni que la ha golpeado y se va corriendo muy enfadada, llorando desconsoladamente. En el suelo descansa la muñeca de Jeanette, salpicada de sangre seca y de ceniza negra.

 

Puerta nueva (Barrio Cristiano)
Contádselo a mi Sire

Yusuf, estaba buscando a los personajes y los encuentra en la calle, frente la puerta nueva. El Brujah ve la muñeca y les advierte que sabía que algo malo ocurriría. Los personajes defienden su inocencia y niegan haber tenido nada que ver. El Brujah pide que le acompañen ante su Señor y le den las explicaciones pertinentes. Los personajes acceden y van a hablar con Azif.

Yusuf les guía hasta su señor y la muñeca llega a manos de Azif que muy enfadado, asusta a los personajes y pregunta por qué lo han hecho, que les ha pagado Bonifacio.

Sven no puede evitar sentir pavor del viejo Brujah y sale corriendo aterrorizado y poseído por la bestia que quiere sobrevivir a toda costa.

Los personajes le explican que no tienen nada que ver, mientras Azif llora sangre con la muñeca en la mano y se la arroja a ellos con rabia.

Aesir la recoge y explica al Brujah que pude haber sido una conspiración para implicarles.

Azif lo tiene claro: han mandado matar a Jeanette por miedo a sus profecías y a su conocimiento. Y sobre todo para evitar que ese conocimiento le beneficiase de alguna u otra manera.

Ha sido Bonifacio, su rival de clan. Realmente no cree que tengan nada que ver en esto. Su atrevimiento ha llegado demasiado lejos, la paz tan anhelada por nuestro clan se tornará en guerra. Azif llora sangre y echa a los personajes de su dominio.

Mientras se van, reza un réquiem por la difunta Jeanette, mientras afila su espada y pide a Yusuf que se prepare y que movilice a todos sus hombres. Yusuf cabizbajo y negando con la cabeza, se va a obedecer, mirando de reojo a los personajes.

Vinzenzo sale a buscar a Sven y lo encuentra a unas calles del lugar, asustado por el viejo Azif, no desea mal con él y su sola presencia le aterroriza. El Giovanni calma al Brujah y ambos regresan con sus compañeros.

Los personajes se reúnen con la dolida Katja y le cuentan lo sucedido, los cuatro comienzan a hablar sobre que deberían hacer en esta situación.

Si no hacen nada es posible que una matanza encarnizada suceda entre los dos bandos de los viejos Brujah de la ciudad. Parece inevitable.

Azif está reuniendo un pequeño ejército y se encaminará al hospital, refugio de su hermano Brujah Bonifacio y este no se va a quedar quieto… si no hacen anda alguien va a morir.

Ya se escucha cierta movilización sigilosa en el barrio. El chocar repentino de metales y alguna voz aislada. La tensión empieza a palparse en el ambiente.

 

 Muñeca de Jeanette (su hija Eina)
La calma antes de la tormenta

Aesir sugiere ir a ver a Abraham y llevarle la muñeca para que les diga que le ha ocurrido en verdad a Jeanette. Todos le secundan y se encuentran con él en un viejo mausoleo del cementerio judío.

Aesir le explica lo ocurrido y le tiende la muñeca para que ilumine su ignorancia. El viejo Capadocio cierra los ojos y acaricia la muñeca pelirroja, la hija de Jeanette.

Efectivamente se ve como los cuatro Vampiros, Sven, Katja, Aesir y Vinzenzo, la rodean y la golpean hasta el sopor. Después la empalan atravesando su corazón para que no se pueda mover y la llevan a rastras a las afueras de Jerusalén, donde la luz del día acaba con ella al amanecer.

En todo el cruento episodio Jeanette no ha dejado de sonreír con los ojos en blanco, como si no estuviera allí y en su mano siempre la muñeca que solo soltó cuando el sol abrasador la convirtió en cenizas al viento.

Abraham da cobijo a los cuatro Vástagos pero les confiesa que no sabe cómo ayudarles.

Katja hace un ritual sobre un charco de agua, en el que intenta ver a Jeanette… y efectivamente en la imagen del charco no aparece nada, ni nadie. Eso significa que verdaderamente está muerta.

–¿Cómo detendremos el baño de sangre que se avecina? –pregunta Aesir nervioso– debemos convencer a los Brujah de que están siendo utilizados.

–¿Te vas a meter en medio acaso? –pregunta Katja.

–Yo no voy a ir –dice Vinzenzo sin ganas de perder la no vida nada más llegar a Jerusalén.

–Tu Sven deberías ir –dice Aesir señalando al Brujah varego que comienza a sentir miedo de Azif, solo con pensar encontrarse ante él.

–Yo voy a ir –dice Aesir cogiendo la muñeca de las manos de un silencioso Abraham– quien quiera que me siga, creo que debemos hacer lo correcto y a lo mejor incluso podemos sacar algo bueno de esto. Es la oportunidad que estábamos esperando.

Tras el pequeño y alentador discurso del hechicero los tres compañeros de Aesir deciden ir al hospital de Bonifacio. Cada uno por razones diferentes y teniendo claro que se juegan la no vida.

 

La Tormenta

Ya ante el hospital. Han llegado antes que los hombres de Azif. Ahora los personajes deben decidir si intentan mediar entre los dos Brujah, si dejar que se maten o si ayudarán a uno de los dos a aplastar al otro.

Raudos entran al hospital de al–Bimaristan al–Salahi. Una vez dentro se fijan que están movilizándose para aplacar un posible ataque. Se pertrechan con armas improvisadas y sacan dagas y espadas escondidas tras los roídos tapices o bajo los colchones mugrientos.

El hospital está inusualmente silencioso, parecen hacer resguardado a los enfermos en lugar seguro y los caballeros hospitalarios se han preparado armados listos para la llegada del bando musulmán. Sus armaduras son insuficientes y las armas melladas se nota que están en desuso y desafiladas.

Caballero hospitalario

Los atacantes musulmanes, llegan en la noche y asaltan el hospital. Sus cimitarras cortan cuellos de guardias exteriores al fin se encuentran ante el grupo de los hospitalarios, defensores de la cristiandad, liderados por Bonifacio.

Ambos Brujah están preparados para la batalla, con sus armaduras dispuestas y sus espadas listas. La cruz blanca de la orden de los hospitalarios sobre el pecho de Bonifacio y Azif, cimitarra en mano, listo para dar rienda suelta a su celeridad para rebabar cabezas de infieles.

Los dos bandos están ansiosos de sangre y se preparan para cargar uno ante el otro. Las sombras envuelven el lugar y a pesar de no ser más de un centenar de hombres en total, parecen dispuestos a prender la llama de la guerra que podría dar lugar a la cuarta cruzada, desencadenando una nueva masacre en la ciudad.

Azif y Bonifacio se miran por primera vez en siglos, y se dan cuenta que están deseando que esto empiece de una vez por todas.

Justo en el momento en el que los bandos están dispuestos a cargar uno contra el otro.

Aesir sale al centro de ambos agitando un pañuelo blanco como muestra de paz. Junto a él.

Katja con aspecto de demonio rojizo, sus ojos ensangrentados la delatan y el enfado es palpable en su rostro.

Sven coge sus hachas pero no puede quitar la vista de Azif, que le causa un terror abrumador. El varego aguanta para no huir como un cobarde ante todos guerreros, muchos Brujah como él.

Guerrero musulmán

Vinzenzo muy tranquilo y decidido como quien va a dar un discurso ante una multitud eleva los brazos y llama la atención de los presentes:

–¡Caballeros! –grita Vinzenzo consiguiendo que ambos líderes le miren y dejen de fijarse en su oponente.

–Calma señores –añade Aesir apoyando a Vinzenzo– podemos solventar esto de otro modo.

–Un minuto de atención por favor –dice Vinzenzo cogiendo la muñeca de la mano de Aesir y levantándola por encima de su cabeza.

–Esta muñeca pertenecía a Jeanette –explica en voz alta Vinzenzo jugándose su no vida en estas palabras– en ella se ve como los cuatro aquí presentes la matamos, pero es imposible no estábamos juntos cuando sucedió y ni siquiera nos encontrábamos con ella.

Todos los contendientes, de ambos bandos, preparados para la lucha, están ahora extrañados por lo que está ocurriendo y en sus caras se ve que no entienden nada de lo que dice Vinzenzo, aun así tiene su atención, para bien o para mal.

–La muerte de Jeanette es la chispa que está haciendo que estéis a punto de mataros –dice Vinzenzo eligiendo sabiamente sus palabras– deberíais preguntaros: ¿Quién quiere que os masacréis unos a otros? A alguien le interesa esto, dadlo por seguro que es así…

De pronto empieza a haber murmullo en ambos bandos, sobre todo entre los guerreros más jóvenes.

–Ambos habéis dicho por separado que queríais la paz de Jerusalén –sigue Vinzenzo empleándose a fondo para no equivocar ni una sola palabra– Que no queríais daño para los inocentes, tanto musulmanes residentes, como peregrinos cristianos. Ninguno de vosotros miente. Si en vez de pelear unos contra otros, nos uniéramos para ir en contra del verdadero culpable de matar a Jeanette…

Esta noche pueden pagar justos por pecadores. Pensadlo bien caballeros, esta no es la batalla que queréis librar, no, siendo manipulados por alguien que se está aprovechando de esto. Sed libres para mataros ahora mismo o sed libres para no hacerlo. Caballeros, vuestra es la decisión.

Vinzenzo se asusta de lo orgulloso que se siente del discurso que acaba de soltar por su boca. Si las palabras son más poderosas que la espada, este es el momento de demostrarlo. Esta ha sido la venta más difícil que ha hecho nunca, desde que negociaba los precios de las telas de oriente en Venecia.

–¿Vosotros no sois el clan de los eruditos y sabios filósofos? –pregunta Aesir para poner la guinda, Vinzenzo espera que no la cague ahora– ¿Qué tipo de filosofía es esta? ¿Qué imagen le dais a los neonatos del clan Brujah si os enfrentáis entre vosotros, miembros del mismo clan?

–¿Alguien va a alzar la espada sobre su hermano? –pregunta Vinzenzo mirando a ambos ancianos Brujah.

Azif aprieta los dientes y da un fuerte espadazo contra el suelo dejando una profunda marca y haciendo que salten chispas, tras lo cual, enfunda su espada malhumorado.

Bonifacio abre la visera de su casco y se arrodilla con su espada clavada en el suelo. Cierra los ojos y reza a un Dios que seguramente no le escuche. Tras él, sus seguidores hospitalarios hacen lo mismo y todo su bando reza dejando las armas en el suelo.

Azif y los suyos se retiran raudamente y dejan el lugar desolado y frio. Solamente se escuchan las oraciones de los hombres de Bonifacio que se levanta y se encamina hacia los personajes, con paso tranquilo pero firme.

–No puedo negar que seguramente me acabáis de salvar la vida. Azif es un cuarta generación… se que lo más seguro es que acabase conmigo… y estaba dispuesto a hacerlo por mi causa –dice Bonifacio sonriente– Os debo un favor de vida a cada uno de vosotros. Podréis cobrároslo cuando gustéis… Bienvenidos a Jerusalén –y el anciano Brujah les despide con una reverencia.

 

Jerusalén, año 1197 d. C.