CAPITULO 26: Réquiem por una hija

Réquiem por una hija

 
(REQUIEM: Oración por los difuntos que se reza en las misas dedicadas a ellos)


Jerusalén
Jerusalén

Han pasado varias noches desde los acontecimientos del alzamiento infructuoso de los Nosferatu en Jerusalén, alentado por una leprosa rebelde llamada Hannah.

Nadie sabe de su destino actual, pero si se sabe que su clan, los Nosferatu, han decidido adentrarse más aun en sus escondrijos del valle de Hinnom, colonia de leprosos liderada por Kothar el Profeta, el primer Vampiro de Jerusalén.

Aun están calientes los rescoldos de la capilla de los Tremere, que ardió hasta los cimientos engullendo los últimos resquicios de ese ambicioso clan de magos. Ahora ya no hay Tremere en la ciudad, ni Salubri tampoco, ya se ocuparon ellos de que no los hubiera.

Con la ruptura de este cabo, nuestros protagonistas quedan huérfanos de patronazgo ya que nadie gobierna sus actos. Peligrosa situación pero al mismo tiempo gran oportunidad de forjar su propio destino a la sombra de la ciudad eterna: Jerusalén.

Tres Vástagos serán los protagonistas de esta aventura: Sven, el vikingo varego del clan Brujah; Katja, la hechicera Koldúnica del clan Tzimisce y Gabriel, el anciano maestro herrero del clan Toreador. Los tres unidos por las circunstancias que han hecho que sobrevivan juntos ante las adversidades.

Veamos en detalle cómo transcurre la noche para cada uno de ellos:

 

Sven de Scania, Brujah
Sven, el Brujah varego

El vikingo observaba lontananza sobre las murallas de Jerusalén cuando Alexandrus, el Gangrel contacto de su Sire, susurró su nombre tras de él.

–Sven… –gruño Alexandrus– vengo para ver cómo te estás desenvolviendo entre los tuyos…

Sven encendió una antorcha en sus manos, lo hizo chocando dos pequeñas piedras de pedernal y prendiendo un poco de yesca. El Gangrel se apartó del Brujah de un salto.

–¿Estás loco? –preguntó Alexandrus– ¿qué pretendes hacer con esa antorcha?

–Estoy superando mis miedos –responde Sven mientras eleva la antorcha y no la quita ojo. El Brujah aprieta los dientes y a fuerza de gasto de voluntad se aferra a su posición sin temer al fuego, cuando su bestia interior ruge por salir huyendo de allí.

Alexandrus, paciente observa al neonato mientras suda sangre y afronta su terror al fuego. Hay que reconocer que tiene un par de cojones, piensa el bestial Gangrel mientras no quita ojo de la llama.

Tras unos minutos, Sven, supera su terror y arroja la antorcha al vacío. La oscuridad vuelve a envolver a los vástagos y entre tinieblas hablan en voz baja.

Alexandrus, Gangrel contacto de Sven
–Tu Sire quiere saber qué tal te estás integrando entre la Estirpe de la ciudad –dice Alexandrus a Sven, que ahora mira a los ojos a su peludo compañero.

–Dila que tras algún contratiempo todo está como debe –responde Sven.

–Es cierto que al menos, aun sigues vivo… no daba una moneda por ti… –dice socarronamente Alexandrus– ¿tienes algún mensaje que quieras que devuelva a nuestra señora Celine?

–Todo sigue su curso –dice Sven mientras salta la muralla hasta el suelo y con gran celeridad se dirige hacia la Cúpula de la Roca, lugar Santo que sin duda servirá para aplacar su terror a los lugares con fe.

Alexandrus observa como el Brujah camina con dificultad hacia un lugar que da pánico a cualquier vampiro, la tumba de Jesucristo. El Gangrel salta fuera de la ciudad, ya ha visto lo que necesita para comunicárselo a Celine, Sire de Sven.

 

Sarcófago de Katja
El sarcófago de Katja

La Hechicera Tzimisce se encuentra descansando en el interior de su sarcófago. Antes que de ella, era el lugar de descanso sagrado de Janosz, su Sire, al que diabolizó para absorber el poder de su alma.

Tallado en madera negra del bosque de las almas y confeccionado por los mejores Maestros artesanos y hechiceros Kouldunes. La luz no sería capaz de entrar y siempre estaría protegida de todo mal allí dentro, recostada directamente sobre dos palmos de tierra de su patria natal, al norte de Transilvania.

Poco antes de despertar un pálpito llena los pensamientos de la antes bella Katja. Ella está aquí. Ha llegado a Tierra Santa. Danielis de Patras, la poderosa Toreador rival de Katja.

La Tzimisce no sabe cómo ha sentido su presencia. Quizás tenga algo que ver con los poderes desconocidos de su sarcófago y de su conexión con su tierra mientras reposa en el. Es como si el propio sarcófago le alertara de que una posible amenaza se acerca.

Rebeca, ghoul meretriz de Katja
Katja abrió los ojos y salió del sarcófago. Esperándola, fuera su fiel ghoul Rebeca espera ordenes, y así se lo comunica verbalizando su inquietud a través de sus perfectos labios situados en su perfecta cara. Sin duda es una de las mujeres más bellas de Jerusalén, y seguramente de todo el reino. Su chiquillo Vadjanosz hizo un bien trabajo con ella antes de morir y dejarla huérfana.

–Tengo un trabajo para ti –dijo Katja mirando a los grandes ojazos azules de Rebeca– una vieja rival ha llegado cerca de Jerusalén. Lo sé. Es una vieja y poderosa noble del clan Toreador, llamada Danielis de Patras. Búscala e infórmame de su paradero. Se cauta y discreta. No te dejes ver por sus espías. Necesito aprovechar que yo se que está cerca y ella no sabe de mi paradero. Si no ha cambiado demasiado, seguramente la encuentres en el mercado nocturno, le gustan esos ambientes.

–¿Y si la mato para vos? –pregunta Rebeca con una ambición desmedida en su mirada.

–Ni lo intentes –responde Katja– Sería estúpido por tu parte. No es una enemiga, si no una rival, la darías razones para que intentase matarme y nunca ha sido ese su objetivo final. De momento me conformo con saber dónde está y que hace. Incluso de esta rival podría sacar algo positivo, pero muerta no me sirve de nada. Por no decir que jamás lo conseguirías…

Rebeca, impertérrita, hace una reverencia a su Señora Katja y encapuchada sale a las frías calles con un cometido: encontrar a la vieja Toreador.

 

Adin Yakar, Gaón Caraíta
Pesadillas del pasado

Gabriel se despierta de una pesadilla empapado en sudor de sangre. El Toreador ha soñado con la noche que cometió diablerie sobre un rival de su Sire Elsh, el famoso Maestro arquitecto constructor de Templos y Maravillas.

No ha sido un sueño agradable y el recuerdo del acto de canibalismo, que hizo que absorbiera la esencia del alma del rival de su Sire, le ha dejado gravemente alterado. Ahora su ansia es de algo más que de sangre…

Adin Yacar, Gaón Caraíta, sabio líder judío, todas las noches que el Vampiro puede, intercambia saber con Gabriel y ambos aprenden el uno del otro. Adin aprende sobre el pasado y el viejo vampiro sobre el presente. Su hijo Kal-el, es herrero y ghoul de Gabriel.

Kal-el, herrero ghoul de Gabriel
Ambos se encuentran leyendo los rollos cabalísticos de la Torá cuando Kal-el, hijo de Adin, se presenta ante su señor Gabriel para pedirle consejo sobre el forjado de armas. Gabriel, gran maestro herrero, a pesar de tener un solo brazo, sigue teniendo una tremenda habilidad para manejar el martillo y el yunque. El anciano Toreador le demuestra al joven ghoul como forjar una hoja extremadamente ligera y mortal en su empleo. Asimismo decide labrarle una runa vikinga en su empuñadura, lo hace para saldar una deuda con su compañero vampiro Sven. La runa que ha elegido es la llamada Algiz y significa en el idioma originario del varego: Victoria, defensa y suerte.

Cuando acaba de forjar esta increíble obra maestra, Gabriel la envuelve con sumo cuidado en una piel de cordero curtida para regalársela a Sven. El anciano Toreador le debe la vida al vikingo por salvarle de una muerte segura, ante un Golem de fuego invocado por aquella difunta Tremere llamada Inés Arista.

 

Palacete embrujado Arista
Tres Vástagos

El palacio Arista es el lugar elegido para reunirse los tres.

Sven camina con decisión hacia el lugar donde se encontraran. Los filos hechizados de sus hachas entrechocan tintineando envueltas en una mantilla de cuero. El Brujah piensa como podría esconder su infernal fulgor, ya que para disponer de ellos necesita demasiado tiempo para desenvolverlos y tenerlos listos para hacer manar sangre de sus contrincantes a borbotones.

Gabriel lleva envuelta en una funda de cuero la liviana espada que con tanto mimo ha forjado para Sven. Ha conseguido un filo tan espectacular que su daño agravado hará meya en todo el que ose probarlo. Aun está caliente, casi recién salida de la forja de Kal-el. El Toreador camina hacia el refugio de Katja, donde se encontrará con sus compañeros.

Runa en la espada de Sven
Katja espera en las mazmorras de su dañado refugio. Por dentro parece una escombrera. El interior del palacete quedó casi reducido a un montón de piedras cuando la hechicera hizo cobrar vida a la tierra bajo el lugar para sus propios intereses. Esto ha cobrado el caro precio de casi acabar con la estructura del palacete, ahora casi en ruinas.

La Tzimisce espera a sus compañeros Sven y Gabriel, juntos deberán elegir el próximo paso a dar en Jerusalén. Por el bien de todos, mejor hacerlo juntos.

Sven llama a la puerta del palacete y Rebeca le abre dejándole pasar y alertándolo del tremendo agujero que se alza en el interior. Poco después Gabriel llega y la ghoul de Katja lo reúne con Sven. Ambos son guiados por Rebeca, entre montañas de escombros, hasta las mazmorras, donde la hechicera Koldúnica les espera.

Una vez se encuentran los tres, se saludan fríamente con gestos y en tinieblas alumbradas por antorchas lejanas comienzan su reunión.

El aspecto de Katja es diferente. Ahora no parece un monstruo descarnado como antes. Esta noche tiene la apariencia de una vieja bruja con malas pulgas. Y por supuesto debe aclarar a sus compañeros que no deben inquietarse, ya que a pesar de no parecer Katja, es ella.

Gabriel avanza unos pasos en dirección Sven e inclinando la cabeza hacia él, le ofrece la manta de cuero que envuelve un regalo para el intrigado vikingo. Sven abre el hatillo y la belleza del peligroso filo le emociona. Lo coge con ilusión y observa cada detalle, deteniéndose en la runa nórdica que hay garbada en la empuñadura.

Sven mira los ojos a Gabriel y agradecido le da un fuerte abrazo de oso, que el Toreador acoge con sorpresa.

–Esto es por aquella vez que me salvaste la vida de aquel Golem –dice Gabriel explicándole a Sven el porqué del presente– es una legendaria arma forjada por Gabriel, el mejor maestro herrero de la antigüedad… yo.

Katja, Hechicera Koldun Tzimisce

Nuestra deuda está saldad entonces –dice Sven admirando la hoja y usándola contra el viento, comprobando lo sencillo que es utilizarla debido a su liviano peso.

–Bien compañeros, ¿cuál será nuestro próximo paso ahora que hemos quedado huérfanos de patrón? –pregunta Sven guardando su espada nueva en el cinturón.

–Acabo de saber dé una rival del clan Toreador –dice Katja mientras mira a Gabriel por ser de este clan– que se encuentra cerca de Jerusalén. Sus pasos no tardaran en traerla a la ciudad y seguro que inevitablemente se inmiscuirá en mis asuntos. Nos conocemos de la época en la que yo era ghoul de tu Sire Celine –dice mirando hacia Sven.

–¿Quién es esa Toreador? ¿Qué poder tiene? –pregunta Sven.

–Se llama Danielis de Patras y media Grecia es suya…

–¿Y hasta que nos encontremos con ella que haremos? –pregunta Sven.

–Creo que es el momento de prosperar en la ciudad y ganarnos cierta influencia –responde Gabriel asintiendo.

 

Gabriel, Anciano Toreador
Ravnos en Jerusalén

Gabriel y Katja se percatan de que lejos, hay un peculiar sonido que llama su atención. Sería algo difícilmente audible para nadie pero la Tzimisce dispone de medios para saber, con precisión, de dónde vienen esos ruidos.

Katja alerta a sus compañeros no muertos y les dice que una mujer llora en algún lugar ahí fuera, en lo más profundo de la oscura noche, e invocando a los espíritus de la tierra, la hechicera puede guiarles hacia la fuente.

No tendrían porque, pero Katja, gracias a su hechicería, sabe que la que llora es una vampiresa, y deciden ir a echar un vistazo por si pudieran sacar tajada de la situación. Guiados por Katja salen del barrio cristiano, pasan las murallas que los separan y llegan al barrio musulmán.

Mientras se van acercando su piel comienza a picarles como si les quemara el sol indirecto. La incomodidad de acercarse a Tierra Sagrada hace que los tres tengan que tomar las riendas de sus bestias interiores, que desean salir para correr en dirección contraria hacia donde se encaminan.

El esfuerzo de coraje es monumental y Gabriel no puede más, y poseído por su bestia, sale corriendo en Rõtschreck, completamente aterrorizado huyendo del barrio musulmán y perdiéndose arbitrariamente en las angostas calles del peligroso barrio armenio. 

Sven y Katja se encuentran en el Monte del Templo, uno de los lugares más sagrados de Jerusalén. En él se encuentra, la Cúpula de la Roca, el Muro de las Lamentaciones y la iglesia del Santo Sepulcro.

Mezquita de Al-Aqsa, La Cúpula de la Roca
Ahora mismo están ante la imponente Cúpula de la Roca, en el lado noroeste del monte, también conocida como la última mezquita. Es una de las tres únicas mezquitas a las que los musulmanes pueden peregrinar,  junto con la Meca y Medina.

La cúpula se eleva a 32 metros y se extiende 18 metros sobre la Roca del Templo, la piedra desde la cual el Profeta Jesucristo ascendió al Cielo, el llamado: Viaje Nocturno del Profeta. La Mezquita fue edificada alrededor de esta sagrada roca.

Ambos Vástagos escuchan llorar a una mujer y fácilmente llegan hasta donde se encuentra. Katja, gracias a sus poderes de hechicería Koldúnica, sabe que hay dos vampiresas juntas y una de ellas es la que está llorando.

Intrigados por el llanto de la no muerta, Katja y Sven se acercan y ven a una mujer zíngara lagrimando sangre, que está siendo consolada por… ¿una niña de la calle?

El aspecto de la zíngara es propio de la vestimenta del clan Ravnos. Leva un vestido de colores llamativos, de sus ropas cuelgan gasas de vuelo y pañuelos, y se escucha un ligero tintineo de las campalillas cuando mueve sus pies. Su cabello es castaño rojizo, lo lleva recogido en revoltosos rizos y de sus verdes ojos brotan amargas lágrimas de sangre, que manchan el pañuelo con el que la niña la limpia esporádicamente.

La niña, que toma el papel inverso consolando a la mujer adulta, parece una pequeña triste, abandonada, de grandes y oscuros ojos y mata de rizos negros. Su ropa es bastante harapienta, suscita compasión. Se la ve muy vivaracha para su aparente corta edad.

Hola pequeña, ¿necesitáis ayuda? –pregunta Katja a la niña mirándola a los ojos, ya que sabe que ambas son vampiras.

Yasmina, chiquilla Ravnos de Varsik
La hechicera Tzimisce, con su aspecto de anciana nonagenaria, se acerca a las dos no muertas con actitud amigable, en ningún caso quiere que las extrañas se sientan amenazadas. La niña mira a Katja con expresión apenada.

En una calle cercana un hombre muy enfadado grita rasgando la noche:

–¡¡¡Yasmina!!! 

La niña mira aterrada a los vampiros y justo antes de salir pitando les pide que por favor no la delaten. Sven y Katja se miran mientras escuchan pasos que se acercan corriendo desde un callejón aledaño. La mujer que lloraba se queda en un segundo plano, apoyada en una pared cercana, protegida por las sombras y completamente desolada.

De pronto aparece un enfurecido comerciante. Su atavío es discreto para ser del clan Ravnos. De pelo negro y ojos brillantes capaces de mirar con sorprendente intensidad.

Está hecho una furia y pregunta por una pequeña ladronzuela… pero al fijarse mejor en Katja y Sven y ver que son Vástagos, pregunta por su chiquilla:

Varsik, Antiguo Ravnos
–Soy Varsik, Antiguo del clan Ravnos –dice el comerciante calmándose ante los extraños–  mi chiquilla Yasmina debía estar haciendo asuntos importantes y no se ha presentado en toda la noche… ¡para que yo haya tenido que venir a por ella! –dice clamando al cielo– Esta chiquilla mía está muy dispersa últimamente…

–Yo soy Katja y este es Sven –dice la Tzimisce con tono receptivo– escuchamos el llanto de una miembro de la Estirpe y hemos considerado oportuno tomar el control de la situación…

–¿Por dónde se ha ido?  pregunta Varsik mirando de reojo a la zíngara que solloza a un lado del callejón.

–Por aquel callejón –dice Sven señalando el lugar exacto por donde han huido, a pesar de que la niña, expresamente les pidió que no lo hicieran.

–Acabamos de llegar… –decía Katja al mismo tiempo que Sven, parece que la Tzimisce no quería delatarlas. Pero ya es tarde para eso, porque Varsik sale corriendo en la dirección que ha indicado el Vikingo.

Poco después, en la dirección por la que han ido todos, se oyen los gritos de una niña, parece que alguien la está pegando.

Katja se dirige hacia allí con paso ligero y sin embargo Sven lo hace más despacio, no parece muy interesado en los problemas domésticos de los Ravnos.

Cuando Katja llega al lugar, Varsik está golpeando violentamente a Yasmina, con una mano mientras la agarra con la otra.

–¡Así aprenderás a obedecerme!... chiquilla ingrata –vocea el Ravnos enfurecido– ¿Qué hacías aquí? ¿Otra vez con esa lunática?

La mujer zíngara deja de llorar al escuchar a la niña gritar ante la paliza de Varsik y asustada, abraza algo invisible y corre donde se encuentran adelantado a Sven y enfrentándose al violento Ravnos. 

–¡No pegues a la niña! dice la mujer con voz amenazante mientras lo señala con el dedo índice y se encara ante el Ravnos.

Varsik deja de golpear a la pequeña y desafiante reta a la zíngara:

Jeanette D´Avignon, Malkavian
–Jeanette D´Avignon –dice el Ravnos sonriendo y mirando a los ojos a la mujer– te reto a que hagas algo al respecto…

–¡Varsik! –grita Katja de manera autoritaria– No es el lugar ni el momento. Estáis llamando la atención y eso no es bueno para nadie, aunque tu tribu sea famosa por causar problemas…

En ese momento llega Sven, que observa todo desde la entrada del callejón, tocando sus hachas por si hubiera que entrar en acción.

–Es mi chiquilla –se defiende Varsik ante las dos mujeres que le increpan– Me ha desobedecido, tengo derecho a aleccionarla.

–¿Quieres tu también recibir una lección? –dice el Ravnos señalando solo a Jeanette y acercándose poco a poco a ella. Y dejando al margen de esto a la Tzimisce con una mirada disuasoria.

Sven se interpone entre Varsik y Katja, dispuesto a sacar a danzar a sus hachas, pero en ese momento Yasmina, grita para llamar la atención y romper la tensa escena, que enfrentaría a su Sire con Jeanette.

La niña sale corriendo, consiguiendo lo que deseaba, que Varsik la siga raudo, dejando a un lado sus diferencias con Jeanette y Katja.

Jeanette comienza a deambular por las calles del Monte del Templo, hasta llegar hasta la puerta dorada. Katja y Sven la siguen topándose de lleno con esta bella entrada a la ciudad, que aun no conocían.

 

Puerta dorada (Monte del Templo)
Revelaciones en la puerta dorada

La puerta dorada es la que lleva directamente al sagrado Monte del Templo, desde fuera de la ciudad. Hay una leyenda que dice que no se debe pasar por la puerta dorada para comerciar, si se hiciera se faltaría al respeto al propio lugar sagrado. No está prohibido, pero si desaprobado y el mercader que lo haga, como poco, no venderá nada ese día.

Jeanette mira hacia la puerta dorada como si su vista la atravesase.

Se abre la puerta y gracias a su Presencia, los guardias permiten pasar a Gabriel, que estaba fuera de la ciudad, tras haber huido aterrorizado de Tierra Sagrada. Aun con miedo en los ojos, el Toreador se acerca a sus compañeros y con una mirada les indica que todo está bien.

Después Jeanette mira a Katja, después de todo ella también defendió a la pequeña Yasmina de su violento Sire. Con lágrimas en los ojos, la zíngara les confiesa su desdicha:  

–He perdido a mi querida hija… –dice Jeanette entre sollozos– Yasmina me recuerda a ella, su compañía me calma y me gusta estar a su lado –sonríe mientras abraza algo invisible. Poco después, enfadada e impotente se dirige a Katja de nuevo y la dice apretando los dientes:

–Necesito recuperarla… –dice Jeanette con la voz quebrada.

–Intentaremos encontrarla –dice Katja mirando fijamente a Jeanette.

–¿Alguien se la ha podido llevar? –pregunta Gabriel sin obtener respuesta de la apenada zíngara.

–¿Dónde fue la última vez que la viste? –insiste Gabriel.

–Por aquí… por el barrio musulmán –dice Jeanette desorientada la gusta jugar entre los templos.

–¿Qué es tuyo? ¿chiquilla, ghoul? –pregunta Katja.

–Es mi hija carnal –responde Jeanette desesperada– ¿y si está llorando ahora mismo? Me necesita… puede estar asustada… no está acostumbrada a estar sola…

–¿Cómo se llamaba? –pregunta Gabriel sin percatarse de haber usado el pasado en su pregunta.

–Eina –responde rompiendo a llorar desconsoladamente al darse cuenta Jeanette. Gabriel la tranquiliza abrazándola y Katja la pregunta por la descripción de la niña: –¿Cómo es? ¿Qué ropa llevaba?

–Su cabello es rojo como el fuego y llevaba un bonito vestido de flores azules, con un lazo a juego… está guapísima –responde la quebrada mujer justo antes de volver a romper a llorar desconsoladamente.

–¿Cuántos años tiene? –pregunta Katja.

–Dos… o tres… –dice Jeanette dudando.

–¿Tienes enemigos? –pregunta Sven insensible.

–¿Enemigos? –pregunta Jeanette a Sven– soy una bailarina, no tengo enemigos… a veces tengo revelaciones que me muestran el futuro… pero no he tenido ninguna desde que Eina desapareció…

–Buscaremos a tu hija –afirma Gabriel abrazando a la desconsolada mujer– descuida. La encontraremos.

–¿Dónde podremos encontrarte a ti cuando sepamos algo? –pregunta Katja.

–Estaré en esta puerta. La puerta dorada, la más sagrada de las entradas a Jerusalén. –Responde Jeanette. 

Los tres vampiros dejan allí a la desconsolada mujer y comienzan a buscar a la niña por las calles del barrio musulmán. 

 

Puerta de Herodes (Barrio Musulmán)
Leyendas Ravnos

Las vacuas investigaciones de los tres vástagos por el barrio musulmán, les llevan a perderse por sus oscuras calles, la mayoría vigiladas por parejas soldados nocturnos. Los vampiros tratan de no mostrarse ante estos guardias, para no tener que dar explicaciones de más.

No hay evidencia alguna de la niña a la que buscan, hasta que Gabriel se percata, precisamente, que una niña pequeña las está observando desde las sombras.

El Toreador guía a sus compañeros en silencio para dar con la pequeña observadora, de una forma sutil y sigilosa. Katja, utiliza su hechicería y con la senda del espíritu es capaz de saber que quien les acecha, no es otra que la pequeña Ravnos que acaban de conocer hace apenas unas horas: Yasmina.

Se encuentran ante la puerta de Herodes, una de las ocho puertas de Jerusalén, la que mira a los extraños con su alargada sombra.

Esta puerta es una de las más antiguas de la muralla y normalmente se encuentra bien defendida, pues las familias de la zona se cuentan entre las más ricas y poderosas de la ciudad. Aunque nadie ha visto evidencia alguna que pruebe los rumores en uno u otro sentido, hay muchos que creen que la puerta dispone de una defensa especial. Hay quien cree que cualquiera que trate de causar daño a la ciudad e intente entrar por la puerta de Herodes, morirá transcurrida una noche desde su entrada a ella.

En un lugar alejado de los guardias de la puerta, Katja llama a la pequeña Ravnos:

–Yasmina, acércate. No queremos hacerte daño –dice la hechicera señalando descubriendo a la vampiresa que se oculta en un callejón oscuro.

Tímidamente, Yasmina sale de las tinieblas y se acerca a los tres vampiros. Lo primero que ven son sus grandes y oscuros ojos y su mata de rizos negros. El aspecto de niña triste y abandonada da lástima, sin duda, pero ellos apenas tienen sentimientos humanos.

Con una rapidez felina la niña se planta ante ellos mirando a los ojos fijamente a Katja, aguantándole la mirada, como una mujer adulta.

–Saludos pequeña Ravnos –dice Gabriel agachándose para mantener su mirada a la altura de sus enormes ojos negros –buscamos a una niña llamada Eina, hija de Jeanette, ¿la has visto por aquí?

–No, pero os ayudaré a buscarla. –Responde Yasmina con tono desafiante mi Sire Varsik se pondrá como una fiera pero me da igual. Soy demasiado valiosa para deshacerse de mí. Le consigo mucha información de las calles, sacada a los peregrinos… de todo el mundo.

–Venid, tengo que contaros un secreto –les dice la pequeña mendiga mientras les guía hasta un agujero oscuro y húmedo de una casa en ruinas. Para llegar a ella, han tenido que sortear a varios vagabundos que dormían en las sucias esquinas de los callejones de esta zona.

–Jeanette es una vidente y tiene visiones que se cumplen. Hay leyendas de nuestro clan, los Ravnos que hablan de ella –dice Yasmina susurrando en voz baja mientras la oscuridad arropa sus palabras– Varsik no piensa igual que yo, como suele suceder entre los Sires y los chiquillos, y no le gusta que me junte con Jeanette, dice que su compañía me distrae de mis tareas.

–¡Yasmina! –se oye a lo lejos la voz de Varsik que grita su nombre.  

La niña salta de un respingo y se escabulle por un agujero de la ruinosa casa, desapareciendo y riendo como un demonio, dejando intranquilos a nuestros protagonistas.

Los tres Vástagos permanecen en el lugar, viendo apenas sus semblantes tintados de tinieblas. Se encuentran entre sombras y solo se escucha el ruido del agua lejana correr, bajo ellos.

–No conozco nada sobre leyendas Ravnos –confiesa Gabriel– ¿y vosotros?

–Yo sí recuerdo que mi Sire Celine me contó que no había que desdeñar las leyendas sobre los videntes gitanos, había mucho poder tras las siniestras brujas del clan Ravnos. –Dice Sven arrojando algo de luz sobre la oscuridad de su tema de conversación.

–Pues estamos perdidos otra vez… y no teneos nada –dice Katja.

–Creo que deberíamos seguir buscando por el barrio musulmán –dice Gabriel– es la única pista que tenemos. Pero creo que podemos recibir ayuda…

Gabriel activa su disciplina de Presencia y comienza a desandar el camino que les ha traído hasta aquí, despertando a todos los vagabundos que se va encontrando.

Todos ellos se quedan ensimismados con el imponente herrero de brazo de hierro. El Toreador acaba rodeado de un grupo de erráticos y harapientos despojos humanos que desean agradarle.

Todos ellos le escuchan atentamente cuando les convoca para encontrar a la niña llamada Eina, dándoles la descripción de su hija que les dio Jeanette. Los sentimientos del ganado hacia Gabriel pasan de la admiración, hasta el temor y todos ellos se ponen manos a la obra para buscar a la niña perdida para su nuevo amigo y líder Gabriel, el imponente herrero del brazo de hierro.

Las pesquisas del puñado de vagabundos les llevan hasta una nueva pista, situada en la piscina de Bethesda.

 

Las 8 puertas de Jerusalén

Piscina de Bethesda (Barrio musulmán)
La muñeca

Aun en el barrio musulmán, se encuentran rodeados de unas viejas y abandonadas piscinas, inauguradas en la época romana como piscina de Bethesda. Allí uno de los vagabundos encuentra una muñeca que raudo lleva a Gabriel, guiando después a los tres vampiros al lugar donde la ha encontrado, junto a una de las piscinas vacías, antes mencionadas.

Gabriel cierra sus ojos y tocando la muñeca, utiliza su poder de Psicometría para ver si alguna imagen se ha quedado impregnada en la muñeca. Y efectivamente ve algo inesperado: Jeanette lleva la muñeca en la mano mientras salta y baila en la noche, haciendo sonar sus cascabeles. En una de sus locas cabriolas a la zíngara se le cae la muñeca al suelo. Esto sucedió hace unas horas, poco después del anochecer, antes de encontrarse con ellos y llorar como una loca.

Otro detalle importante en el que cae Katja, es que la muñeca es pelirroja y va con un vestido y un lazo igual que el que les describió Jeanette. La muñeca es igual a la niña que ha desaparecido…

Jeanette aparece entre las sombras y dando un gran susto a los personajes, salta loca de alegría quitándole a la muñeca a Gabriel de las manos y abrazándola como si fuera su verdadera hija.

–¡Habéis encontrado a mi hija!– dice Jeanette haciendo sonar sus cascabeles mientras da vueltas sobre sí misma y alrededor de los vampiros, con la muñeca en sus brazos.

En ese instante ocurre algo muy extraño, Jeanette se encorva y tras unos espasmos comienza a moverse de forma diferente. Agarra la muñeca de un brazo, como la llevaría una niña y mira a los personajes con cara de extrañeza.

–¿Queréis jugar? ¿Sabéis algún juego? ¿Sois amigos? –pregunta Jeanette con una voz de niña que parece brotar de su garganta con una facilidad pasmosa.

–Niña, ¿Cómo te llamas? – pregunta Gabriel a la nueva Jeanette.

Eina, La hija de Jeanette
–Soy Eina –Responde Jeanette con voz de niña y sonriendo maquiavélicamente.

–¿Sabes dónde está tu madre? –pregunta el Toreador a la encorvada mujer mientras esta, se estira ante sus ojos y vuelve a ser la madre, que danza y salta contentísima por haber encontrado a su hija, la muñeca a la que abraza y besa como si no hubiera un mañana.

–Como agradecimiento, voy a compartir algo único con vosotros –dice Jeanette en voz baja y cogiendo la mano de Gabriel para que los tres le sigan a un lugar seguro.

En algún lugar oscuro y secreto les confiesa su secreto legendario:

–Quiero que mi hija y yo seamos liberadas de la maldición cainita y se cómo conseguirlo –dice Jeanette muy segura de sus palabras– Lo he visto. Hemos sentido paz mientras el calor del sol nos daba la vida de nuevo y  humanas partíamos de Jerusalén. Sé que este será nuestro destino, pero puedo compartir con vosotros el secreto de cómo librarse de la maldición cainita con nosotras, como pago por vuestra buena obra.

–¿Es posible librarse de la maldición de ser vampiro? ¿Cómo se hace eso? –pregunta Sven a la inestable zíngara.

–¡Por supuesto que es posible! –responde contrariada la mujer– En el Santo sepulcro hay cierta magia que tiene que ver con todo esto. En mis visiones me veía el Santo Sepulcro, pero aun no sé por qué…

–Por favor echad un ojo en el Santo Sepulcro mientras yo voy a dar de cenar, bañar y dormir a mi hija. –dice Jeanette mientras abraza feliz a su muñeca. Y bailando baja la calle hasta desaparecer de la vista de los atónitos vampiros, que quedan solos en la noche.

–¿Qué opináis? –rompe el incomodo silencio Gabriel.

–Está tarada –dice Sven con desprecio.

–Está bastante tocada… parece ser una Malkavian –dice Katja– parecía una Ravnos, pero claramente es una lunática.

–Malkavian o Ravnos… ¿la creéis?  pregunta Gabriel.

–No lo sé –responde Sven– ha hablado del Santo Sepulcro, es un lugar sagrado de Jerusalén ¿verdad?

–Yo echaría un vistazo como nos ha sugerido Jeanette –dice Gabriel– si vemos que se nos complica la cosa, nos vamos y listo. Sugiero ir mañana al anochecer, ya no quedará mucho para el amanecer.

–¿Realmente creéis que es posible volver a ser humanos? –pregunta Sven.

–Puede –responde Katja– cosas más raras he visto…

–Hay alguien que si que cree en Jeanette… la pequeña Yasmina –dice Gabriel pensativo.

–Ella puede volver a ser humana… –dice Katja– su hija no creo.

–Para ella si –añade Gabriel.

–Hay que reconocer que el poder de devolver la humanidad a un vampiro es algo muy interesante… –dice Sven mientras los tres vampiros regresan a sus refugios para pasar el día de la forma más segura posible.

 

Santo Sepulcro (barrio cristiano)
Visita al Santo Sepulcro

A la noche siguiente nuestros tres vampiros protagonistas se encuentran en el barrio cristiano, donde todos se refugian. Katja en el ruinoso palacete Arista; Sven en el oscuro sótano de una antigua villa romana; Y Gabriel bajo la herrería de su ghoul, que trabaja a golpe de martillo y yunque durante las horas diurnas, música para los oídos del Toreador.

Deciden ir al Santo Sepulcro para investigar el misterioso asunto del que les habló Jeanette la lunática.

Siguen la vía dolorosa, que fue la ruta que Jesucristo hizo a través de Jerusalén en su camino desde el pretorio hasta el lugar de su crucifixión en el monte Calvario.

Esta vía también es famosa como el tramo principal de las calles para vendedores de cualquier producto imaginable. Desde lo mundano hasta lo arcano, hay muy poco que no se pueda comprar si sabes con quien hablar.  La mayor parte de la mercancía vendida en el “Mercado Nocturno” es robada o ilegal. Los vendedores de esta área no necesitan bazar para pregonar sus productos. Son sombrías figuras en lóbregos rincones.

Vía Dolorosa
La vía va a dar a la iglesia del Santo Sepulcro, que ha sido levantada y destruida varias veces. Su última reconstrucción casi rivaliza en extensión y grandeza con el Monte del Templo.

Los monjes que allí moran los pillan husmeando y los llevan ante el Padre Paliuro Rustucci, que se encuentra en una modesta  iglesia situada frente a la iglesia del Santo Sepulcro.

La fe que se destila en el aire de este lugar no es ni de lejos la que puede haber en el Santo Sepulcro, los personajes se sienten incómodos pero Katja y Gabriel mantienen el tipo sin huir del lugar, como sus impulsos primarios les aconsejan.

Sven sin embargo no es capaz de cruzar el umbral de la puerta que les adentra en la iglesia. Los monjes le dejan ir y el Brujah Varego hecha a correr como alma que lleva el diablo, y lo hace en dirección contraria a este Sagrado lugar. El Terror se ha adueñado de sus actos y no puede pensar con claridad hasta que no deje de sentir la guadaña de la muerte sobre su gaznate.

Gabriel y Katja son escoltados por cuatro monjes que los conducen a un despacho situado junto a la sacristía. Iluminado por cirios, se encuentran con un imponente sacerdote Católico Romano. El Padre Paliuro Rustucci de humano fue un hombre moreno y hermoso, el ideal de hombría genovesa que aún conserva en su compostura, añadida a una ominosa apariencia. Aunque se dibujan arrugas en su carne, seguramente ocasionada por los tormentos que padece cada noche, su hipnotizante aspecto de hombre santo es suficiente para causar en mayor confort o el más sumo terror, según lo necesite.

Padre Paliuro Rustucci, Antiguo Lasombra
–¿Se puede saber quien sois y que hacíais merodeando por el Sagrado Santo Sepulcro?  pregunta enfadado el Padre Paliuro sin molestarse en presentarse ni pedir nombres.

–No hacíamos nada especial –miente Gabriel– solo admirábamos la iglesia del Santo Sepulcro…

–¡Qué vergüenza a tu edad! Anciano Toreador… y mintiendo como un bellaco –dice el Padre Paliuro con semblante de desprecio absoluto.

–Dime la verdad Gabriel –ordena el Lasombra mirándole a los ojos. Ambos ya se conocían, hace unos meses Gabriel se presentó ante el Lasombra para presentarle sus respetos.

–Seguimos los rumores de una magia capaz de cosas increíbles… –confiesa Gabriel sin oponer excesiva resistencia ante el imponente Vástago.

–¿Cosas increíbles? –pregunta el Lasombra intrigado.

–El poder de volver a ser humano… –responde Gabriel mientras Katja permanece en silencio observando– ¿te lo puedes creer? –pregunta el Toreador en tono de mofa quitándole hierro al asunto.

–No, no me lo puedo creer –responde el Padre muy serio mirando a Gabriel como si hubiese dicho un sacrilegio mayúsculo.

Katja sabía que el Padre Paliuro es un Lasombra, alguien se lo dijo cuando se despertó en Jerusalén, pero la hechicera Tzimisce se fija en que hay un espejo en la estancia que está reflejando al tenebroso vampiro. Algo imposible, ya que los Lasombra no se reflejan en las superficies reflectantes, es una debilidad de todos los miembros de su clan, de la que no pueden escapar.

La hechicera Koldun piensa que pueden suceder dos cosas: el Padre Paliuro no es un Lasombra y es un impostor, o el espejo es mágico y refleja al Lasombra para que pueda pasar desapercibido ante el ganado humano con el que trate por la noche.

–Y bien Gabriel… me interesa saber quien os ha hablado de esa estúpida superstición y os ha conducido hasta el Santo Sepulcro –dice el Padre Paliuro poniendo en un compromiso al Toreador, que no quiere delatar a Jeanette.

–Nadie –dice Gabriel mintiendo de nuevo.

–¡Dime quien! –dice el Padre Paliuro subiendo el tono y comenzando a impacientarse. Parece que el Lasombra ha cazado la mentira de Gabriel al vuelo.

–Son supersticiones de una bruja cualquiera –responde Gabriel algo intimidado– una vidente… –continua al ver que el Lasombra está muy interesado en sus palabras, pero no le da el nombre de la mujer.

El Padre Paliuro pierde la paciencia y se levanta de su silla, camina raudo hasta el lugar donde se encuentra Gabriel y mirándole a los ojos, muy molesto le dice severamente al Toreador:

–Soy un Antiguo del clan Lasombra, muy influyente, si no el más, en el barrio cristiano, donde están vuestros refugios. –Dice Paliuro muy enojado– te he pillado dos mentiras, Gabriel, no habrá posibilidad de que lo haga en una tercera… ¿quién os lo dijo?

–¿Acaso es tan importante? –pregunta Gabriel poniendo a prueba la paciencia del viejo Lasombra.

–No lo era, pero ahora sí lo es –responde crípticamente el Padre Paliuro.

–Debes perdonarla, está mal de la cabeza –dice Gabriel excusando a la buena de Jeanette.

–¿Acaso es una Malkavian? –pregunta el Lasombra deduciéndolo de las palabras de Gabriel.

–No lo sé –dice Gabriel intentando librarse de esta encerrona, diciendo esta vez la verdad– No sé su clan. No nos lo dijo.

–¡Su nombre! –exige el Padre Paliuro abriendo los ojos de par en par.

Gabriel se mantiene estoico manteniendo el tipo sin querer decirle el nombre que tanta importancia parece estar dándole el paranoico Lasombra. Cuando de pronto las velas se apagan y la temperatura parece bajar unos grados de golpe. La mayor negrura que nunca han visto envuelve toda la estancia, oscureciendo a los tres presentes en el abismo. Parece como si el aire se hubiera transmutado en tinta de calamar. Incluso la voz suena distorsionada. Lo saben por qué se escucha la voz del Padre Paliuro, que pregunta en un tono aterrador:

–¡¿Quién fue?!

–Jeanette –confiesa Gabriel sintiéndose completamente intimidado y sin salida.

En ese momento vuelve la luz y las velas vuelven a encenderse, un sigiloso fraile lo está haciendo de forma sutil poco antes de irse del lugar.

–No quiero sonar irrespetuosa… –dice Katja que hasta ahora había permanecido callada y muy atenta– pero si vuelves a envolverme con tu negrura, no me voy a quedar parada la siguiente vez.

Paliuro mira a la vieja mujer, no sabe quién es, y tampoco le importa demasiado. Con cierto desdén hacia la Tzimisce, de la que no sabe ni su nombre, el Lasombra se vuelve a dirigir hacia el anciano Gabriel.

–Desprecio profundamente a Jeanette –dice Paliuro enfadado– es una lunática maldecida por Satán. Pagana gitana sacrílega, su alma está condenada sin remedio. Suele rondar por mis dominios y no me gusta nada que lo haga. No es la primera vez que mando que la expulsen de las inmediaciones del Santo Sepulcro. Debí imaginar que ella estaba en esto… Advertirla que tomaré medidas la próxima vez que lo haga. Ya he colmado mi paciencia.

–En cuanto a vosotros –continua el Padre dando su sermón– debo pediros que no volváis a hacerlo, este es mi dominio y podría defenderme en él y seria legitimo según las Tradiciones Cainitas.

–Buenas noches os de Dios –dice el Padre Paliuro para despedirse– mis criados os acompañarán a la puerta, no es necesario que os despidáis. Espero no volver a veros.

Tras este tenso encuentro Gabriel y Katja salen de la pequeña parroquia y se topan con la imponente iglesia del Santo Sepulcro ante ellos. La fe vuelve a golpearles para que no olviden su condición de no muertos maldecidos por Dios.

 

Asalto nocturno

Mientras se alejan del lugar por la vía dolorosa, ignorando a los comerciantes que desde las sombras les ofrecen sus pecaminosos productos. Ambos piensan en el incomodo encuentro que han tenido con el sacerdote cristiano Lasombra.

Casi en la muralla del barrio musulmán, se encuentran con Sven, que anda con pies de plomo intentando esquivar cualquier atisbo de fe, tarea arto compilada en Jerusalén, la ciudad más santa del mundo.

Cuando Katja y Gabriel se disponían a contarle a Sven su agradable encuentro eclesiástico, tres asaltantes con cara de malas pulgas y armados con dagas oxidadas rodean a los tres vampiros, que sonríen pensando en que estos tres infortunados asaltantes no saben a quién se están enfrentando.

Los tres asesinos cargan contra los Vástagos y comienzan un combate desigual, que termina con dos de los tres asaltantes muertos y tomados como alimento para Gabriel y Sven. Y el tercero acaba bebiendo sangre de Katja, por lo que se hace su ghoul.

La hechicera Tzimisce aprovecha que está más receptivo para interrogar al único superviviente sobre el asalto, pero al parecer no fue nada premeditado, simplemente estaban en el lugar equivocado en el momento equivocado.

El atónito asesino superviviente, había visto nada menos, como la tierra bajo sus pies lo había engullido hasta inmovilizar sus piernas y ahora una tenebrosa anciana le había dado de beber su sangre. Sus dos compañeros de asalto yacían en el suelo vacíos de sangre, que habían servido de alimento para un pálido vikingo y un imponente hombre con un brazo de metal.

Ninguna de las puñaladas de sus compañeros había servido de nada y las dagas con las que atacaban solo pudieron hacer más que rasguños en los cuerpos muertos de Gabriel y Sven. Así que el ahora ghoul de Katja pregunta si se puede marchar.

–Te vas a quedar aquí una temporada –dice Katja acariciando la cara del afortunado asaltante– ahora eres mi esclavo ¿cuál es tu nombre?

Ashshur, nuevo Ghoul de Katja
–Ashshur contesta el aterrado hombre se arrodilla y aplasta la cabeza sobre el suelo de tierra removida mientras pide disculpas y agradece seguir vivo.

–Aunque no lo creas –dice Katja al oído del humillado saco de carne y sangre– tu vida va a mejorar notablemente.

A continuación la hechicera Tzimisce lo encierra en una de sus maltrechas mazmorras del palacete Arista, para después acabar la noche compartiendo palabras con sus compañeros no muertos.

–¿Te fijaste en el espejo de Paliuro? –pregunta Katja a Gabriel.

–No –responde Gabriel– estaba demasiado ocupado sudando sangre ante su inoportuno interrogatorio.

–Puede ser un impostor y ni siquiera ser Lasombra –dice Katja– o poseer un espejo mágico, algo improbable pero posible.

–La gran pregunta es: ¿queremos a este Lasombra bufón de enemigo? –sugiere Katja.

–No ceo que nos convenga tener un enemigo de tal calibre –dice Gabriel– fue Príncipe de Jerusalén y ahora sin serlo, sigue vivo, algo inaudito.

–¿Se lo decimos a la Malkavian? –pregunta Katja a sus compañeros, sin obtener respuestas convincentes de ellos.

–En caso de creernos lo que nos dice Jeanette –dice Katja– ¿Queremos volver a ser humanos?...

–Deberíamos plantearnos –dice Katja pensativa– Qué queremos de Jeanette.

Todas estas cuestiones quedan en el aire sin respuesta y cada uno regresa a su refugio en el barrio cristiano, donde piensan en lo ocurrido esta noche para decidir que paso dar a continuación y qué camino seguir.

Jerusalén espera impaciente sus decisiones.

 

Mazmorras del Palacete Arista