Klaus, el hermano malo |
En algún lugar de Transilvania, un
grandioso castillo se alza imponente y dominante sobre toda esta tierra. Mientras, la noche arropa los peores miedos de los lugareños de la
zona.
Una tormenta azota el remoto paraje y ruge como un titán
enfurecido. Mientras, se escucha una cadena de truenos que resuenan en las catacumbas del castillo. De fondo, una risilla malévola…
En una mazmorra digna del mismísimo infierno,
varios hombres “descansan” en diferentes e ingeniosas maquinas de tortura,
potros ensangrentados con herramientas oxidadas hechas para causar dolor de
inimaginables formas.
El enorme portón de hierro templado, se abre
de golpe causando un estruendo horrible mientras entra un extraño tipo gordo y de baja estatura. Tiene la cara extrañamente pintada como la de un macabro bufón,
entra de espaldas y habla dirigiéndose hacia el exterior, a través de la puerta
abierta:
–¡No me
digas lo que tengo que hacer, Jesper! El
Conde Radu dice que tenemos que marchar hacia Jerusalén –exclama el grotesco
bufón.
–...Para
ayudar a una de sus queridas chiquillas –dice mientras cambia la voz como si imitara
a alguien de forma burlona.
El rostro del payaso se transforma expresando enfado extremo:
–¡PUES
MUY BIEN!, ¡LO HARE!. ¡PERO POR QUE MI SEÑOR RADU LO PIDE! YO KLAUS LO DECIDO Y NO POR
QUE TÚ, MOGIGATO BUENO PARA NADA, ME LO DIGA –grita
el bufón muy malhumorado.
Segundos después, parece calmarse y una
sonrisa malévola asoma en el rostro del maníaco bufón.
–A
veces me pregunto, mi querido hermano –dice
Klaus– porque no te ahogué en tu cuna cuando eras más bajito que yo... ¡ja, ja,
ja! ¡habría sido grandioso! ¡ja, ja, ja!
–Pero
en fin hermano, sabes que muy en el fondo, te quiero. Y ahora si no te importa, déjame jugar esta preciosa noche mientras los truenos me hacen los coros. Marchamos hacia una tierra muy lejana y me apetece desfogarme.
–Además
el comprensivo Señor Radu me ha dado su beneplácito –diciendo esto Klaus cierra la puerta
bruscamente dando un portazo en las narices a su hermano Jesper.
El macabro truhán, con una sonrisa que
helaría la sangre a cualquier persona cuerda, comienza a ojear detenidamente a
cada uno de los presos del calabozo.
–Vaya,
vaya, vaya, por fin estamos a solas. ¿Seréis vosotros mis queridos juguetes? Ja,
ja, ja. No contestéis por favor, yo ya sé la respuesta, pero antes de nada, dejad que me presente… –dice Klaus mientras hace una reverencia muy poco
practicada.
–Tenéis
el honor de conocer a ¡KLAUS!, el bufón Malkavian –continúa el payaso– miembro de
la corte del honorable Conde Radu. Me gustan los gatitos, ja, ja, ja. Así empecé a practicar el
noble arte de la tortura. Ja, ja, ja. Noble, ja, ja, ja… Si debo ser sincero,
después de tanta practica, nunca consigo hacer que mis juguetes sobrevivan mucho
tiempo... ja, ja, ja.
Klaus se acerca, arrastrando los pies, hacia uno
de los pobres hombres que le miran aterrados.
–Dime
pequeño, ¿y tú cómo te llamas? no seas tímido… –dice
Klaus, mientras el indefenso cautivo se encuentra inmovilizado en un banco, cuyo
mecanismo activa punzantes cuchillos y hojas para perforar y rajar al mismo
tiempo.
–¡No me
lo digas! lo adivinare, ¿Alejandro?... no, qué tontería, tienes más cara de Alfred.
¿Tampoco?... ¡Otreum!, si, te llamare Otreum. Hola Otreum te voy a matar ¡ja, ja, ja! –dice Klaus mientras
saluda al prisionero con la mano.
El bufón mira a otro de los encarcelados que
se encuentra atado en el interior de un sarcófago de tortura llamado dama de hierro.
El instrumento se encuentra abierto enseñando los clavos punzantes de su
interior.
–Huy, discúlpame.
Casi se me olvida
–Klaus corre hacia la doncella de
hierro y la cierra con rabia sin ninguna contemplación– Hola mi querida señora. ¡Cuánto tiempo! Ya te echaba de menos. Dime ¿en
qué piensas? –dice Klaus dirigiéndose a la doncella de hierro, ahora
cerrada.
Un millar de agónicos gritos salen del
sarcófago de tortura mientras la sangre chorrea por el suelo, y en poco tiempo, el silencio.
El macabro bufón cae al suelo de rodillas y
llora sangre por el difunto presidiario. Minutos después, sonríe y mueve la
cabeza como si escuchara un eco del más allá.
–Ajá
ajá, ¿en
serio? ¿y qué hiciste?... así me gusta. Ja,
ja, ja –ríe Klaus.
La dama de hierro “llora” sangre por unos orificios tallados bajo sus ojos. El payaso pasa su dedo por una de sus frías mejillas y recoge una lagrima
con mucho cuidado.
–Lo sé
querida, pero no llores. Todos los hombres son iguales pero debes consolarte
con el recuerdo de que estuvo dentro de
ti... Ja, ja, ja –ríe Klaus mientras llora sangre él también.
Vuelve la cara hacia su “amigo” Otreum, en
ella se garabatea una sonrisa sombría.
–¿Te lo
puedes creer Otreum? mira que hacer daño a una dama tan férrea como esta… ja,
ja, ja –Klaus se
acerca hacia el penado y le coloca la mano en el oído mientras acerca su
grotesca boca mal pintada, como para contarle algo que solo quiere que él
escuche.
–Que
esto quede entre tú y yo. Dicen que no hay un hombre le dure más de cinco
minutos. Ja, ja, ja. Y lo irónico es que todos la desean y mueren por ella. Ja,
ja, ja ¿no resulta paradójico y hermoso al mismo tiempo? –susurra Klaus al oído
del asustado cautivo.
–Bueno Otreum... –dice Klaus mientras levanta la vista observando el resto de la
habitación y comienza a frotarse las manos–
Creo que esto va a ser el comienzo de una hermosa amistad. Corta pero amistad
al fin y al cabo. Ja, ja, ja. ¿Sabes qué? Te voy a contar mi historia amigo
mío. Mientras, si te parece, iré atendiendo al resto de invitados. No quiero
ser grosero haciéndoles esperar... ja, ja, ja.
El payaso se acerca a uno de los presos que
se encuentra colgado de las muñecas, desnudo y cara a la pared. Parece muerto,
al menos su castigado cuerpo está inerte balanceándose levemente. Klaus coge un látigo con púas y ganchos y
comienza azotarle salvajemente mientras el propio vampiro llora sangre dolido
por el ahora despierto y atormentado humano.
–Yo no
siempre fui así –dice
entre latigazo y latigazo sollozando– Puedes
creerme Otreum. Yo y mi estúpido querido hermano nacimos en una modesta compañía de titiriteros. Rodeados de gente
increíblemente interesante. Viajando de pueblo en pueblo, de villa en villa, de
ciudad en ciudad. Yo no era un niño feliz, a pesar de estar entre los que hacían reír a los
demás. No encontraba mi lugar, porque mi verdadera vocación era otra, quería ser bufón y la tristeza de mi alma fue la semilla que me ayudó a conseguirlo.
–Qué tiempos
aquellos –sigue
Klaus– yo un niño peculiar podría haber sido
un titiritero en ese bello mundo de hacer feliz a los demás. –Deja
abruptamente de propinar latigazos al ahora inconsciente cautivo.
–¡Vaya! otro juguete roto –dice triste y lloroso Klaus mientras se carcajea sin sentido
alguno.
–¡NO ES
JUSTO! –grita coléricamente Klaus mientras arroja el látigo al suelo saltando
repetidamente sobre él.
–¿Por
dónde iba, Otreum? ¡a si!, la compañía de titiriteros –dice más calmado el bufón mientras sonríe a Otreum.
–Hace
unos diez años la compañía con la que viajaba llegó cerca de estas tierras –sigue hablando Klaus mientras juguetea con un cuchillo– Me quedé fascinado con este lugar. Tan apartado
de todo, rodeado de montañas, el tiempo parecía haberse parado en su interior y
la tierra regada con sangre había hecho crecer una red de ciudades con un
encanto especial: Los siete dominios de Transilvania. Por alguna razón me sentía atraído por este sitio. Más tarde descubriría que yo, nací en Transilvania...
–…y bueno. ¡Que puedo decir!, –sigue contando Klaus con los ojos mirando hacia el infinito– esa vida se acabó por culpa de un estúpido Voivoda llamado Veliss que odiaba a los titiriteros. Decía que todos eramos zíngaros sin patria y que no merecíamos el aire que respirábamos. Cierto que me metí directamente con él en mi actuación, poniéndole en ridículo y haciendo chistes sobre su fea cara y su extrema delgadez.
Voivoda Veliss, Tzimisce |
–Así
que ese desagradecido Voivoda Tzimisce –dice
Klaus mientras mira de nuevo a Otreum– no cogió mis chistes y mandó masacrar a
toda la compañía de titiriteros delante de mis ojos. Acabó con todos ante mí,
esto hubiera vuelto loco a cualquiera, pero yo, como único superviviente, ni me
inmuté. Aunque ahora que lo pienso también se salvo mi estúpido hermano Jesper...
–Si Otreum... –dice
Klaus enfadado– estuve donde ahora mismo tu estas.
Detenido y esperando mi turno para que el maldito señorito de su tierra me
torturara. No voy a mentirte si te digo que no disfruté cuando escuché como
infringió martirio a mi hermano Jesper. Si después no me hubiera tocad a mí…
–¡MALDITO
BASTARDO! ¡UN AÑO ENTERO SUFRIENDO! –grita
Klaus y se sienta en el suelo abatido, levanta la aveza y sigue su historia– sabes Otreum la primera vez que vi a mi
hermano, deseé no haber nacido. Pero después lo pensé un poco y quise que él no
hubiera nacido. Luego lo pensé un poco más y deseé que hubiera nacido, vivido
media hora y muerto en una terrible agonía…
–Si Otreum.
Sobreviví
–Klaus prosigue mientras se encamina hacia otro penado encadenado que tiene los pies en un torno de madera– Sólo
porque no podía soportar que ese rufián acabara con mi hermano Jesper. ¡Si
alguien tiene que matarlo seré yo! Es mi
derecho como hermano mayor. La verdad es que quiero un montón a ese tontorrón… –dice
mientras gira el mecanismo que infringe dolor y genera gritos y aullidos de la víctima.
Conde Radu, Príncipe Tzimisce de Bistriz |
–El
conde Radu me libero –continua Klaus– Por
supuesto me abalancé sobre mi torturador. Lo mordí en el cuello y succioné
sangre y alma. Otreum, no te puedes hacer una idea del placer que sentí... ¿te
imaginas que te liberas y consigues matarme? ja, ja, ja ¡tú que vas a saber!
–Después
de eso, el heroico Conde Radu nos acogió a mi hermano y a mí –Klaus se acerca a su nuevo amigo Otreum mirándole inquietamente a
los ojos– y se convirtió en el padre que nunca tuvimos. Desde entonces lo
adoramos, es nuestro querido salvador y le debemos la vida y mucho más.
–…y el
resto se puede decir que ya es historia. Viví, crecí… ja, ja, ja… y ahora me
voy a Jerusalén –dice
Klaus sonriente.
Klaus acciona la silla y las cuchillas
empiezan a silbar en zigzag cerca de su sucia y reseca piel.
–Bueno Otreum.
Ha sido un placer conocerte –Klaus
espera a que se desvanezca inconsciente de miedo para apagar el mecanismo. Le encanta
aterrorizar a estos pobres diablos.
–Vamos
Jesper, ya estoy listo. Cuando quieras –Klaus
abre la enorme puerta del calabozo hablando hacia el exterior. Mientras escucha
a Otreum cómo despierta en el mundo de los espíritus. Al final su corazón no aguantó tantas emociones. Murió de miedo. Klaus se entristece por
él y reprime una furtiva lágrima de sangre.
Jesper, el hermano bueno |
Un par de carruajes cruzan la Capadocia
dirección Jerusalén. Son unas majestuosas y tenebrosas carrozas tirados por
unos poderosos corceles negros, que cabalgan a gran velocidad por los caminos polvorientos.
Dentro del carro más adelantado, esta Jesper, pensando en los acontecimientos que le han traído hasta aquí y en cómo va a
cumplir la misión que Radu le ha encomendado a él y a su hermano Klaus.
–¿Por
qué el Conde Radu habrá enviado también a mi hermano Klaus? –pregunta Jesper a su
acompañante de viaje– ¡ese demente
depravado siempre me pone en evidencia! ¡me da vergüenza ajena! ¿Por qué no se
parece un poco más a mí? Nos hemos criado en el mismo lugar y sufrido las
mismas cosas, pero él siempre tiene que ser tan retorcido.
–¿Tú qué opinas? –pregunta Jesper
mientras mira por la ventana del carruaje y observa las estrellas.
–Por lo
que sé de tu hermano –responde su compañero de viaje– es un demente en el peor sentido de la palabra y la verdad que me alegro
que este en el otro carruaje.
–Pero
es mi hermano y le quiero… daría mi vida por Klaus. –Dice Jesper claramente dolido.
–Supongo
que la sangre une mucho más de lo que separa. No elegimos a nuestros
familiares. Son para siempre. –Jesper
busca a su acompañante sin verlo y cierra los ojos para imaginárselo.
–Pero
es peor que eso –dice
Jesper con los ojos cerrados– él fue el
culpable de la muerte de nuestra familia, de nuestros amigos, de
la compañía... ¡todo por su culpa! Incluso nuestro Sire, el Maestro titiritero
del grupo, murió aplastado por la cruenta mano del ese pérfido Voivoda.
Solamente sé que nuestro creador nos defendió ante el Tzimisce dando su vida a cambio, admirable.
–Pero
es mi hermano. –continua
Jesper– Pronto llegaremos a Jerusalén. Tenemos
que ayudar al Conde Radu en esas remotas tierras y cuidar de su querida
chiquilla Ekaterine.
–Gracias
Jesper. Hasta aquí mi viaje. Me toca continuar solo. Ha llegado mi
hora. Quiero que sepas que te perdono Jesper. No eres culpable de los pecados de tu hermano Klaus –dice la voz del
viajero que escucha Jesper con claridad desde la Umbra, el plano de los muertos.
Jesper abre los ojos y mira de nuevo las
estrellas mientras una lágrima de sangre cae rueda furtiva por su rostro.
–Gracias
a ti… Otreum
–la voz del viajero se desvanece del lugar haciendo que también ascienda la temperatura, dejando a Jesper sólo el resto del viaje, pensando en su hermano Klaus…
Las
dos caras de una misma moneda
Ambos eran hermanos y nacieron en Kronstadt, antigua colonia alemana en la lejana Transilvania. Jesper siempre había sido el sentimental, el enamoradizo, el caritativo, el simpático y el positivo. Klaus era el diablo personificado, cruel, vengativo, violento y astuto.
Habían vivido siempre juntos y lo que estropeaba Klaus, Jesper tenía que arreglarlo. Hasta que Klaus rompió algo que Jesper nunca pudo recuperar, su cordura.
Son Malkavian, cada uno tiene su apariencia,
su personalidad, sus anhelos y perjuicios. Ambos viven en un solo cuerpo, que
es capaz de metamorfosearse en cada uno, para la ocasión adecuada.
Las emociones deciden quien está aquí con
nosotros y muy de vez en cuando el demonio Zulo sale a pasear, transformando al
Malkavian en un horrible monstruo escupido del Averno.
Hay muchas preguntas y pocas respuestas, pero
en la cabeza de Jesper, aún hay sitio para más gente…
Zulo de Klaus |